
Capítulo 16: Una nueva oportunidad.
Se levantó de la cama con un pánico reflejado en su rostro, su pecho dolía a horrores, siéndole difícil respirar al principio. Movió sus manos, sintiendo la cómoda y suave cama donde había estado durmiendo, ¿cuántas horas? Lo desconocía.
Despejó sus ojos y se dio cuenta que estaba en el interior de una habitación recubierta de madera al igual que el suelo. La reconocía y eso le dejaba más dudas que respuestas.
—¿F-Fue un sueño? —susurró, poniendo la mano en la cabeza.
Salió de la cama, pero sus piernas fallaron y se sentó. Respiró agitado, mirando de un lado a otro al ver que estaba en su habitación, pero le parecía imposible. Recordaba todo lo que había vivido, esas verdades, risas y gritos de desesperación que le acabaron superando.
Eso debía de ser su mayor pesadilla o una realidad llena de crueldad.
Cerró sus ojos, intentando mantener la calma y recuperar su respiración. Se mantuvo así unos pocos minutos, y cuando tuvo la voluntad de recuperar el aire, vio la puerta abierta.
—Buenos días, dormilón —comentó Miver, cruzando sus brazos y apoyándose en el borde de la puerta—. Llevas casi dos días dormidos, ese lugar te ha dejado destrozado, ¿eh?
No hubo respuesta. Coltán la miraba con los ojos bien abiertos.
—Veo que te has quedado sin lengua. Esto va a ser complicado, más de lo que me gustaría —comentó, sin quitarle ojo.
—No estoy mudo —murmuró, frunciendo el ceño—. Solo... que no entiendo que ha pasado. —Se quedó en silencio, bajando la mirada y respirando hondo—. F-Fue real.
—Por desgracia sí —confirmó Miver, sin romper la posición.
—Las palabras de Sulfuro, lo que me dijiste, que... flotara por un momento o que mataras a esos seres...
—Todo eso fue real —interrumpió Miver, mirándole con atención—. Te cuesta procesarlo.
—Me gustaría que fuera todo un sueño o una broma —admitió Coltán, mirándola.
—Oh, créeme que yo llevo años esperando a que me dijeran que es una broma, pero me temo que no es así —comentó Miver, moviendo los ojos a otro lado—. Estás metido en un problema grave, y es mi culpa todo por querer unas... vacaciones. —Coltán alzó un poco la ceja—. Oye yo he tenido mucho que soportar, un descanso me hacía falta.
—Descanso —repitió Coltán, mirándola incrédulo.
—Uno se va de vacaciones a la playa o montaña —comentó Miver, alzando un poco sus hombros—, en mi caso es conocer otros planetas hasta que me sienta en casa.
Coltán se quedó en silencio mirándola hasta que puso las manos en la cabeza.
—Así que eres de otro planeta —murmuró, sin recibir la respuesta de vuelta. Tragó saliva y trató de quitar sus manos de la cabeza—. ¿Qué eres?
—Uf, qué complejo en verdad. —Soltó una leve risa—. No puedo decir que sea... un ser normal como tú, ¿captas? —Coltán frunció el ceño. Miver puso la mano en su barbilla—. Normal no soy, lo has visto cuando te elevé del suelo.
—Controlas la gravedad.
—Eso es una de mis tantas habilidades que tengo —aclaró Miver.
—Ve directa al grano, Miver —pidió en un tono que reflejaba su cansancio.
—¿Seguro, Coltán? No quiero verte tan agobiado como antes.
Coltán soltó un largo suspiro, poniendo la mano en su cabeza.
—Mi hermano lo dijo una vez, abrir la mente. Ya me fastidiaría. —Suspiró—. Todo lo que he visto y vivido es algo que se me escapa de la compresión. Sigo aquí, es difícil entenderlo, pero prefiero las cosas dichas de golpe antes de que vayas con bromas y pinceladas delicadas.
Miver afirmó con calma, alejándose de la puerta para ponerse enfrente de Coltán a una distancia prudencial.
—Comprendo lo que dices, y me parece bien. De igual forma, te haré la pregunta de nuevo. ¿Estás seguro?
—Ve con todo lo que tengas.
Miver puso las manos en los bolsillos de su chaqueta, mostrando una leve sonrisa. Cuando la miró, se encontró con cientos de miles de lunas orbitando a su alrededor como si ella fuera el centro de gravedad. Cada una de ellas tenía un tamaño y color distinto, haciendo de ella una mujer misteriosa e intrigante.
