
Capítulo 12: La torre.
Corrieron a la mayor velocidad posible hacia la cuarta planta, viendo en una de las salas de contención a Sulfuro alejándose de un corrupto que, al parecer, no estaba tan muerto como creían. Oían los gritos de desesperación y angustia, viéndose en las paredes ese líquido verdoso que había dejado en la sala donde lo encerraron, destruyendo poco a poco y dejando un humo grisáceo atrás.
Intentaron ayudar, pero se dieron cuenta de que Lignito, con la protección adecuada, estaba con Sulfuro ayudándole para apartar al corrupto, logrando que ambos al final pudieran matarlo, o al menos era lo que se podía tras el cristal ante tanta cantidad de humo que angustió a ambos.
Sulfuro logró salir de la sala, impactando contra el suelo, tosiendo con fuerza y gruñendo de dolor. Lignito fue detrás, en un estado mucho mejor y sin heridas visibles, de hecho, se acercó a su jefe para asegurarse de que nada grave le ocurriera.
—¿Q-Qué ha ocurrido? —preguntó Coltán, temblando sin parar.
Lignito le dirigió una mirada, frunciendo el ceño y apretando sus puños, para luego prestar atención a Sulfuro. No comprendió su actitud, pero parecía estar molesto por algo que se relacionaba con el corrupto.
—Estábamos haciendo la prueba —admitió Sulfuro, tosiendo con dificultad—. Queríamos ponernos a ello, pero nada más tocarlo...
Coltán intentó ver si tenía alguna herida, pero Lignito se puso en medio, mostrando una mirada que parecía matar a cualquiera. Su corpulento cuerpo y gran altura hicieron que diera unos pasos atrás, tragando saliva.
—Solo quiero ver si tiene heridas —le explicó, y Lignito le dio la respuesta al negar con la cabeza—. Bien, mejor entonces, pero eso no explica vuestras acciones tan arriesgadas al estar solos. Tendríais que haber avisado a los demás ante algo tan arriesgado.
—Coltán tiene razón, ¿por qué os adelantasteis? —preguntó Cuprita, cruzando sus brazos.
Sulfuro soltó un largo suspiro, mirando directamente a Coltán.
—Iremos por partes, empezando con que la contaminación, ese líquido que desprenden, no parece hacer nada a la ropa. —Sus palabras firmes hicieron que Coltán abriera los ojos en demasía.
» Ese corrupto atacó a todo, destrozándolo y descomponiéndolo, pero en cambio a mi ropa no, como si fuera inmune —explicó, levantándose del suelo a duras penas, tosiendo—. También he visto más cosas interesantes.
—¿Q-Qué has visto? —preguntó Coltán.
—El Blatulion en el cuerpo de ese Tugnin. —Su respuesta parecía ser un terremoto para Coltán, sacudiendo la torre—. Estaba cerca de su pecho y al intentar hacer la prueba, vi que los huesos de su caja torácica protegían algo que no era el corazón ni los pulmones, sino el Blatulion que se estaba creando. Traté de tocarlo y eso es lo que le despertó.
Ladrillo por ladrillo estaba construida la torre, pero la sacudida era tan fuerte que vio como el desastre llegaba. En lo más alto de la torre, fue cayendo pieza a pieza, y al impactar al suelo, escuchó unos gritos a su alrededor que lo dejaron sin reacción.
Esos gritos eran de su familia.
Seguía cayendo, aterrizando cerca suya. Ninguno le golpeó, pero estos destrozaban el trabajo que le había tomado hacer la torre. Cuando la miraba, la estabilidad que una vez tuvo desapareció.
Ahora solo quedaban los cimientos, pero estaban quebrados y desgastados al igual que su mente. Por fuera, podría tener unas pocas heridas. Por dentro, estaba sin torre y la pizarra había perdido todos sus apuntes.
Todo lo que había construido con paciencia, amor y cariño, fue destruido ante unos horribles truenos poderosos que dejó en llamas todo. La torre en medio de un campo hermoso que cuidó durante mucho tiempo, fue destruida en cuestión de horas.
Habría llorado de no ser que su corazón era un enorme hueco abismal, como su cuerpo era invadido por la madera y piedra de la torre que había casi terminado de construir. Se veía solo y desolado en medio de esa tormenta eléctrica junto a la lluvia que mostraban a un hombre corrompido.
—Mi teoría es que como tenemos algunos un sistema inmunológico tan débil, el Blatulion al ser una gema que intenta reemplazar lo malo por algo mejor, y capaz como no estaba preparada para ese cúmulo de energía negativa, surgió ese cambio —supuso Sulfuro, bajando la mirada con un largo suspiro para luego mirar a Coltán—. Es algo...
