021
La cabeza me dolía cuando abrí mis ojos.
Pero mi mano se dirigió hacia mi cuello, porque una angustia lo mantenía presionado. Un recuerdo. Tuve un recuerdo de este cuerpo que no es mío. Me giré en la cama, doblando mis piernas hasta que alcanzaron mi estómago. No solté mi cuello, pero mi mano libre se fue hacia mis labios. ¿Habría besado a Jaekwoo?
Aparté esa línea de pensamientos porque, con mucha probabilidad, Jaekwoo estaría muerto y no quería pensar en ello. Dolía mucho. No lo conocía, pero no era impedimento para no sentirme triste. Este Taehyung, a diferencia de mí, había tenido conexiones más allá de su familia.
La puerta del dormitorio se abrió y Momo entró con una sonrisa tímida al darme una reverencia.
— Buenos días, joven.
Le sonreí de forma honesta, porque en serio me aliviaba tenerla cerca. Necesitaba desconectar de los hechos revelados.
¿Por qué murió Taehyung cuando llegó a Yathor?
Desayuné con la compañía de Momo quien me contó que para ella era toda una novedad moverse por el edificio Tierra; al parecer había una lista con los nombres de los sirvientes que podían entrar. Le pregunté a Momo cómo había llegado aquí y me dijo que su madre era la cocinera principal del edificio Fuego; alimentaba a los soldados con dedicación y cuidado.
Momo había nacido en la fortaleza, en el edificio Médico. Había crecido aquí y, aunque se le dio la oportunidad de trabajar afuera, ella decidió quedarse. Supongo que a veces es mejor lo conocido que por conocer. No le pregunté si se arrepentía de quedarse, ella se veía muy tranquila y conforme con su decisión.
La felicidad y el éxito tenían muchas definiciones. Y yo soy la persona menos indicada para andar preguntándole a la gente si estaba a gusto con su vida.
— El emperador quiere verlo después del desayuno.
Alcé la mirada a Momo de nuevo cuando mencionó eso; se me había olvidado que iba a entrenarme. Entrenarme, ¿en qué? ¿Peleas cuerpo a cuerpo? ¿O peleas con armas? De cualquier forma, no estaba asustado. Tenía que hacer algo con esta nueva vida, que solo quedarme encerrado en la fortaleza esperando noticias.
Asentí a Momo porque tampoco es que pudiera negarme. Si algo quería el emperador, lo obtendría, ¿no?
En cuanto terminé de comer, Momo tomó la bandeja y me pidió que esperara. Diez minutos después entró con unas prendas de ropa ajustadas, pero cómodas y flexibles para moverme con naturalidad. Calcé las botas que me trajo y luego la seguí hacia la salida, para encontrarme cara a cara con Lee Yubin con sus sirvientes detrás.
— Buenos días, joven Taehyung —ella anunció.
— Buenos días, señorita Yubin —respondí.
— Momo, puedes retirarte.
Momo dio una reverencia profunda antes de acatar la orden. Yubin me indicó que la siguiera, así que esperé que su séquito se adelantara para ir detrás de ellos. ¿Por qué necesitan tantos sirvientes? Con Momo yo tenía suficiente. Y, parecía que, al tener más, era mayor tu posición en la fortaleza.
Aunque yo nunca había visto al emperador con sirvientes detrás.
Por divagar en mis pensamientos, no me di cuenta de que me llevaron al tercer piso a un salón gigante. Lo curioso de este salón eran las armas postradas en cada pared; imponentes, letales y oscuras. Desde mi lugar sentía que podían cortar el aire, aplastar y deformar el ambiente. Al fondo, había un enorme arco donde entraba sin problema la luz del sol. Me sentí impresionado cuando me di cuenta de que el arco no tenía vidrio por lo que cualquier persona podría entrar y robar el arsenal del edificio Tierra.
Jungkook se encontraba de pie en el centro del arco, con la espalda hacia a nosotros. Yubin anunció que me encontraba ahí y luego, sin respuesta, salió del lugar junto a sus sirvientes.
Entonces, el emperador se giró en cuanto las puertas resonaron detrás de mí, dejándonos solos. Me sentí un poco incómodo: Jungkook emanaba poder y fuerza por cada poro, y quizá su confianza en sí mismo expandía ese poder y esa fuerza para devorar el ambiente de la habitación en la que estaba y volverlo todo sobre él.
