020
No dejé que Payasín me acompañara a dormir: estas últimas noches no habíamos dormido bien y, además, estábamos en el edificio Tierra. El emperador Jeon duerme y pasa la mayoría de su tiempo aquí. Demasiado arriesgado que Payasín paseara como si fuera su casa.
Luego de la cena, descubrí que había sido una gran decisión porque el emperador Jeon entró a mis aposentos. A diferencia del día, ahora se encontraba con ropa impecable, su cabello limpio y su rostro brillante, sano y atractivo. Era maravilloso verlo en el cómic, pero en persona era embelesante. Su belleza y magnetismo no parecía real.
— Su Majestad —saludé.
No me levanté, estaba demasiado agotado por mis emociones para mover mi cuerpo.
— Hoseok me ha dicho que no sientes a tu lobo.
— Dice que voy a volverme loco si sigo así —añadí.
Un silencio se instaló mientras me escudriñaba y luego a la habitación hasta dar con la carpeta en la mesa.
— Ya te has enterado.
— El príncipe Hoseok dijo que puedo quedarme en Yathor, si es que sigo vivo.
— Tu salud está comprometida, pero ello no asegura tu muerte —él comentó, firme en su lugar—. Te daremos la nacionalidad yathoriana si es lo que deseas, o te regresaremos a Otristán cuando la investigación termine.
O sea, cuando dejara de serles útil. Asentí sin replicar más. Quería dormir, sin escuchar o ver nada. Cuando Payasín se fue, pasó por mi cabeza que quería volver a casa, pero esa ya no era mi casa. Ya no pertenecía a esa familia.
El emperador tomó una silla del comedor y la arrastró hasta ponerla frente a mi cama, tomando asiento con las piernas abiertas. Sus manos se posaron en sus rodillas. Lo analicé un poco mejor y me di cuenta de que llevaba una pequeña corona. Curioso. Creí que llevaría algo grande, ostentoso y llamativo. Pero no, una simple y muy detallada corona con piedras rojizas. Me miró en silencio antes de volver a hablar.
— ¿Cómo sabías sobre esa residencia?
Mis ojos parpadearon y me enderecé en mi lugar. Claro, la interrogación.
— Intuición —cuando alzó una ceja, decidí explicarme—. El señor Ro me llevó al prostíbulo, mencionó algo de vivir en él, pero algo me decía que él no se atrevería a vivir ahí: era demasiado arriesgado, necesitaba un lugar seguro donde esconder otras cosas. Como el dinero o información valiosa.
— Eres de Otristán, Taehyung —él de pronto soltó y noté cierta ira—. La capital queda demasiado lejos de tu país, ¿cómo de pronto has dado con la ubicación?
— Salí dos noches —mentí—. Investigué dos ciudades alrededor, y el aroma de Ro me llevó hasta ahí ayer. Tuve suerte.
— ¿Por qué me mientes? —su voz no denotaba nada—. Soy tu emperador, no puedes mentirme.
— En realidad, usted no es mi emperador —contesté—. Lo dijo usted: soy de Otristán.
— Pero estás en mis tierras, en mi fortaleza, en mis aposentos —ladeó el rostro—. ¿Quieres regresar a Otristán?
— Esa es su decisión.
— Dime la verdad.
— En nuestra primera reunión, usted me pidió que confiara en usted —le recordé—. Haga lo mismo por mí.
— Dijiste que querías quitarle peso a mis hombros; le estás sumando más.
Fruncí el ceño, negué sacudiendo con furia mi cabeza.
— Acabo de entregarle una fuente de información, ¿no es esa suficiente ayuda? —asentí, sin esperar respuesta—. Bien, entonces buscaré más por usted.
— ¿Y si hubieses muerto? Tú lo has dicho: eres mi caso cero. Si te mueres, no podremos encontrar una cura, y los omegas morirán. No te he dado permiso de involucrarte en esto.
— Mi familia está muerta —le recordé, hablando por el Taehyung de este universo—. Y yo no pude hacer nada por ellos. Vine a su país en busca de refugio y me arrastraron a una situación que ha puesto en peligro mi integridad física y mi cordura. Y otra vez, ¿se supone que no haré nada?
Señalé nuestro alrededor.
— Me tiene encerrado en esta fortaleza como si fuera un pájaro. Mi cuerpo está en peligro, no siento a mi lobo, solo vacío. Yo no sé qué va a pasar conmigo mañana, a lo mejor ni siquiera voy a despertar. O a lo mejor ni siquiera voy a saber quién soy yo o quién es usted —repliqué con la voz desesperada—. Pero no quiero quedarme sentado aquí, sin hacer nada, viendo la vida pasar. El príncipe Hoseok se ve cansado y desesperado, y es mi culpa. El príncipe Jimin está triste y preocupado por mí. ¿Y yo solo debo quedarme quieto?
