026
Encontré la cama como el lugar más cómodo y delicioso en lo que he dormido en toda mi vida. Las camas anteriores que utilicé no estuvieron mal, pero ¿esta? Se notaba que me encontraba en el ala del emperador: todo era tan sofisticado, elegante y hasta mágico, así que la cama no se quedaba atrás, pero era maravillosa. Las almohadas y las sábanas que me acompañaron fueron la cereza del pastel.
Me derretí sin remedio en medio del colchón y soñé que corría en un campo de flores silvestres, flores de mi realidad, y sostenía una mano enguantada. Al dirigir la mirada al dueño, me encontraba con Payasín que contrarrestaba por completo con todo el escenario.
Sentí su aroma rodearme y abrí los ojos.
Alguien entró a mi habitación, pude escuchar los pasos. Con el ceño fruncido me pregunté si él en realidad estaba aquí, pero fue Jimin el que hizo acto de presencia con sus escoltas detrás, a quienes les pidió dejarnos a solas.
— Bueno, Taehyung —él dijo, cruzando sus brazos—. ¿Ahora somos cuñados?
— Créeme cuando te digo que no estoy contento con esta situación —respondí.
Jimin se mostró preocupado, y comprensivo cuando dio pasos hacia mi cama, sentándose a mi lado sobre la orilla de la cama.
— Lamento que te haya mordido...
— Es tu hermano —murmuré.
— Que sea mi hermano no quita que esta situación sea horrible: nuestro cuello es algo que reservamos para el alfa que será nuestro compañero de vida, no alguien aleatorio. Estoy triste porque hayas tenido que exponerte a esto...
Cierto. Aquí esto tenía una importancia mayor que cualquier cosa. Ni siquiera podría compararlo con el matrimonio.
— Estaré bien —me encogí de hombros—. Se va a borrar.
— ¿Cuándo?
— En un mes.
Jimin sonrió con alivio antes de asentir.
— Vamos a desayunar, Tae. Te invita cordialmente el príncipe Jimin.
Esta vez fue mi turno de sonreír.
Lo observé salir de la habitación para ir a la sala de estar a esperar mientras me arreglaba un poco. Mi cabello se encontraba enredado y desordenado, así como mi cara hinchada por el sueño. Pasé el peine con suavidad, me lavé el rostro, me cambié la ropa por una nueva que –vaya sorpresa– se encontraba en el armario.
Me sorprendí bastante porque la calidad de las prendas era exquisita. Se notaba que habían sido cuidadosamente seleccionadas. Una vez listo, salí a la sala para encontrarme no solo al príncipe Jimin, si no al emperador también.
— Buenos días —murmuré en cuanto el shock pasó. dando una reverencia.
— Mi hermano dice que se nos unirá —bufó Jimin, un tanto irritado.
— Taehyung tiene cosas que hacer conmigo —Jungkook le respondió—, pero dejaré que compartas las comidas con nosotros, si deseas.
Jimin alzó una ceja.
— ¿Cosas? ¿Qué cosas? ¿Y por qué no puedo acompañarlos?
— ¿Por qué estás tan interesado?
El emperador giró sobre sus talones hacia la salida, seguido de Jimin y, por consecuencia, por mí.
— No creas que estoy contento con la decisión que has tomado, hermano.
— No había otra alternativa.
— Pero sí otros alfas, al menos debiste darle la oportunidad de escoger.
— No necesitamos a otro alfa —Jungkook cortó—. Conmigo basta y sobra.
Aminoré el paso, no queriendo seguir escuchar esa charla. Las puertas se abrieron y nos encontramos con la escolta del emperador, la de Jimin y Momo.
Momo se veía con claridad incómoda entre tanta persona —y muy pequeña— a su alrededor. Además, su atuendo también se quedaba un poco apagado ante las del resto; la escolta de la realeza. Sin embargo, ella era hermosa, así que no era necesario que ocupase ropas tan finas.
A continuación, Jungkook caminó al frente y su gente hizo fila detrás de él, con Jimin a su lado y su escolta detrás. Momo caminó detrás de mí mientras yo caminaba al lado, pero no cerca, del príncipe.
Nos dirigimos hacia el ala contraria donde, gracias a Momo, descubrí que se encontraba una biblioteca, un comedor, una cocina y otras salas que ella desconocía el uso. Sin embargo, yo sabía que por ahí se encontraba el cuarto de armas donde había entrenado con el emperador.
— ¿Vas a informarle a Kunwoo sobre esta situación?
Miré a Jimin con ojos muy abiertos por la sorpresa: se me había olvidado ese detalle. Me había enlazado temporalmente con un alfa comprometido.
Jungkook tomó la taza de café que se le había servido y bebió de ella antes de responder, mirando a su hermano.