La ropa superior no tenía mangas, lo que mostraba sus brazos fuertes. Había un cinturón ajustado en su cintura y luego sus pantalones se ajustaban a sus muslos para luego caer como el agua sobre sus pantorrillas. Estaba descalzo. Era todo un espectáculo verlo. Cuando yo leía el cómic, siempre tenía que dedicarle cinco minutos más a cada panel donde él aparecía para beberme con los ojos cada detalle de su diseño.
Pero Jungkook era más fascinante en carne y hueso.
Se acercó a mí, con paso seguro y tranquilo. Pero estoy seguro de que este hombre, este alfa, nunca estaba tranquilo; siempre con la guardia alta, esperando lo peor.
— ¿Con qué tanta frecuencia piensa en que la gente va a traicionarlo? —cuestioné sin poder evitarlo.
— ¿Con qué frecuencia piensas que eres de confianza para todos? —me devolvió él.
— He adquirido ese hábito hace poco.
Se detuvo a dos metros de mí, sin apartarme la vista ni un solo segundo.
— No vas a ser útil solo cuestionando.
— ¿Qué va a enseñarme?
— Defensa y ataque, con arma o sin arma.
Terminó por acercarse a mí y sujetó mi nuca con una mano pesada para empujarme hacia el centro de la habitación. La piel me hizo cosquillas ahí donde me tocó y quise golpearlo por tocarme de la nada. Sin embargo, cuando me dejó en el centro, me giró hacia él y colocó un pie entre los míos para abrir mis piernas. Casi pierdo el equilibrio.
— Podría simplemente decirme que abra las piernas, ¿no? —demandé.
— Si quisiera eso, ni siquiera tendría que pedirlo.
Mi boca se abrió, sin palabras. ¿Acababa de soltar un comentario de doble sentido?
— No me acostaría con usted ni...
No pude continuar, porque de pronto tenía el filo de una navaja contra la venda en mi cuello. El emperador se movía demasiado rápido: ni siquiera noté el momento en que tomó la hoja, ni de qué parte de su cuerpo. Lo miré, desafiante, aunque sentía un poco de temor. ¿Cuántas veces iba a desafiar a este hombre hasta que un día me matara?
— ¿Sabes por qué la gente muere durante las peleas? —me cuestionó en voz baja—. Porque hablan demasiado. Incluso en los cuentos, el villano parlotea lo suficiente para que el héroe tenga tiempo de analizar la situación y atacarle de forma adecuada. Yo no pierdo tiempo en eso, Taehyung.
— ¿Se considera usted un villano?
La navaja se presionó aún más.
— ¿Tú qué crees? ¿Soy un héroe para ti, Taehyung? ¿Con mi navaja en tu delgado, delicado y fino cuello?
Fruncí el ceño porque una idea entró en mi cabeza: iba a usar su propio consejo en contra. Lo más rápido que pude, alcé mi brazo para golpear su mano y alejar la navaja de mi, pero él volvió a sorprenderme con su velocidad y fuerza. Sujetó mi brazo con su mano libre antes de que pudiera acercarla a la suya.
— Buen intento.
Me giró con un solo movimiento y terminé dándole la espalda. Con la maldita navaja aún contra mi cuello.
— Esto es para lo que te prepararé.
— Bien.
— Trabajaremos primero tu resistencia y tu fuerza.
Me desmayé.
Abrí los ojos después de un rato con el emperador mirándome desde arriba. Sus brazos estaban a cada lado de mi cabeza y entendí que me encontraba en el suelo. Tomé una larga respiración.
— No tienes mucha resistencia.
— No imaginé que algún día tendría que luchar —murmuré—. O huir.
— Eres un omega; ustedes no deben preocuparse por eso.
Se alejó de mí, así que me senté. El sudor se había secado un poco, pero me sentía pegajoso. Además, me sentía agotado: el emperador me había dado varios golpes porque no sabía cómo mantener por largos periodos mi defensa. La cabeza me había dado vueltas luego de un momento tras los impactos.
— Si no somos nosotros, ¿quién entonces?
— Los alfas —él respondió—. Tu padre y tu hermana debieron responder por ti.
Me tronó la mandíbula y fruncí el ceño.
— ¿No cree que los omegas son capaces de defenderse por sí mismos?
— Pueden defenderse, hasta que tu rival se de cuenta de que eres un omega.
No entendí lo que quiso decir, colocó una toalla sobre mi cabeza y me dejó solo en el gran salón, rodeado de todo su arsenal.