—Entiendo... —interrumpió Coltán con voz temblorosa a duras penas—. Es mi culpa.
El silencio en esa sala hizo que los demás se miraran, o al menos era lo que había percibido Coltán.
—Deja de ponerte ese peso encima, Coltán. No lo hiciste a posta, querías un futuro espléndido y esa emoción fue tu mayor error, pero a cualquiera le pudo haber ocurrido —contestó Cuprita, apretando sus labios.
—No, Cuprita. Tenías razón... —respondió, mirándola de reojo—. Y pensar que Miver tenía esa idea solo hace que...
—Coltán —interrumpió Sulfuro con severidad—. Si me das unos minutos para solucionar este pequeño problema, podemos hablar las cosas con calma.
—¿Qué solución?—Soltó una débil risa, negando con su cabeza—. No la hay.
—No me seas negativo, somos pocos los que trabajan y siguen luchando, podemos conseguirlo. ¿O es que acaso quieres que tu sobrina muera en este horrible mundo consumido por el caos?
Esa pregunta fue destrozar en pedazos su corazón, siéndole más difícil respirar y mantener el equilibrio. Coltán apretó los dientes y miró a otro lado, conteniendo sus ganas de llorar.
—Necesito estar solo.
—Coltán no es...
Ignoró las palabras de Cuprita, no estaba dispuesto a escuchar a nadie ahora mismo. El único sitio que le transmitía cierta paz era la séptima planta, donde se encontraban las oficinas silenciosas sin nadie que le pudiera interrumpir. Necesitaba estabilidad en la torre, un silencio que le pudiera mantener firme.
Al llegar, cerró detrás suya la puerta. Se dio la vuelta, poniendo las manos en la pared y mirando la cantidad de papeles dispersos a su alrededor junto a proyectores encima de las mesas. Cerró sus ojos y deseó llorar, gritar y golpear a todo, pero no podía.
La debilidad le impactaba al saber que llevó a la ruina a su planeta, a su sobrina. Se sentía el hombre más cruel del mundo, y si pudiera hacer algo para salvarlo lo haría. Si vender su alma daba la salvación de su planeta, no se lo pensaría dos veces.
Deseaba una solución repentina al igual que este desastre repentino, ¿no? Al menos era su lógica estúpida, agachando su cuerpo hasta sentarse en el suelo contra su espalda apoyada a la pared..
—Miver... desearía que ahora mismo estuvieras aquí y me sonrieras diciendo que todo está bien, aunque no sea así.
Posó sus manos en su cabeza y por fin soltó un gruñido fuerte lleno de frustración, golpeando el suelo para llorar y gritar, culpándose. Cerró sus ojos cuando terminó de insultarse, logrando que la calma le invadiera por unos pocos segundos. Vagamente los abrió y se fijó en la mesa del centro.
Brillaba en colores amarillos.
Rio en silencio, creyendo que sus ojos empezaban a confundir los colores que había a su alrededor con objetos o materiales que no emitían luz por sí sola. Se levantó, se acercó y vio unos papeles encima de la mesa que brillaban.
—Estoy perdiendo la maldita cabeza. —Intentó leer lo que ponían en los documentos, pero no entendía el idioma—. Me he vuelto loco
Se alejó de la mesa, agarró su cabeza y quiso caerse contra el suelo para llorar sin parar, pero la puerta fue abierta, encontrándose a Sulfuro enfrente.
—¿Coltán? Te llamé varias veces, pero no respondías.
—Sí, lo siento. Estaba... —Suspiró—. No sé qué estaba haciendo.
Miró hacia la mesa, confirmando sus sospechas de que todo esto era una ilusión al ver que esos papeles no brillaban. Suspiró, escuchando los pasos de Sulfuro, acercándose.
—Mira que le dije a Brecha que organizara la mesa, pero ni caso —murmuró mientras juntaba los papeles y los dejaba a un lado. Le miró, demostrando el dolor de haber confirmado la duda. Esperó una respuesta, pero nada—. Coltán, dime algo, por favor...
Soltó una leve risa.
—¿Qué quieres que te diga, Sulfuro? Soy el desgraciado que llevó a la ruina mi planeta.
—Tampoco seas...
—¡Es la verdad, Sulfuro! ¿¡Qué quieres que te diga?! ¿¡Eh?! ¿¿Qué quieres que haga?! —gritó, apretando sus dientes y puños.
Sulfuro respiró con profundidad. Se había tomado su tiempo en retirar la ropa con cuidado para ponerse una nueva, por lo que podía acercarse a Coltán sin peligro alguno.
—La solución, vamos a buscar la solución.
—¿¡Cómo?! Maldita sea, esa gema ha acabado con todo, dudo mucho que podamos hacer algo si...