— Kunwoo tiene demasiado con la guerra en su país como para preocuparse de un pequeño lazo temporal.
— No le dirás, entonces —concluyó Jimin, frunciendo el ceño.
— ¿No deberías estar alegre por eso? Kunwoo no es de tu agrado.
¿Qué?
¿Al príncipe Jimin no le agrada el príncipe Kunwoo?
¡Oh, Dios! ¡Qué suerte tengo de estar sentado aquí! ¡Es como volver a mi realidad y enterarme de la trama principal de Not Cherry Blossoms!
¡Oooooh!
¿Lograré conocer a Kunwoo? Lo adoro muchísimo: es muy valiente, inteligente, fuerte y lindo. Si no fuera porque Otristán fuera tan alfista, él habría sido el rey del país y seguro no habría una guerra. Un verdadero robo.
Pero... ¿Por qué no le agrada a Jimin?
Me quedé muy callado para no llamar la atención de la realeza y que continuaran con su charla.
— Que no sea de mi agrado no significa que quiero que sea lastimado: él te quiere.
— Él es inteligente —la voz del emperador fue fría—. Sabrá como manejar esto, si se entera.
— ¿Por qué no decírselo? —Jimin insistió.
— No es mi omega aún: sigue sin ser mi rey consorte. Y eso significa que no tiene nada que ver en los asuntos de Yathor, ni como yo los maneje.
— Bien —Jimin cerró la conversación tomando parte de su desayuno.
Fruncí los labios porque deseé saber más, pero comimos en total silencio durante diez minutos hasta que el hermano menor volvió a hablar.
— ¿Qué se supone que harás para que el omega de Taehyung se active?
No vi venir el primer golpe.
Tampoco el segundo.
Y mucho menos el tercero.
Pero ¿el cuarto? Lo esquivé, tirándome al suelo y gateando detrás de mi atacante.
Cuando volví la mirada, el emperador estaba viéndome fijamente y el ceño fruncido, la respiración un poco entrecortada ante nuestra sesión. Maldito. Yo estaba sin aire y sin energías ya, en el suelo. Frente a él.
— ¿Piensas que eso va a ayudarte? Pude haberte atravesado con mi cimitarra en cuanto me diste la espalda al caminar en cuatro.
Me encogí de hombros.
— A lo mejor la imagen de mi trasero lo distraía.
Vi un pequeño atisbo de sonrisa en él, pero su rostro permaneció firme. Suspiré, tirándome al suelo. No podía más.
— Pido amablemente que detengamos esta sesión, su Majestad —recité—. Estoy por morir. No sé cómo esto va a despertar a mi omega: lo siento muy dormido.
La risa del emperador me tomó por sorpresa, así que alcé mi cabeza para verlo reír con una sonrisa maliciosa y los ojos oscuros.
— ¿Piensas que esto es para activar a tu omega?
— Dijo que íbamos a pasar tiempo juntos —dije con la respiración rota—. Esto me parece pasar tiempo juntos.
Guardó silencio, pero sus ojos contaban otra historia. Solo que yo no sabía cuál. Con cortos pasos, se volvió a acercar a mí mientras lanzaba la cimitarra de la mano derecha lejos de nosotros. Tomó mi mentón, sin tanta fuerza pero con precisión. Fruncí el entrecejo mientras él no dejaba de mirarme en esa pose tan... alfa.
— ¿Cómo has estado?
¿Qué?
— Bien —respondí.
— ¿Has dormido bien? ¿No más quejas?
— He dormido perfecto, la verdad.
¿Qué era todo esto?
Los nervios se me pusieron de punta cuando su pulgar se deslizó por mi labio inferior, como si nada.
— ¿No me has extrañado? —murmuró con voz profunda—. Podríamos haber dormido juntos.
— No, eso...
— Tu rostro en mi cuello, mi mano en tu cabello —susurró con otra caricia a mis labios entreabiertos. Dios, sus ojos—. Tus piernas y mis piernas, nuestros sexos rozándose. Habría sido de lo más delicioso. ¿No crees? Te extrañé, Taehyung.
— Yo...
— Extrañé a mi omega.
Algo se activó en mí: quise lanzarme sobre este sujeto y morder su cuello, acariciar su cabello y tironear mechón a mechón. De pronto quise también juntar nuestras frentes, rozar su nariz con la mía y acariciar sus labios con los míos.
Tenía una cruda necesidad de hundirme bajo la piel de este alfa.
De mi alfa.
— Alfa —solté.
— De rodillas, Taehyung.
Dudé: no quería hacerlo. Y él lo notó, porque bajó su cabeza hacia a mí y besó el lóbulo de mi oreja, murmurando contra mi oreja con suavidad.
