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015

La comida estaba deliciosa. Tenía demasiada hambre porque no había cenado ni desayunado: Momo incluso tuvo que pedirle al guardia que me trajera otra ración.

Estaba terminando una extraña, pero muy deliciosa sopa antes de que el príncipe Jimin entrara a mi habitación. Él se sentó frente a mí, tomó mi mano y me miró comer hasta que terminé. Me limpió él mismo las comisuras de mi boca con una servilleta de tela.

— Tú realmente tienes suerte —él me dijo.

— ¿Me desmayo y dices que tengo suerte? —me burlé, acariciando su mano.

— No, lo digo porque te has ganado mi cariño.

Fruncí el ceño.

— Ni siquiera he hecho nada.

Jimin apoyó el codo de la mano libre sobre la mesa, y su rostro sobre su palma.

— Me gusta como te diriges a mí: o tienes mucha confianza o no le tienes miedo a ofender a la familia real.

— O soy un ignorante —añadí con honestidad—. Yo voto por esa.

Jimin soltó una carcajada y me uní a ella con una sonrisa de labios cerrados. Momo se acercó para retirar los platos sucios con la bandeja y se retiró sin decir más. Jimin y yo nos quedamos solos, su risa murió poco a poco hasta mirarme fijamente.

— Me asustaste.

— Yo también estoy asustado —solté.

— ¿Qué te dijeron? Hoseok trató de calmarme diciendo que necesitas descanso, pero no le creo. Hay más, ¿no?

— ¿Quién tiene más poder? ¿Tú o Hoseok?

— Dios mío, no mentías cuando dijiste que eres ignorante —él replicó, antes de responder—. Hoseok. ¿Por qué la pregunta?

— Entonces no voy a decirte nada, podría meterme en problemas.

Jimin se echó hacia atrás en la silla, soltando mi mano y golpeando la mesa con el ceño fruncido. Sin embargo, sus labios se estaban torciendo así que supe que realmente no estaba enojado. Me reí ante su pequeño berrinche y él soltó un quejido largo antes de dejar caer su cabeza en la superficie.

— No puedes hacerme esto, Taehyung —su voz se hizo pequeña, como un niño—. Soy el príncipe más mimado, ¿entiendes? No puedes decirme que no y esperar que no me muera.

— Dramático —acusé, pero me estaba divirtiendo.

Jimin tenía esta presencia y personalidad que me agradaba demasiado. No lo conocía del todo y estaba, por completo, seguro que no estaba mintiendo al decirme que era el príncipe más mimado: tenía un rostro seductor, pero adorable a la vez con unas mejillas suaves y apretables. Su sonrisa era encantadora y su risa contagiosa. Tenía la piel limpia, brillante y admirable. La confianza que poseía sobre sí mismo podría, una pequeña parte, ser gracias a su título y ser el consentido, pero el resto provenía en que él sabía que era hermoso. Hermoso de verdad.

— Culpa de todo el país.

— ¿Eres el omega más codiciado?

— Uno de ellos —él aseguró, alzando la cabeza—. De verdad, pareciera que has vivido en una cueva: sin modales y perdido en la luna acerca de tu país.

Mi país.

Yathor no era mi país. Pero ¿lo había sido Corea del Sur? Nunca me hubiesen aceptado ahí. Incluso los cómics que yo leía tenían mil veces más apoyo del público extranjero que del nacional.

— Sí, soy un ermitaño.

— Dime qué pasó —él volvió a insistir—. Hoseok no tiene porqué saber que me lo dijiste.

— ¿Por qué no querría que te lo dijera?

— Hoseok cree que soy demasiado sensible —Jimin dijo rodando los ojos—. Pero soy fuerte: no dejes que mi agraciada apariencia y mi cabello perfecto te engañe.

Él realmente tenía un cabello perfecto: mechones rubios, lacios y sedosos, manejables como comercial de champú. Jimin había nacido con los cabellos dorados y se había apropiado totalmente de ellos.

— Bien. Pero yo no dije nada, ¿de acuerdo? —respondí y él asintió con fervor.

Decidí contarle todo, desde que desperté con la señora P'i hasta cuando el señor Ro intentó abusar de mí y luego venderme a Payasín. Cuando llegamos a esa parte, Jimin se quedó visiblemente pálido. Tomó agua de la copa a su lado y tomó una fuerte bocanada de aire antes de masajear sus sienes.

