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005

Minjoo se ha ido y Chunja ha llorado solo cuando la perdió de vista en el coche. La señora P'i la ha abrazado y le ha dicho que estará bien. Que todos lo estaremos.

Hoy, llevo uno de mis nuevos trajes y aunque no es mi estilo, la moda de Yathor no me parece horrible. Es bastante cómoda: llevo un top de mangas largas, con un corset que me ha moldeado una cintura sin lastimarme y unos pantalones de seda que se abren un poco en mis tobillos. No llevo accesorios, a pesar de que la señora P'i me ha regalado un par. No estoy acostumbrado a ello.

— Taehyung.

La señora P'i me detiene a medio pasillo, y le sonrío.

— Dígame, señora.

— Siempre te veo leyendo, lo cual es perfecto. Pero ¿no te gustaría salir? Tal vez las calles de Pettcus te ayuden a recordar un poco. ¿Quien sabe? A lo mejor vivías aquí.

— Sí, podría ser — es lo que atino a decir.

— Bien, podrías acompañar a Hyonu a comprar pan.

No me convencía salir con él. Incluso siendo este mi quinto día, Hyonu seguía siendo tan cerrado como el primer día. No es que quisiera que cambiara, pero no me gusta la idea de obligarlo a interactuar conmigo cuando puedo ver con claridad que no es su mayor deseo. Sin embargo, la señora P'i es demasiado amable y muy paciente conmigo, no quisiera ofenderla.

Fui en busca de Hyonu.

Lo encontré en la cocina, guardando unos platos en los estantes.

— Oye — dije con voz suave.

Hyonu me miró, y frunció el ceño.

— La señora P'i... Uh, ella dijo que saldrías a comprar pan.

— Sí.

— Ella, eh, dijo que podía acompañarte.

— ¿Y tú quieres venir conmigo?

— Sí. No voy a molestarte, solo... Quiero ver.

Hyonu suelta otro suspiro, me acerca una cesta y me empuja fuera de la cocina, él con otra en su mano. Luego me entrega unos billetes.

— Comprarás tu propio pan.

Entré en pánico.

— Pero no sé sobre monedas y precios...

— ¿Cómo no vas a saberlo? ¿Realmente has olvidado hasta eso?

Hyonu parecía molesto, así que me puse nervioso. Miré de nuevo los billetes: todos con imágenes de bestias que jamás había visto en el cómic, pero lo más seguro es que sean animales silvestres de Yathor, son de diferentes colores y los números van desde el 50 hasta el 300.

— Da igual — él soltó—. Los precios están en el producto, y como sabes leer, supongo que podrás comprarlo.

— Sí...

Miré a Hyonu, y él me sostuvo la mirada. Su ceño estaba fruncido, su rostro pintado de cansancio e irritación.

— ¿Por qué siempre estás molesto conmigo?

Él se sorprende ante mi pregunta, lo noto en sus ojos y luego suspiró de forma profunda antes de apuntar la puerta con la cabeza.

— Hay que irnos antes de que sea tarde: el pan es para la cena.

Me resigno ante la falta de respuesta y lo seguí sin decir nada más. El sol es brillante cuando salimos, pero no es molesto. El cielo está despejado, un celeste infinito sin ninguna nube. Hyonu y yo nos acercamos a los establos donde un coche está ya preparado junto a dos Ostapis.

Es la segunda vez que me encuentro con ellos: son los caballos de esta realidad. Son enormes con sus cuellos largos, dientes afilados, ojos de reptil y el hocico alargado. Sus seis patas son gruesas y poderosas, suficiente para matarte con una sola patada. Cada pata parece la de un león y la cola al final de sus cuerpos es corta.

El cuidador nos sonrió y compartió palabras con Hyonu mientras me monté en el coche. No hay mucha diferencia entre estos coches y los de mi mundo. Hay muchas cosas que funcionan y se ven como mi realidad; después de todo, la autora solo agregó más fantasía a lo que ya conocía para crear estos escenarios. 

Cuando Hyonu se montó, el viaje inició. No lo miré, aunque estábamos sentados uno frente al otro. En realidad, no tenía ganas de hacerlo: estaba a punto de salir de la residencia, iba a conocer más de este mundo y la emoción me estaba ahogando.

Las calles eran de tierra, con frondosos bosques rodeándolos. Había más residencias cerca de la nuestra, todas y cada una delimitadas por la naturaleza. Podía escuchar los animales desde mi asiento. De pronto, miré el cielo ante un sonido extraño y me quedé sin habla: ¡dragones pequeños volando encima de nosotros!

— Los tistreros abundan aquí.

Miré a Hyonu que estaba viendo lo mismo que yo.

— Tiempo atrás, vivían en toda Yathor, pero emigraban demasiado. Son animales territoriales así que emigrar era estresante y peligroso para ellos. Comenzaron a extinguirse de forma rápida hasta que una bandada llegó a Pettcus, y la población renació.

Sonreí.

— Son muy bonitos.

— Sí, pero no te acerques demasiado a sus nidos. No pueden matarte, pero no querrás sentir mil mordiscos por minuto.

Me reí sin querer.

— Creo que preferiría morir —bromeé. Hyonu se encogió de hombros—. Muchas gracias por contarme sobre ellos.

Él no dijo nada, apartó la mirada y yo volví a lo mío.

Las casas comenzaron a aparecer de forma más constante, y luego comencé a ver negocios. Ni siquiera sé cómo describirlo: había demasiado color, demasiados colores. La gente iba y venía de un lado a otro. Era todo fascinante cuando comenzamos a acercarnos a algo parecido a un mercado.

— Hemos llegado.

Me bajé con Hyonu y él apuntó un local cerca de nosotros. Pude leer el cartel: panadería.

— Ahí es el mejor lugar. Puedes ir a otra parte si quieres, pero si no estás en mi vista o la del cochero, no iremos buscarte, ¿entendido?

— Sí.

Él dio la vuelta, y pensé que se iría hasta que habló de nuevo.

— Un día vas a irte, ¿de qué me sirve forjar una amistad contigo cuando sé que nunca volverás?

Y luego él se fue. 

La panadería poseía muchas vitrinas con panes de diferentes formas y tamaños. Había mucha clientela, pero no estaba molesto por esperar: había tanto por ver. Tenía la canasta en mi mano y mi boca se estaba haciendo agua ante los aromas y la vista.

— ¿Otristan sigue en guerra?

— Upraria no quiere dar tregua.

Mi atención se dirigió hacia esa conversación; por el rabillo del ojo, noté a dos hombres sentados en una mesa con unas tazas y unos panes. Uno de ellos parecía tener el periódico en sus manos.

— Se ha vuelto una nación fuerte, al fin y al cabo — dijo el del periódico—. Dicen los medios que quieren tomar el poder de Otristan.

— Pero... Si vencen a Otristan, no podrían hacernos nada a nosotros, ¿o sí?

— ¿Con la dinastía Jeon en la cabeza? — le mostró todos sus dientes con una sonrisa macabra—. ¿Has escuchado lo que hace el emperador Jungkook con los traidores? Dudo mucho que tenga piedad en una guerra.

— Escuché una vez que le cortó la cabeza él solo a seis alfas.

— De hecho, hizo que entre ellos se las cortaran —afirmó—. No nos pasará nada con el emperador Jungkook para defendernos.

— Sí, he escuchado que más personas se están uniendo al ejército.

— Es lo mejor: es un trabajo con el gobierno, no hay nada mejor pagado que eso.

El emperador Jungkook.

Sonreí: era divertido que fuera real, que pudiera escuchar sobre él. ¿Qué pensarían estas personas de mí si supieran que conozco muy bien al emperador sin siquiera haberlo visto en persona?

Mi sonrisa se borró porque... ¿Cuánto tiempo lleva Otristan en guerra? Si aún no ha acabado, Jungkook y Kunwoo aún no se han reencontrado, por lo que el cómic aún no ha empezado... ¿Seguirá el mismo curso? ¿O cambiará algo ahora que estoy aquí?

No, no debería cambiar nada: no estoy cerca de Jungkook ni de Kunwoo, y mucho menos tengo un rango alto con el que pueda influir en las decisiones del país.

— ¿Ya lo están atendiendo?

Miré a la chica.

— No, me gustaría llevar cuatro de estos y... Diez de estos, por favor.

— En camino, ¿algo más?

— ¿Venden el periódico de hoy?

Ella estaba guardando mi pedido en la tela que yo traía en la canasta cuando me respondió.

— Frente hay una señora que lo vende.

— Muchas gracias, ¿cuánto es por todo?

— 754 pesetas de obsidiana.

Me quedé de piedra: ¿qué demonios significa eso? Miré los billetes y le entregué dos billetes: 500 y 300. Ella miró lo que le di y luego me miró a mí.

— Con un billete de 100 dólares lunares es suficiente, joven.

Tomé un billete de 100 y se lo entregué, ella me devolvió los que le di y luego me dio unas monedas de obsidiana marcadas con números. Las miré con fascinación: eran muy bonitas, pequeñas y un poco pesadas.

— Muchas gracias por su compra, joven —ella me dijo.

— Gracias a usted.

Salí de ahí con el pan en mi canasta y me dirigí a la señora que la vendedora me había mencionado. Vi los periódicos y compré uno con 75 pesetas de obsidiana. El título decía: Upraria está decidida a tomar a Otristan.

Enrollé el periódico y volví al coche. Le sonreí al conductor, me monté encontrando que Hyonu aún no había llegado y volví a tomar el periódico para leerlo.

"Upraria está decidida a tomar a Otristan.

Tras nueve largos años de guerra, de abundantes pérdidas de recursos por ambos mandos, Upraria sigue rechazando cualquier trato que Otristan le ofrezca. El mensaje es claro y contundente: Upraria no se detendrá hasta que Otristan le pertenezca. Las tensiones entre ambos reinos están creciendo y el conflicto comienza a llamar la atención de otros. Muchas personas de nuestra población se preguntan si nuestro reino apoyará a Otristan en esta guerra por el compromiso matrimonial que existe entre el emperador Jungkook y el príncipe Kunwoo..."

— ¿Qué estás leyendo?

Hyonu estaba tomando asiento frente a mí, mirando el periódico en mis manos. Me encogí de hombros.

— Me siento un poco perdido con toda la situación.

— No es de nuestro interés; incluso si el emperador decidiera apoyar a Otristán, no sería nuestro asunto porque somos omegas.

— ¿Qué quieres decir con eso?

Él le dio la orden al chófer para que nos moviéramos y luego me miró de nuevo con esos ojos tan fríos y cerrados.

— Los omegas no van a la guerra, no les afecta.

No iba a discutir con él, pero no pude evitar fruncir el ceño.

— ¿Qué?

— Nada.

— No, dilo, ¿estás enojado con la verdad? — él gruñó.

— ¿La verdad? ¿Te crees que solos los alfas sufren durante las guerras? Los omegas, sean hijos, padres o parejas, tienen que esperar con el corazón en la boca cada día que no les llegue una carta anunciando que sus amados no fallezcan. Y luego, si el país enemigo gana, ¿qué crees que pasa con ellos? Son tomados como trofeos, como premios, como formas para deshonrar a los caídos y luego abusan de ellos hasta el cansancio, ¿entonces? ¿La guerra solo afecta a los alfas?

Las manos me temblaban: jamás había dicho lo que pensaba en voz alta. Mi padre nunca lo permitiría, no mientras estuviera en contra de sus ideas. Pero Hyonu no era mi padre. Hyonu no me echaría a la calle. No se decepcionaría de mí.

Además, me molestaba. Su mirada despectiva, su caminar arrogante y su silencio ofensivo. Miraba a los otros omegas y a mí como si no merecíamos su atención. ¿Quién quiere su atención después de todo? ¿De qué me servirá quedarme callado con él si aunque no diga o haga nada seguirá viéndome de esa forma?

— Hablas como si los omegas no sufrieran abusos de los alfas de su propio país.

— Jamás negué eso — la voz me tembló, aún así agité el periódico—-. Pero eso no tiene nada que ver con estar informado.

Antes de que pudiera responder, abrí el periódico de nuevo. El corazón palpitaba a mil por lo que acababa de hacer, de confrontar a alguien, de decir mi opinión. Sin embargo, no iba a demostrarlo. Y aunque ninguna palabra escrita tenía sentido en ese momento, no aparté la mirada del periódico. 




Nota autora:

Hola, perdón la tardanza:c podría hacer un live en IG para contarles el chisme de mi vida y que me entiendan porqué desaparecí, pero ustedes me avisan jajajaja

Espero que disfruten el cap, falta aun para conocer a Jk, lo siento mucho pero estoy emocionada con él. Ando bien enamorada de él, pa que les voy a mentir jsjsjsjs.

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