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018

Ya casi amanecía en cuánto volvimos a la fortaleza. Mi ropa estaba de nuevo mojada porque así como salimos, entramos. Por suerte, Payasín me ayudó a subir por las cornisas hasta estar de nuevo en mi habitación. Él se despidió de mí, recordándome que debía apresurarme a contarle las cosas al emperador porque los hombres de Ro no tardarían en darse cuenta de la sangre en el piso o del cuerpo escondido.

Me cambié de ropa a la velocidad de la luz, ni siquiera sequé mi cabello y tomé la mochila antes de abrir la puerta de mi habitación. Sin embargo, me encontré cara a cara con nada más y nada menos que con el príncipe Hoseok.

— ¡Taehyung! —él exclamó.

— Su Alteza —saludé, dando una larga reverencia—. Me preguntaba si podía hablar con usted y el emperador.

— Venía a buscarte para ver cómo te encuentras. Luego podríamos hablar con mi hermano.

— No, su Alteza, no lo entiende —solté—. Es urgente lo que debo decirles.

Hoseok me miró de arriba abajo y luego mi cabello húmedo.

— Me siento bien. Se lo aseguro.

— Eres un... muy extraño omega.

Sin embargo, él miró a sus sirvientes y les ordenó que nos dirigiéramos hacia el edificio Tierra. Momo se unió detrás de mí en cuanto nos la encontramos bajando las escaleras. Ella llevaba mi bandeja de desayuno, pero al negar con la cabeza se la entregó a un guardia apostado cerca de ahí y nos siguió.

Nos subimos a los botes y llegamos al edificio Tierra en un parpadeo. Me dolía un poco el estómago porque iba a enredar a Jimin en todo este asunto, esperaba que no se enojara conmigo y que el emperador no se enojara con él por "ayudarme" a salir de la fortaleza.

Cuando llegamos, Yubin se veía sorprendida ante nuestra llegada. Sin embargo, Hoseok estaba por encima de ella, así que permitió la reunión, dejándonos pasar al enorme salón en el que Jungkook y yo hablamos. Creo que era el salón del trono, por el... pues, por el trono. No lo sé, no sé nada de realeza.

En cuanto el emperador se giró, miró de forma interrogante a Hoseok.

— Taehyung dice que quiere hablar con nosotros.

Entonces su mirada recayó en mí.

Recordé lo que Payasín me había dicho de hablarle con respeto así que me incliné e hice una profunda reverencia ante él.

— Buenos días, su Majestad.

— Buenos días, Taehyung, ¿cuál es la razón para tan temprana reunión?

Tomé una fuerte bocanada. Mejor pedir perdón que permiso, ¿no?

— Antes que nada, quisiera pedir disculpas por mi atrevimiento —comencé—. Pero era urgente, así que... Yo conseguí esto.

Tomé mi mochila y dejé caer todos los documentos sobre la mesa. Hoseok ladeó el rostro con curiosidad, mirando sin tocar las carpetas.

— ¿Qué es? —preguntó.

— Son carpetas del señor Ro...

Ambos me miraron. De hecho, toda la sala me miró.

— Yo... Fui anoche a la residencia del señor Ro, ahí hay mucha información; por eso quería hablar con ustedes. Creo que es importante que se investigue hasta a las personas que ahí trabajan.

— ¿Saliste de la fortaleza? —Yubin me preguntó de forma directa—. ¿Cómo?

— ¿La residencia del señor Ro? —cuestionó Hoseok—. Taehyung... ¿Cómo?

—- Es que...

— ¿Dónde está? —el emperador dijo—. ¿Dónde está ese lugar?

— ¿No vas a preguntarte cómo salió de aquí? —Hoseok dijo.

— Por supuesto que lo haré; pero Taehyung estará encerrado aquí, la gente de Ro no. Aún.

Sí, este hombre pensaba con inteligencia.

Así que, asentí y le di las direcciones que Payasín me dio. Yubin salió de la habitación para organizar todo, Hoseok se masajeó las sienes sin poder creer lo que estaba pasando y Jungkook tomó los archivos que había dejado en la mesa.

— Namjoon y Yoongi deben revisar esto —él murmuró.

— Yo tengo que revisar a Taehyung —Hoseok comentó—. Les informaré a mis hermanos de tus órdenes y me llevaré a Taehyung.

— No.

Los dos lo miramos.

— ¿No?

Jungkook me miró, y algo en su mirada me asustó.

— Taehyung tiene prohibido salir del edificio Tierra hasta que yo venga y explique sus acciones.

Hoseok me miró con reproche y tomó una fuerte bocanada de aire antes de asentir, darle una reverencia a su hermano y salir de la habitación. Estuve a punto de decir algo hasta que el emperador se plantó frente a mí y me sujetó del cuello.