— ¿Jungkook sabe acerca de este... salvador?

— Por desgracia, sí.

Jimin me miró extrañado.

— ¿Por desgracia?

— Ahora tu hermano quiere matarlo.

Jimin bufó, echando su cabello hacia atrás en un movimiento veloz de su cabeza.

— No me sorprende —su sonrisa se volvió torcida—. Mi hermano cree que la justicia sólo debe realizarse bajo sus términos; si hay algún loco allá afuera haciendo lo que le corresponde a él sin informarle, va a verlo como una ofensa a su gobierno.

— Yo lo buscaría para contratarlo —comenté y luego pensé en todo lo que dijo—. ¿Acabas de decir que la justicia solo se realiza bajo sus términos?

— Sí.

— ¿No es eso peligroso? De hecho, hay un anime que explica eso.

— ¿Un qué? —Jimin soltó mirándome como si tuviera dos cabezas.

— Quiero decir que no parece muy imparcial o justo si tu hermano es el único que decide quién vive y quién no, ¿no debería haber leyes aprobadas por algún consejo?

— Hay de esas leyes. Pero mi hermano tiene su propio juzgado: ahí solo llegan los grandes criminales.

Alcé ambas cejas y decidí dejar mis comentarios de lado.

— No quiero que lo mate.

— ¿Lo conoces?

— No es eso —no iba a contarle a Jimin acerca de él, nadie podía saber de nuestras reuniones—. Me salvó y si no lo hubiese hecho, yo cargaría un trauma muy grande.

— Pero no sabemos cuáles son sus intenciones, Taehyung.

Me armé de valor para contarle acerca de mi... orgasmo. Jimin se puso violentamente rojo mientras le relataba lo sucedido, y yo me estaba muriendo de la más pura y cruda vergüenza, pero necesitaba que entendiera que Payasín pudo haberse aprovechado de mí en ese momento, sobre todo conmigo pidiéndole que me mordiera.

— ¿Le pediste que te mordiera?

Jimin tenía la boca muy abierta y algo me dijo que a Hoseok no le agradaría para nada esa expresión.

— ¿Es muy malo?

— No es que sea malo —él pareció recomponerse—. Solo muy, demasiado, íntimo. Quizá no iba a ser una marca como tal, te habría calmado, pero aún así...

— ¿Como un beso?

— Como un beso con lengua, diría más bien: yo no dejaría que cualquiera me metiera la lengua. Donde sea.

Su rostro estaba muy serio y estallé en risas. Él me siguió, y se cubrió la cara con un abanico que se sacó de la nada. Bueno, seguramente no de la nada, pero estaba riéndome tan fuerte que no noté de dónde lo tomó.

— ¡Hoseok se moriría si escuchara esta plática! —Jimin dijo entre risas.

— ¡Estábamos hablando de bocas y luego tú...!

— ¡Estábamos hablando de tu salud y de pronto mencionas a un sujeto al que usaste como juguete sexual! —me interrumpió él—. ¡Junto a un cadáver!

Volví a explotar de risas, sintiendo que me quedaba sin aire y no sé cuánto tiempo nos tomó calmarnos, solo sé que tuvimos un par de pausas en las que nos miramos y eso era suficiente para volver a reír. Me sentí vivo, después de tanto.

Jamás me había reído de esta forma con alguien que no fuera mi hermana, y tampoco habían sido tantas veces: a mi padre no le gustaba que hiciéramos tanto ruido. Los golpes que daba a las paredes nos hacía callar de forma repentina y mataba por completo nuestro humor, y de pronto los dos nos íbamos a nuestras respectivas habitaciones, fingiendo que nada había pasado.

Perdí un poco la diversión en cuanto recordé eso.

Siempre hubo tanto silencio en mi hogar. Tanto que se me encogió el corazón al pensar que mi hermana ahora se encontraba sola lidiando con mi padre. Nunca había sido sencillo con él. Era demasiado impredecible

— Pues eso —dije, aclarando mi garganta—. Que me obligó a tomar una píldora y tenemos la teoría que convierte a los omegas en recesivos.

