17
Sintió el agua golpeándola y después una cortina de algas la cobijo.
Namor la llevaba a una parte de Talocan donde los jóvenes estudiantes aprendían de los más sabios ancianos.
—Cuanto vive un Talocanie?
—Aproximadamente 230 años.
—Y cuantos tiene él?
—Dime tu? Ahí está.—Namor le señaló a un hombre de aparentemente 70 años,aunque por lo que le había dicho Namor debía s terner el doble de esa edad. El hombre tenía un frasco con una masa naranja y viscosa mostrandosela a un grupo de jóvenes.
Los jóvenes se inclinaron y realizaron un saludo tradicional y miraron a Itzé de manera especial.
—Kaknab...
—Namor.—El hombre sonrió al ver a Itzé.—Sabes que me alegro mucho al verte con esa pequeña humana. Por qué cada que la veas recordarás lo que me hiciste y las palabras que te dije cuando me enviaste a los calabozos.
—Ella es descendiente de la humana con la que estabas en la superficie.—el semblante del hombre cambió a uno sumamente frío y sombrío.
—A que la has traído aquí?
—Tus palabras se cumplieron. Me eh enamorado de una humana. Y el destino a jugado tan bien que terminó siendo tu descendencia.
—Puedo hablar con ella?
—Si.— Namor le indicó a Itzé que avanzará.
—In lak'ech.--lo saludo Itzé.
—Hala Ken.-Kaknab noto que sus ojos se parecian a los de su esposa.--Tienes los ojos de Ofelia.
—Eso decía mi abuela Axochitl.
—Mi pequeña. ¿Cómo está ella? Debe ser una anciana ahora..
—Ella murió hace dos años.
—La fragilidad humana.
—Me temo que si.--contesto Kaknab no merecía saber lo que había pasado con su familia.
—¿Y tú ? ¿Como terminaste aquí?
—Ella deseaba verte. Estaba segura que tu mundo, del que tanto le hablabas se encontraba en esa cueva. Y tenía razón, era una entrada.
—Y él.
—Se que está muy mal. Créeme que lo sé.
—Dime algo. ¿Él te a obligado?
—No.
—Itzé no sé qué te ha dicho o hecho. Pero él... no siente amor alguno por la superficie. No te engañes. Te hará sufrír y mucho. Agradezco a los dioses por dejarme conocer a los descendientes de mi Axochitl.
—Itzé tenemos que irnos el traje no durará mucho.—Namor le tomó de la mano cuando escuchó lo qué Kaknab le dijo.
—Me gusto conocerte.
—Y a mi. Cuídate mucho quieres.
—Y tú.—Itzé le dio la mano. Y después Namor la tomó del brazo y la condujo a la salida de agua que había en su gruta.
Estaba quitándole el traje cuando sintió como dos dardos se clavaban en su espalda.
—Itzé vete...—fue lo último que dijo cuando sintió nublada la vista y cayó al suelo tratando de respirar.
—Namor!!!.—Itzé se acercó a él y trató de ayudarlo pero un golpe en su cabeza se lo impidió.
—Ponle de nuevo el traje. Iremos a dar un paseo.
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