—No me gusta presumir, pero cuando el título está presente, hay que decirlo —comentó, retirando las manos de su chaqueta para cruzar sus brazos—. Frente a ti, Coltán, se encuentra la hija de Lúan. La primera Luna conocida por todo este extenso universo, pero no solo eso. Soy, a su vez, la hija de todas las lunas que puedas conocer en estas cuatro galaxias.
Se agarró a la cama como pudo, su visión se volvió borrosa, pero pudo mantenerse firme y respirar. Cerró sus ojos, recuperando la calma para al final mirarla.
—H-He estado durante más de dos años al lado de una diosa —concluyó Coltán.
Miver movió la cabeza de un lado a otro.
—Sí, se podría decir que sí. Aunque más que diosa, soy una entidad cósmica.
Coltán casi le da un paro cardíaco. Miver se dio cuenta de que no reaccionaba, acercándose para ver si necesitaba algo.
—E-E-Estoy bien —murmuró, aunque sus labios temblaban sin parar y ni siquiera se atrevía a mirarla—. Y-Yo... Ah...
—Era mejor ir por pinceladas —murmuró Miver, soltando un suspiro—. ¿Necesitas algo?
—No sé lo que quiero, Miver —respondió, intentando respirar—. Ahora mismo no sé cómo actuar frente a ti. Son años al lado de una entidad que ha actuado como un Tugnin, y no he sospechado ni un solo momento.
—Ah, estaba difícil, aunque admito que dejaba pequeñas pistas obvias que tú no hacías caso —comentó con cierta diversión para luego mirarle preocupada—. ¿Seguro que no quieres nada?
—Estoy bien... creo.
Miver se quedó a su lado, sentándose en el suelo, mirándole preocupada. Coltán le parecía surrealista, no entendía cómo alguien como ella estaba ahí. ¿¡Qué hacía sentada en el suelo?! ¡Debía ser él! ¡Debía darle su debido respeto y admirarla! ¡Era una diosa! ¡No, más que eso!
—Te estás poniendo más blanco que yo, y mira que mi piel es blanca —bromeó Miver.
—No lo entiendo —murmuró Coltán, apoyando sus manos en la cama—. ¿Por qué estás aquí? ¿Por qué actúas como nosotros?
—Oh, amigo. Yo no soy como estos locos que analiza a los demás para matarlos en un abrir y cerrar de ojos. Quítate eso de encima, yo soy mucho más tranquila —aclaró Miver, poniendo las manos en el suelo—. Mira, vine para descansar de todo lo que hay ahí fuera. Suficientes años he vivido para decir "necesito un pequeño parón" y vine aquí por mera curiosidad. Yo te conocí cuando sacaste el Blatulion con Cael en el río.
Coltán casi se cae de espaldas de la cama, pero Miver movió su mano derecha, usando su magia para enderezarlo.
—¿Q-Q-Qué?
—Si me ves aquí es porque tenía curiosidad de vivir una vida "mortal", descansar y porque me sorprendió mucho ver el Blatulion en tu planeta —explicó Miver con una sonrisa tranquila—. Yo conozco los Cutuis, son devotos a mí. Por esa regla, yo los escucho y sé todo sobre el Blatulion.
Tosió, agarrando su estómago mientras pequeñas lágrimas caían. Miver intentó calmarle, pero Coltán no quería que lo tocara por miedo a que le hiciera daño, aunque era consciente de que lo había salvado.
—T-Tú l-lo sabías todo —murmuró Coltán, tras recuperarse un poco.
—Eh... Sí. Sabía que el Blatulion tiene propiedades curativas y que apenas tiene efectos negativos a no ser que la sobrecargues demasiado. Por ello te pedí que mostraras el proyecto, sabía que era imposible que se hiciera algo malo, a no ser... que se usaran los documentos.
Coltán se quedó en silencio, para al final fruncir el ceño.
—Te estabas riendo de mí durante dos años.
—¿Me habrías creído si te dijera todo de golpe? —preguntó Miver, alzando la ceja. Coltán miró al suelo de nuevo—. Obvio que no, me tomarías por loca, por eso intervine y te ayudé poco a poco. Fue interesante, probaba así mi paciencia y a la vez me divertía con tus reacciones.
Coltán soltó un suspiro de resignación, cubriendo su rostro con sus manos.
