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Pareja: Charles Xavier / Erik Lensherr.
Fandom: X-Men.
Era: First Class.
Advertencia: contenido sexual explícito, conversación sobre sexualidad, viaje en carretera, reclutamiento de mutantes.
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Está ahogándose.
Antes había soñado con eso, con ahogarse, con sentir la presión del agua en los pulmones y la falta de oxígeno, que lo hace buscar una forma salir del agua instintivamente. Se ha ahogado en muchos de sus sueños y ha despertado agitado. Las pesadillas son nada en comparación a la realidad de estar ahogando de verdad. Solo son una burla a lo que de verdad se siente.
Hay algo que lo sumerge, que lo incita a ir aún más profundo a pesar de que su vida está en riesgo: es ira. Erik sabe que debe soltar esa ira y ese deseo de venganza que lo está hundiendo en el fondo del océano, de manera literal, pero no puede hacerlo.
Lucha contra ser salvado. No sabe quién está salvándolo, pero su voz suena firme y cálida en su mente. A Erik le gusta y le desagrada al mismo tiempo. Le alivia y le enfurece. Todo a maneras iguales.
Siempre fue un tipo de emociones contradictorias.
Y a pesar de que se siente bien saliendo del agua, también odia haberlo hecho. Shaw se marchó de nuevo, se escapó. Su única oportunidad de vengarse de ha ido y Erik odia sentirse en la incertidumbre de nuevo, pero sabe que hay más que descubrir.
Hay más cosas que él no sabía antes de ese día, y ahora está dispuesto a averiguarlas.
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Charles es todo calidez y amabilidad. Habla con él, mientras se están secando en el barco. Coquetea respetuosamente con la tal MacTaggert y parece que solo conoce la bondad. A simple vista, al menos.
Es asquerosamente pacífico. Erik lo deduce en los primeros minutos que pasan juntos. Charles no puede dejar de hablar, de contarle cosas que Erik apenas puede procesar en ese momento.
Tiene pensamientos contradictorios hacia él, porque le ha robado la única oportunidad de venganza y a la vez lo ha salvado de una muerte bastante segura. Además de que lo ha leído como un libro abierto, conoce cada secreto y cada parte de él. Es molesto, porque nunca antes le había dado esa confianza a nadie. Es un abuso a su privacidad, y le molesta no estar tan enojado como debería con Charles.
Erik aún está enojado, el deseo de venganza burbujeando lentamente en su sangre, pero Charles lo distrae, pareciendo saberlo.
No duda que sea así. Y aún así se deja distraer. Muchos términos e informaciones nuevas florecen ese día en su mente.
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Ni siquiera sabe cómo es que terminan juntos. No sabe cómo aceptó hacerlo, cuando siempre le ha gustado trabajar de manera independiente. Y aún si no lo sabe y no está completamente seguro, lo hace. Cede a trabajar con Charles después de que el telépata le dijera un par de palabras la noche anterior.
Erik nunca antes creyó el dicho que dice que las palabras tienen mucho poder, pero está comenzando a creerlo.
Charles parece contar de mucho poder con unas cuantas palabras.
O tal vez sea su estatus de privilegiado, susurra una parte de su mente.
Erik la ignora, y pone una condición: buscar a los mutantes solos. Sin intervención del Gobierno. No necesita que el Estado esté pendiente de cada paso que da, especialmente porque Erik ha infringido muchas leyes a lo largo de su vida y lo que menos quiere es que intenten encerrarlo y que pongan una diana sobre su cabeza.
Charles está de acuerdo con él, al menos. A Erik le agrada un poco más solo por eso. No es como que si antes no le agradara de todos modos, se ha encontrado a sí mismo pensando en Charles de manera agradable a pesar de que intenta aparentar lo contrario. Por los poderes de Charles, eso probablemente no funciona de todos modos.
