010
Jimin me miró con un puchero, a punto de decir algo al parecer, pero Hoseok se adelantó.
— Podrás hablar con él mañana: ahora está resolviendo otros asuntos. Deja que te mostremos tu habitación y que uses ropa más cómoda.
No había nada por hacer: yo no era nadie en ese palacio. De hecho, no era nadie en esta realidad; no tenía pasado, familia o dinero. No generaba yo ni huella ni impacto en absolutamente nada. Estaba actuando con mucha osadía. Lo hecho está hecho; he condenado a mi salvador aún si no estoy seguro de que sea una buena persona. Ahora la mira estaba sobre él.
— Está bien, gracias.
Seguí detrás de ellos, subimos dos pisos más hasta que caminamos por pasillos abiertos y me dejaron frente a una puerta grande y pesada de madera oscura. Los sirvientes abrieron la puerta para los príncipes y yo entré detrás de ellos: me quedé congelado ahí mismo.
La habitación estaba dividida en dos salas: en una estaba un pequeño comedor y un par de sillones y en la otra se encontraba una cama que se veía muy cómoda rodeada de plantas y libros. Sin embargo, eso no era lo más maravilloso de la habitación: lo increíble era el enorme ventanal circular que dejaba entrar no solo luz natural a diestra y siniestra, si no que también te permitía ver una preciosa vista del lago donde todos los cuerpos de agua en la fortaleza desembocaban.
— ¿No es preciosa? — Jimin me preguntó.
No tuve tiempo para responder porque él tomó mi mano y me llevó por toda la habitación apuntando cosas y explicando cada una de ellas. Hoseok se quedó en uno de los sillones mientras yo recibía el tour hasta que me dejaron frente al armario junto a mi cama y Jimin sacó varias prendas para que yo pudiera escoger qué ponerme.
Una vez vestido, Jimin y Hoseok me llevaron a recorrer el resto del edificio y tuve que dar varias reverencias a cada soldado que nos encontrábamos pasillo a pasillo. No era ninguna sorpresa: ya me habían dicho que este era el edificio donde la mayoría descansaba. También conocí a un par de sirvientes, aunque no recuerdo sus nombres o sus rostros, todo pasó demasiado rápido.
Hoseok tuvo que retirarse un momento después: descubrí que es el médico principal, se encarga de cerciorarse que todos en el palacio se encuentren bien de salud y se dedica a educar a sus discípulos.
Además, mencionó que tenía que preparar un medicamento para mí. La píldora de "celo" que el señor Ro me hizo tomar es una píldora no testeada y aprobada por ningún ministerio de salud en el planeta. Es decir, que se fabricó de forma ilegal y no se sabe que riesgos o efectos secundarios me ha generado y que necesita revisar mi salud de forma constante.
No siento nada extraño en mí, pero eso no asegura nada, así que por ahora tendré que seguir las indicaciones de Hoseok hasta que no haya nada por lo que preocuparse.
Jimin se quedó conmigo y debo admitir que su aroma a rosas me ayudó a relajarme. Su risa y su personalidad tan magnética y coqueta me reconfortaron.
— Si Hoseok es el médico de la familia, ¿tú que haces?
Escuchar el jadeo de los sirvientes me hizo darme cuenta de la imprudencia en la pregunta.
Jimin me miró fijamente.
— Lo siento, no quería sonar ofensivo... Yo...
Él comenzó a reírse de forma escandalosa y luego se cubrió la boca.
— Ah, mereces pena de muerte, Taehyung-ah —él aseguró—. Pero como pareces de otro mundo, y me agradas, voy a dejarlo pasar.
— ¿De otro mundo? —cuestioné, nervioso.
Alzó su pequeña mano, que era tan bonita y delicada como él.
— Primero, no sabes quién soy —bajó un dedo por cada cosa que mencionaba—. Segundo, no te diriges a Hoseok y a mí como príncipes, no usas ni un solo honorífico. Y tercero, tu forma de actuar no parece de aquí. ¿Vienes de otro país acaso?
Me di cuenta de que tenía razón: había estado tratando a dos príncipes como si fueran mis compañeros de clase. Tenía mucha suerte de que ellos recordaran que acababa de salir de una situación peligrosa y oscura. Sin embargo, Jimin tenía razón: merecía la pena de muerte.
— ¿De dónde eres, Taehyung?
— De aquí, supongo.
— ¿Supones? —Jimin se veía extrañado.
— Es solo que... No recuerdo nada desde que desperté en la casa de la señora P'i.
— ¿La señora P'i?
— Sí, la mujer que me vendió al señor Ro.
— Oh, esa arpía —Jimin frunció el ceño—. Todo eso tienes que decírselo a mi hermano, ¿entiendes?
Jimin se inclinó hacia mí.
— La razón por la que el resto del país no sabe tu caso y lo del prostíbulo del señor Ro, es para evitar que esa mujer salga huyendo.
