CAPÍTULO SEIS
<CRIATURAS EXTRAÑAS>
Oscuridad, solo se veía una gran oscuridad allí afuera, la delgada ranura a la que nos llevó el alargado túnel de arenisca nos presentó un vacío, un exterior escaso de... algo.
La luz de nuestras linternas era consumida por la oscuridad envolvente del exterior, no hay cielo, no hay suelo, no hay aves ni alguna cosa que se mueva allí fuera. Solo una enorme pared sin final de la cual nosotros emergíamos. Hacia arriba de nosotros la roca arenosa no tenía cumbre visible, hacía abajo el resultado era el mismo, el muro continuaba hasta que desaparecía en la oscuridad.
— ¿Qué haremos Jhohan? —Pregunto William, yo quedé en silencio, no respondí. —, ¿Jhohan?
— ¡NO LO SE! — Grité —, por si lo has notado mi estimado amigo, estamos en medio de un enorme muro sin final. —Mantuvieron silencio—, por lo menos no hace frío.
— ¿a qué te refieres con frío? —pregunto Fabián.
Yo solo reí de lo absurdo de mis palabras, lo dije pensando en el enorme muro de la serie Game of Thrones, ese muro extenso y enorme, claro, la deferencia era el frío.
— Bajemos —dije.
— Debe haber otra manera —replicó Dayane—, sufro de mucho vértigo, deberíamos volver.
Tuve la necesidad de traerla con nosotros, en lo personal hubiese preferido tener en nuestro grupo solo varones, pero éstos ya tenían grupos y mis opciones eran: El Afro-samurái de actitud asquerosa y la chica asiática con la cual tuve varías escenas en la cabaña y en la raíz de uno que otro árbol del campamento. Acepté lo segundo y no me costó decidirme, Dayane sabe de supervivencia debido a que forma parte de los boy scout, está a tres meses de llegar a ser un scout águila, no sé qué signifique pero está muy orgullosa de eso.
—Linda, no tengo que repetirte las reglas del juego —dije, no sin sonar irritado—, ahora mi amor, toma un par de sogas y comienza a hacer nudos — mire de nuevo al vacío—, no planeo rendirme tan pronto.
Un silencio incomodo se apoderó del espacio, me percaté de que había sido mucho más serio de lo que meritaba la circunstancia pero no me disculpé al respecto, mis palabras pese a ser duras dieron resultado, Dayane tomó dos cuerdas y las unió con un nudo de ocho.
—Bien, este nudo podrá resistir el peso —comenzó a explicar—, el punto clave acá será poder pasar los nudos entre las sogas —guardó silencio y me miró—, tienes razón respecto a bajar, justo donde estas parado hay varios puntos en los cuales se podrán hacer los anclajes.
—Eres un maldito genio Jhohan —dijo William dándome un par de palmadas en la espalda.
—Lo se lo sé —dije con tono burlón, luego me volví a Dayane—, ahora mi águila ¿nos darías una clase de rapel?
Luego de una clase breve donde explicó como colocar el descendedor, como usar los mosquetones y dando mucho énfasis en cómo pasar los nudos en dado caso de que la altura fuese mayor que el largo de las sogas. Noté como su ánimo iba en aumento, el tema de enseñar le daba gusto y en ninguna de las preguntas que le hicimos denoto impaciencia.
Las cuerdas fueron lanzadas al oscuro exterior cayendo hasta desaparecer. Dayane fue la primera en salir de la grieta, en el momento en el que yo me deje caer para seguirla y traspase la ranura sentí náuseas y escalofríos en todo mi cuerpo, cada bello de mi cuerpo se erizo como la piel sin plumas de una gallina escuálida, mi cuerpo se sintió pequeño entre aquella oscuridad infinita.
Hacer rapel en una pared inclinada es difícil, comenzaba a tomarle el gusto luego de bajar unos metros y pensé en que tenía las mismas agilidades de Bear Grill una mentira que me hizo sentir bien, de repente, un fuerte sonido se escuchó desde lo alto, como el choque de dos piedras, seco y rápido. Nos detuvimos, hice señas de que guardaran silencio, entonces otro choque sonó desde otro ángulo seguido de arena cayendo y rozando mi mochila.
