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Capítulo 15: ¿Cuál es su nombre?

La mirada de Sulfuro demostraba superioridad, poniendo las manos en los bolsillos de su bata blanca, manchada de sangre y un líquido verdoso que llegaba a sus manos. Su sonrisa se ampliaba mientras veía sus expresiones, soltando incluso una leve carcajada.

—Miver me ha aligerado las explicaciones, así que puedo ir más al grano con lo que importa —comentó Sulfuro con una risa suave, mirando a Coltán—. Es una gran pena que te unieras a ella, podías haber sido tanto con nosotros, y seguro habrías sido un genial candidato como Brecha.

Coltán abrió los ojos como nunca, apretando sus puños al querer hacer algo a Sulfuro, pero el cansancio le iba ganando de sobre manera, como si enfrente suya estuviera el motivo por el que todo el aire desapareciera y estuviera inmóvil

—Tu temor lo dice todo, Coltán, y no sabes cómo lo disfruto. Mereció la pena gastar mi energía para modificar la gema con tal de formar este desastre. —Rio con ganas, sin quitar ojo al temor de Coltán—. Tendrás mil dudas del porqué, y te diré la respuesta simple. Miver no debió acercarse a este planeta por su supuesto descanso merecido.

La culpa se vio reflejada en los ojos de la mencionada, pero no por mucho tiempo al estar atenta a las acciones que hiciera Sulfuro.

—La gema era un inicio de todo, pero tú, querida, fuiste quien se desveló con actitudes de excesiva confianza. Tu sentencia fue el momento en el que intervenías siempre como una sombra de Coltán, y me era tan sospechoso como siempre sabías todo, como si estuvieras en cualquier lado escuchándome. Fue ahí cuando aumentaron las sospechas, cuando descubrí lo que había más allá y cuando intentaste matarme, fue el desencadenante de todo.

Miver apretó un poco sus dientes en una mirada amenazante hacia Sulfuro, pero no se inmutaba por nada, seguía sonriendo mientras los observaba.

—Este mundo, y el universo en sí, deja pistas en un lado u otro. Dice las dos versiones, pero resuena más el que tanto odias —continuó, soltando una leve risa—. Solo fue investigar un poco, acercarme en esas cuevas y ver que esos escritos decían mucho más. ¿No te parece curioso? ¿Por qué la oscuridad que tanto te venera revelaría tanto?

—Esta oscuridad es mucho más distinta de lo que crees, Sulfuro.

—Y aun así se rinde ante ellos como cualquier otro —contestó, riéndose con ganas para luego mostrar su mano izquierda, un tatuaje de colores rojos y verdes se iluminaba, lo que puso más tensa a Miver—. Lo reconoces...

—Esos locos se han acercado aquí —susurró Miver, sin quitar la mirada del tatuaje.

—Y me han dado todo lo que necesitaba para modificar los documentos —añadió, soltando otra carcajada—. Fue antes de que intentaras matarme, un plan que me tomó tiempo porque quería atar todos los cabos bien y asegurarme de que esa corrupción transformara a los Tugnins en corruptos.

» Es tan maravilloso que nuestra especie sea de las más débiles en nuestro sistema inmunológico. Más fácil de corromper, más fácil de crear este desastre con tan solo un cambio ligero en las normas y luego tenerlos todos bajo mis manos.

Miver soltó un gruñido de asco, agarrando la muñeca de Coltán, quien no era capaz de mantenerse en pie mucho tiempo, y siquiera era incapaz de comprender la situación.

—Me imagino que te preguntarás el porqué, Coltán —murmuró Sulfuro, mirándole confiado—. Los rumores de que estabas experimentando con la gema que se relaciona con los Cutuis llegaron a mis oídos mucho antes de que enseñaras el proyecto, pero me parecía imposible que tú, con todo el trabajo que tenías, fueras capaz de sacrificar tanto por algo que no tenía tanta importancia.

» Cuando supe el motivo, me di cuenta que eras un hombre que tenía sentimientos, pero que lo ocultaba a los demás con un muro que no nos mostraste, únicamente a Miver y a Brecha.