Tomé el peine en la cómoda y desenredé mi cabello frente al espejo del cuarto de baño. Me quedé un momento sin movimiento, mirando cada mechón de forma concienzuda. Luego analicé el resto de mi rostro, tocando con las yemas de mis dedos la piel tersa y suave de mis mejillas.
— ¿No eres el omega más bonito que mis ojos han visto?
Mi madre me sonrió desde la orilla del pequeño lago, donde se aseguraba que nadie se acercara y me encontrara tomando un baño. A menos que fueran otros omegas. Le sonreí avergonzado, recordándole que decía eso porque era mi madre.
— Eres mi hijo, sí. Pero eres hermoso —ella replicó con una mirada llena de amor—. Tu alfa será muy afortunado, pero no porque eres bonito, si no porque eres tú.
El peine cayó de mi mano, el silencio aún reinando afuera en mi habitación. Sabía que Momo y los guardias se encontraban apostados en la puerta, pero me sentía tan solo.
Era la agonía de este Taehyung. ¿Qué significa que yo tenga estos recuerdos? ¿Está vivo? ¿Estará en mi realidad?
Salí del baño, con el corazón agitado y di un par de vueltas en la habitación antes de acercarme a la ventana y abrirla para mirar la fortaleza con el manto de la noche encima. Las calles estaban iluminadas por los faroles que iluminaban como luciérnagas y el silencio solo se quebrantaba ante el canto de algunos animales o insectos. Miré hacia abajo, hacia los alfeizares, en busca de él.
Lo cual era estúpido porque él no tenía que venir, no si quería vivir por más tiempo. Su aroma era demasiado único: por mucho que hoy caminé por los pasillos luego de la sesión con el emperador, no pude identificar su aroma en ninguna parte. Ni siquiera una imitación. Si entrara con más frecuencia, seguro le atraparían.
No iba a arriesgarlo de esa forma.
Pero necesitaba verlo.
— Momo —llamé frente a la puerta que mantenían cerrada para que yo no escapara.
— ¿Joven Taehyung? —ella dijo después de entrar.
— Es muy tarde, pero... ¿Podría tener mañana una charla con el príncipe Jimin?
Ella me miró como si estuviese loco (lo que es muy probable), y luego se encogió de hombros.
— Mi joven, me encantaría darle ese mensaje al príncipe, pero nadie con un título superior a él puede solicitar su atención.
— ¿Qué son todas estas reglas? —gemí.
Me quejé un momento antes de mirar a Momo con pena, porque ella no tenía la culpa de esta situación y yo tenía que aprender de una sola vez mi lugar en este universo: era el hijo de humildes pescadores, de un país vecino como cereza del pastel. No podía exigir nada a nadie...
— Perdón, entiendo —comenté, dándole la espalda para caminar a mi cama—. Ve a descansar entonces, voy a dormir.
— ¿Gusta que lo arrope?
Giré sobre mis talones, de nuevo. Mi ceja se alzó.
— ¿Puedes hacer eso?
— Por supuesto, si usted quiere.
Así que dejé que Momo me arropara, y aquello alivió un poco la tensión en mi pecho luego del recuerdo con la madre de este Taehyung. La madre que tenía la misma imagen y tono de voz que mi madre.
¿Se arrepentirá mi madre de algo en su vida? ¿De obedecer a sus padres y casarse con un hombre para formar una familia y dedicarse solo a ella? ¿Qué sueños tendría mi madre?
Mi corazón se apretujó al darme cuenta de que mi madre y la de este Taehyung jamás podrían cumplir sus sueños. La suya por haber fallecido, y la mía por morir cuidando a mi familia.
Entonces, comprendí que yo no era el único con problemas en mi familia. Estaba tan enfrascado en mi dolor y mi miedo al rechazo que no vi las heridas que cargaba mi madre. Ahora es muy probable que mi padre también tenga sueños frustrados, heridas abiertas y cargas pesadas sobre sus hombros. Una lástima que nunca podré saberlo: él había sido educado para esconder su tristeza.
Buenas noches, perdón por haberlos hecho esperar. Tuve mil cosas por hacer y esta semana una de mis besties estaba cumpliendo años así que le publiqué un mini fic Yoonmin y de paso me enfermé así que apenas hoy he podido volver.
No prometo nada pero espero darles otro capítulo este fin de semana. Besos.
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