19
—Namor!!—habló como si respirar en el agua fuera cosa de todos los días.—Que está pasando?—dijo asustada al ver el agua enrojecerse y tomar las manos del moreno.—Por que estoy haciendo esto?
—Parte de ti es Talocanie. Tu gen mutante debio activarse.Itzé escúchame.—Namor la sujeto fuerte.—Tienes que irte antes de que lleguen los tiburones.
—No te voy a dejar. No me pidas eso.
—Si nadas lo suficiente tal vez encuentres la superficie. No tengo idea de donde estamos.
—No cierres los ojos.—Itzé palmeó su cara.—No te dejare morir. Escuchaste. Por favor, sigue mi voz.
Namor abrió un poco los ojos.
Se estaba quedando sin sangre.
Itzé tomó el collar que le había regalado hace unas horas y lo ató fuerte a manera de torniquete,por arriba de donde debería tener la rodilla derecha.
—K'a'ak'ate (Adiós)
—No,no.—Itzé lo abofeteó pero ya había perdido la conciencia.
Después los vio,figuras oscuras y enormes se acercaban.
Con temor envolvió a Namor en sus brazos y esperó a que los escualos llegaran.
Pero un canto hermoso llegó primero.
—Tú... eres tú.—grito Itzé al ver a una ballena acercarse a ellos y aullentar a los tiburones. Después vio como el pequeño ballenato se acercó hasta ellos.—Puedes ayudarnos.—dijo esperando que el bebé entendiera. Se acercó más y subió a Namor a su lomo y después ella hizo lo mismo.
El pequeño bebé empezó a nadar hacía su madre y después a la superficie.
Pudo ver la costa a lo lejos.
—Gracias pequeño, espero poder llegar a tiempo.—y con mucho esfuerzo abrazo al hombre y empezó a nadar haciendo tierra.
Cada vez sentía latir menos a su corazón y la costa se volvía más lejos,o eso le parecía. Hasta que una pequeña lancha la vio y un hombre se tiro al agua a ayudarlo.
—Está bien.—dijo al llegar a ella y ayudarle con el hombre que traía en brazos.—Señorita?
—Si estoy bien.—fue hasta entonces que Itzé escuchó que hablaban español.—Donde estamos?
—En la trinchera del norte en Puerto Rico.—respondió el hombre nadando con Namor a su bote.
—Puerto Rico?
—Que les pasó?—dijo cuando vio a Namor sin pierna y a ella llena de sangre.—Quienes son?—preguntó al ver el aspecto de Namor y todas las piedras que traía encima.
—No puedo decirte o los matarían.—respondió Itzé cuando el hombre de arriba de la lancha le tendió la mano.
—Regresémoslos al mar, el hombre está casi muerto.—su compañero le dijo al otro.
—Regrésanos al mar y te arrepentirás todo la vida. Ayúdenme por favor. Puedo darles perlas a cambio.
—Que te impide que no se las quite yo.
—Tu compañero es un buen hombre.—Itzé señaló al sujeto que los había sacado, el cual tenía un remo en las manos.
—Mario?
—No más Humberto. Tengo la corazonada de que esto es importante y antes de que los regreses al mar yo te tiro a ti.
—No hablas en serio hermano?
—Pruébame.—lo retó Mario.—Faltan diez minutos para llegar al muelle, llevemos a la señorita.
—Como quieras pero cuando lleguemos con un cadaver haber que cuestas das.—dijo encendiendo la lancha.
Itzé se abrazó de Namor quien estaba más frío que la última vez y rogó a los dioses que Namor tenía en sus murales que no lo dejarán morir así.
Al llegar al muelle el hombre llamado Mario le ayudó a bajar al moreno. —Debe llevarlo a un hospital.
—No llegará. Hay alguna clínica por aquí?
—Está en el siguiente pueblo.
—Puedes llevarme.—el hombre asintió y los condujo a un auto rojo un poco desgastado pero que servía muy bien llevo a Itzé a la clínica y le atendieron al verla.
Al ingresar a Namor le quitaron todas sus joyas, Itzé tomó algunas y le dio al hombre como agradecimiento.
—Señorita no podemos hacer mucho, necesita un hospital.
—Haga lo que pueda.
—Necesita llamar a alguien? Podemos prestarle el teléfono de recepción.—la enfermera le ofreció al verla tan mal y sin dinero.
—Se lo agradecería a mucho.
Itzé tomó el teléfono y tecleó el número de la única persona en la que confiaba.
—Por favor, contesta.—solo la voz clásica de la operadora diciendo que estaba apagado.—Puedo usar su computadora?
—Adelante.
Itzé entró a su correo y le envió uno a Sebastian con la esperanza de que lo viese.
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