Dentro del corazón de Coltán se iba quebrando como si quisieran destruir de nuevo los cimientos de su torre. No era suficiente con los rayos, sino que tenían que torturarlo.

—Es increíble como te vuelves alguien inhumano cuando hablan de tu sobrina, incluso te combinas con esa oscuridad proveniente de la gema. Ambos os volvéis monstruos protectores, como si fuera una luz que debéis proteger sin importar la dificultad —continuó Sulfuro con cierto interés.

» Tanta suerte tuviste de que la gema te aceptara, porque sabías que no se dejaban tocar por nadie, siquiera con las herramientas adecuadas. ¡Y es lo que no entiendo aun! ¡Lo encontré antes! ¡Y no pude tocarlas! ¡Solo esos símbolos que no decían nada más que palabras inútiles!

—¿Nada? —preguntó Miver, soltando una leve risa—. Son muy inteligentes, aunque no lo creas, porque describían bien como eras. Un hombre cegado por el dinero, poder, la fama, más adelante el rencor y la envidia.

—¡Yo era un hombre honesto, Miver! Deseaba un futuro mejor con los míos, algo que siempre busqué y lo obtuve.

—¿Aprovechándote de los demás para tener un mérito que no te correspondía? ¿Teniéndolos bajo control? ¿Cegado por un poder y dinero infinito? —preguntó, mostrando cada vez más su descontento—. Durante toda mi vida he sido capaz de analizar a la perfección a los que se aprovechan de los demás, a mi no me engañas.

—Oh, sí, tus más de mil años de vida te han permitido mucho, sobre todo cuando fuiste esclavizada por los Loineos. —La sonrisa de Miver vaciló, mostrando una mirada menos paciente—. ¿Creías que no iba a saber nada sobre ti? Me dieron todo lujo de detalles, ¿y sabes cómo lo conseguí? Porque el día que me dejaste esa gema, cuando creía que iba a morir, apareció lo que para mí fue una nueva oportunidad —explicó con una sonrisa carente de cordura.

» ¡Ese día supe bien lo que quería! ¡Y creí en todo! En su historia, en su orígenes, en sus devotos... Y gracias a ellos, conseguí lo que nadie podía, esos documentos que tienes.

—Veo que informaron muy bien y te hicieron algunos favores.

—¿Unos cuantos? Me dieron lo que quería. El deseo de corromper esa gema y transformar a todos los Tugnins que tuvieran tal tecnología en sus manos. Conocí el poder de la locura y como todos los que me rodeaban acababan rindiendo ante mí por mis hilos —contestó orgulloso, moviendo su mano izquierda mientras miraba a Miver, pero su sonrisa mostró una clara molestia—. Iba a tener a Coltán en mis manos de no ser que la oscuridad estaba de su lado.

—No me culpes a mí, me dejaste ocupada —se burló—. Culpa a la diosa de la oscuridad de este sistema que es consciente de lo que hace la locura.

—¡Eso parece! La diosa o dios de la oscuridad parece alguien inexperto, pero que se da cuenta de su poder y de la verdad oculta que hay con la locura, pero da igual. —Sonrió con malicia—. Ahora que hemos llegado a este punto, ¿qué vas a poder hacer? Até muy bien los cabos, ¡no hay opción alguna a la cura! ¡Es imposible!

—Locos, todos los que sirven a él están locos —susurró Miver, apretando sus dientes.

—¡Dile por su nombre, Miver! Solías decirlo con total confianza y sin miedo, ¿dónde está esa Luna que no temía a nada?

—Tampoco os atrevéis a decir el nombre de ella, ¿acaso tenéis miedo? —preguntó Miver con una sonrisa divertida, entrecerrando sus ojos—. ¿Acaso tenéis miedo de lo que es capaz de hacer con su poder infinito? ¿Queréis repetirlo de nuevo?

Sus palabras llenas de provocación solo hicieron que Sulfuro riera con una mirada desafiante.

—Tienes el valor de hablar de esa forma, pero lo haces porque no viste lo que ocurrió ese día —respondió Sulfuro con confianza—. ¿A qué se deberá? ¿A lo mejor porque ese día recibió el corte que casi mata a todos los Soles?