— ¿Llevan tiempo buscando a la señora P'i? —cuestioné.
— Sí; mi hermano está obsesionado con esa mujer. Bueno, en realidad, hasta ahora, no sabíamos que era una mujer —Jimin comentó, con la mirada perdida—. Jungkook es alguien muy controlador con respecto al país: ese hombre no puede dormir tranquilo sabiendo que alguien está actuando a sus espaldas, sobre todo, de forma tan inmoral y asquerosa. Hace un par de años que descubrió esta situación y ha ido desmantelado en silencio prostíbulos como los del señor Ro. Sin embargo, se dio cuenta de que si no elimina el problema desde la raíz, jamás resolverá nada.
— La señora P'i tiene dinero, pero... No me parecía que tuviera más que el emperador, ¿estás seguro de que es ella el problema principal?
— Jungkook está seguro de ello. Por eso, una vez que tú le des toda la información, no habrá nadie que lo detenga: la señora P'i pagará por todo lo que ha hecho.
Jimin cenó conmigo y me habló de que él realmente no tenía un rol en la familia más que ser bonito y consentido. Así que me aseguró que pasaría mucho tiempo conmigo, si así yo lo quería. Mi respuesta fue afirmativa: él no me desagrada y necesitaba distraerme un poco.
No podía dejar de pensar en la señora P'i. Y de los omegas que se quedaron con ella. Es solo que no tenía mucho sentido: solo éramos cinco omegas en la casa, ¿cómo podía ser que ella abasteciera los prostíbulos con tan pocos omegas? No es que le quite responsabilidad; por supuesto que merece un castigo, enfrentar las consecuencias de sus horribles actos, pero aún así...
Jimin se fue cuando su sirviente le recordó que debía seguir su rutina de belleza antes de dormir, así que él se fue luego de darme las buenas noches. El edificio Fuego parecía mantener un extraño silencio, mas no inquietante. Podía escuchar pasos de vez en cuando, algunas armas siendo colocadas en alguna superficie y voces firmes y seguras.
Sin embargo, no quise salir de mi habitación cuando Jimin se fue: no me sentía con confianza. Además, me sentía un poco cansado: tenía que adaptarme otra vez a un nuevo lugar, a nuevas personas. Tantos cambios en mi vida. No sé si estaría listo para cuando tuviera que dejar la fortaleza.
Apagué las luces de mi sala y me dirigí al baño para ponerme el pijama que era suelto, cómodo y abrigado. Me reí un poco ante mi imagen porque si daba una vuelta, la tela giraba un momento alrededor de mis extremidades. Era divertido y vergonzoso al mismo tiempo.
Lavé mi rostro con el agua de flores que me dejaron y lavé mis dientes para luego tomar un cepillo y arreglar con cuidado mi cabello. Seguía sorprendiéndome la suavidad de mis mechones rosas: nunca había tenido tan cuidado el cabello. Se movía con soltura y no importaba dónde pasara mis dedos: no había un solo nudo. Apagué la luz y abrí la puerta para ir a la cama.
Mi corazón se saltó un latido.
El desconocido estaba en mi habitación.
Él había apagado las luces, así que ahora solo teníamos a la luna como fuente de iluminación. Su cuerpo firme y alto estaba junto a mi cama, tenía un libro abierto en sus manos enguantadas, pero sabía que no estaba leyendo.
Me miró a través de la máscara y me sentí aliviado, al mismo tiempo que asustado.
— No deberías estar aquí —susurré, dándole una pequeña mirada a la puerta principal—. Te están buscando.
— ¿Quién?
Quise gruñir porque su voz estaba claramente distorsionada, no por la máscara, si no por algún aparato que estuviese utilizando. Sin embargo, era inteligente de su parte.
— El emperador Jungkook —y, luego, añadí con vergüenza— Y es mi culpa, así que no deberías estar aquí... Vete.
— ¿Tu culpa?
Aparté la mirada porque merecía que me asesinara luego de lo que le diría.
— Yo... Le dije que estabas ahí y que tú mataste al señor Ro.
— Mírame.
No lo hice.
— Vas a matarme, ¿no es así?
— Mírame —repitió—, así como me miraste cuando te corriste contra mí.
¡¿Qué?!
Alcé la mirada, completamente horrorizado y furioso. No podía creer que en serio hubiera dicho eso. ¿Cómo se atrevía? ¡Yo ni siquiera estaba en mis cabales!
— ¡Lárgate! —le grité en voz baja.
— ¿Estás preocupado por mí?
— Ya no más; eres un imbécil.
— Sí, lo soy. No debí dejar que te masturbaras con mi cuerpo —él dijo y supe que se estaba sonriendo debajo de esa asquerosa y nefasta máscara, lo que me provocaron ganas de golpearle.
— Te recuerdo... que me habían drogado —argumenté—. Jamás haría eso estando consciente.
— Me encantaría que lo hicieras.