— Deja de tomar acciones detrás de mis espaldas, o voy a tomarte como un traidor.

— Entendido, su Majestad...

Me soltó, solo para que un guardia me sujetara del brazo y me llevara hacia quién sabe dónde. Vi salir al emperador detrás de mí para unirse a Yubin, quién me miraba con una extraña mirada. Solo sé que nadie estaba contento con mis decisiones.

Y yo tenía hambre y sueño.

— ¡¿Es así cómo vives tu vida?!

Me levanté de golpe de mi silla, casi dejando caer la mesa donde se encontraba mi desayuno a medio terminar. Me limpié la boca con la manga de mi camiseta mientras Jimin entraba a trompicones, rojo como una cereza y mirándome como si quisiera aniquilarme en ese momento.

— Si sueles comportarte así, ¡normal que te hayan encontrado desmayado cerca de un arroyo!

— Su Alteza... Buenos días.

Jimin se plantó frente a mí y sujetó mi rostro. Tuve que bajar un poco la mirada porque Jimin tenía un par de centímetros menos que yo.

— ¿Buenos días? ¿Es lo único que dirás? Te escapas de la fortaleza y resulta que te has ido a meter a la boca del lobo.

— Puedo explicártelo —repliqué—. Y de hecho, necesito tu ayuda.

Me soltó, mirándome ahora preocupado.

— ¿Estás bien?

— Necesito tu ayuda, de verdad.

Eso lo dejó sin palabras. Pasaron un par de segundos antes de que alzara su mano y, con solo ese gesto, todos los sirvientes en la sala salieron, dejándonos a solas.

La sala, por cierto, era una habitación de invitados del edificio Tierra. Mucho más linda que la mía en el edificio Fuego, también más ancha y ostentosa. El guardia que me había tomado, me había echado dentro y dijo que tenía por completo prohibido salir de ahí y que la habitación tenía un baño para que no me quejara. Le pedí comida y asintió con brusquedad antes de cerrar la puerta en mis narices y echarle llave.

Creo que había pasado una hora. Tenía planeado dormirme en cuanto terminara de comer hasta que Jimin entró en la habitación.

— ¿En qué estás metido, Taehyung? Voy a ayudarte, pero no quiero que me trates como un imbécil.

Jimin tenía razón, no podía solo usarlo.

— ¿Nadie nos escucha?

— ¿Por qué crees que saqué a todo el mundo?

— Bien, gracias —tomé asiento—. ¿Recuerdas a mi salvador?

— Sí.

— Sigo en contacto con él.

Jimin perdió la cabeza porque abrió y cerró la boca varias veces antes de sentarse a mi lado, buscó mi mirada.

— ¿Cómo? ¿Tú has salido?

— Él ha entrado, en realidad.

Pasó sus manos por su cabello y sacó su abanico para comenzar a darse aire.

— Ese idiota, ¿acaso no le teme a la muerte? Jugándose la vida de esa forma...

— Se lo he dicho, pero parece que nada le importa.

— Nada menos tú —Jimin apuntó.

Me encogí de hombros y lo miré.

— Voy a explicarte todo, luego de dormir, ¿te parece? He estado toda la noche afuera.

La mirada de Jimin fue de pura indignación. Me levanté, estirando los brazos y caminando hacia la habitación donde me dejé caer en la cama.

— Si tus hermanos preguntan, tú me ayudaste a salir de la fortaleza.

— Tú, dándole órdenes a un príncipe —él bufó—. Con razón el loquito está detrás de ti.

Tenía demasiado sueño para replicarle.

Sin embargo, entre mis sueños, comprendí que Jimin tenía razón: yo dándole órdenes a un príncipe. Mi cabeza estaba aún en mi realidad, pensando que no estoy cerca de la realeza a la cual debo respetar y obedecer sin rechistar. Por mucho que Jimin o Hoseok se encontraran cerca de mi edad no significaba que yo debía tratarlos como si fueran chicos cualquiera. No eran de mi clase. Poseían sangre real corriendo por sus venas y yo debía respetarlos como se debía.

No había perdido la cabeza de puro milagro.

O quizá no.

En cuanto abrí los ojos supe que estaba en peligro. Había una pesada respiración sonando por toda la habitación que me hizo levantarme de un solo golpe. Se me escapó un grito estrangulado al ver al emperador a un lado de mi cama, mirándome sin pestañear.

Pero aquello no era lo horrorizante: si no toda la sangre cayendo desde su cabello hasta sus manos que sostenían dos cimitarras, también manchadas de sangre seca. Su armadura se veía pesada y estaba sucia por todas partes, con lodo y sangre.

— Sabías que...

Alcé la mirada para conectarla a la suya oscura y peligrosa. ¿Cómo podía alguien tan bonito verse tan aterrador?

