
013
— ¿Qué es todo esto, joven?
Momo dejó la bandeja de comida cubierta sobre el comedor; ella se estaba refiriendo al desorden de joyas y ropa en el suelo. Dejé el libro a un lado antes de comenzar a recoger lo que pude hasta que Momo me ayudó a toda velocidad.
— No las quiero, ¿te gustaría repartirlas con el resto de los sirvientes? —miré las joyas—. Supongo que tendrán algún valor; pueden venderlas o quedárselas.
— Pero son joyas y piezas muy lindas —ella dijo, apreciando los objetos en sus manos con los ojos muy abiertos—. ¿Está seguro que no las quiere?
— No, no las quiero —aseguré—. Además, es una forma de agradecerte que me estés cuidando.
— Usted es muy amable, joven —ella sonrió.
Luego de repetirle que no tenía problema con que se llevara las cosas, ella desapareció con la caja que me trajo y comencé a almorzar hasta que me di cuenta de que no le había dado los libros. Los aprecié un momento en silencio y decidí que los dejaría en la biblioteca del edificio hoy cuando Momo me llevara.
Jimin entró a mi habitación luego de llamar a la puerta y le ordenó a los sirvientes detrás de él que se llevaran los platos sucios mientras me parloteaba acerca de mostrarme su habitación. Sonreí con verdadera felicidad cuando él tomó mi mano. Necesitaba dejar de pensar tanto: el payaso no se iría, desafiando al emperador Jeon y yo no puedo hacer nada para detener ni a uno ni a otro.
Sin embargo, mientras caminaba al lado de Jimin y bajabamos las escaleras me surgieron muchas preguntas.
Me llevó por otra puerta y casi me desinflo cuando descubrí que este palacio estaba lleno de más escaleras. Nada extraño que todos estuvieran tan radiantes: hacían ejercicio todos los días.
— Jimin...
Jimin aplastó su mano sobre mi boca y me miró alarmado.
— Joven Taehyung —dijo con una amable, pero forzada sonrisa—. Debes tener cuidado en cómo se dirige a mí cuando estemos en público.
Cierto.
Asentí y él apartó su mano no sin antes acariciar mi mejilla y mi hombro, como si estuviera arreglando arrugas de mi ropa.
— Su Majestad.
Jimin alzó la mirada de nuevo, alarmado, y apretó los labios con fuerza, pero entendí que quería explotar en risas.
— Joven.... Taehyung —él dijo, conteniendo la risa—. Su Alteza, ¿sí?
¿Cuál era la diferencia?
— Su Alteza, tenía una duda.
Jimin se recompuso, asintiendo con los ojos cerrados.
— ¿Qué se supone que haré en la fortaleza?
Mientras caminábamos, Jimin recibió múltiples reverencias profundas de todas las personas que nos encontrábamos. Era interesante como la fortaleza podía considerarse un pequeño pueblo dentro de la gran nación: había muchos sirvientes, pero miles de guardias, cada uno con los ojos bien abiertos y bien erguidos sobre sus dos fuertes, entrenadas y firmes piernas.
Sus uniformes eran interesantes: trajes negros completos con armaduras, botas altas y con plataforma, cinturones con múltiples cuchillos y dos espadas, algo similar a un arco sobre sus espaldas y una máscara sobre sus rostros para proteger sus identidades y a sus familias.
— ¿Qué quiere decir?
— Todos ayudan en algo dentro de la fortaleza. Sé que no me quedaré mucho tiempo, pero me gustaría hacer algo más que quedarme encerrado en mi habitación.
Jimin me dio otra sonrisa, una mesurada, elegante y bonita.
— No quiero que me malinterprete, pero me gusta compartir con usted, joven Taehyung —él comentó con dulzura—. Tal vez podría conseguirle un trabajo, uno pequeño... Uno que no le quite tanto tiempo libre para compartir conmigo. Algo encontraré, pero debe ser paciente.
— A mí también me gusta compartir con usted, su Alteza —me encogí de hombros—. Es solo que no quiero ser un estorbo.
— Nadie lo juzgaría, joven —Jimin dijo con seriedad—; has sido rescatado de una situación dolorosa y que a cualquiera lo dejaría con pesadillas el resto de sus vidas.
— No pasó a más... El desconocido me salvó y luego ustedes llegaron...
— Aunque ese criminal no te haya abusado sexualmente, no significa que no te haya agredido: fuiste sometido a la voz de mando y luego drogado. A nadie le molestará que te tomes un tiempo: lo entenderán.
La voz de mando.
Es verdad.
¿Cuántos detalles estaba olvidando? Bueno, no podía culparme porque habían sucedido tantas cosas como para recordar todo.
Pero ahora lo hago; estuve tan confundido de que mi cuerpo no reaccionara como yo se lo ordenaba cuando el señor Ro me acorraló en el coche. Y luego en el baño. Su voz no sonaba diferente, ni más fuerte ni lo que sea, pero tenía mayor poder. Violencia incluso. Me sentí tan vulnerable, tan expuesto y tan dispuesto a obedecerle solo para... Sobrevivir a él.