Miver solo pudo apretar sus dientes con rabia. Sulfuro soltó una gran risa que puso de los nervios a Coltán, siéndole difícil respirar. Intentó decir algo, pero cada vez veía más borroso y le era más complicado escuchar.

—Aun así, te sentenciaste al aceptar ese poder, al activarlo todo y aceptar la locura de tu lado. Ya no eres de raza pura —habló Miver, manteniendo la firmeza.

—Eso no me preocupa si lo tengo todo bien atado —aclaró Sulfuro con una risa confiada—. Te reto a que busques la solución, porque me aseguré de crear unas normas perfectas que impidan esa cura. —Miró por un momento a Coltán—. ¿Sabes? Tienes suerte de que tu sobrina no acabara contaminada y que ese día no le hiciera nada, pero poco durará ante esta desesperación consumiéndolo todo. Sin, ninguna, solución.

La risa de Sulfuro hizo que Coltán se quedara ciego por unos segundos. Por suerte, Miver le agarró a tiempo, impidiendo que se derrumbara. Su visión se volvió más oscura, cada vez siéndole más difícil respirar.

—Se acabó, Sulfuro —murmuró MIver, y pudo escuchar como de su mano derecha algo aparecía junto a una luz blanquecina—. Una órbita experta como tú, no podrá hacer nada.

—Oh, sí. La Estrella creciente de los Números, o bueno, tendrías que ser de una categoría menor porque tu poder es muy débil. Podrás tener todo, pero ¿dónde está tu hermana? ¿Por qué nunca la reluces? —preguntó Sulfuro en un tono divertido hasta que empezó a reírse con más ganas—. ¿¡Dónde está la hija de Soal y Luán?! ¡Quiero verla! ¿¡O es que acaso me va a obligar a llamarlos a todos?!

Sintió como la mano de Miver agarraba la suya con fuerza, dándose cuenta de que la situación no era tan fácil como creía.

—¡Se todo sobre ti! ¡¿Por qué no sabría toda la historia que hay detrás?! —interrumpió, riéndose—. ¡Desconoces tantas cosas, Miver! Y seguirás ante esa duda porque si tengo que llamarlos para conseguir lo que quiero, lo haré aun si con ello pierdo toda mi maldita humanidad.

Coltán no comprendió bien lo que ocurrió a continuación. Todo fue demasiado rápido para procesarlo, pero cuando impactó contra el suelo, vomitó hacia un lado, temblando como nunca. Al alzar su rostro, pudo encontrarse en una sala donde a su alrededor, miradas rojizas carentes de compasión, le observaban listos para atacar.

Chilló desde su interior porque le era horrible reconocer que todos esos corruptos eran científicos antiguos que habían acabado contaminados.

La voz de Miver sonó a su alrededor y sintió cómo le agarraban de nuevo. Escuchó como algo afilado cortaba sin compasión todo lo que le rodeaba junto los gritos desgarradores de cada una de ellos.

—¡Muy bien! ¡Supongo que no hay otra!

Sin aviso, Miver le soltó, pero no impactó en el suelo, sino que estaba flotando como si la gravedad en ese instante no existiera. Aun consumido por el pánico, trató de girar su cuerpo para ver cómo estaba firme en el suelo con su espada en mano, acabando con la vida de los corruptos. No podía ubicarla, pero si escuchar los gritos y la sangre que impactaba contra las paredes y suelo.

Cuando la masacre terminó, sintió como la gravedad regresaba, aterrizando en los brazos de Miver.

—Bien, Coltán, tenemos una buena y mala noticia. La buena noticia es que tengo los documentos. La mala es que Sulfuro está muy cabreado —comentó Miver con una ligera risa para luego mirarle—. El primer viaje no te lo avisé, pero esta vez te lo preguntaré, ¿quieres dar una vuelta rápida por la atracción que me acabo de inventar?

Coltán puso las manos en su cabeza.

—S-Solo sácame de esta pesadilla.

—Hecho.

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