Capítulo 1: El Despertar en el Campo de Flores
Impotente
El concepto de impotencia se define como la falta de poder o incapacidad para hacer aquello que queremos.
Y la tierra quiere tanto poder no ser impotente ante las acciones de sus humanos, quiere que lo escuchen, y comprendan que no deberían iniciar guerras y conflictos entre ellos, peleas que ocasionan un daño irreparable a todos a su alrededor.
El universo era vasto y eterno, y en su inmensidad, Tierra flotaba en el espacio, rodeado por las estrellas y la oscuridad infinita. Desde su creación, había sido testigo de la evolución de su superficie, de cómo la vida florecía, se extinguía y volvía a nacer. Pero en los últimos milenios, una nueva especie había comenzado a dominar su paisaje: los humanos.
Tierra había observado con paciencia y amor mientras los humanos construían civilizaciones, descubrían conocimientos y forjaban conexiones entre sí. Sin embargo, con el paso del tiempo, había comenzado a sentir el dolor que sus acciones le causaban. La contaminación, las guerras, la destrucción de sus bosques y mares. Cada herida que los humanos le infligían se sentía como un ardor constante en lo más profundo de su ser.
A pesar de todo, Tierra no podía odiarlos. Sentía un amor inmenso por los humanos, por las criaturas que habitaban su superficie, y por cada rincón de su vasta extensión. Era un amor incondicional, pero que no estaba exento de dolor y tristeza. A menudo se encontraba debatiendo consigo mismo, deseando intervenir y detener la destrucción que los humanos causaban, pero siempre se detenía. Después de todo, había decidido observar y permitir que la vida siguiera su curso natural.
Sin embargo, en un momento de debilidad, Tierra pensó: "Quizás, solo una vez, estaría bien intervenir." Este pensamiento lo invadió mientras flotaba en el espacio, tratando de soportar el dolor que le causaban las acciones humanas. Con la esperanza de olvidar por un instante, Tierra cerró los ojos y se dejó llevar por un sueño profundo.
Cuando despertó, se encontró en un lugar completamente diferente. Ya no estaba flotando en el vacío del espacio. Ahora estaba en su superficie, sintiendo algo nuevo, algo más humano. Tierra abrió los ojos lentamente y se encontró en un campo de flores que se extendía hasta donde alcanzaba la vista. El cielo estaba teñido con los colores del amanecer, y una brisa suave movía las flores a su alrededor, creando un susurro que le resultaba extrañamente familiar y reconfortante.
Tierra se sentó, apoyando sus manos en el suelo. Notó que tenía un cuerpo humano, con piel cálida y suave. Vestía ropa blanca, simple pero elegante, que se ajustaba perfectamente a su nueva forma. Por un momento, se quedó inmóvil, admirando la sensación de tener un cuerpo físico. Era como si estuviera descubriendo su propia existencia por primera vez.
Miró sus manos, girándolas para observar cada detalle. La suavidad de la piel, la forma de los dedos, el movimiento de las articulaciones. Todo era fascinante. "Así es como se siente ser humano," pensó con una sonrisa. Se puso de pie lentamente, sintiendo el suelo bajo sus pies descalzos. La textura de la tierra, la frescura del rocío matutino, y la calidez residual del sol aún presente en el suelo lo envolvían en una sensación de conexión con su propio ser.
El aire fresco de la mañana acariciaba su rostro, llenando sus pulmones con un aroma fresco y puro. Era una experiencia sensorial completamente nueva para él, y Tierra cerró los ojos por un momento, dejándose llevar por el placer de sentir el viento en su piel. Era como si cada brisa fuera un abrazo cariñoso de la naturaleza misma.
Mientras caminaba por el campo, sus pies rozaban las flores, y las hojas se movían al ritmo de sus pasos. Tierra se agachó para tocar una flor, sintiendo la suavidad de los pétalos entre sus dedos. Cada toque era como una pequeña explosión de sensaciones, y no pudo evitar sonreír. "Es increíble cuántas cosas se pueden sentir con un solo toque," pensó mientras seguía explorando su entorno.
Pronto, notó movimiento entre las flores. Un grupo de conejos, tímidos pero curiosos, lo observaba desde la distancia. Sus pequeños cuerpos se movían con cautela, pero no parecían asustados. De alguna manera, los animales sabían quién era, como si reconocieran a su protector.