La voz se me quebró, pero ya no había vuelta atrás. Me arrodillé en la cama, apoyándome también sobre mis manos y me arrastré hasta que estuve más cerca de él. Su mirada no se apartó de la mía ni un solo momento.
— Estoy cansado de no hacer nada, su Majestad —confesé—. Toda mi vida... He estado tan quieto. Necesito moverme... —le rogué con la mirada—. Deje que me mueva, por favor.
El emperador miró la ventana detrás de mí, con su ceño concentrado y no dijo nada por un largo y tenso momento. Recordé lo que me dijo Payasín; que no debía sobrepasarme con este hombre, que no debía presionarlo ni hacerle pensar que estaba cuestionando su autoridad. Sin embargo, yo realmente no podía seguir así: detrás de escena, mirando todo sin mover un dedo.
Había sido honesto; veía la zozobra en el rostro del príncipe Jimin y el príncipe Hoseok. Ambos me tenían estima y yo se las tenía a ellos, deseaba ayudarles y aliviar sus pensamientos afligidos.
También recordaba a Chunja, Seyoon y Yehjin, los omegas que había dejado en la residencia de la señora P'i. Yo había escapado, y aunque no sabía que me deparaba en el futuro, al menos yo estaba rodeado de gente amable, de gente que velaba por mí. Ellos estaban en las garras de esa bruja, quizá ya los había vendido a otros monstruos iguales o peores que ella. No lo sé. De cualquier forma, ambas opciones eran desastrosas. Ninguna tendría un final bonito para ellos. Tenía que ayudarlos.
¿Y dónde estaría Minjoo? ¿Podría rescatarla? ¿Estaría entre los omegas inconscientes? ¿Sería tarde o temprano para ella? Seguro que extrañaba a Chunja. Deben volver a encontrarse, volver a ser felices juntas.
Tenía que ayudar a los omegas inconscientes. Que despierten, que sanen, devolverles sus vidas y su libertad de hacer lo que quieran con sus vidas. Ojalá pudiera borrar sus miedos, los recuerdos y el daño que les causaron, pero ello no está en mis manos.
— Duerme, Taehyung —el emperador de pronto dijo.
— ¿Qué?
— Duerme, mañana voy a comenzar a entrenarte.
Era un día muy soleado, con el cielo despejado y la brisa fresca agitando los cabellos de todos. Tuve que amarrar el mío en una trenza, vestir un sombrero de paja y mangas largas para que el sol abrasador no me quemara la piel. Eché el cinturón con los cuchillos a mi cintura y salí de casa para encontrarme con mi padre afuera.
Él estaba arrojando las redes en nuestro bote, encima de los barriles. Me acerqué a él, tomando los baldes y guardándolos dentro.
— Ya falta poco —él murmuró, sin mirarme.
— ¿Para qué? —cuestioné, confundido.
— Para que Taehee me acompañe a pescar en tu lugar —me dio una gran sonrisa—. Te podrás quedar en casa sin preocuparte por quemar tu linda piel.
— Tú también deberías cuidar la tuya —comenté, tomando una de sus manos y acariciando la tosca zona—. No se ve bien.
— Ya es muy tarde; estoy curtido.
Lo miré y rodé los ojos.
— Vamos ya —él me dijo.
Así que ambos tomamos el bote desde la punta donde estaban las argollas y una soga se ataba a ella. Tomamos cada uno un extremo y comenzamos a arrastrar el bote hacia el río. No tuve que mirar a nuestro alrededor para saber que mis vecinos también estaban arrastrando sus botes hacia el agua. Este era nuestro pan de cada día y nuestro trabajo. Nuestra cultura.
Sin embargo, hoy era un día mejor: comenzábamos la época dorada. Así nos referíamos a los momentos del año donde los peces eran más abundantes, luego de que las crías crecieran fuertes y sanas en el río. Aunque el sol ardiera en lo más alto del cielo, no podíamos escondernos porque teníamos que cazar los mejores ejemplares, los más grandes para recibir más ganancias.
— ¡TaeTae! —alguien chilló.
Era una voz muy aguda y poco desarrollada. Cuando giré mi rostro vi a mi pequeña hermana de diez años junto a mi madre en la puerta de nuestra casa. Vivíamos muy cerca de la orilla, lo cual era bastante conveniente para nosotros pues no teníamos que levantarnos tan temprano para comenzar nuestra jornada laboral como el resto de nuestros vecinos.