—Una entidad cósmica. Hija de todas las lunas. A mi lado. Dos años. ¿Te burlas de mí por ser un mortal? —preguntó, mirándola de reojo.
—Un poco al principio —admitió y soltó un suspiro—. Ahora necesito tu ayuda.
—¿Cómo yo, un mísero mortal, una mota de polvo, puede ayudarte, oh hija de las lunas? —remarcó las últimas palabras.
Miver soltó una leve risa.
—Ha sido gracioso, pero no me gusta que me tengan en esa estima. A mi hermana se lo puedes hacer, pero si las pillas de buen humor —comentó. Coltán rodó sus ojos—. Aunque no lo creas necesito tu ayuda porque yo no tengo todo tan fácil como parece. Sí, soy poderosa, eso no lo niego, pero tengo consecuencias, como que no puedo hacer ciertas normas con los documentos.
Coltán frunció el ceño e intentó recordar la conversación que tuvieron antes, pero esto le generó un ligero dolor de cabeza.
—Algo... había oído de los documentos, pero sigo sin entender bien.
—Te lo explico rápido. Los documentos son unos papeles que tienen toda la información del planeta. Básicamente eres el dueño de un ordenador y decides lo que quieres hacer en este, creando, borrando o modificando las normas de un planeta.
Coltán sintió escalofríos en toda su columna, siéndole difícil cerrar sus ojos o respirar..
—¿Es una broma?
—Ojalá, pero no —respondió. Coltán puso las manos en su rostro de nuevo—. Eh, tranquilo. Esos documentos no son una perdición, tienen su parte intuitiva, además de inteligentes. Aparte, si quieres hacer alguna de estas cosas, tienes que ser de raza pura, y no te creas que es lo único. Crear algo tiene como sacrificio gastar tus energías, ¿entiendes? —preguntó, viendo como Coltán ponía sus manos en su boca.
—¿Y por qué quieres mi ayuda? —preguntó, mirándola de reojo.
—Porque yo no soy de raza pura —respondió. Coltán alzó la ceja—. De verdad que no, Coltán. Soy la mezcla más extraña que puedes ver.
—¿Aun siendo una entidad cósmica, no puedes?
—No, no puedo. Y mira que soy muy querida por mi vieja y estúpida amiga, pero no pudo hacer nada ante mi mezcla divertida. Ser hija de unos padres extraños es lo que tiene.
Coltán frotó sus manos contra su rostro. Luego lo hizo con su cabello oscuro y al final se tumbó en la cama.
—Así que... yo, un insignificante, puedo hacer algo.
—No te menosprecies, Coltán. Eres alguien conocido e importante en tu planeta —respondió Miver. Coltán le miró de reojo con los ojos entrecerrados—. Lo digo en serio, no te quites méritos porque yo sea una entidad cósmica.
—Aún tengo dudas. Muchas dudas —contestó Coltán, mirando el techo—. No sé siquiera qué pensar. Estoy bloqueado mentalmente.
—Entendible —respondió MIver, cruzando sus brazos. Coltán alzó la ceja—. Oye yo fui un mortal como tú. A mí me dicen que iba a ir al cielo para ser la hija de las Lunas y Soles, y me habría reído en su cara.
—Entonces... —susurró, intentando sentarse en la cama para mirar a Miver—. ¿Me vas a responder algunas dudas que tengo?
—Dependiendo de cuáles.
—¿Cómo que dependiendo?
—A mi vieja y estúpida amiga le hice una promesa porque soy muy leal a ella. Si digo cosas que no debo a alguien como tú, me dará un buen castigo.
—¿Bromeas?
—¿Quieres ver como cae un rayo del cielo y rompe tu casa? Bueno, no un rayo, es como una columna de...
—¡Vale, vale! No me hace falta más demostraciones. Suficiente tuve —interrumpió Coltán. Suspiró y miró al techo—. ¿Qué está pasando en mi planeta?
—Que hay gente loca rindiéndole culto y devoción a alguien que está muerto —respondió Miver. Coltán frunció el ceño—. Una locura, ¿eh?
—Deja las bromas a un lado, Miver.
—Dejé de ser seria cuando me di cuenta que podría pegarme un tiro con todo lo que hay afuera. —Su tono se volvió serio en cuestión de segundos, creando escalofríos en toda la columna vertebral de Coltán—. Lo siento, pero si no me lo tomo con humor, caigo en una depresión horrible.