“Hola, pequeños,” dijo Tierra con una voz suave, casi en un susurro. Los conejos se acercaron lentamente, movidos por una mezcla de curiosidad y respeto. Tierra se agachó, extendiendo una mano hacia ellos. Los conejos olfatearon su mano, y uno de los conejitos bebés se aventuró a tocarlo con su pata. Tierra acarició suavemente al conejito, sintiendo la calidez de su pequeño cuerpo y la suavidad de su pelaje. Una ola de ternura lo invadió, y supo en ese momento que este cuerpo humano le permitía experimentar una conexión aún más profunda con las criaturas que habitaban su superficie.
Levantando la vista, vio un grupo de aves que revoloteaban cerca, sus plumajes brillando a la luz del amanecer. Tierra levantó los brazos y, con un gesto juguetón, intentó imitar el vuelo de las aves. Las aves, como si comprendieran su intención, comenzaron a volar en círculos a su alrededor, creando un espectáculo de colores y movimiento que lo hizo reír con alegría. Era como si las aves estuvieran jugando con él, compartiendo su libertad y ligereza.
A medida que avanzaba, Tierra notó una familia de zorros en la distancia. La madre lo observaba con atención, mientras sus crías jugueteaban cerca de ella. Con movimientos lentos y cuidadosos, se acercó a ellos, inclinándose para no asustar a los pequeños zorros. Uno de los zorritos, más curioso que los demás, se acercó a él. Tierra extendió su mano, y el pequeño zorro la olfateó con interés.
“¿Quieres jugar también?” preguntó Tierra con una sonrisa. Movió suavemente una flor cerca del zorro bebé, que comenzó a perseguirla con entusiasmo. Tierra rió suavemente, disfrutando de la energía y la inocencia del pequeño animal. Cada movimiento era una celebración de la vida, y Tierra sintió una profunda satisfacción al compartir este momento con ellos.
Mientras se tumbaba en el suelo, rodeado de flores y animales, miró al cielo que ahora estaba lleno de estrellas brillantes. Las pequeñas criaturas continuaban su danza nocturna a su alrededor, y Tierra se sintió envuelto en una paz que no había experimentado en mucho tiempo. Este momento de calma y alegría era un refugio en medio de la tormenta de emociones que sentía por dentro.
Sin embargo, su tranquilidad se vio interrumpida por un pequeño sonido de angustia. Tierra se levantó y vio a un pequeño pájaro enredado en unas ramas. Sus alas estaban atrapadas, y su cuerpo temblaba de miedo. Al acercarse, Tierra sintió su corazón apretarse al ver al ave indefensa. Con un gesto de su mano, las ramas comenzaron a desenredarse suavemente, como si respondieran a su voluntad.
“Tranquilo, pequeño amigo,” murmuró con voz calmada y tierna. La energía de Tierra fluía a través de su cuerpo, y las plantas respondieron a su deseo, liberando al pájaro sin causarle daño. Una vez libre, el pájaro voló hacia su mano, aún tembloroso pero agradecido. Tierra lo acarició suavemente, sintiendo el rápido latido de su pequeño corazón. "Estás a salvo ahora," le susurró, y el pájaro, como si comprendiera, se acomodó en su mano por un momento antes de alzar el vuelo hacia el cielo nocturno.
Este pequeño acto de bondad recordó a Tierra el propósito de su intervención. No estaba aquí solo para aliviar su propio dolor, sino para proteger y cuidar las pequeñas vidas que habitaban su mundo. Mientras observaba al pájaro desaparecer en la oscuridad, una sensación de paz y satisfacción lo invadió. Sabía que, aunque su misión sería desafiante, cada pequeño acto de bondad haría que todo valiera la pena.
Mientras la noche continuaba envolviendo el campo de flores, Tierra permaneció en silencio, absorbiendo cada nueva sensación que su cuerpo humano le ofrecía. Sentía la brisa fresca, el calor que se desvanecía del suelo, el tacto suave de las flores, y el latido de la vida que lo rodeaba. Estas sensaciones eran un recordatorio constante de la profunda conexión que tenía con su propio ser, y con cada criatura que habitaba su superficie.
Finalmente, con una mezcla de calma y determinación, Tierra supo que estaba listo para enfrentar los desafíos que vendrían. Con cada paso, llevaría consigo la belleza y la ternura de este momento, un recordatorio constante del amor y la esperanza que sentía por sel mundo que había creado.
Eso estuvo genial (supongo), ¿ustedes que piensan?
●tengo el headcanon de que los animales o cualquier ser vivo sería capaz de reconocer a la tierra.
●La tierra perdió la noción del tiempo y se quedó durante un par de dias, mientras su cuerpo planetario estaba durmiendo(sip a luna casi le da un paró cardiaco al ver que no despertaba😅)
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