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i. Pancita.

Advertencias: Starker.

—¡Vamos, Stark! ¡Vuelve aquí!

Rhodey no ayudaba a que lo hiciera; se seguía riendo casi a carcajadas. A su lado, Happy estaba igual y Pepper intentaba callarlos, logrando en absoluto ponerle fin a la burla porque ella no podía dejar de sonreír divertida, al igual que Vision.

Peter no sería menos, no, él también se había reído.

No por las insinuaciones, sino por el rostro del señor Stark cuando comenzó a notar que, en efecto, sus amigos tenían razón.

Por su parte, Peter no supo cómo es que se le pasó por alto. Joder, es que ¿Cómo no lo había notado?

De acuerdo; Tony estuvo muy ocupado durante los últimos meses. Muchas reuniones con las jodidas naciones unidas, tratados que corregir, renegados que reincorporar. Algo que exigía mucho de su tiempo y, por consiguiente, le estresaba. Ya no tenía tiempo de entrenar con él como antaño y sus clases particulares en el taller habían reducido su duración de forma tan abrupta, que tuvo que admitir que lo extrañaba.

Pero Peter no se quejaba, no. Intentaba seguirle el ritmo; nadie más lleno de energía que él para poder correr al lado de un hombre como ese. Lleno de responsabilidades, protagonizando debates, cargando en su espalda responsabilidades que eran demasiadas para una sola persona.

Así que ahí entraba él, para recordarle las cosas que su IA no mencionaba. Peter le dejaba la comida a un costado y un beso en la mejilla. Le alcanzaba el desayuno (las pocas veces que lograba despegar las pestañas antes que él), le hacía almuerzos sanos y meriendas dulces. Ni que decir de las cenas; había cogido manía por los tutoriales de YouTube y en sus tiempos libres, practicaba todo tipo de pastas caseras que sabía que a Tony le encantaban.

Cuando Tony se estresaba, se enojaba y suspiraba largo tendido, el chico que, si bien era bastante maduro para su edad, aún tenía muchísimas manías infantiles, le consentía en silencio, convidándole de lo que él comía.

Pasteles, churros, galletas, frituras, malteadas, chocolate caliente, caramelos, y todo, todo lo que podría imaginar.

No lo hacía a propósito.

Tony tenía cierto tipo de ansiedad propia de su edad, pero Peter la llevaba diagnosticada por un profesional. Así que como se negaba (caprichoso como nadie) a ingerir medicación para poder llevarla con más facilidad, se aferraba a manías molestas que en realidad no eran sanas para su salud.

Peter necesitaba siempre tener algo en manos si se sentaba a estudiar. Necesitaba un palillo, una goma para el cabello o un cubo de rubik. Cualquier cosa para destrozar, estirar y girar a su antojo, como si una parte de sí mismo necesitase estar a mil por hora para que el resto de su cerebro lograse enfocarse en lo que en verdad importaba.

No podía hablar o explicar algo sin moverse, sin jugar con sus dedos, sin arruinar los cierres de sus chaquetas.

Tenía algún que otro pequeño TIC en la pierna, en la muñeca.

No podía evitarlo.

Su nueva y asquerosa manía era atiborrarse de comida las veinticuatro jodidas horas del día. Dulce, dentro de lo posible.
Necesitaba caramelos, chocolates, bebidas dulces, frías o calientes, algo que morder, algo que tragar.
Mucha goma de mascar, muchas tonterías.

Y, sin notarlo, había comenzado a proveerle a Tony la basura que comía.

Claro que el mayor solo picaba por aquí y por allá algún que otro dulce y era todo, pero la diferencia estaba en que el metabolismo súper maravilloso de Peter, hacía magia. Nada de lo que comía se manifestaba de forma agresiva en su apariencia.

Quitando el hecho de que solía entrenar demasiado y que su trabajo como amigable vecino le mantenía en movimiento, sabía que así se detuviese un par de semanas, sus abdominales seguirían allí, haciendo rabiar de envidia a cualquiera.

Pero Tony no era él. Su precioso novio no había sido picado por una araña radioactiva que le proveía habilidades y privilegios por demás convenientes, no. Era un ser humano con un metabolismo común y corriente que, sumado a la edad y al estrés que cargaba en esos últimos tiempos, mucho no podía hacer por él.

Viendo cómo su querido señor Stark se iba ofuscado de la sala, intentando mantener las apariencias y su temple siempre orgulloso y sarcástico, Peter supo que pecó de imbécil.
Le preocupaba tanto que estuviese sobre exigiéndose mentalmente, que no pudo notar el otro "problema".

Tony comía bien, dormía las horas justas y a veces un poco menos, pero Peter se jactaba de estar haciendo un maravilloso trabajo cuidándole de la forma más disimulada posible.

Pero no, un tonto había sido.

Porque en esa improvisada cena con amigos, Tony Stark, billonario, filántropo, Playboy, amo y señor de masas y propietario oficial del área 51, se dio cuenta de una irrefutable verdad.

Tenía pancita.

Peter de verdad no la había notado. De verdad.
Llevaban semanas sin acostarse porque no tenían jodido tiempo.

Allí, sentado como un niño tonto, recordó que Tony había comenzado a usar camisetas más holgadas, seguramente para que él no lo notara. También le obligaba a abrazarle por el cuello y no por la cintura.
Aprovechaba para ir a bañarse cuando sabía que Peter no se le podía unir e intentaba, por todos los jodidos medios, hacerse un lugar para entrenar, aunque fuesen quince minutos.

Había sido un ciego. No un mal novio, no un idiota, solo un ciego.

Los restos de las risas de sus amigos seguían allí y ellos no le habían bajado ni un poco a las bromas ni al buen ánimo, pero Peter ya no sentía ganas de reírse.

—Ve con el viejo gruñón— le animó Rhodes con una palmada en la espalda—. No queremos que se ponga sensible y termine en el medio de una crisis de los cincuenta.

Se mordió la lengua antes de decirle que Tony aún no llegaba a los cincuenta, porque sería peor. Así que solo asintió con una sonrisa tímida y les deseó buenas noches, a sabiendas que no lograría arrastrar a Tony a la cena de nuevo, así y se pusiera a llorar.

Se apresuró y fue directo al taller, porque idiota había que ser para buscarle en otro lado.

Y ahí lo encontró. Repasando archivos con la música baja y cruzado de brazos, intentando concentrarse en las pantallas y no en que se sentía tal vez un poco inseguro, un poco humillado.

Y Peter, apoyado en el marco de la puerta y estudiándole cual científico al trabajo de su vida, sintió lo mismo que había aflorado en su ropa interior minutos atrás, en el preciso instante en que notó que la camiseta que su novio se puso a las apuradas luego de bañarse, se cernía con más capricho alrededor de su cintura.

Un cosquilleo delicioso le recorrió partes que hace meses que no obtenían su atención.

Abultadita, redonda y suave. Así se veía de costado. Preciosa. Una pancita completamente adorable que a Peter le estaba derritiendo el cerebro de ternura.

No podía dejar de verla, joder, sentía que se le calentaban las orejas de vergüenza; especialmente cuando Tony le hizo notar que sabía lo que estaba haciendo y donde estaba mirando.

—Deja de mirarme.

Paso sus manos detrás de la espalda y las unió, comenzando a caminar hacia él con una muy bien ensayada timidez.

—Mejor me pide que me corte las piernas, señor Stark. Es más fácil y menos doloroso.

Con veinte años, antes de ponerse de novio, Peter podía decir que su vida sexual estaba bien. Muy bien. No tanto como la del señor Stark a su edad, sino el promedio de bien. Ya saben, la vida sexual que alguien que no tenía tiempo de ligar podía tener.
Pero no era fantástica ni por demás interesante. No había más de por medio que un par de mensajes impersonales, el encuentro en algún motel discreto, una hora de morder la almohada y era todo. No volvía a repetir el plato y seguía como si nada.

El sexo jamás había sido una parte importante en su vida, porque jamás había sentido un deseo animal por otra persona. No había probado ningún plato que le diera ganas de repetir.

Pero eso no significaba que no lo había deseado. Porque Tony siempre había sido su más grande fantasía sexual, toda su maldita vida. Y cuando al fin fue correspondido y probó lo que tenía para darle, se volvió esclavo de todos sus deseos.
Y él, iluso, tonto, pensaba que no podía desear a Tony más de lo que ya lo hacía.

Hasta que vio esa jodida pancita.

—Todo esto es tu culpa— dio un respingo al recordar que su novio no era un pedazo de carne y que, en efecto, le estaba hablando.

—¿Disculpe?

—Churros, donas, caramelos, frituras. Todos esos pasteles, ¡el shawarma! — le reclamó, casi incrédulo—. Tú, mocoso, vienes por aquí todos los días y te la pasas cocinando.

—Primero que nada, ayudo a Visión— mintió descaradamente. Porque si Peter se gastaba horas en la cocina, era porque adoraba hasta la muerte el rostro compungido por el placer que Tony ponía al probar sus comidas—. Segundo, yo no lo obligué a tragarse todo eso. Lo hizo usted solito, señor Stark.