Jimin tenía razón: era un tipo de abuso. Mi cuerpo dejó de sentirse mío, su voz como una soga en todas mis extremidades, nublando mis pensamientos y dejándome inmóvil. Me había privado de mi libertad y voluntad, y había sido horrible.
Y, ahora, siento mucho miedo, como si el recuerdo se hubiese liberado. Quizá la presencia del payaso, de los príncipes y el emperador había nublado ese recuerdo. Estaba también muy concentrado en acusar a la señora P'i, en salvar a los otros omegas. No había pensado en mí.
Había un extraño vacío en mí, mezclado con repugnancia, terror y paranoia. Me sentí mareado de un momento a otro, así que me detuve en seco.
— ¿Joven Taehyung? — uno de los sirvientes detrás de nosotros cuestionó.
Jimin se detuvo ante ello, girando sobre sus talones y mirándome preocupado.
— ¿Qué sucede?
— Su Alteza...
Abrí los ojos y me encontré en una habitación oscura.
Me tomó cinco segundos para comprender que estaba en mi habitación. Cinco segundos cuando el aroma a rosa amaderada y bergamota se hizo presente en cada rincón del lugar. El vacío que sentí antes estaba ausente. Me senté en la cama, y una toalla húmeda cayó de mi frente a mi regazo cubierto por las sábanas.
— ¿Dónde estás? —cuestioné, al aire.
Pero él se materializó en una pared donde la luz de la luna o de los farolillos fuera no tocaba. Lo miré fijamente mientras se acercaba a mi cama, sus pesadas botas moviéndose con sigilo. Su cuerpo estaba tenso, sus puños apretados y su espalda rígida.
— ¿Cuánto tiempo llevas ahí?
— Desde el momento en que te desmayaste.
Supuse que eso había sucedido. Sonreí con algo de diversión, porque parecía que los desmayos y yo ahora éramos amigos cercanos. Sin embargo, mi alegría se esfumó ante sus palabras.
— ¿Estabas cerca?
— Siempre lo estoy.
— Había muchos guardias —le reproché—. ¿Tan poco temor le tienes a la muerte?
— ¿Por qué debería temerle a la muerte? —él cuestionó, su voz baja—. Es una verdad. Yo no le temo a la verdad.
— Entonces, ¿a qué le temes?
Palmeé la cama, doblando mis piernas en una pose de loto.
— ¿Cómo te sientes? —preguntó, en cambio.
— No muy bien si te estoy invitando a sentarte en mi cama cuando acabas de decirme que me vigilas.
Vi sus hombros caer y sus manos soltarse antes de tomar asiento frente a mí en el espacio que le hice.
— ¿Qué clase de omega eres, amo? —preguntó con total curiosidad.
— Uno recién hecho.
Lo solté con una sonrisa, aunque no estaba bromeando. Sin embargo, él no podía saberlo. En realidad, supongo que no puedo contárselo a nadie, este pequeño y loco secreto mío.
— No deberías dejar que me acerque de esta forma.
— ¿Por qué?
— Es demasiado íntimo sentarse en la cama de un omega que no te pertenece —él soltó.
Fruncí la nariz e hice una mueca de asco. Él ladeó su rostro.
— ¿Qué fue eso? —dijo, algo ofendido.
— Eso de "me pertenece" solo sirve en libros, señor.
— Yo te pertenezco, a mí me sirve eso.
Medité sobre ello antes de tomar una decisión.
— Si tanto me perteneces —susurré—, entonces déjame pedirte algo.
Esas palabras parecieron tocar botones en él, porque se inclinó hacia mí y bajó la cabeza. Alcé mi mano y luego de pensarlo dos segundos, la posé sobre su cabeza. Con suavidad y duda.
— No te acerques a mí si la familia real está a mi alrededor —le pedí con la boca seca—. No sé quién eres, pero creo que has dejado tu vida en mis manos y no quiero cargar con la culpa de tu muerte. No soy tan valiente.
No dijo palabra, pero observé cómo tomaba una fuerte respiración antes de asentir con firmeza. Aparté mi mano y la dejé en mi regazo.
— ¿Sabes qué dijeron cuando me desmayé?
Él alzó de nuevo la cabeza y me explicó en pocas palabras que los sirvientes de Jimin fueron lo suficiente veloces para sostenerme incluso antes de que mis piernas fallaran del todo. Me llevaron a un diván cercano y llamaron al príncipe Hoseok para que me socorriera. Hoseok declaró que me había desmayado de la impresión, pero...
— Tengo mis dudas.
Solté un suspiro antes de dejarme caer de nuevo sobre las almohadas y cerré los ojos antes de hablar.
— Te escucho.
— El príncipe Hoseok parece tener cierto aprecio por ti —él comenzó—. Se veía muy preocupado aunque le aseguró al príncipe Jimin que estarías bien, que solo necesitabas descanso. Cuando el príncipe Jimin se retiró, el príncipe Hoseok habló con sus ayudantes diciendo que necesitaban revisar tu útero de nuevo. Y así lo hicieron.