A Jimin se le borró la sonrisa y su aroma se amargó un poco.

— Pero mi hermano está buscando una cura, ¿no es así? Estarás bien.

— Tu hermano está analizando la píldora por el momento, pero tomará mucho tiempo —dije—. De cualquier forma, estoy listo para lo que sea, Jimin. Incluso si termino siendo un recesivo, estaré bien con eso.

— Pero lo más seguro es que no tengas cachorros.

— Nunca he pensado en tener hijos.

O parirlos, viniendo al caso.

— Ayudaré en todo lo que sea posible; solo quiero que esta pesadilla acabe para esos omegas, ellos y los que se encuentran bajo las garras de la señora P'i.

Jimin estuvo conmigo durante toda la tarde; me llevó a uno de los pocos puentes que la fortaleza tenía y su arquitectura era espectacular porque poseía arcos altos, antiguos y aunque había algunas partes destruidas, la naturaleza se había apropiado de ellos, cubriendo las grietas y las imperfecciones con sus bellas hojas y flores.

Este lugar jamás dejaría de sorprenderme.

Jimin y yo conversamos por ratos de pie, mirando el agua y por otros sentados en una de las bancas de piedra que ahí se encontraban. Los sirvientes, Momo incluída, se mantuvieron al inicio del puente, lejos de nosotros. La compañía de Jimin era muy agradable, me sentía cálido cuando él se encontraba cerca.

Pero ni eso calmaba mis ansias.

Me sentía en el limbo sin Hoseok o el emperador llamándome para darme cualquier información. Me sentía impotente de estar sentado disfrutando de las conversaciones de un mimado príncipe en lugar de estar ayudando.

Incluso Payasín estaba investigando.

— ¿Te habría gustado ser emperador? —pregunté de pronto, recordando la pregunta de Chunja y cómo Yehjin se había sentido ofendida ante la idea de ceder su derecho por ser una omega.

— Es mi sueño —Jimin confesó y lo miré curioso—. Sin embargo, es un alivio que yo no sea el emperador.

— Acabas de decir que es tu sueño...

— Tengo muchos sueños —dijo él con una sonrisa—. Pero no porque sea mi sueño signifique que yo esté hecho para ello, ¿entiendes? No podría hacer el trabajo que mi padre hizo o mi hermano está haciendo, lo veo a él y me doy cuenta que esa responsabilidad es demasiado para mis capacidades. No es mi fortaleza, y estoy bien con ello.

— ¿Seguro?

— Por supuesto —luego cuadró los hombros—. Además, Jungkook de vez en cuando me deja jugarle al emperador.

— ¿Sí? —cuestioné con una sonrisa.

— ¡Sí! A veces me llama y me dice: Jimin-ah, voy a organizar un baile, pero soy pésimo para eso, hazlo tú.

— ¿Y lo organizas?

— Todo el mundo me obedece —soltó entusiasmado—, incluso Jungkook, y los bailes quedan espectaculares.

— Estoy seguro de ello.

— El próximo mes tendremos una pequeña ceremonia, ya verás que buen trabajo hago.

— ¿Crees que siga aquí?

Jimin frunció el ceño y golpeó mi hombro con suavidad con su abanico.

— No te vas a morir, Taehyung —su rostro se alarmó—. ¿Te sientes mal?

— No me refería a eso. Me refiero a seguir aquí en la fortaleza.

El príncipe miró el agua debajo de nosotros, guardando el abanico en su manga y ladeó el rostro.

— ¿No te gustaría quedarte?

— Siento que no estoy ayudando en nada.

— Iba a buscarte el trabajo, en serio —él dijo con honestidad—. Pero Hoseok me dijo que no era prudente someterte a presión ahorita y no lo entendí; pensé que trabajar mantendría tu mente ocupada y más tranquila, pero con lo que me dijiste acerca de tus feromonas, comprendo la preocupación de Hoseok.

— Supongo que solo me queda esperar.

No tuve que esperar demasiado.

Momo me hizo compañía durante la cena a petición mía. Incluso pedí doble ración para que ella comiera conmigo: nos habíamos sentado en el suelo y habíamos hablado de su familia. Decidí pedirle consejos de cómo dirigirme a la familia real, pensando en lo que me había dicho Payasín: tenía razón, debía tener cuidado con el emperador.

