El cerro
—Chin... Ojalá y no sea nada malo...—
Pidió Vic en su mente, mientras regresaba al carrito del negocio familiar, con las manos dentro de los bolsillos, iba tonteando a propósito para bajarse los nervios.
—Allí está—
Tuvo que correr ante la señal de Don.
—¡Víctor! Ven acá. AHORA—
Ordenó su abuela, golpeando su bastón contra el suelo. Asustado , Vic apresuró el paso.
—Voy, voy, voy, voy, voy—
Una vez, frente al ella, derechito con el pecho levantado y temblequeando, cerró los ojos esperando el regaño de su abuela.
— ¿Cuantas veces he tenido que corregir tus conductas, mi niño?—
Se lamentó, acariciando la cabellera del niño. Vic, ante el trato suave esbozó una sonrisa confiada, pero al instante las dudas lo golpearon, no era algo común en una situación así.
—No... No estás molesta?...—
Preguntó esperando que la respuesta fuese no.
—Por supuesto que lo estoy, no puedes ir por la vida como si nada haciendo un desastre y rompiendo cosas por capricho, necesitas ponerte derechito—
—¿Me vas a mandar de nuevo con el señor de los pastelito?—
—No... Al parecer fue un trabajo muy blando—
Comentó Chata ensimismada.
—Literalmente—
Complementó Valentino, al tanto del coloquio para contrarrestar su aburrimiento.
—Él necesita trabajo duro, solo así podrá ocupar su mente y su tiempo en algo productivo—
Analizó Don mirando a Vic con cierto repudio
—¿Qué? Pero si ya tengo trabajo, todos los días atendiendo el carrito— protestó Vic encrespado.
—Que por cierto hoy no atendiste en tu turno — Reprochó Val.
—Gracias Valentino...— Gruñó Vic, lanzándole una mirada aversiva a su medio hermano.
— Acompáñame por favor—
Sentenció Chata agitando su bastón sobre el suelo y le señaló el camino al pequeño.
—Después arreglo las cosas contigo, Valentino—
Dijo su abuela mientras se marchaba con Vic rumbo al oeste, siguiendo el sol al punto del ocaso. Val, solo observaba toda la escena desde el carrito con cierto temor en su mirada perdida.
—Pero ¿y yo qué?—
—A mí tampoco me invitan nunca—
Musitó Don, cubriendo su rostro con su sombrero, recargándose en la mesita junto al carrito, Val agotado se deslizó hasta recostarse en el suelo.
Ambos suspiraron.
El estómago de Don gruñó
— ¿Me das dos de asada por favor?—
—No se puede, ya cerramos—
dijo val escondido detrás del carrito comiendo
Mientras tanto, abuela y nieto caminaron entre las calles, cruzando los puentes que conectaban los islotes de Monte Macabro.
Durante el trayecto Víctor permaneció taciturno solo para no empeorar las cosas, sin embargo, como era de esperar, pronto su curiosidad le obligó a preguntar.
—¿Eh... Exactamente a dónde vamos?—
—Allí—
Entonces su abuela señaló en dirección a uno de los cerros de la zona, rodeado completamente por agua.
Víctor buscó con la mirada y no encontró nada, ni un puente ni una barca
¿Como llegarían al otro lado? ¿Nadar hasta allá? ¡Ni hablar! era demasiado profundo para él.
Acceder allí no parecía tarea sencilla ¿Por qué querría ir allí en primer lugar?
Un instante contemplativo hacia el torrente de la laguna y su corazón palpitó con fuerza, ya podía sentir el agua hasta el cuello, arrastrándolo hasta irlo a perder lejos de allí.
Esa sensación asfixiante se interrumpió cuando Chata, después de susurrar unas palabras incomprensibles acarició tenuemente el agua con su bastón.
Al instante el torrente se volvió apacible, a lo lejos, los cascabeles de las víboras sonaron rasgando el silencio de la noche. De pronto, un gorgoteo dentro del agua dio paso a una lanchita de madera, lo suficientemente grande para transportar a cuatro personas adultas sobre ella, estaba cubierta por una cama de vegetación acuática, entre ella había escondido un objeto que llamó fuertemente la atención de Vic.
Una pala.
—Ahora, 'mijo, reme hasta allá—
En cuanto Vic tomó la pala entre sus brazos, esta irradió un tenue halo de luz azulada mientras de nuevo los cascabeles hicieron aparición, dejando el remanente de su eco perderse entre las cuevas cerca de allí.
Víctor flaqueó aterrado ¿Esto era parte de algún castigo?
Al principio sus sentidos se agudizaron, en cuanto él y su abuela abordaron, movió la pala contra el agua y con el temor de que algo ocurriese, comenzó a navegar en el lago. Su única compañía era la luz de la luna, reflejada en el agua, acompañada de la bioluminiscencia que el remo brindaba a la vez que tocaba el agua, ocasionalmente avistaba la sombra de criaturas singulares dentro de las profundidades del lago, por un momento Vic se tranquilizó para mirar a los peces en caudal, brillando y reflejando sus escamas multicolor cerca de allí. Pronto el miedo se despidió de él, tanto que incluso quiso meter una de sus manos al agua para recoger un poco, observar de cerca aquel prodigio de la naturaleza, lo único que se lo impidió fue encallar bruscamente contra la orilla del islote, hacia donde salió proyectado.
Chata bajó de la lancha a tientas con ayuda de su bastón, la vista la había perdido hace años. Mientras, Vic ligeramente cubierto de fango se levantó a seguir los pasos de su abuela, para juntos perderse en la espesura de la vegetación que cubría la extensa área.
—Cuidado con las escaleras—
Avisó Chata a su nieto. Víctor, sorprendido preguntó
—¿Pero como...?— Aquel lugar parecía deshabitado desde hace demasiado tiempo— ¿Ya has estado aquí antes, abuela?—
Había algo especial en ese cerro, a la cima se asomaba una cueva, desde allí nacían pequeños riachuelos, descendiendo a los costados de las escaleras escondidas entre los peñascos y la espesura.
La pregunta formulada quedó suspendida en el aire. Mientras ascendían en su camino, Chata suspiró nostálgica.
—Este lugar es especial para mi, Víctor, aquí fue donde conocí a tu abuelo—
—¿Mi abuelo? ahora que lo dices ¿porqué casi no hablas de él?—
—Él ahora vive en un lugar mejor—
—¿Murió?—
—Nuestro corazón nunca conoció la muerte, mi niño. Él sigue allí, al pendiente de su labor, mientras yo cuido estas tierras, él debe cuidar nuestro hogar—
—No entiendo—
—Todo es culpa de Tez... pero eso no es lo que nos trae aquí el día de hoy—
—Entonces... ¿para que venimos?—
—¿Ves esos jarrones de allí? —
Cuestionó Chata, señalando hacia el interior de la caverna.
—¿Estos?—
Preguntó Víctor con la cabeza dentro de un jarrón después de encontrarlos dentro de la caverna, todos enfilados por tamaño, había algunos tan pequeños como tarros de mermelada y otros tan grandes como para meterse dentro de ellos.
—Si esos— Respondió Chata —a partir de hoy tu tarea será llenarlos de a cuatro en cuatro, hasta el borde sin derramar una sola gota de agua, todo esto cada noche, hasta que todos estén llenos —
—¿Todos, todos, toditos? Son muchos... no sé si yo solo pueda hacer todo esto—
—Si pudiste causar tantos destrozos en un día tu solo, seguro también podrás con esto—
—Pero es que no fui yo solo, estaba con Cristina y... —
—No quiero mentiras Víctor, asume tu responsabilidad—impuso ella de manera autoritaria —Por hoy, te encargarás de los jarrones más pequeños, al final de cada noche, al rayar el alba, enviaré a Huitzi para supervisar que hayas cumplido tu trabajo—
—Pero...—
—Sin peros, te veo mañana temprano en la casa—
—No puedes dejarme solo—
—Oh no, no no, tú no estarás solo, mi nieto— corrigió ella despreocupada—Ahui estará cuidando de ti, pero créeme, no querrás conocerlo—
Dicho esto, ella se dio la media vuelta y comenzó a andar ladera abajo mientras Vic la miraba consternado
—Está bien, abuela. Hasta mañana—
Se despidió aceptando su labor, hasta que de momento escuchó los pasos de su abuela regresar
—Ah y una cosa más, tu hermano Valentino no debe saber nada de esto ¿Entendido?—
—Entendido—
Asintió Vic. Ahora si, ella bajó tarareando una de esas canciones de Juan Lindo, bajando alegremente por las faldas del cerro.
Y así el tiempo se escurrió como agua entre sus manos para el pequeño Víctor, con un intento tras otro de llenar los jarrones sin derramar agua, la mayoría fallidos, le conducían a la frustración, descargándola al patear algunos de los enormes jarrones vacíos mientras gritaba maldiciendo su suerte.
—Me lleva la... ¡¿Porqué tanto misterio?! tontos jarrones... ¿Porqué no se llenan solos? ¿Qué sentido tiene hacer esta estúpida tarea?—
Al menos esperaba que a Cristina le estuviera yendo mejor con Achi.
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