— Voy a ignorar por completo el hecho de que seguramente viste mi abdomen —comenté, aún con los ojos cerrados—. ¿Pero?
— No miré su abdomen; no estaba tentado.
— Creo que ahora siento mi orgullo omega ofendido —dije, mirándolo ahora.
— Estaba preocupado por usted, ¿cómo podría verlo con lujuria cuando estaba vulnerable?
Me reí, complacido y coloqué las manos en mi estómago para mirarlo desde mi lugar.
— Lo has arreglado, payasín. Muy inteligente.
Él negó con la cabeza, pero su aroma se intensificó así que lo tomé como una buena señal.
— Entonces, —retomé— ¿pero...?
— Más allá de esas manchas verdes en su útero, todo está perfecto. Sin embargo, yo no había notado un gran detalle y supongo que usted tampoco, porque estoy seguro que es algo que al príncipe Hoseok le encantaría saber.
— ¿Qué?
— No tiene aroma.
Fruncí el ceño, y volví a sentarme. Lo miré a los ojos.
— Sí tengo...
— Lo tenía: cuando Ro lo subió al ascensor, usted expulsó muchas feromonas en un intento de persuadirnos a nosotros dos para dejarlo en paz. Incluso mientras yo me encargaba de Ro, su aroma estaba por toda la habitación. Cuando usted se liberó con mi cuerpo —me sonrojé furiosamente ante eso, pero mantuve intacto mi rostro—, aún tenía aroma.
Miré mi regazo, sin entender su preocupación: el emperador Jeon no tenía aroma. ¿Por qué se preocupaba de que yo no tuviera? ¿O es porque se había esfumado de un día para otro?
— ¿Es eso grave?
— Usted no es un omega recesivo.
Omega recesivo.
Busqué, hasta diría con violencia, en mi mente aquel término. Un omega recesivo tiene feromonas inestables y, o son infértiles o la probabilidad de embarazarse y llevar a término el embarazo es mínima. El aroma es el resultado de las feromonas...
— ¿Crees que me estoy convirtiendo en uno? —le pregunté.
— Mi teoría es que ese es el objetivo de la píldora: si pude rescatarte, fue porque tu aroma era el único ahí.
— ¿Qué quieres decir?
— El emperador Jeon y sus guardias entraron al edificio mientras usted y yo estábamos arriba, fue por eso que tuve que noquearlo. Ellos entraron porque ya tenían la sospecha de que ese edificio era un prostíbulo. Sin embargo, la razón por la que el negocio pasó tanto tiempo desapercibido es porque no detectaban aromas de omegas.
Medité en sus palabras y en la información que conocía.
— El aroma se intensifica ante las emociones fuertes o sucesos traumáticos... Es decir, que los omegas dentro estarían expulsando feromonas muy penetrantes y elevadas, ¿no es así?
Él asintió, así que proseguí con mi teoría.
— El edificio debía apestar a terror y pánico.
— Pero no lo hacía.
— ¿Las píldoras? Los mantenían drogados —terminé.
— Sí, pero eso no es suficiente.Durante un celo, es imposible controlar las feromonas: la píldora lo forzó a tener un celo artificial. Sus feromonas estaban por todas partes en la habitación.
— No entiendo a qué quieres llegar...
— Generalmente, en este tipo de negocios, los proxenetas mantienen bajo supresores a los omegas en cantidades industriales. El resultado final es nada más y nada menos que la destrucción del ciclo hormonal de los omegas y con ello, su fertilidad. Sin embargo, esto no significa que pierdan su aroma o que no puedan recibir una marca. Es demasiado inasequible pagar por tanto supresor, así que los reservarán para la época de celo.
Mi corazón se hizo pequeño, y el estómago se me cayó a los pies cuando comprendí lo que quería decir.
— Pero si todos los omegas fueran recesivos...—lo miré a los ojos— No habría marcas, embarazos, celos o feromonas... Ni gastos en supresores...
— La pregunta es... ¿es suficiente una sola píldora?
Ahora entendía su preocupación: yo había tomado la píldora. Píldora la cual ni él, ni yo, ni mucho menos el gobierno tenía idea de dónde venía ni de qué estaba compuesta. Píldora de la que se desconocía sus efectos a corto y largo plazo. Píldora la cual se encontraba dentro de mí aún.
— ¿Qué debería hacer...?
Me encanta leer sus teorías, corazones. No saben lo encantada y feliz que estoy con esta historia, se siente tan refrescante escribirla.
Por cierto, ¿les agrada Taehyung? No estoy acostumbrada a escribir en primera persona, por lo que no sé si les agrada Taehyung, después de todo, lo que ustedes saben solo es lo que él sabe.
Voy a avanzar el capítulo 14, pero no estoy segura si puedo publicarlo este fin de semana. Besos.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro