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Vykiel

El plato de Kaerva tenía una pinta estupenda, por lo menos comparado con el que nos sirvió Svar al resto. Esa especie de caldo de pescado me estaba revolviendo el estómago sólo con olerlo. 

- ¿Qué es esto? - preguntó Markyria, asqueada.

- Crumsh. - el capitán sonrió con malicia.

Brokvar seguía pálido, pero su aspecto era infinitamente mejor al que tenía cuando abrimos la puerta de su camarote. Se había vestido una camisa blanca y había recogido su cabello castaño en una coleta corta. 

- Creo que todavía no nos han presentado. - clavó su mirada en mí - Me llamo Diemen de Brokvar.

- Un placer, Capitán.

Nada más escucharlo, se empezó a reír como un loco. Aun así, no me indicó que pudiese referirme a él de otra forma.

- Yo soy Vykiel de Wastrel y ella...

- Sí, ya sé quién es. - me interrumpió - Tuvimos el "placer" de conocernos esta mañana, durante el desayuno.

Markyria lo retó con la mirada, pero él seguía sonriendo, con la vista fija en mí. 

- Comed, el crumsh no sabe muy bien frío.

No dejó de mirarme durante toda la cena, y me estaba poniendo nervioso. Ya no sólo por su empeño, sino por sus ojos en sí. Su ojo izquierdo era marrón y el derecho verde, pero a mayores, su ojo verde tenía el mismo tono que las esmeraldas de Markyria. Un tono que casi no parecía humano y, en cierto modo, se podría decir que era hipnótico. Pero después, mientras se comía una fruta, empezó a discutir con Kaerva sobre cuál era el pueblo más bonito de la región de Alkuria, dejándome en paz. 

Markyria y yo los observábamos en silencio, como cuando te encuentras en un ambiente desconocido, porque así era. Ellos, en cambio, no paraban de gritar y gastarse bromas. Parecían llevarse muy bien, como tres hermanos. En realidad, no se me ocurre otra palabra para describirlos más que esa: "hermanos". Sí, no se parecían en nada físicamente, pero su forma de hablar y de actuar entre ellos hacía que lo pareciese. 

Svar actuaba de hermano mayor, apaciguando las disputas entre los dos menores, aunque él era el primero en sonreír al escuchar sus tonterías. Observaba en silencio y rara vez abría el pico, pero en ningún momento era dejado de lado. Kaerva y Diemen eran todo lo contrario: ruidosos, bromistas, juguetones y sobre todo charlatanes. Podrían discutir sobre cualquier cosa y siempre terminarían de la misma forma: con Kaerva teniendo la razón y Diemen vengándose de una forma tan madura como es lanzarle un guisante a la mejilla.

Entonces el capitán volvió a mirarnos. Había recuperado bastante el color y se sentía más animado, de forma que, tras ponerse cómodo en su asiento y rascarse una pequeña costra en el brazo, no se anduvo con rodeos y nos preguntó directamente qué hacíamos allí.

- Había escuchado que las tropas de los nórdicos no estaban a muchos días de la capital, pero si estáis aquí disfrazados de vulgares campesinos, me temo que las cosas van mucho peor de lo que imaginaba.  

Markyria y yo nos miramos a los ojos, valorando si aquel individuo era digno de nuestra confianza.

- Kalberoos es el puerto más cercano a Kribirst, calculo que os llevaría como mucho dos días llegar hasta allí, quizás tres, estando tú herido. - dijo a la vez que volvía a rascar la costra - Yo escuché que los "snøkrigere"- nombre con el que eran conocidos los guerreros de Kaldt Biskenir, el reino helado del norte - habían tomado Syleigh hace dos semanas, y de eso hacía ya ocho días cuando me lo contaron. Teniendo en cuenta el ritmo que llevaban, me parece que es posible que los snøkrigere os hayan hecho una pequeña visita el pasado Sant'Xalyar. ¿Me equivoco?

Markyria tenía la boca abierta, asombrada por sus cálculos y por su precisión. Diemen había acertado de lleno.

- ¿Sant'Xalyar? - preguntó Svar.

Kaerva iba a responder, pero Diemen se le adelantó:

- Te lo he explicado miles de veces, Svar. - exhaló - Xalyar era el mejor amigo de Têvu'lur, el que luchó junto a él en la Batalla de los Siete Demonios. - al escuchar esto, Svar frunció el ceño - Protegió a los Selveti aun estando herido de cuatro flechazos. Cuando finalmente sucumbió, Têvu recogió su cuerpo y lo sepultó en algún lugar cerca del nacimiento del Issu'hem. Por eso se dice que las aguas de ese río, que es el que pasa por Kribirst, están benditas. En honor al santo, se celebra Sant'Xalyar, para recordar el día de su muerte y agradecer a Têvu su protección.

- Eso no tiene ningún sentido. - respondió Svar.

- Yo no he dicho que lo tenga - se encojió de hombros -, sólo te explico El Despertar.

Markyria y yo los miramos con desaprobación: cuestionar las sagradas escrituras era un pecado, uno de los grandes, además.

- Têvu'lur viene siendo como el Ubbisek de los nórdicos para los Habitantes de Ithir Aeman. - explicó Diemen.

Me levanté, eso era pasarse:

- ¡No puedes nombrar a ese... a esa abominación en la misma oración que a Têvu! ¡Y mucho menos compararlos!

- ¿A quienes? ¿A Têvu'lur y a Ubbisek? - preguntó poniéndolos juntos para irritarme - No sabía que te molestase que nombrase a Têvu y a Ubbisek a la vez. - continuó burlandose con una sonrisita en la cara - Lamento haber dicho que Têvu y Ubbisek eran iguales. Ya sabes, Têvu y Ubbisek no son tan distintos. Incluso se parecen al Gwentomar de los isleños del sur.  

- ¡Diemen, ya basta! ¡No seas crío, por favor! - le gritó Kaerva.

El capitán dejó de hablar, pero seguía mirándome con una sonrisa burlona.

- Disculpadle, es medio lerdo. - dijo Kaerva - ¿Podríais continuar?

- No sé si podemos fiarnos de dos ateos. - dije.

- En realidad, Svar tiene sus propios dioses. Diemen y yo somos los ateos. - explicó - Pero a diferencia de este imbécil, - lo miró enfadada - yo sé respetar a los demás. 

Markyria me tocó el brazo para llamar mi atención.

- Tarde o temprano se enterarán de lo ocurrido, no creo que importe que se lo contemos. - intentaba sonar tranquilizadora - Têvu ya se encargará de castigarlos por sus pecados cuando llegue su juicio. - dijo en voz algo más baja.

Dudé. No sabía si hablar con un imbécil, una atea y un tío con un nombre que apestaba a nórdico era buena idea.

- Se lo debemos. - añadió Markyria, mirándome a los ojos.

- Si no, siempre os podemos tirar por la borda. - bromeó Diemen, a lo que Kaerva respondió dándole un golpe en el brazo. 

- Está bien. - acepté.

Diemen se inclinó hacia atrás con su silla, poniéndose más cómodo, mientras que Kaerva y Svar acercaron sus cabezas para escuchar mejor.

- Como bien adivinó el Capitán Brokvar, ocurrió en la festividad de Sant'Xalyar, hace cinco días. - empecé - Fue por eso que había muchos menos guardias y patrullas que el resto de los días del año. Prácticamente todos estábamos bebiendo y festejando. - Diemen echó una risotada que preferí ignorar - Ni siquiera sonaron las campanas de los vigías o del campanario. La alerta llegó con los gritos de los invitados. - hice una pequeña pausa para reflexionar sobre lo ocurrido - Creo que los bárbaros entraron por el depósito de cadáveres de la mazmorra, que da al río. Alguien tuvo que ayudarlos a encontrar la entrada, pues está bien escondida. Me imagino que mandaron a unos pocos, que se encargaron de abrir las puertas principales, tanto de la ciudad como del palacio, para que entrasen los demás. 

Me llevé la mano a la herida, nervioso por estar reviviendo el momento. Era curioso, pero lo veía con claridad, quizás con más que en aquel momento de lucha y descontrol. Las palabras salían solas de mi boca, y sin embargo, Markyria permanecía en riguroso silencio. Tenía la mirada gacha y sabía que ella también lo estaba pasando mal al escuchar la reconstrucción.

- Nos pillaron completamente desprevenidos. Había muy pocos lo suficientemente sobrios para luchar y menos todavía que estuviesen armados. - recordé con cierta vergüenza - Nos confiamos. Creímos que tardarían más en llegar a la ciudad.

La risa de Diemen fue tan fuerte que esta vez no pude evitar que me interrumpiese.

- Y luego yo soy el lerdo... 

- Nadie pensaba que.... - intenté defenderme.

- ¿Qué? ¿Pensabais que respetarían vuestras tradiciones? - continuó riéndose - ¿Que se arrodillarían ante la representación de Têvu en la plaza mayor y le ofrecerían unas flores? ¿Que bailarían y beberían hasta no poder más y a la mañana siguiente se purificarían para comenzar un ayuno de tres días?

Me puse en pie de nuevo y me llevé la mano hacia donde solía llevar colgada la espada, salvo que esta vez no encontré su empuñadura, puesto que no la llevaba encima. Diemen no reaccionó y siguió riéndose.

- ¡Diemen, deja en paz a Têvu! - volvió a protestar Kaerva - ¡Ya está bien!

- Vykiel, por favor. - susurró Markyria.

Volví a sentarme lentamente.

- Ríete una vez más de Têvu y probarás el acero de mi espada. - lo amenacé lo más serio que jamás había amenazado a alguien.

- ¿Cuál? - sonrió - ¿La que no llevas encima?

- Esa misma.

- ¡Vamos a calmarnos todos, eh! - gritó Kaerva - Basta ya de amenazas y burlas. 

- Yo ya he tenido suficiente. - dijo Diemen levantándose de la mesa - Buenas noches.

Subió las escaleras y los demás nos quedamos en silencio. Pasados un par de minutos, Svar comenzó a recoger los platos. Yo ni siquiera había probado el crumsh. Markyria, por el contrario, se lo había comido entero.

- Gracias, Svartalfar. - dijo ella con una tímida sonrisa - No estaba tan malo como parecía.

Svar sonrió, e incluso me pareció verlo sonrojarse. Se fue a la cocina y regresó poco después.

- ¿Qué fue de vosotros? - preguntó Kaerva - ¿Cómo lograsteis escapar?

Como vio que yo no estaba de humor para continuar, Markyria hizo el esfuerzo.

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