—E-Entiendo... ¿Y por qué lo hacen?
—Sus motivos son varios, Sulfuro, por ejemplo, ya dijo que era por envidia, como la mayoría de los devotos.
—Hablas como si los conocieras de toda la vida.
—Lo hago y me tienen harta.
—¿Y qué quieren de nosotros?
—Poder... para revivir a alguien —respondió, mirando hacia la puerta de su habitación.
—¿Todo por eso?
—No van a revivir a alguien amable, Coltán. Hablamos de un problema que se sentenció hace años atrás. Sus devotos están tan mal de la cabeza que no aceptan su muerte y lo que quieren es revivirlo, aun si pierden su humanidad, como dijo Sulfuro —explicó Miver con seriedad.
Coltán tragó en seco, mirando hacia el suelo.
—¿Qué pasó en el rato que estuve inconsciente?
—Huimos del centro, aunque tu amigo Sulfuro sabe demasiado —contestó, mirándole de reojo—. Esos locos le hablaron y quieren provocarme, pero tengo los documentos, por lo que no todo está perdido.
—Pero dijo que no había forma alguna de encontrar la solución —respondió Coltán con angustia.
—Algún hueco habrá de por medio —contestó, levantándose de la cama—. Y es lo que vamos hacer ahora, si te ves capaz de ello.
—¿C-Cómo? —preguntó Coltán, intentando levantarse. Lo consiguió, aunque tuvo que agarrarse a Miver.
—Vamos a mirar en los documentos los posibles huecos que haya dejado. No me creo que lo tenga todo tan atado, es poco probable —respondió Miver, moviéndose poco a poco. Sonrió divertida—. Oye, dile a tu corazón que se relaje, estás apoyado en la hija de las Lunas, tampoco es para tanto.
—Miver, por favor, recordarlo solo hace que me altere más.
Soltó una carcajada, bajando poco a poco por las escaleras de su casa hasta llegar al comedor. Ahí Coltán se sentó en el sofá para ver cómo Miver se sentaba enfrente suya, dejando los documentos en la mesa, cruzando sus brazos con una sonrisa tranquila. Centró su mirada en estos, incrédulo ante el brillo que desprendían. Pellizcó sus brazos, respirando con dificultad.
—¿Aun no te lo crees? —preguntó Miver con una leve sonrisa.
—Es difícil creérselo, Miver. Compréndeme.
—Tranquilo, que cuando veas que las nubes hablan...
—¿Perdón? —Coltán casi se ahoga con su saliva, lo que sacó otra leve risa a Miver—. ¿Cómo q-que las nubes hablan?
—Eso es un tema para otro día, ahora hablamos de los documentos —contestó Miver con una sonrisa para luego mirar los documentos—. Bien, si te ves capaz, agarra los documentos.
—¿Y-Ya?
—Yo te dije que íbamos a buscar las posibilidades.
—Pero pensé que íbamos a apuntarlo en una pizarra o...
—Déjate de chorradas, Coltán. Agarra los documentos y entenderás lo que digo.
Aceptó a regañadientes, agarrando los documentos. En el momento que lo hizo, la luz empezó a envolverle, pero no era una cualquiera. Letras le rodeaban desde la cabeza hasta los pies, como si le hablaran, pero no comprendía nada de lo que ponía.
—Sé que no entiendes nada, así que seré tu traductora —aclaró Miver.
La sensación era tan inusual, y más ante el calor que desprendía que le hacía sentir diminuto. Cuando miraba los papeles, veía varias letras, pero unas pocas eran las que podía identificar, entre ellas, el nombre de su planeta: Tugia - Código 007.
—Miver, ¿qué es un código? —preguntó Coltán.
—Un planeta protegido de las amenazas del exterior y prevención de generación de anomalías —respondió. Coltán miró los documentos, viendo varias letras que seguía sin comprender—. Bien, centrémonos ¿sí? Como sabrás, Sulfuro es un mandado y lo que ha hecho es revertir los efectos del Blatulion. Básicamente le ha quitado todo lo bueno y le ha añadido propiedades negativas. Ahora cualquiera que toque la gema, acaba contaminado y más adelante se vuelve en un corrupto.
» El asunto es que no se puede revertir ni encontrar una solución. En sí, Sulfuro estuvo unas largas horas asegurándose de que nada pudiera detener esto. Lo ató todo, como dijo —explicó. Coltán abrió los ojos en demasía.