No es agradable ver a Charles con el casco de Cerebro conectado a la cabeza, y se atreve a bromear con su experiencia en experimentación solo porque Charles ya sabe eso de todos modos. Lo ha visto.
Al menos, usar a Cerebro y buscar a los mutantes equivale a deshacerse de los demás y pasar ratos en compañía solo de Charles.
A Erik le gusta Charles, pero también le disgusta en muchas ocasiones. No está seguro de cómo están funcionando sus pensamientos y sentimientos de esa forma, pero lo hacen.
Raven parece asquerosamente enamorada de McCoy, y la única persona que parece entenderlo realmente es Charles. Incluso si no parecen compartir muchos puntos de vista realmente. Hay algo tranquilizador y libre en contarle sus ideas a Charles, sabiendo que este ya las sabe de todos modos. Es extraño pero tranquilizador.
Y, de alguna manera, su relación con Charles se estrecha aún más después de que van a buscar a la primera mutante.
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Los viajes en la carretera son bastante largos y bulliciosos. Erik nunca antes fue una persona bulliciosa, acostumbrado a guardarse sus pensamientos y sentimientos, por pensar que son solo una distracción más en su meta y objetivo. Con Charles, parece que no puede dejar de hablar y de sacar temas de conversación de la nada solo para no quedarse en silencio.
Es patético. Y no deja de hacerlo incluso si sabe que lo es.
Por lo general, conduce solo con sus poderes, centrándose en sus discusiones con Charles. Y cuando llegan a los moteles en los que se hospedan, piden habitaciones separadas. A veces, deciden dejar un día antes de reclutar al mutante por el que van, cansados por el viaje o por la falta de sueño, o simplemente sedientos de un poco de diversión —es discrepante, este punto, con Erik. Nunca antes le importó la diversión realmente, siempre hizo las cosas de manera directa, sin perder el tiempo; con Charles, eso también parece haber cambiado— y de compañía.
Erik, generalmente, encuentra chicas bonitas que están dispuestas a pasar una noche con él. Pero, a veces, prefiere quedarse solo y no pasar la noche con nadie ni relacionarse con nadie. Es difícil encontrar personas que se ajusten a él, así que a veces prefiere quedarse en la soledad y oscuridad de su habitación, pensando en el futuro que se aproxima.
Charles es lo contrario.
Erik jamás esperó que Charles fuera tan hedonista, tan sexual y tan activo, pero es más que evidente que se equivocó. Charles consigue compañía cada noche, con un coqueteo poco discreto y estúpido para las chicas. Para los chicos, su táctica cambia; es más discreto, más risueño, y más encantador. Probablemente, les lee la mente antes de desaparecer con ellos en algún lugar al azar.
Nadie nunca lo nota, nadie excepto Erik.
Erik, para ese punto, está seguro de que Charles utiliza sus dones para distraer a la gente cada vez que saca a un chico del lugar en el que están y se desaparece con él. Sería demasiado peligroso que no lo hiciera, considerando que un romance de tal tipo es bastante ilegal en esos tiempos y que los machitos abundan en todas partes.
No es que alguno de esos hombres pudiera dañar a Charles tampoco, probablemente, el telépata podría deshacerse de ellos con un simple pensamiento, pero aún así sería tonto no tener cuidado.
Por la mañana siguiente, ambos fingen que la noche anterior nunca pasó. Sin incomodidades o explicaciones. No es que se deban explicaciones entre sí tampoco.
A Erik no le molesta eso realmente, pero se pregunta si Charles se siente inseguro, o lo que sea, sobre su sexualidad con él. Es verdad que le había leído la mente (en realidad, solo leí lo más importante, en palabras de Charles) pero parece ser inconsciente que a Erik no le importa si se folla a un hombre o a una mujer.
No le importa el género, por supuesto. A veces, es un poco molesto el pensamiento de Charles compartiendo cama y sexo con quién sea que tenga en la habitación, pero es un pensamiento muy problemático para conservarlo.
De todos modos, respeta el silencio y acuerdo tácito de no hablar de la noche anterior.
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El acuerdo tácito, como todos sus acuerdos de cualquier tipo, no llega muy lejos.
Erik es quien lo rompe, por supuesto. Erik parece romper siempre todos sus acuerdos y puntos de ideas similares. No sabe si es algo natural de él o intencional, y no está dispuesto a profundizar mucho en esa idea. No haría ninguna diferencia en su vida o en sus pensamientos.
—¿La pasaste bien anoche? —Pregunta, con un tono lleno de burla discreta.
El día anterior consultaron a un mutante que se negó a ir con ellos, y Erik estuvo bastante irritado por ello el resto del día. A Charles pareció no importarle realmente, porque se divirtió bastante en la noche (a juzgar por los gemidos y susurros intensos en la habitación contigua, porque, por supuesto, esta vez Charles había decidido que sus habitaciones fueran juntas cuando antes siempre se aseguraba de que hubieran al menos dos más de por medio).
Charles se sonroja brevemente, pero encubre su bochorno bastante bien.
—Exactamente —dice con rapidez, y se sube al auto para que Erik ya no pueda verlo.
Erik sonríe para sí mismo —con diversión, porque, de alguna manera, su molestia del día anterior ha desaparecido mayormente y ahora está dispuesto a hablar de todo aquello que no se ha hablado entre Charles y él— y se sube al auto también.
Conduce en silencio, Charles comenta sobre el clima o sobre algún hecho poco relevante. Erik tiene el breve pensamiento de conducir el auto con sus poderes y encarar a Charles, pero, en su lugar, aprieta el volante entre sus manos y sigue conduciendo.
Solo dura un par de horas más antes de volver a tocar el tema.
—¿Te molesta?
Charles, curioso y distraído, alza el rostro para mirarlo desde el asiento de copiloto.
—¿El qué?
Es algo irrelevante, pero a veces su acento deja de ser americano y pasa a ser totalmente británico. El cambio es bastante agradable.
El acento británico lo hace sentir más de la realeza, aporta más a su comportamiento y posición aristocrática.
A Erik no debería gustarle eso.
—¿Qué hablemos sobre tu… compañía?
Charles se sonroja de nuevo, y hay una aura de enojo que lo envuelve durante algunos, Erik lo siente, y lo sorprende. Solo dura un par de segundos antes de que el telépata controle su arrebato emocional.
—No —Charles contesta, minutos después—. No me molesta. ¿Debería molestarme? ¿O te molesta a ti?
Erik se encoge de hombros.
—No me importa si te follas a un hombre o a una mujer —dice, solo porque puede y porque es divertido ver el sonrojo de Charles crecer, como si fuera un niño rico inocente y virginal—, si es eso lo que estás tratando de preguntar.
Charles lo mira fijamente, y después desvía su mirada hacia la ventana. Esta atardeciendo de nuevo, y probablemente tengan que parar en la próxima ciudad para dormir y cenar.
Aún están demasiado lejos de la mansión de Charles.
—Pensé por un momento que podría importarte —Charles dice, con honestidad.
—¿Por qué debería? —Erik se burla—. Soy judío, estamos al final de la cadena para los nazis y estoy acostumbrado a que otros me vean como un fenómeno. Oh, y supongo que olvidé mencionarlo también, pero de vez en cuando me follo a hombres y mujeres, así que me gustan por igual. Soy judío, homosexual y mutante, así que no creas que eso me importa realmente.
A Erik realmente no le importa la religión o la sexualidad de otros. La raza solo le importa si se trata de humanos decadentes.
—Bisexual —Charles susurra, en su tono de corrección habitual.
—¿Qué?
—Eres bisexual, entonces. Según la Escala de Kinsey de los años 40 —explica con suavidad—. A menos que seas homosexual con inclinaciones heterosexuales o heterosexual con inclinaciones homosexuales. No es que la jodida etiqueta importe de todos modos.