— ¿La residencia tenía omegas secuestrados y a los cuales estaban abusando?

Los gemidos de anoche...

— No...

Su cimitarra derecha se posó debajo de mi barbilla, presionando mi garganta y me quedé helado.

— Y a ti se te ocurrió ir solo... ¿Te quieres morir, Taehyung? Puedo cumplir ese deseo ahora mismo.

Fruncí el ceño. ¡Le había ayudado! Ya estaba harto de toda esta situación.

— ¿Por qué diablos me pregunta? ¿Acaso no es usted el emperador? ¿No es su trabajo ir por la vida tomando decisiones sin importarle la opinión de la gente? —cuestioné.

Guardó silencio, así que tomé la cimitarra con mi mano desnuda y la afiancé contra mi piel. Sentí un pinchazo, creo que de mi mano o de mi cuello, no tengo idea; no podía quitarle la vista de encima.

— Solo quise ser de ayuda, ¿no están esos omegas ahora a salvo? —ladré—. Así que, adelante, máteme. No me importa nada; a usted sí que debería porque soy su caso cero, ¿recuerda?

— ¿Estás amenazándome? —gruñó.

— ¡Estoy intentando quitarle peso a sus hombros!

Soltó la cimitarra, y luego tomó mi mano para que yo soltara el arma. Sujetando mi muñeca, examinó la herida. Me di cuenta entonces de que me había abierto la palma al sujetar directamente el filo de la hoja. Rompió una parte de la sábana de la cama debajo de mí y cubrió la herida. Luego tomó mi barbilla y miró la herida que yo me había hecho ahí al forzar la cimitarra.

— ¿Quién eres tú, Kim Taehyung?

— ¿Qué tan pocas personas se preocupan por su carga, su Majestad? —murmuré.

— Es mi deber, yo lo acepté.

— ¿Está seguro de ello?

— Yo mismo maté a mis hermanos.

Vale, eso no lo esperaba.

— ¿Qué hizo qué?

— ¿Acaso no lo sabías? Solo tengo hermanos omegas porque así lo quise yo.

Y me sonrió, como si aquello nada tuviera de tétrico. Aparté la mirada, mirando mi mano vendada de forma ingeniosa y luego volví a hablar.

— Entonces, ¿qué?

— Vas a ver a Hoseok y luego me explicarás que hacías en la residencia de Ro y cómo saliste de mi fortaleza sin que yo me enterara.

— Bien.

— Buen chico.

Algo se retorció dentro de mí en cuanto él dijo. Oh, no, mierda. No me digas que ahora soy de esos. 

Me niego, me niego por completo a ello. Está bien, nunca he recibido un "estoy orgulloso de ti, hijo", de hecho, recibí un "voy a matarte con mis propias manos, hijo de puta", pero yo realmente no puedo y no debería sentirme contento ni cálido cuando me ha llamado "buen chico". Es un trauma, no debería volverse mi fetiche.

— ¿Es su sangre?

— Más de ellos que mía —él dijo, apartándose de mí.

— ¿Los mató?

— Ninguno de ellos merecía seguir de pie —fue su vana respuesta y se fue, sin más.

Hoseok entró un segundo más tarde y me miró con cierto reproche.

— Mi hermano me ha dicho que ya estabas despierto; vine a verte antes, pero estabas tieso como una piedra.

— Hay algo que debo confesarte —dije irguiéndome un poco más en mi lugar.

— ¿Más? —Hoseok se veía en realidad muy agobiado.

De hecho, comenzaba a tener ojeras y me pregunté qué tanto lío le estaba causando. Y qué líos le causaría ahora a Jimin. Realmente, ¿cómo pasé a ser un cero en la izquierda en mi anterior vida y ahora provocarle problemas a media familia real? Nunca entren a su cómic favorito, amigos, nomás serán un estorbo.

— Sí, perdón.

— No, no pidas perdón, ¿qué hiciste ahora? —cuestionó, con los brazos en jarras.

— No siento a mi lobo.

Hoseok corrió hacia mí, mirándome con muchísima preocupación.

— ¿Qué estás diciendo? ¿Por qué tu mano y tu cuello están sangrando?

— Traté de transformarme y hace un rato tu hermano me amenazó de muerte.

— ¿Por qué cada palabra es peor que la siguiente?

Sacudió su cabeza y me hizo levantarme.

— Vamos a curarte esto y tienes que explicarme lo de tu lobo. Jungkook tiene que esperar porque tengo muchas cosas que decirte.

— ¿Buenas o malas?

— No lo sé...

Malas, entonces.

Estoy llorando porque a partir de aquí Payasín saldrá menos y yo lo amo mucho :c

En fin, besitos.


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