—¿No hay ni una solución mediante nuestros métodos que tengamos a mano?
La pregunta de Coltán provocó que los documentos brillaran en un color rojo. Pronto las letras que le rodearon mostraron un mismo color se modificaron a dos letras simples, no.
—Ahí te lo ha dicho —respondió Miver, recostándose un poco en el sofá—. Los documentos siempre dirán la verdad en cada pregunta que tengas. Son muy amables y honestos, demasiado para este universo tan cruel.
Coltán afirmó, y antes de hacer otra pregunta, intentó leer lo que ponía en los papeles, pero no se traducía a su idioma.
—¿Qué dudas tienes? —preguntó Miver.
—Saber si había algo más sobre el Blatulion.
—Lo que pone ahí son datos exactos y verdaderos de todo lo que compone tu planeta. ¿Qué quieres saber?
—Sobre... nosotros.
—Bien, pues como sabrás, tu raza son los Tugnins. Seres que tienen tendencia a debilitarse por sistema inmunológico débil. No tienen defensas tan resistentes, afectando a su organismo, cuerpo, mente...
—¿A qué se refiere con la mente? —preguntó con interés.
—Puede alterar actitudes y causar efectos peligrosos, pone ejemplos de obsesión, drogadicción, trastorno de personalidad múltiple, bipolaridad, disociación, esquizofrenia ... En verdad hay muchísimas enfermedades, y algunas se generan por culpa de la contaminación en la ciudad de Tuin. Qué curioso, ¿no?
Sus compañeros, fue lo primero que pensó cuando Miver pronunció todos esos ejemplos. Cada uno de ellos tenía ciertos problemas relacionados con la mente, en especial Cuprita y Rutilo.
—Aquí es lo que ya hemos mencionado antes, dice que como los Tugnins, al estar afectados por la contaminación, tocar el Blatulion se vuelven en esos corruptos.
—¿No hay forma de modificar o borrar lo que él creó?
—No, también se aseguró de eso —contestó Miver. Coltán maldijo en silencio—. Sulfuro aprendió bastante rápido, esos devotos le metieron todo en la cabeza.
Se quedó en silencio con la mano derecha en su barbilla. Cerró sus ojos y vio la pizarra llena de apuntes importantes sobre la situación en la que estaban envueltos. En principio, Miver aseguraba que Sulfuro había atado todo bien. De ser así, uno pensaría que no había esperanza, pero cuando miraba a la hija de todas las Lunas...
—Tiene que haber una solución —murmuró, observándola con detenimiento. Miver alzó la ceja con interés—, sino no estarías aquí hablándome para buscar alguna forma de encontrar la solución, ¿no?
Miver sonrió.
—Cierto es, tampoco soy alguien que se rinde con facilidad, eso te lo puedo asegurar —contestó, soltó un breve suspiro y se puso un poco seria—. Recapitulemos, no podemos modificar ni borrar nada de lo que está escrito...
—Pero sí podemos crear.
—Exacto.
Miró los documentos con los ojos bien abiertos, sintiendo como esas letras parecían darle pistas, pero en un idioma que no comprendía. De igual forma, sabía que a cada pregunta que hiciera, el documento dejaba una respuesta clara con sus colores.
Tenía de su lado una sola opción, la creación, pero ¿de qué? Podía tener la opción de crear curas, pero estas serían nulas ante las normas ya escritas.
—¿Puedo volver al pasado?
—¡Ja! Ya te contesto yo. No —respondió Miver en un tono grave—. El Tiempo no lo permitiría, ¿tú sabes cómo se enfadaría? En los documentos se pueden hacer ciertas cosas, pero tampoco es que puedas decir "dame el poder del tiempo" porque el propio te aniquila.
Coltán tragó saliva con mucha dificultad.
—E-Entendido. E-El Tiempo es como tú.
—Básicamente.
Sus manos temblaron, pero pudo controlarlo al respirar hondo y mirar los documentos. Siguió con las preguntas:
¿Era posible deshacerse de la gema? ¿Era posible revertir sus efectos?. ¿Era posible retirar la contaminación dentro de los cuerpos de los Tugnins? ¿Era posible revertir esa corrupción?
No.
Todo el rato no. Coltán llegaba a un punto donde perdía la paciencia, pero no la esperanza cuando veía a Miver sentada, atenta a él. Angustiado, tuvo una idea que le pareció absurda, pero no perdía nada por preguntar.