—Coltán, por favor, ¿quieres centrarte? —pidió, poniéndose enfrente suya para que lo mirara.
—¡Es que me cuesta creer a qué punto hemos llegado! ¡Me cuesta creer que Miver haya hecho esa traición a ti, de haberlo sabido la habría destrozado!
Sulfuro soltó un largo suspiro, separándose de él para acercarse al ordenador. Sus manos se acercaron al teclado, frenando sus acciones para luego mirarle con un rostro más firme.
—Debo ser honesto con algo, Coltán —habló con paciencia—. ¿Recuerdas que hace unos días estuve enfermo?
—Sí, me lo dijeron, ¿qué tiene que ver con eso? —preguntó, frunciendo el ceño.
—Necesito que te acerques y veas esto —le pidió. Coltán aceptó aun con la confusión presente, viendo la pantalla. Sulfuro prosiguió—: Cualquiera podría creído que era una enfermedad cualquiera, pero no era del todo así, oculté un peligro mayor ante unas pruebas que no me podía creer. Quise... decírtelo, pero tu amistad con Miver era tan grande.
—¿A qué te refieres, Sulfuro? Ve al grano —le pidió, sin quitarle ojo.
Bajo un suspiro largo, Sulfuro buscó en los archivos del ordenador los videos de seguridad que había en las cámaras. Fue directo al que le interesaba, viéndose la cámara que apuntaba al pasillo donde iba a su oficina.
—Presta atención.
En el vídeo se veía a él yendo a su oficina, listo para una noche larga. Se le notaba el cansancio por no dormir en condiciones ni cuidarse como debía, pero sonreía a pesar de lo malo. En ese entonces, la hora indicaba las tres de la mañana.
Siguió observando, la cámara del pasillo apuntaba hacia su puerta y en el momento que fue abierta, el humo salió a la vez que Sulfuro fue impactado contra la pared del pasillo, recibiendo algunas heridas no muy graves. Tras eso, el vídeo se detuvo.
—Esto fue después de lo ocurrido, pero si le doy para atrás la grabación... —explicó Sulfuro, dándole a la tecla de rebobinado.
A unas horas antes de las tres, se mostraba a Miver sujetando la gema con sus manos como si nada, pero lo sorprendente era como la apariencia que Coltán y ni uno de los trabajadores había visto. Su cabello blanco y corto era muchísimo más brillante junto a esos ojos oscuros que mostraban una determinación clara en sus acciones.
Al llegar, logró abrir la puerta, dejando la gema para irse de allí como si nada hubiera ocurrido.
—Me dijiste que tocar esa gema en ese estado es peligroso, pero yo veo a Miver tocándola como si nada. —Sulfuro giró su cabeza para ver el temor y la duda en los ojos de Coltán—. No supe darle ninguna explicación, a excepción de una la cual no sé si sería posible.
—¿C-Cuál...?
—Que Miver no es una Tugnin.
Con todo lo que tuvo que aguantar y vivir, cualquiera podría haberse caído al suelo y dejarse llevar por el terror, pero en el caso de Coltán no parecía ser así. Si bien es cierto que su cuerpo casi se derrumba, sentía que algo le sujetaba a sus espaldas. Sus ojos se volvieron ciegos, sintiendo a Sulfuro agarrándole de los hombros con gestos suaves para despertarle.
—¡E-Es solo una suposición! —aclaró, viendo como Coltán cerraba sus ojos para recomponerse—. Solo son detalles que he notado y esta grabación ha sido una gran prueba de mis dudas.
—N-No entiendo, ¿p-por qué...?
—¿Y si nos quería dejar una desgracia? —preguntó, tragando saliva con dificultad. Coltán abrió sus ojos como nunca—. Te... utilizó para esto... —supuso, clavando, sin querer, una navaja imaginaria en su corazón.
El silencio inundó la sala, dejando a un Coltán hundido, culpable y traicionado. Cuando creía que alguna luz inusual iba a darle la esperanza, el caos le atormentaba con las desgracias para que recordara de que no había ninguna opción.
—Aun con eso, confío en que encontremos algo, confío en que...
—Sulfuro. —Los ojos cansados de Coltán miraron a su jefe, mostrando un rostro tenebroso que demostraba estar al borde de acabar con todo—. Necesito estar solo.
—Está bien, pero si necesitas algo, dilo, por favor.
A duras penas pudo afirmar, viendo como Sulfuro miraba por un momento hacia la mesa, como si quisiera algo de ahí.
—¿Puedo...?
—¡Vete!
Sulfuro dio varios pasos hacia atrás y afirmó con cierta dificultad.
—Lo siento... Está bien.
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