002
La mujer parece querer quedarse un rato más así que me retiré en cuanto terminé mi comida y me despedí de ella. Caminé hacia mi auto, y me dirigí hacia la universidad. El lugar me recibe como siempre: como una pequeña ciudad con estudiantes caminando por aquí y por allá, con pequeños puestos de comida y bebidas que mantienen con energía a la población estudiantil y edificios grandes, antiguos y llenos de miles de estudiantes más.
Recibí mis clases con normalidad, escuchando atentamente a mis profesores quienes, la mayoría, mantienen un rostro insípido y hablan de forma monótona. Al menos, no son engreídos y responden las preguntas formuladas con la mejor paciencia que tienen a la mano.
En un espacio de dos horas que tengo, un mensaje de Taehee llegó. Ella dice que sus compañeros y ella han logrado llegar al lugar del campamento sin ningún problema. Ella envió muchas fotos y es un lugar tan relajante y bonito que decidí hacerle una videollamada.
Ella está alegre mientras me muestra toda la habitación que compartirá con otras compañeras y amigas. Me llevó al exterior, donde todo es verde, grande e iluminado por el sol. Ella apuntó algunas aves que vuelan encima de su cabeza y chilló de alegría al decirme que será el mejor campamento para ella.
Le deseé un buen campamento y colgué antes de la siguiente clase. Mis últimas clases continúan y en cuanto mis pies están fuera del aula pienso en pasarme en un parque como había pensado con anterioridad.
Me acerqué a mi coche, y mientras pienso en un buen parque no tan lejos de casa, revisé mi billetera para ver si puedo comprarme un té. Conduzco con tranquilidad cuando mi celular comienza a sonar en tono de llamada. Estaba escuchando música así que se detuvo en un segundo para mostrar el remitente en la pantalla: padre.
A lo mejor quiere que pase comprando algo antes de llegar a casa. Contesté el celular con el altavoz activado.
— Hola, padre —respondo,
El silencio se extendió en la llamada y aparté la mirada un segundo de la carretera para comprobar que la llamada seguía de pie. Lo está, pero mi padre no responde. ¿Me habrá llamado por error?
Mi dedo se acerca para colgar cuando su voz, dura y fría, retumba por todo el espacio vacío.
— ¿Por qué mierda hay páginas de dibujos sucios en tu computadora?
Me congelé. Por inercia, mis ojos se dirigen a la carretera y me aferré al volante. Estoy intentando pensar en algo. Sé a lo que se refiere. Pero, ¿por qué ha usado mi computadora?
— No lo sé —respondo de forma estúpida—. Solo la uso para trabajar. Taehee...
— Esta es la misma mierda que tu hermana lee —me interrumpe—. He revisado la cuenta: no es la misma. ¿Por qué estás leyendo esta mierda?
Aprieto el volante aún más y digo—: Solo... es entretenida.
— ¿Entretenida?
Mi padre no está gritando, pero sé que está furioso. Lo siento y lo saboreo en cada palabra, estoy respirando demasiado fuerte mientras conduzco sin dirección.
— ¿Entretenida? — vuelve a repetir.
Detuve el auto. No estaba seguro si era legal hacerlo aquí o no, simplemente me detuve. Tomé una bocanada de aire mientras trataba de pensar en una solución. ¿Mentir? ¿Decir la verdad? Estaba temblando y de pronto me sentí demasiado caliente: sofocado.
— Me dio curiosidad —solté al final, como un cobarde.
Porque estoy demasiado asustado de todo. Quiero decir, soy un adulto y no me queda mucho para terminar la carrera. Tengo compañeros que estudian y trabajan al mismo tiempo, Yo podría hacerlo. Podría buscar un apartamento y podría ser como otras personas. Pero estoy tan asustado. De algo nuevo, diferente, estoy tan aferrado a mi vida, lo que conozco, lo que sé que puedo soportar.
— Estás mintiendo. Eres un maldito mentiroso, ¿no es así?
El calor sigue apretando mi cuello, mientras que la fría voz de mi padre me baña. Unos golpecitos resuenan en mis oídos. Giré la cabeza: había una mujer golpeando mi ventana con sus dedos. Mi padre dice algo. Un insulto, no estoy seguro, solo puedo escuchar mi corazón. Bajé el vidrio.
— Tienes que moverte, necesito sacar mi carro — creo que dice.
Ni siquiera me disculpé, solo encendí el auto de nuevo. Me moví, y mi padre no se detiene.
— Me das tanto asco —escupe—. Realmente, estoy tan avergonzado de ti que preferiría encontrarte muerto a seguir viéndote la cara todos los días.
No digo nada, no es como si pudiera. Solo siento mi corazón cortarse, cada palabra una herida nueva, pulsante y sangrante.
— Sabía que había algo raro en ti. ¿Entiendes lo que me has hecho? La gente, mis amigos, mi familia saben quién eres. Y ahora todos se reirán de mí. Se reirán de tu madre, de tu hermana. ¿Estás contento? ¿Cómo pudiste hacerle esto a tus padres?
Sigo en silencio, conduciendo. Pero, en realidad, no estoy conduciendo. Mi cuerpo está moviéndose por pura memoria muscular. Hay palabras en mi lengua. Tengo oraciones para defenderme, argumentos. Pero no salen. No pueden salir. Nunca han podido. Mi padre me controla tanto. Él tiene ese poder. En mí. En mamá. En mi hermana.
— Vas a irte de la casa. Y vas a desaparecer de mi vida. Si alguien te pregunta quienes son tus padres, tu familia, quiero que digas que no tienes. No cuentes con nosotros, enfermo.
— Papá —refuto con voz desesperada, el miedo vuelve ácida mi garganta.
Mi mirada se dirige al celular, como si mi padre pudiera ver mi rostro angustiado, mi corazón sangrante y el miedo que me corroe.
— No vuelvas a llamarme así, hijo de puta —gruñe—. Si vienes a mi casa, voy a matarte yo mismo ¿entiendes?
Creo que me cuelga. No estoy seguro si el auto está silencioso porque ha colgado o porque no puedo dejar de pensar en que este hombre había sido mi lugar seguro por tanto tiempo. Mi pilar. Incluso si nuestra relación se había agrietado y distanciado en mi vano intento por esconder mi secreto, él seguía siendo mi pilar. Incluso si me asustaba, admiraba a mi padre: tan fuerte, inderrumbable y decidido.
Alguna vez lloré, me caí y me asusté. Y él siempre estuvo ahí.
Con su fría seguridad. Él siempre estuvo ahí.
Solté el volante.
No fue mi intención. Mis manos lo soltaron y mi frente chocó contra él. La bolsa de aire se activó, mezclado con el ruido de un impacto. El de mi auto, al parecer. Me quedé sin aire, sin pensamientos, sin movimiento.
Pero con dolor. Con demasiado dolor. Mi cabeza está pulsando, mi frente está ardiendo, no siento mi nariz. Y, aún así, puedo ignorarlo porque lo único en lo que puedo enfocarme es como mi corazón arde, se desgarra y palpita con desesperación. Luego, se rompe. Se quiebra como si fuera un cristal y los trozos destrozan mis pulmones. No puedo respirar. La sangre sube hacia mi boca y mi nariz.
No veo nada, no escucho nada, no siento nada.
No siento nada más que mi afligido corazón.
¿Alguna vez has estado en el agua? No en el mar. Más bien, un lago: con el agua ondeando de vez en cuando, meciéndote de un lado a otro. No es rudo. No es peligroso. Sin embargo, te cuesta moverte de la forma en que quieres. Es así como me siento.
Ignorando mi pesado y abierto corazón, lo único que puedo sentir es como si estuviera flotando en el agua. Por momentos, el agua me sobrepasa y, aunque no me hundo, no puedo respirar de forma correcta. Luego salgo a flote de nuevo.
Escucho una voz. No sé lo que está diciendo. Pero creo que es una mujer: ella toma mi muñeca y supongo que murmura que sigo respirando. ¿Lo estoy haciendo?
Creo que he chocado. Mi cerebro me ha lanzado unas imágenes de lo sucedido en mi inconsciencia; como flashes. Al parecer he conducido y no he girado a tiempo antes de un cruce. Me he estampado contra un muro con toda la velocidad que llevaba. Sin remedio.
Expulsé el aire y mis ojos se abrieron.
El techo que me recibe no es blanco, como esperaba de un hospital. Es azul, un profundo y viejo azul. Mi cabeza no da vueltas. Y no siento dolor en mi cuerpo. Es la anestesia, con seguridad.
¿En qué hospital estoy? No he estado en muchos a lo largo de mi vida. Voy a consulta general tres veces al año, pero el lugar está cerca de mi casa. Una clínica. No un hospital. No sé nada de hospitales. No he visitado ninguno por familiares o amigos. Ni siquiera tengo amigos.
Solo mi hermana.
Taehee...
Le prometí que iría por ella a la escuela luego de su excursión.
¿Cuánto tiempo ha pasado? ¿Estará ella en casa?
Si lo está, ¿me odiará? Mi padre con seguridad les habrá dicho mi horrible verdad a mi madre y a Taehee. Mi madre habrá dado golpes en su pecho mientras lloraba y mi hermana... Ni siquiera quiero pensarlo.
Hay muchos olores en este hospital. Muchas flores y frutas. También chocolate.
¿Me han traído flores? ¿Mi madre y mi hermana han venido a verme?
— Oh —una suave voz masculina dice—. ¡Señora P'i! ¡Ha despertado!
El enfermero sale de la habitación, eso supongo por los pasos apresurados que se alejan más y más. El olor a chocolate se ha ido. Y el silencio vuelve a abrazarme. No escucho máquinas, ni pitidos. Solo puedo escuchar las hojas de un árbol cercano agitándose por la brisa.
Giré mi rostro para estudiar mi habitación. Es un hospital extraño: las paredes están pintadas de rosa pálido con toques dorados. La ventana posee un marco de madera oscura y afuera está el árbol con hojas azuladas y unas frutas rojas, pero no son manzanas. No estoy seguro de qué sean.
Un olor parecido a la naranja se intensifica y en un parpadeo, hay una mujer mayor en mi campo de visión. Ella no parece tener más de 57 años. Es bajita y es bastante delgada. Su mirada me contempla y me sonríe.
Sus ropas son extrañas, pero elegantes: me recuerdan a las vestimentas antiguas de japón. Lleva una blusa blanca impoluta de botones y mangas largas, desde la cintura le cae una falda larga roja de paletones.
— ¡Qué alegría que hayas despertado! —ella exclama antes de posar su frágil mano sobre mi frente—. La fiebre se ha ido; es un alivio.
Frunzo el ceño. ¿Fiebre?
— ¿Cuál es tu nombre, lindo jovencito?
Mi garganta se siente un poco arenosa, y ella parece notarlo porque de pronto asiente al enfermero que le ha avisado y él coloca un vaso en su mano. El vaso es bonito: un poco redondo, decorado con detalles mágicos y ella acerca sus dedos para tomar unos trocitos de hielo.
Ella introduce un par en mis labios entreabiertos y casi gimo de felicidad y alivio. En cuanto he probado un par más, por fin puedo hablar.
— Taehyung.
Ella sonríe con mucha dulzura y vuelve a acariciarme la frente.
— Un lindo nombre para un lindo chico.
Sonrío con suavidad, recibiendo el halago y las caricias de buena gana: mi corazón lo necesita después de que lo último que escuchó fueron palabras filosas y devastadoras.
— ¿Puedes sentarte para revisarte mejor?
Asiento y comienzo a moverme, un poco lento.
— ¿Dónde estoy? —pregunto en cuanto logro sentarme, con la ayuda del enfermero que huele demasiado a chocolate.
Él tiene el tabique un poco quebrado, ojos pequeños y labios finos, tez oliva y cabello blanco. Sus ojos son un poco fríos, pero no son agresivos. Su cuerpo es delgado y es bastante alto al parecer. Además, su cuello está cubierto con lo que parece ser una bufanda.
— En Pettcus —ella dice.
— ¿Pettcus? ¿Dónde está eso?
Nunca en mi vida había escuchado tal nombre.
— En Humham —el chico responde ahora y mi rostro parece demostrar toda mi confusión porque él agrega:— A lo mejor nunca has estado en esta parte. ¿De dónde eres?
— Seúl —contesté sin dudar.
— ¿Seúl? —la mujer pregunta—. Nunca he escuchado tal lugar.
— Es la capital de Corea del Sur.
Es lo que digo, pero un miedo comienza a consumirme: ¿cómo no conocen Seúl? Incluso si vives fuera de la ciudad, eres capaz de reconocerlo: es la capital del país. A menos que no me encuentre en el país. Pero, si ese fuera el caso, ¿cómo por qué salí del país? ¿Y dónde diablos estoy?
— ¿Es eso un país? —el chico murmura y, antes que pueda responderle, le dice a la mujer—: señora P'i, este omega podría estar en las drogas.
¿Omega?
Nota de autora: no tengo fecha exacta para
actualización:c así que quizá algunos sean muy
seguidos y otros más tardados. Gracias por comprender.
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