Intentó que eso sonara con doble sentido, pero, como siempre, no lo logró. No era bueno coqueteando, ni tirando indirectas ni haciendo nada de eso. Tampoco era bueno pidiendo cosas para mayores de edad en voz alta, así que solía resignarse a comenzar dando besitos tímidos por su cuello y Tony se encargaba de sacarle los deseos a base de una tortura tan embarazosa como placentera.

—No te pases de listo conmigo—él parecía en verdad ofendido por todo el asunto, pero Peter no quería perder el tiempo con esa tontería. No podía, de verdad, no podía dejar de ver ese rollito minúsculo siendo apresado por la cintura de su pantalón.

—Pudo haber rechazado todo lo que le di y no lo hizo, así que-

—No sé qué intentas hacer. ¿Engordarme para que nadie me mire? ¿Taparme las arterias para quedarte con mi dinero? — Peter no pudo evitar soltar una risa ante sus ocurrencias, mientras que, en el acto más valiente de su vida, avanzaba pasos cortos y le hacía retroceder por mero instinto, hasta acorralarlo suavemente en la mesa más cercana—. ¿Reírte de mí? Ilumíname, Parker, porque no tengo todo el día. Y ¡joder, deja de mirarla!

—¡Pero es que esto es absurdo! — Con la misma velocidad que Tony intentó cubrirla, Peter le aferró las manos al escritorio con sus telarañas, evitando que le obstruyera la vista—. Señor Stark, usted sabe que solo están bromeando. Exageran, no se ve como ellos dicen, se lo juro.

—Quítame esto, Parker. Estas cruzando el límite de mi paciencia— Tony tironeaba apenas, porque sabía que no podía zafarse. Él mismo le había dado consejos para reforzar la fórmula, así que no había caso. Estaría atado durante unas largas cinco horas si Peter no se las quitaba.

—A mí me...- a mí me gusta como se ve— murmuró, pasando un dedo por la abultada superficie. Peter sentía que la osadía la pagaría muy cara, pero en ese momento no le importaba. No se había dado cuenta de lo mucho que extrañaba tener toda su atención. De lo mucho que anhelaba tenerle cerca, de lo hermoso que Tony era.

Peter jamás olvidaba que lo amaba. Jamás. Pero poco tiempo había tenido en las últimas semanas de quedarse mirándole, reafirmando sus sentimientos en silencio, sintiéndose enormemente afortunado de poder decir que ese hombre era suyo.

Y ahora que lo veía todo rabioso, ofendido, cansado y con esa pancita, sentía una ternura tal que podía apostar que le brillaban los ojos.
Nunca había sido bueno ocultando sus sentimientos, y sabía que su rostro destilaba de amor por ese hombre de la forma más transparente habida y por haber.

—No necesito falsos halagos, Parker. No tengo cinco años— su voz sonaba tosca y dura, pero un oído entrenado como el suyo, podía tranquilamente encontrar vestigios de inseguridad. Tony jamás había necesitado mantenerse. Entrenarse, inclusive desde antes de convertirse en Iron man, era una constante en su vida. Algo natural que hacía para no caer en el inevitable estrés que llegaba con los años. Así que, haber descubierto que de repente su cuerpo no podía mantenerse con la misma facilidad, le había caído como balde de agua fría. Y ver a Peter con esos deliciosos abdominales y los pretendientes que le perseguían por la universidad, había sido más que suficiente para meterlo en estado de pánico.

—Jamás le he mentido y no voy a empezar ahora. De hecho...— pasó la mano suavemente por los costados de su cintura y se mordió el labio inferior, incrédulo por el latigazo inesperado de placer que le hizo colorear hasta la punta de los cabellos—. Joder.

—¿Se puede saber qué está mal cont-?

—Usted es tan hermoso, señor Stark— reafirmó, en voz alta, dejando de ver su pancita para tan solo clavar la mirada en sus ojos—. No creí que pudiese gustarme más, pero... joder—Peter sintió que su miembro le traicionaba. Ya no eran los kilos de más; era Tony imposibilitado de moverse. Tony mirándole insistente los labios, Tony que entendió lo que pasaba por su cabeza y frotó su pancita con sus abdominales de forma sutil, solo para corroborar lo obvio; a Peter le ponía verle así. Tanto así, que estaba dispuesto a tomar la iniciativa por primera vez en el año y medio que llevaban juntos— ¿Puedo? Por favor, señor Stark.

¿Cómo podría él, un jodido mortal, resistirse a los pedidos de un mocoso como ese? No podía. Así y con sus inseguridades, Tony simplemente no podía decirle que no a Peter.