Erik le sonríe con burla, acostumbrado a las correcciones de Charles.
—Lo que digas.
Charles le devuelve una sonrisa tímida, de las que le da a los tipos que trata de llevar a la cama.
Nunca antes le había sonreído así, no a él. Siempre ha sonreído con amabilidad, pero jamás le había dado la misma sonrisa que le da a los chicos con los que pasa la noche. Es curioso lo que la realización provoca en el estómago de Erik.
—¿Paramos en la próxima ciudad? Necesito un baño, comida y descanso.
Erik asiente, sintiéndose nervioso por su reciente descubrimiento.
—Lo que ordenes.
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Charles y él discuten mientras juegan en un tablero de ajedrez que han llevado a todas partes desde que descubrieron la afinidad del otro por el juego.
El tema de discusión es casi siempre el mismo.
Erik a veces se siente estresado por los humanos y proyecta pensamientos bastante crueles que Charles rechaza y desaprueba, incluso si a Erik no le importa si lo hace o no. A Erik no le gustan los humanos, y no cree que en algún momento le vayan a gustar.
Hay un silencio tenso mientras siguen jugando, después de la discusión.
Charles desaprueba y rechaza muchas cosas de Erik, pero jamás lo juzga. Probablemente, sabe que Erik lo juzgaría de regreso si lo hiciera.
—Bien —Charles rompe el silencio, cuando Erik realiza un jaque mate bellísimo que lo hace sonreír—. ¿Quieres jugar de nuevo? ¿O vas a hablar conmigo?
—Podemos jugar —Erik le dice—. No tenemos nada de qué hablar.
—Tú no —Charles le dice, sonando molesto—. Has dicho todo. Como siempre. Pero yo no lo he hecho, y quisiera que habláramos un poco más.
Erik procesa las palabras, mientras ordena las piezas del juego de nuevo.
—Bien —cede—. Habla. Te escucho.
Parece que Charles se va a negar, Erik está casi seguro de que lo hará. Y cuando está a punto de hablar, el telépata suspira profundamente y asiente.
Pasan unos minutos más antes de que vuelva a romper el silencio.
—Entiendo tu odio hacia los humanos, ¿está bien?
—¿Lo haces? —Erik pregunta, con una duda evidente que parece irritar más a Charles.
—He estado en tu mente. Vi y sentí todo lo que se sientes por ellos y todo lo que te hicieron, así que sí. Lo entiendo —murmura con voz tensa—. Pero, Erik, ¿crees que todos se merecen ser juzgados solo por lo que un grupo determinado con aires de superioridad hizo?
Erik alza una ceja, mirando a Charles directamente a sus ojos azules la marea.
—¿Ese es tu argumento? Ni te esfuerces, Charles, no vas a cambiar mi pensamiento.
—Yo no- —Charles se detiene a sí mismo—. No estoy tratando de cambiar tu pensamiento. Solo estoy tratando de que tengas en cuenta todos los factores de esta situación.
—Los he tomado en cuenta —asegura Erik—. Y no quiero hablar en este momento sobre eso.
Charles lo mira, abre los labios para hablar y después se arrepiente, asintiendo.
—Está bien —Charles dice—. Solo… por favor, no les hagas daño, ¿está bien? Muchos de ellos realmente pasan situaciones similares a nosotros y lo sabes. Muchos de ellos son denigrados y rechazados como nosotros.
Erik lo mira, los ojos de Charles brillan. Parece que pudiese llorar en ese momento.
No lo entiende. Erik no lo entiende. Pero sabe que Charles ve mucho, que siente mucho. Que no es sólo su mente, son todas las mentes. Es todo.
Asiente solo para recuperar su control de su empatía de nuevo. Que este aceptando no quiere decir que va a cumplir.
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Charles pidió habitaciones contiguas de nuevo, así que juegan y cenan juntos hasta que casi es media noche. Erik piensa que Charles se va a unir a la gente que se está divirtiendo en alguna parte de la ciudad, pero Charles va directamente a descansar en la habitación de al lado.
—Buenas noches, Erik —Charles le dice, con una sonrisa cansada.
Parece más viejo de lo que es, sus suéteres ridículos solo incrementan la sensación de vejez.
—Buenas noches, Charles.
Charles se va, y lo deja a solas. Erik toma una ducha, decidido a deshacerse de todos los pensamientos que le puedan evitar un descanso.
Erik intenta dormirse, pero no puede.
Lo sigue intentando, una y otra vez, pero su mente parece estar empeñada en no descansar. Lo incómoda. Siempre ha sabido cómo apagar sus pensamientos, pero parece que esta vez se han salido de control.
Atrae la moneda de la mesita de noche, y juega con ella en la oscuridad. La moneda le da calma, muchas veces. Apacigua su ira descontrolada, la templa en ira astuta que lo ayuda a avanzar con paso seguro y con un instinto agudo.
Esta vez, ni siquiera lo calma, porque sus pensamientos no están llenos de ira. Están llenos de incertidumbre y un deseo que él no quiere reconocer.
Las palabras de Charles no lo han afectado, no realmente. Pero han hecho algo en él. No sabe qué. Hay pensamientos rondando en su mente, pensamientos que antes no se había detenido a considerar.
Erik quiere ir a la habitación de Charles. Si se lo pidiera, Charles probablemente lo haría dormir hasta la mañana siguiente, sin una pesadilla —aunque Erik no ha tenido pesadillas desde que conoció a Charles— y sin ninguna molestia.
Pero no quiere pedírselo. Pedir cosas lo hace sentir débil. Y nunca le ha gustado la sensación de debilidad.
Se sumerge en los pensamientos de nuevo, se pregunta qué se sentiría dormir con Charles. Solo dormir. Erik ha estado tratando de evitar el pensamiento por unos cuántos días, pero ya no puede. Los viajes en carretera los han conectado de una manera única, y Erik ya no puede ignorar el constante latido furioso de su corazón cada vez que ve la sonrisa de Charles.
Erik lo aprecia, aprecia el poder que tiene y también lo respeta mucho por eso. Pero no es sólo eso, también lo quiere. O al menos, está comenzando a quererlo. A encariñarse de él. Es abrumador, pero Erik estaría dispuesto a follar con Charles mientras ambos estén de acuerdo —y nunca ha follado con nadie con quien esté trabajando, porque siempre ha creído que, en medio de la lucha y la guerra, el sexo y el amor son una distracción—.
Hay un toque en su puerta que lo distrae, lo pone nervioso. Erik sabe que es Charles, porque su presencia siempre se hace sentir.
Duda.
Abre la puerta, con sus poderes. Incluso si no está seguro de que debería hacerlo. Charles parece entender su invitación, y abre la puerta con suavidad para después cerrarla detrás de sí. Los moteles no tienen divisiones dentro de las habitaciones, así que Erik puede ver a Charles desde donde está acostado en su cama.
—¿Pasó algo? —Pregunta.
Hay una sensación de nerviosismo inundando la habitación. Es el nerviosismo de Charles, que parece estar proyectando sus emociones de nuevo. Como si fueran muy intensas para controlarlas en ese momento.
—Estás pensando muy fuerte —Charles susurra, en un murmullo apenas audible—. Muy fuerte, Erik.
Erik se tensa, por supuesto que lo hace. Enciende la luz de su mesita de noche solo por tener algo que hacer. Incluso si pudo hacerla encendido con sus poderes.
—¿Y es eso una molestia? —Cuestiona con calma fingida.
Charles se demora en darle una respuesta.
—Erik —dice, con incertidumbre—, Erik, ¿de verdad me…?
Erik no esperaba que Charles fuera tan directo en cuanto a sus pensamientos. Incluso si Charles siempre ha sido bastante directo y honesto con todo, pareciendo estar acostumbrado a saber mucho de otros.
Erik siente que su corazón va más rápido, sabiendo que probablemente es la única oportunidad que tendrá.
Y quiere, con toda su alma, sumergirse en todos sus deseos más profundos. Pero también quiere mantenerlos alejados para que no sean una distracción. Es una lucha constante entre la razón y el deseo más primitivo.
Por algún motivo, la razón casi siempre pierde las luchas contra los sentimientos.
—Charles —dice, finalmente. Saboreando el nombre en sus labios—. Ven aquí.
Se lo pide porque sabe que Charles también lo quiere, lo ha visto en sus ojos y en su sonrisa. En el nerviosismo que está proyectando en ese momento, puede sentirlo.
Quizás se arrepienta en la mañana, quizás no lo haga. El día siguiente, será otro. Y puede pasar de todo. A Erik realmente no le importa. Siempre ha vivido pensando en el futuro, ¿por qué no pensar un momento en su presente?
Charles se mueve, con pasos suaves y ligeros. Está vestido con una camisa de algodón que probablemente vale mas que la existencia de Erik, y sus piernas están desnudas, siendo cubiertas, una parte de ellas, por la camisa.
Erik no había notado eso antes.
Cuando llega al borde de la cama, se detiene. No sabe qué hacer, Erik se da cuenta. Así que él se acomoda bien en las almohadas, apoya su espalda contra el marco de la cama para sentarse, y extiende una mano hacia Charles. Ofreciendo una invitación.
Los dedos de Charles se entrelazan con los suyos, temblorosos.
Erik lo atrae hacia él, lo guía para que se suba a la cama y se siente sobre su regazo. Para que las piernas de Charles se envuelvan alrededor de sus caderas. A Charles parece gustarle esa posición, porque suspira en cuanto está encima de él. Entierra su rostro en el cuello de Erik y aspira el aroma mientras tiembla de manera suave.
Se abraza contra él como si fuera algo que necesitara para vivir.
Cuando Erik le devuelve el abrazo, cuando aprieta el cuerpo de Charles contra el suyo y presiona sus pieles —cubiertas con ropa— descubre por qué Charles parece tan encantado de tener ese contacto.
Su piel se estremece ante el contacto de sus cuerpos juntos.
—Bésame —pide Erik.
Charles separa el rostro de su cuello, y lo mira, con sus ojos profundamente azules y encendidos, vivos como el océano, como el cielo azul del atardecer. Lo mira durante unos segundos más, y después se inclina y lo besa.
Sus labios son una explosión de calor juntos, una guerra por el control en sus lenguas y dientes, porque no hay ninguna parte de sus vidas que no puedan convertir en una lucha. Y Charles besa como siempre lo imaginó: dulce, como si estuviera haciendo el amor a través de besos, como si estuviera intoxicando cada parte de su ser con labios suaves y húmedos que lo tocan con delicadeza. Como si lo estuviera convenciendo de rendirse en la lucha con calidez y dulzura.
Es encantador, es molesto, es exquisito. Lo es todo para Erik.
Las manos de Charles tocan su rostro mientras se besan, y como sus labios, sus manos son tan suaves como el océano, como las olas del mar. Parecen envolverlo en ellas y arrastrarlo hacia el ser de luz de que Charles es. Hacia su calidez y protección.
“Tócame”, Charles le susurra, en su mente. Se quita la camisa y guía las manos de Erik hacia su propio pecho y piel para que lo toque.
Erik, inconsciente hasta ese momento de su propia desnudez porque tiene la costumbre de dormir sin ropa, sigue el rastro de la piel de Charles y la toca con delicadeza, sin dejar de besarlo.
Sus labios se sienten pesados ya, pero le encanta la sensación de sentirlos así.
Se separan hasta que ninguno de los dos puede respirar. Erik aprovecha su posición para arrastrar sus labios de la mejilla de Charles hasta su cuello, donde muerde y chupa una marca que seguramente va a durar unos días.