Mi hermana era una alfa, pero mi padre no había querido exponerla tan pronto a nuestro trabajo. Así que, como conmigo, había esperado hasta que le salieran los colmillos. Y ahí estaba ella, agitando su brazo con alegría y mostrando sus nuevos y afilados colmillos. Me provocaba bastante ternura verla crecer, aunque me sacara de quicio muchas veces, yo adoraba a mi hermana.
— ¡Volveremos pronto, Taehee! —le grité y ella asintió entusiasmada.
Ella era valiente; no se había asustado en cuanto mi padre le dijo que tendría que ayudarlo muy pronto a adentrarse al río y pescar a su lado. Mi hermana había aceptado, porque, como para mí, el agua era nuestro segundo hogar. Me había pasado toda mi infancia jugando con las piedras en la orilla y nadando con mis amigos para intentar cazar peces con las manos.
Mi padre y yo empujamos el bote en el agua y él se montó primero para tomar los remos. Me subí con los zapatos y los tobillos mojados y mi padre comenzó a remar con la fuerza potente de sus brazos. Me senté en un balde para mirar el agua que nos empujaba de vez en cuando con pequeñas olas. Sonreí en grande cuando vi sin dificultad los peces debajo de nosotros.
— Aquí, papá —le dije.
— ¿Tan pronto? —él se ríe, mirando lo mismo que yo—. Vamos, hijo, pesquemos.
Ya estaba bien entrada la noche cuando mi padre y yo terminamos la última captura del día. Empujamos con fuerza el bote que estaba pesado con dos redes llenas de mariscos que aún se agitaban con violencia en un vano intento de huir. Me faltaba bastante fuerza y estaba agotado por el día que parecía interminable, así que me costaba bastante ayudarle a mi padre.
No tuvimos que sufrir demasiado porque Jaewook, el hijo de nuestros vecinos, se acercó con el cabello alborotado y la piel roja hacia nosotros. Le sonrió a mi padre y luego me miró.
— Deja que te ayude, TaeTae.
Mi corazón dio un vuelco cuando su mano rozó con suavidad y de forma fugaz la mía al tomar el lado del bote por el cual yo empujaba. Me aparté dándole espacio y le agradecí con una sonrisa que tambaleó cuando él me guiñó el ojo.
Era un alfa muy dulce y agradable, además de atractivo. A mi padre le había agradado la idea de él cortejando por mi mano y a mí me parecía un buen partido. Aparte, era fuerte, amable y dedicado. Empujaron la barca con mi padre hasta que la dejamos muy lejos de la orilla. Luego tomaron las redes y se encaminaron hacia mi hogar donde mi madre nos esperaba con la cena lista.
Mi hermana se encontraba sentada en unas bancas que teníamos en el exterior donde nos dedicamos a dividir y limpiar la mercancía. Mi madre estaba a su lado, limpiando sin pestañear la segunda o tercera captura que mi padre y yo conseguimos atrapar. Taehee estaba ayudándole a dividir las libras para venderlas.
Mientras mi padre y Jaewook guardaban la otra tanda en nuestro almacén, me acerqué a mi madre y a mi hermana para ayudarles con la tarea.
— ¿Venderemos esto mañana? —Taehee preguntó mientras me sentaba a su lado y tomaba un cuchillo de mi cinturón.
— Sí —respondí—. Una pequeña parte es nuestra, para que comamos mañana en el almuerzo. El resto es para vender.
Mi hermana hizo una mueca cuando le recordé que debíamos comer pescado. No es que detestemos los mariscos, tomaban gran parte de nuestra dieta, pero a veces tendemos a aburrirnos un poco. Taehee aún más, al ser una niña aún.
En cuanto logramos terminar con esa captura, nos pusimos de pie para entrar en casa y cenar después de guardar la mercancía. Mi padre se despidió de Jaewook y él le entregó una reverencia a mi madre, y otra sonrisa a mí. Lo despedí con la mano de forma extraña, pero le susurré que nos viéramos mañana durante el desayuno.
— ¿Vas a besarte con Jaekwoo? —Taehee preguntó cuando el alfa se retiró.
— Calla, enana —le reprendí, aunque me quemaban las mejillas al pensar en Jaekwoo y yo besándonos.
En nuestras reuniones, él solía acariciar mi cabello y sujetar mi mano con timidez y respeto. Su mirada caía muchas veces en mis labios, al igual que la mía en los suyos. Jaekwoo me generaba tanta curiosidad y deseo, soñaba con frecuencia que mis labios se posaban sobre su rostro. Primero en su mejilla, luego en la comisura de sus labios y, por último, él tomaba la valentía para besarme de verdad.
Entonces yo despertaba.
Hola, ¿qué les pareció que Taehyung esté en el cuerpo de otro Taehyung, un omega? ¿Qué otras teorías pasan por sus cabezas acerca de la historia en general? Tal vez alguna coincida con lo que tengo planeado jsjsjs
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