—¿Qué quieres, bebé? — Peter inmediatamente negó ofuscado al tener que responder en voz alta cosas que le costaba exteriorizar. Pero no esa vez. Tony veía una oportunidad allí y un deseo que bien podría doblegar un poco esa timidez—. Ah-ah, nada de eso. Pídeme lo que quieres y te lo daré.

El chico estaba colorado desde el momento en el cual ingresó al taller, pero Tony podía jurar que cada minuto se ponía peor.
Se tomó su tiempo, respiró hondo algunas veces y lo pidió, muy bajito y sin atreverse a levantar la cabeza.

—¿Puedo chu- chupársela? — era casi ridículo, pero esa era la primera vez que Peter se lo pedía así. Hablando. Normalmente solo le acariciaba, daba miradas y ponía pucheros. Cuando Tony lo consentía, el chico se esmeraba en la hacerle las mejores mamadas de su vida.

—¿Cómo se pide?

—¿Por favor?

—¿Por favor qué? Dilo bien— su propio miembro estaba más que despierto y un esperado tirón le hizo apretar los dientes cuando Peter se puso de rodillas y comenzó a jugar con el elástico de su pantalón deportivo.

—¿Puedo chupársela, señor Stark? Por favor. — soltó en un suspiro, rendido a que no tenía más opción que pasar vergüenza tres segundos para poder obtener lo que quería.

—Claro que puedes, bebé.

Peter, aliviado de haber pasado por lo peor, empezó por lo que tanto quería probar. Le levantó la camiseta y fue directo a ello, poniendo total y completa atención en pasar su lengua por cada rinconcito de su panza. La mordió, chupo y recorrió el pequeño rollito abultado con besos cortos, respirando pausado y tomándose todo el tiempo del mundo para saborearlo.

Y Tony se debatía entre las cosquillas, la relajación y las ganas de quitarse esa porquería de las manos para recordarle porque eran tan buenos juntos. La forma en que sus manos amoldaban con singular perfección la forma de sus muslos mientras le levantaba y acariciaba todo lo que encontraba a su paso. Había dejado que el trabajo. El estrés y las responsabilidades que toda su vida había odiado, le quitaran atención sobre lo único que en esa vida tenía sentido para él. Pero no más.

Mientras el chico saboreaba los rincones de su piel, le aferró los elásticos de su bóxer y pantalón y los bajó, dejando a la vista lo que tantas ganas tenía de llevarse a la boca, no sin antes dejarle algo más en claro, abrazando con fuerza la valentía y soltando un poco la pena, que, a esas alturas, tendría que estar sepultada entre los kilos de inseguridad que iban cayendo al suelo.

—Me encanta— murmuró extasiado, mientras seguía repartiendo besos a la altura de su estómago, suspirando de gozo al pasar sus labios hinchados por las zonas más suaves de su panza—. Me encantas, Tony.

Y él, un hombre que había pasado por muchas camas, soportado muchas miradas y saboreando diferentes pieles, se sintió desarmado ante la mirada de profundo amor que el chico a sus pies le dedicaba, apoyando su sonrojada mejilla contra la piel de su nueva porción favorita.

—¿Aun así? — señaló por lo bajo, dando a entender que los kilos de más eran algo completamente nuevo en su vida y que de alguna forma, así y no lo quisiera, las burlas sí le hicieron efecto.

Especialmente así.

Con eso último dicho, Tony echó la cabeza hacia tras al sentir la lengua de Peter comenzar a recorrer su miembro y pudo relajarse, desechando por completo esa estúpida idea de comprar camisetas holgadas al por mayor, de prepararse mentalmente para cuando Peter decidiera fijarse en cuerpos más estereotipados y lanzando al diablo sus intentos por ocultar la causante de ese erótico momento.

Sintió las uñas de su chico clavarse en su abdomen y recorrerlo suavemente mientras su boca succionaba con delicada experiencia, logrando sacarle suspiros.

Sonrió en el medio, sabiendo que su miedo había sido absurdo. Porque Peter le amaba. Con kilos menos, kilos de más, con barba, sin barba, recién levantado, de mal humor. Amaba cada pedacito de su ser, cada cicatriz, cada vello, cada perfecta imperfección.

Si sus amigos querían reírse, allá ellos. Después de todo, con Peter haciendo un excelente trabajo y logrando levantarle el ego hasta las jodidas nubes, él reía ultimo y mucho mejor.

Bienvenidas a un nuevo libro ♥ Aca voy a subir cosas donde Peter va a ser el protagonista. Puede tener Starker, o IronDad o Peter x cualquier puto personaje que me salga del culo ♥ espero que lo disfruten ♥

PD: Este Os está Inspirado en las fotos preciosas de Robert con pancita ♥:

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