—¿Puedo crear un planeta distinto?
Sí.
Coltán abrió sus ojos en demasía y casi soltó los documentos.
—¿Cómo q-que puedo crear un planeta? —preguntó. Alzó su rostro, viendo como Miver sonreía—. ¡Tú lo sabías! ¡Me hiciste de nuevo lo mismo!
—Es que me encanta verte así, es curioso —admitió Miver. Se levantó, estirando un poco las piernas—. De igual forma la pregunta es muy bruta, se debe pillar con pinzas.
—¿A qué te refieres?
—No es crear un planeta, sino carecería de sentido los Documentos y Códigos. Lo que se habla en concreto es crear un subcódigo, o sea, una copia de tu planeta accediendo a este mediante un portal.
—¿C-Cómo?
—Es como cuando copias un archivo y lo pegas en tu ordenador. Tienes el original y la copia, en esta haces lo te dé la gana. Eso sí, todo lo que creas, modificas o borras, implica de tu energía.
Sintió un escalofrío en toda su columna, dejándolo inmóvil por unos segundos. Abrió sus ojos en demasía, y como si de una descarga eléctrica se tratara, agarró con fuerza los documentos y los miró.
—¿Puedo crear un subcódigo?
Sí.
Sí era posible crear un subcódigo.
Se recompuso rápido, tomando los documentos para agarrarlos con una gran fe que a Miver la asombró:
—¡¿Es posible que en ese subcódigo se pueda crear una cura?! ¿¡Es posible crear dentro de ese subcódigo una ciudad distinta y avanzada que haga inmunes a los Tugnins de todos los males que afecten al código?! ¡¿Incluso del Blatulion?!
Sí.
—¡Ahh! ¡No puede ser!
Soltó de golpe los documentos, perdiendo los nervios y poniéndose las manos en la cabeza mientras temblaba sin parar. Miver le tomó por sorpresa su reacción, agarrandolos en el aire para luego verle.
—Coltán, sé que esto es algo complicado, pero ahora mismo tienes que concienciarte de algo muy importante. —Miver recibió una mirada llena de miedo mezclada con esperanza. Esto la hizo suspirar y mantener la sonrisa—. En tus manos vas a tener la oportunidad de crear un planeta en el que tú decides las normas, tú decides cómo será la vida. Serás como un dios, siempre que tengas los documentos en tus manos.
» No puedo hacerlo yo, créeme que ya lo habría hecho antes porque mi energía es mucho mayor que la de todos los Tugnins presentes —continuó con pesar—. En cambio, tú... puedes preguntarle si quieres.
—¿P-Preguntar el qué? —tartamudeó Coltán, mirando a Miver.
—Si eres de raza pura.
De reojo, y con un gran pánico encima, levantó su mano derecha hacia Miver para que le diera los documentos. Al tenerlos, hizo la pregunta:
—¿Soy de raza pura?
Y obtuvo la respuesta:
Análisis completo. Raza pura. Procedencia – Tugnin. Puede crear, modificar o eliminar todo lo que haya en los documentos, siempre que se permita.
El poder de un dios, el poder de la creación, el poder tan grande y divino que Coltán no se esperaba tener en su vida. Su cuerpo temblaba sin parar mientras las lágrimas caían al saber que tenía una responsabilidad tan grande como esa. Tenía la elección de salvar a su planeta, aunque sabía que le tomaría mucho tiempo porque lo que su mente tenía planeado era algo que iba a consumir mucho su energía.
Levantó su cabeza, agarrando con decisión los documentos, para mirarla.
—No puedo hacer esto solo, necesito la ayuda de los únicos en los que confío.
Miver sonrió.
—A ver, sabía que solo sería complejo. Si tienes que crear un planeta, tardarías semanas. En cambio, si le pides ayudita a Cael y demás, puede que sea un poco más rápido de tener el subcódigo.
—Lo tenías todo pensado —respondió, frunciendo el ceño.
—Suelo tenerlo todo pensado —aclaró Miver.
—Sigues aun jugando conmigo.
—Sí, pero a la vez me es esperanzador ver que tú vas a ser quien los salvará, Coltán. Nadie más que tú. —Le dio dos leves golpes en su espalda—. Y créeme que tu nombre no pasará desapercibido al ser el primer subcódigo creado en todo el Núcleo A.
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