¿Qué demonios dijo?
No pude pensar en alguna respuesta porque él se acercó a mí como una sombra y acarició mi mejilla con su mano derecha. Nuestras alturas eran parecidas, quizás tenía tres o cuatro centímetros más que yo. Las botas le otorgaban más y yo estaba descalzo, así que tenía que levantar un poco mi cabeza.
Aún así, su máscara estaba justo frente a mí y pude detallarla aún más: no estaba hecha de plástico, si no de una mezcla extraña entre madera y tela. Una cosa totalmente curiosa, pero que la volvía más aterradora. Los dientes estaban hechos de lo que yo creía eran huesos, lo que lo volvía más inquietante y fascinante a la vez.
— ¿Qué tal si lo haces en este momento? Me gusta la ropa que llevas.
Su aroma a rosa amaderada con bergamota estaba ahí, pero no invadiendo, envolviendo. Miré sus ojos, aunque no podía diferenciar el color en la oscuridad podía sentir toda la intensidad. ¿Estaba coqueteando conmigo?
— Es mi pijama —dije de forma estúpida.
— Lo sé. ¿Estás preocupado por mí? —repitió.
— Me salvaste, ¿por qué?
— Me gusta el sexo —fue su respuesta, y fruncí el ceño, ¿qué tenía que ver una cosa con la otra? —. Creo con firmeza que todos deberían disfrutarlo, y no ser forzados a ello.
— Entiendo... Te debo una, entonces...
— No. Ya me has pagado.
— ¿A qué te refieres? —pregunté y luego me sentí indignado—. Voy a golpearte si dices que fue por masturbarme contra ti.
Su risa atravesó la máscara y su aroma me envolvió más. Todo mi cuerpo rogó por encogerme y apoyarme en su cuerpo, en su pecho en específico.
— No, eso me haría un enfermo —él dijo—. Me refiero a la marca en mi pecho.
¿La marca...?
— ¡¿Mi navajazo?! ¡¿Te dejé una marca?! —chillé, alterado.
No quería lastimarlo. Bueno, sí quise lastimarlo, pero era porque estaba asustado.
— Sí, lo cual es una mierda para ti.
— Lo lamento mucho...
— Porque ahora te pertenezco, y voy a venir por ti muy seguido. Hasta hacerte mío.
¿Qué demonios significa eso?
— ¿Te navajeo y ahora quieres tener sexo conmigo? —le cuestioné, con las mejillas rojas—. Además, ¡no puedes seguir viniendo! ¡El emperador Jeon te está buscando y si sabe que entraste aquí...!
Aquí, el edificio más seguro luego del edificio Tierra. ¿Cómo había entrado con tanta vigilancia?
— El emperador Jeon puede esperar pacientemente afuera de la habitación mientras me montas.
Negué con la cabeza, sin palabras y di un paso atrás. Su aroma no me dejaba respirar.
— Estás loco...
— Lo sé. ¿Estás bien?
— ¿De qué hablas ahora?
— La píldora que te dio el señor Ro, ¿tu cuerpo está bien?
— No lo sabemos —dije, encogiendo mis hombros—. Hoseok dice que necesita hacerme chequeos constantes y tomar una medicina para estar seguros.
Él asintió.
— Me alivia saber que estás aquí: seguridad, salud de calidad y excelente alimentación.
— Tú... ¿te has enamorado de mí porque te lastimé? —cuestioné, sorprendido.
— No estoy enamorado.
— Eso es un alivio.
— Pero me generas mucha intriga, así que quiero conocerte. Si tienes suerte, no me enamoraré de ti.
— ¿Por qué sería mala suerte que te enamores de mí?
¿Por qué hice esa pregunta? No me interesa si no se enamora de mí.
— Porque te consideraré de mi propiedad —él volvió a acercarse a mí, cuadrando los hombros y apoyó un brazo a un lado de mi cabeza, en la pared—. Entonces no me importará si te enamoras de alguien más; no te dejaré ir. No soy bueno para ti, ni tu mejor opción. Pero te daré todo de mí: mi sangre, mi corazón, mi alma. Lo que tú quieras y lo que tú necesites.
— No me enamoraré de ti —dije—. No sé quién eres...
— ¿Qué importa? Te lo dije antes: te pertenezco. No necesitas saber nada más —se inclinó hacia mí y yo me apoyé contra la pared, en un intento de generar distancia entre nosotros—. Dime tu nombre, amo.
¿Qué demonios era este sujeto?
— Si yo no sé el tuyo, ¿por qué debería darte el mío? —cuestioné.
Él guardó silencio un momento y, entonces, asintió.
— Me parece justo —me liberó de su cuerpo y caminó hacia el ventanal encima de mi cama—. Volveré pronto, amo.
Holiwis, ya volví de nuevo. ¿Qué les parece?
Aquí la habitación de Taehyung.
Trataré de actualizar este fin de semana. Besos.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro