Michael
Estoy besando a Teo con cuidado y cariño, como a él lo deberían tratar, sintiendo su piel muy suave en mis labios hasta que llego a su cuello y descubro algo.

-Tienes moretones en tu cuello. -digo seco y cortante.

-¿Moretones? -murmura inocentemente.

-¿Quién te hizo esto? -pregunto serio. Las veces que le dejé en claro que era mío no bastaron al parecer.

-N-No es l-lo que parece. -niega nervioso.

-Explícame entonces. -me separo de él y pongo de pie.

Teo pasa su mano por el cabello intentando arreglarlo haciendo que se vea muy tierno y deseable. Basta Mike, se supone es estás molesto con él.

-Si hay alguien más debes decirme. -hablo molesto apretando con fuerza los puños.

-De hecho... sí. -sentensia haciendo que mi corazón se parta.

-¡¿Qué?! ¿Desde de cuando? -pregunto alterado.

-¡No en ese sentido! -exclama Teo.

-Resultaste ser una perra. -digo preso de la rabia y el enojo.

-¡No soy eso! Escucha, fui a la casa de Ian, hablé con él, me gritó, yo le grité y fue cuando me agarró del cuello ¡Por eso es que tengo estos moretones! -me dice molesto pero puedo ver que unas lágrimas se escapan.

Sin pensarlo dos veces, me acerco a Teo y le doy un abrazo para después repartir besos por su rostro sintiendo el salado gusto de las lágrimas.

-Lo siento, no quise gritarte. -me disculpo, fue un error.

-Yo t-tampoco quería gritar. -contesta forzando una sonrisa.

Después de despedirme de ese pequeño, me dispongo a arreglar un asunto que lo he estado posponiendo. Cuando llego a mi destino, estaciono mi motocicleta y golpeo la puerta de la casa, en el instante que veo a Ian asomarse, yo le tomo del cuello acorralándolo contra una pared.

-¡Lastimaste a Teo, desgraciado! -exclamo furioso mientras aprieto su cuello con ambas manos, no me importa si lo mato. Todo estaría bien si lo hiciera.