— ¿No me quieres dentro? ¿En tu cabeza? ¿Entre tus piernas? ¿En tu boca?
— Es... demasiado pronto—me quejé con dificultad.
Y, entonces, se alejó de mí súbitamente.
— Interesante.
— ¿Qué? —cuestioné, atontado.
— Buenas noticias: tu lobo está ahí, en definitiva. Malas noticias: está demasiado restringido.
— ¿Dijo todo eso para comprobarlo? —me sentía un poco ofendido.
— No hay nada más omega que no poder rechazar una orden de un alfa con su voz de mando. Sobre todo si ese alfa es su pareja —recogió la cimitarra—. No hiciste caso a mi orden, así que hablaré con Hoseok para que acordemos qué será mejor para ti.
— ¿No puedo estar en esa conversación?
Me miró por encima.
— No necesitamos tu presencia, por ahora.
Y, dicho y hecho, me dejó ahí solo.
Cuando ya no escuché sus pasos y, en cambio, escuché los de Momo postrarse frente a la puerta de salida, supe que nadie más que ella y los guardias estaban fuera. Me extendí sobre el suelo, para analizar lo que había pasado.
Podía ignorar el entrenamiento por ahora: aunque llevaba poco tiempo, mi resistencia estaba mejorando por completo. Paso a paso.
Pero lo importante no era eso: lo importante era el emperador y su voz de mando. Si él, que era mi pareja temporal, no podía darme ninguna orden, ¿significa que tampoco otros alfas pueden? ¿Cómo podía comprobar esto?
Ahora, por otro lado, dijo que mi lobo está ahí, por lo que la píldora podría haber detenido sus efectos o, en el peor de los casos, solo retrasarlos. Sin embargo, ¿habría esperanza para los otros omegas? ¿Sería necesario atarlos a alfas para sobrevivir? ¿Y cómo yo podría ser de utilidad para la cura?
Ojalá hubiese estudiado algo relacionado con todo esto. Al menos podría aportar algo.
Me acosté de lado y pensé en Payasín.
Tenía un par de días sin verlo, lo que me preocupaba bastante: ¿y si el emperador lo encontró? Él no había vuelto a mencionarlo, cosa que quizá podía estar relacionada a mi mentira anterior, pero aquello no me devolvía el alivio.
Me levanté del suelo y me propuse dejarle una nota sutil en algún lado de mi ventana para que supiera que quería hablar con él y saber si estaba seguro. Pero lo citaría en otro lugar: no podía arriesgarlo a acercarse al edificio donde Jeon Jungkook pasa la mayoría del tiempo.
Cuando las puertas se abrieron para mí por los guardias, Momo me dio una reverencia y caminé delante de ella, aunque no me gustaba aún la tradición.
— ¿Ahora qué haré?
— Iremos a probarle nuevas prendas y accesorios.
— ¿Prendas y accesorios? —murmuré—. ¿Para qué?
— Pronto habrá una fiesta, dirigida por el príncipe Jimin.
— ¿Alguna festividad?
— No, redirigir la atención del pueblo hacia otro lado.
— ¿Qué es lo que le preocupa al pueblo? —pregunté con total curiosidad.
— Otristán ha pedido ayuda a Yathor.
Otristán.
El país en el que este Taehyung había nacido. Uno que se encontraba en guerra. Pero todo esto me parecía muy extraño: en mi realidad, en el cómic, Otristán nunca le pidió ayuda a Yathor. Incluso pensé que era estúpido por parte de los padres de Kunwoo no apoyarse en el país al cual entregarían a su hijo como omega gobernador.
¿Qué significaba este cambio?
¿Realmente mi presencia ha afectado el rumbo de la historia?
— ¿Qué ha dicho Yathor?
Mejor dicho, ¿qué ha dicho Jungkook?
— Que apoyarán a Otristán.
Entramos a mi habitación, tome asiento en el comedor e invité a Momo que me acompañara en la silla de frente.
— ¿El pueblo no está contento con esa decisión?
— Creen que es ridículo entrometerse en un asunto que no es nuestro.
— Pero Kunwoo es de Otristán. El futuro esposo del emperador.
— Lo saben —Momo respondió—. Por eso el emperador cree que una fiesta puede alegrar a la clase alta, y un festival al resto.
— ¿Entonces por qué tengo que ir a la fiesta? No soy de clase alta. Soy de clase inframundo: no tengo nada.
— El príncipe Jimin va a convertirlo en un Señor del Dragón: lo presentarán a los dragones y, si alguno lo acepta como amo, usted obtendrá el alto puesto del Señor del Dragón, que está solo un escalón por debajo de los príncipes reales.
¿Desde cuándo pasamos de lobos a dragones?
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