Cuando ella se retiró con las bandejas, me dirigí al baño para limpiarme el rostro, los dientes y las manos. Escuché un crujido fuera y supe que él se encontraba fuera.

Salí con mi pijama en mis manos y lo miré mezclarse con la oscuridad de mi dormitorio antes de mostrarse en la luz de mi comedor. Llevaba una maleta sobre su hombro y lo miré curioso.

— ¿Cómo se siente? ¿Sin desmayos?

— ¿Hoy no estuviste vigilándome? —pregunté.

Él negó con la cabeza y me ofreció la maleta:

— Estuve investigando lo que me pidió.

Dejé mi ropa sobre una de las sillas del comedor y tomé la maleta que me ofrecía. La abrí sobre el comedor y noté que había unas botas, ropa negra y una máscara.

— ¿Qué es todo esto?

— Si me dice que se siente bien, necesito que me acompañe.

— ¿Qué te acompañe? ¿Dónde?

— La casa de Ro.

Alcé las cejas y solté un silbido: el hombre no perdía el tiempo. Tomé la ropa de la maleta, revisándola con curiosidad antes de sacar la máscara y fruncí el ceño al ver que era muy infantil y tenía forma de conejo.

— ¿Un conejo? —pregunté, haciéndome el ofendido.

— Teniendo en cuenta que un día estará saltando sobre mi pene.

Asesté un golpe con la máscara dirigido hacia su pecho, pero él se lanzó hacia atrás antes de que siquiera yo moviera mi brazo y le saqué la lengua.

— ¿Qué te hace creer que estaremos en esa posición? —sin embargo, quise seguirle el juego—: no tengo tanta fuerza en las piernas.

— Me encargaré de que las entrene, entonces.

Rodé los ojos y tomé la ropa para ir a cambiarme al baño al recordar que ambos éramos hombres, pero yo era un omega. Qué loco.

Me sorprendió que la ropa me quedara como anillo al dedo; se ajustaba a mi figura sin necesidad de asfixiarme. Era un traje completo con las mangas y los tobillos en forma de campana, me sentía un poco gracioso hasta que me puse la capucha y la máscara y me di cuenta de que era un disfraz muy efectivo.

Salí del baño con un salto y lancé un puñetazo al aire que quedó cerca del hombro de Payasín.

— ¿Qué tal? —pregunté.

— Permita que le corrija la posición de la mano.

Asentí, así que él tomó mi mano, colocando mi dedo pulgar sobre el resto y me indicó que mantuviera la muñeca recta, golpear con los primeros dos juegos de nudillos y mantener los codos cerca de mi cuerpo. Me puso un par de guantes y me miró fijamente.

— La casa está intranquila. Al parecer Ro tenía una mano derecha que ahora se encuentra tratando de lidiar con los problemas económicos ahora que la fuente de ingreso fue desmantelada por el emperador. Aún así, tienen ingresos de otros negocios —me explicó—. La diferencia es que no son tan fuertes como el que recibían del prostíbulo. Necesitamos averiguar si esos negocios, que estoy seguro son ilegales, están relacionados con la señora P'i.

— Bien, pero... ¿por qué quieres que vaya contigo?

Teniendo en cuenta de que yo había nacido en un mundo, por así decirlo, pacífico: no tenía mucha experiencia en peleas o armas. Yo podría haber hecho mi servicio militar desde antes, pero había querido concentrarme en la universidad y hacerlo luego de graduarme. En pocas palabras, podría no serle de utilidad a él.

— Porque la información la entregará al emperador, ¿no es así?

— Por supuesto, la señora P'i tiene que pagar y todos los que estén en este negocio.

Su silencio me perturbó, sobre todo porque apretó un poco mi muñeca.

— Si usted me lo pidiera, yo podría matarla en un cerrar y abrir de ojos. No necesita al emperador o a Yathor, conmigo es suficiente.

— No, la muerte es muy piadosa con todo lo que ha hecho.

Un brillo extraño se instaló en su mirada y su aroma se intensificó antes de asentir, soltando mi muñeca.

— Entonces, venga conmigo.

— Perfecto —sonreí, sintiendo de pronto mucha emoción.

Nos vemos en la próxima actualización.

Los amo, abejitas. 


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