Sus dedos pellizcan los pezones de Charles, con suavidad, y bajan hasta su abdomen. Toca la piel de los músculos de ahí. Se siente cálida contra sus dedos.
Charles exhala cuando Erik deja que su mano vaya más abajo. Cuando Erik deja que sus dedos se envuelvan alrededor de la dureza de Charles.
—Erik —Charles murmura, en una súplica. Los dos saben lo que está pidiendo.
Erik deja que sus labios sigan besando la piel rojiza de Charles mientras comienza a mover su mano de arriba hacia abajo en la polla de Charles.
Charles se inclina más y se abraza contra él, mientras comienza a gemir de manera suplicante contra su cuello. Charles es tan perfecto, que Erik se siente como si estuviera en un sueño y nada fuera real.
Pero es real, sabe que lo es por la presión de los labios de Charles sobre su cuello, por la humedad, dureza y suavidad en sus manos.
Erik quiere darle la vuelta a Charles y follarlo contra el colchón, o quiere que Charles ponga una mano sobre su pecho y que lo incline hacia atrás mientras se folla a sí mismo en la polla de Erik.
“Sí”, Charles jadea en su mente, pesado y ardiente. Deseoso.
—¿Sí qué? —Pregunta, en voz alta. Porque le gusta utilizar su conexión mental con Charles, pero en ese momento necesita que todo sea verbal.
Lo hace sentir más real.
—Déjame follarme sobre ti —Charles pide—. Déjame sentirte y montarte.
Erik siente un oleada de excitación recorrer su cuerpo, y antes de que se dé cuenta, está atrayendo su pantalón hacia él —por la hebilla de su cinturón— y sacando un sobre plateado de su bolsillo.
Charles le da su espacio, proyectando una sensación de pérdida. Pero aprovechan el momento para deshacerse de lo último de sus ropas. El cuerpo de Charles, completamente desnudo, es exquisito y hace que Erik quiera besarlo todo el día.
Antes de que Erik pueda ponerse a sí mismo el condón, Charles se lo quita de las manos y abre el sobre plateado y se lo pone con dedos experimentados y ágiles. Erik no quiere pensar en la cantidad de veces que Charles seguramente ha hecho esto.
No le sienta bien pensar en ello, porque nace una sensación desagradable de algo parecido a celos en el fondo de su estómago.
—Deja de pensar —Charles le dice, suavemente, luego, su tono de voz cambia—. Yo… ah, estuve jugando conmigo mismo antes. Así que no necesitas prepararme ni nada.
Erik exhala, sintiendo el borde ese excitación nacer en sus entrañas.
—¿Seguro?
Solo recibe una mirada más —exasperante—, antes de que Charles ponga una mano en su pecho, y lo empuje contra las almohadas. Charles se acomoda bien sobre su cuerpo, con toda su belleza libre para ser apreciada por Erik.
Es glorioso ver y sentir a Charles bajando sobre su polla, envolviéndola en la calidez y estrechez de su agujero. Erik aprieta sus dedos sobre las caderas de Charles en todo momento, sintiendo que la estrechez lo devora, hasta que Charles ha terminado de bajar sobre él y está completamente sentado en su polla.
Es todo precioso así, con una expresión de placer doloroso que baña sus facciones.
“Tan grande”, Charles susurra, en la superficie de su mente. “Tan profundo. Oh, Dios, Erik. Podría venirme si me permitiera solo sentirte así. Si me permitiera sentir el placer de los dos.”
Hazlo, quiere decirle Erik. Pero no sale ninguna palabra de su boca o un pensamiento coherente de su mente, solo un gemido necesitado que se acrecienta cuando Charles comienza a moverse sobre él. Cuando comienza a follarse a sí mismo de manera suave y profunda. Mantiene el ritmo de las embestidas durante algunos minutos, acostumbrándose a la polla de Erik que lo abre y se presiona en su interior.
Erik comienza a encontrarse con las embestidas de Charles cuando éste empieza un ritmo más duro y más profundo. Más intenso, que lo enloquece. Sentir a Charles a su alrededor es abrumador, lo envuelve en un placer nubloso que llena sus sentidos e instintos.
Charles lo monta jodidamente bien, y se ve aún más bien haciéndolo.
—Erik —Charles jadea, follándose a sí mismo y arqueando su cuerpo al encontrar ese punto en su interior que hace sus embestidas más vacilantes—. Oh, Erik, te siento tanto.
Erik no lo duda.
Toma la polla de Charles entre sus manos, sintiendo el orgasmo arremolinarse alrededor de su vientre y de cada nervio de su piel.
Charles gime, aprieta sus piernas más fuerte alrededor de las caderas de Erik y se arquea sobre ellas. Su cuerpo es precioso, encima del suyo. Su cabello está desordenado y pegado alrededor de sus sienes, besando sus mejillas. Sus labios lucen rojos y húmedos.
Es sublime. Inefable.
Erik se inclina, para besarlo de manera húmeda y desordenada, para sentir la presión de sus labios juntos. La polla de Charles pulsa en su mano, mientras aún se están besando y Erik lo está tocando, y después hay tiras de semen manchando sus dedos y la piel de su estómago y pecho. Charles gime profundamente, rindiéndose al placer.
Erik muerde el labio de Charles mientras éste se estremece entre espasmos y no deja de besarlo hasta que él mismo se rinde a su liberación. El orgasmo hace temblar cada músculo de su cuerpo, de pies a cabeza. Lo hace sentir nublado y fuera de sí mismo. Lo hace sentir como una persona dulce, de manera rara.
Charles toma su camisa y limpia sus pieles, en un movimiento vacilante, y después se acuesta encima de su cuerpo.
Lo besa hasta que le duelen los labios.
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Despertar se siente incómodo, hay una sensación reseca sobre su piel porque no se limpió bien. Por instinto alcanzó a quitarse el condón y tirarlo al papelero de la habitación.
Charles había dormido encima de él durante toda la noche, suspirando con felicidad evidente. Erik lo había abrazado con un poco de reticencia, pensando que no debería rendirse a la sensación primitiva de querer ser abrazado y querer abrazar.
Despierta a Charles suavemente, porque deben seguir manejando para llegar a la mansión del telépata.
Charles parece vivo hasta que Erik le consigue un té en una de las tiendas de la ciudad, y cuando Erik le da la bebida, el telépata le da un beso en recompensa que lo hace sonreír de manera tonta.
No hablan de la noche en todo el camino, pero hay algo diferente entre ellos. Más confianza, familiaridad y comodidad.
Como si se hubiesen unido más.
Erik es consciente de cuán peligroso es sentirse así —están casi en medio de una guerra y cualquiera puede morir en algún momento, no sabe si el otro lo soportaría de encariñarse el uno con el otro—, pero no puede evitarlo. No quiere evitarlo.
Antes no lo había visto, pero estar con Charles lo ha hecho más abierto a las emociones.
Emociones que antes se negaba a aceptar o a considerar siquiera, porque las creía como un atraso y pérdida de tiempo para su vida.
Charles sonríe, en el asiento de copiloto. Están cerca de la mansión y la guerra se avecina, pero sus ojos se iluminan como el cielo de un día cálido y soleado.
Erik se inclina y lo besa, solo porque sí, sintiéndose feliz consigo mismo. Como no se sentía desde hace mucho.
Ninguno de los dos sabe sobre los problemas que se avecinan, sobre los accidentes y las situaciones difíciles que los separarán. Sobre los abandonos que se darán.
Lo ignoran perfectamente y son felices en su pequeña burbuja de felicidad momentánea. Es mejor así. Después de la tormenta, viene la calma. Pero, en muchas ocasiones, después de la calma viene un huracán.
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