—Apresúrense —susurré.
Otra piedra resonó a nuestra derecha y otra a nuestra izquierda, apunté mi linterna hacia la grieta y esta no estaba allí, nuestras cuerdas se encontraban adheridas a la pared como si ésta hubiese crecido alrededor de ellas, apunté más arriba y la luz fue consumida por la oscuridad, tal como lo esperaba. Mi corazón comenzó a latir con gran velocidad, el choque de rocas se hizo más agudo y repetido, arriba, nuestra derecha, nuestra izquierda, el sonido de rocas chocando a nuestro alrededor se hacías más y más estrepitoso. El único camino libre de sonidos era hacia abajo, a donde nos dirigíamos.
Mis piernas comenzaron a temblar y mis pasos en el rapel eran vacilantes, tanto así que Fabián estuvo a centímetros de patear mi cabeza con su bota.
—MIERDA MIERDA MIERDA —comenzó a gritar William, su voz denotaba terror.
Arriba de nosotros había una enorme sombra, por reflejo apunté mi linterna, lo vi y entonces entendí a William, entendí su miedo, lo sentí en carne propia y recorrió cada centímetro de mi cuerpo como un choque eléctrico. Un ojo sobresalía de su extraña cabeza justo en el centro de su frente de aspecto viscoso y color marrón al punto de ser negro, enormes dientes afilados y amarillentos predominaban en su boca y llegaban hasta más arriba de su ojo, estos se entrecruzaban los de arriba con los de abajo permitiendo así el movimiento vertical de su enorme mandíbula.
Su mandíbula comenzó a expandirse lentamente en dirección a William, estaba completamente paralizado al igual que yo, mi linterna permanecía estática hacia la negra criatura. Cuando alcanzó el punto más abierto de su boca la cerró con tal rapidez y fuerza que produjo el sonido de dos rocas chocando entre sí, solo que no eran rocas como yo lo creí, era el sonido de sus dientes chocando bajo la enorme fuerza de su mandíbula. Dio un paso hacia nosotros el tiempo que comenzaba el proceso sonoro de nuevo, esa fue la luz verde que nos advirtió que debíamos despertar de nuestra parálisis de fascinación y miedo en la que nos encerró aquella criatura.
La bota de Fabián rosó mi hombro, su desespero hizo que me alcanzara dando salto y tropezando contra mí, mis piernas salieron de rumbo y mi hombro chocó contra la arenisca, de mi boca salieron mil insultos de todos los tamaños.
Tomé posición de nuevo y continué el camino, dando salto largos en el rapel, la cuerda ondeaba por el descendedor en forma de ocho haciendo que ésta de calentar por la fricción, por fortuna los guantes que portaba soportaban pero en mi manos surgió un dolor punzante debido al esfuerzo, algo que ignoré.
El sonido me ensordecía, muchas mandíbulas resonaban a nuestro al rederos, la criatura que nos seguía desde arriba se desplazada como una serpiente, en zigzag con sus ocho brazos (cuatro a cada lado) cortos y delgados y sus garras se incrustaban en la pared como si ésta fuera simple anime. El oscuro de su piel le daba un aspecto de sombra malévola, su cuerpo alargado, pese a que su cabeza era pequeña en comparación con su ojo o sus diente su torso era delgado, oscuro y cubierto de viscosidad.
Miré a mi izquierda y otra criatura ya estaba muy cerca de mí, caminado por la pared como una lagartija rápida y escurridiza. Mi corazón acelerado y mi piernas temblorosas no me daban muchas opciones de manera que comencé a hacer el rapel saltando hacia mi derecha, entonces pensé ¿habrá otro a mi derecha? Y en efecto allí estaba otro, con sus fauces abiertas esperando la llegada de mi pierda, no tuve más que dejar deslizar la soga, el movimiento fue brusco y casi no logro detener el descenso acelerado que esto provoco.
A unos metros por debajo Dayane luchaba con una de esas criaturas, tenía en su mano izquierda la daga y saltaba para esquivarlo caía y clavaba su daga en el torso de la lagartija. Fabián no tardó en alcanzarla, se dejó caer encima de la criatura haciendo que desprendiera sus garras de la pared y cayera el vacío —Bien hecho—, dije solo para mí, de repente un dolor indescriptible en mi mano izquierda con la cual sujetaba la cuerda por encima de mi cabeza se hizo presente, una lagartija clavó uno de sus filosos dientes en mi mano, la aparté de inmediato y seguí mi descenso sin reparar en la criatura.
Privado de una mano mi descenso se entorpeció y se ralentizo. Mas criaturas, arriba, derecha izquierda, por doquier se acercaban chocando sus dientes como una sinfonía del todo desesperante portando de escenario un manto de infinita oscuridad. No vi salida alguna, ese fue el final del camino, game over, como el Mario que cae en la lava o como los espartanos en la batalla las Termópilas, Claro, la enorme diferencia era que ellos llegaron aún más lejos y nosotros solo llegamos al comienzo.
Sirviéndome de un pesimismo incrementado no pude aguantar las ganas de reír, de forma desquiciada comencé a reír a carcajadas mientras bajaba chocando contra la pared en cada salto, imaginándome siendo comido ¿Cómo se sentirá? ¿Cómo será ser lacerado por esos enormes dientes? Me lo imaginé. Sin percatarme el sonido de los dientes chocando se fue desintegrando, miré a mí alrededor y las criaturas lucían nerviosas y comenzaron a desaparecer en la oscuridad.
— ¿Qué sucedió? —preguntó William, quien tenía la espalda ensangrentada.
—El sol —Respondió Dayane señalando el horizonte—, fuimos salvados por el amanecer.
A duras penas se lograba ver la luz del sol, la noche era gris pero sin dudas más clara que hacía poco. Miré el horizonte esperando ver más que lo que mis ojos vislumbraban, el horizonte estaba lleno de enormes paredes de lado y lado.
El amanecer puso en manifiesto todo alrededor, la arenisca cubría todo un territorio extenso, basto, llenos de acantilados y rocas altas y delgadas un terreno irregular en su mayoría se denotaba muy seco y estéril, con estratos y demás marcas que adornaban las paredes.
—¿Dónde estamos? —Preguntó Fabián.
—A la mierda eso, estoy herido ¿no ven?
Miré a William señalando mi mano izquierda la cual aún estaba sangrando, adolorida y con resto de viscosidad de aquella criatura.
—a la mierda tu mano también Jhohan, toda mi espalda está rajuñada me duele en la madre hermano. —Se sentó en el suelo y se comenzó a quitar la camisa —, alguien me ayuda.
—Asístelo Dayane —dije, ella aún se encontraba alucinado con aquel paisaje. —, no sabía que existieran animales así.
—No existen tales criaturas extrañas —respondió Dayane—, al menos no en los libros ni registros. ¡Estate quieto William! Esto es mucho más que un simple juego.
—Este lugar me da cierto dejavú —añadió William entre quejas—, a pesar de nunca haber estado acá las criaturas, el lugar, los arañazos en mi espalda. No me son nuevos.
—Yo me estoy igual —dije mientras inspeccionaba las cercanías—, en otras circunstancias todo este rollo me hubiese hecho entrar en pánico, en cambio estoy más centrado de lo normal.
En ese instante vi incrustado en la pared un objeto que no parecía una roca, liso y brillante, me acerqué rápidamente e intente sacarlo, dado que no estaba flojo le di con la daga hasta que la piedra fue soltando el objeto. Supe entonces que se trataba de un Cofre, éste media quince centímetros cúbicos y cerca de diez centímetros de alto, de orillas plateadas brillantes como el cromo y un cuerpo de color naranja. De seguro solo un botón que envió en un instante la tapa hacia atrás dejando ver su contenido.
Quité mis guantes, intentando no lastimar la herida viva de mi mano izquierda, me acerque a los muchachos y sacamos lo que allí estaba: un pergamino, el sobre de una carta, un frasco marrón de etiqueta "tetiop" y por ultimo tres rollos de gaza y una botella de brandy.
El pergamino estaba en blanco, no contenía alguna cita o indicación de lo que hacer.
El "tetiop" despidió un hedor fétido al abrirlo, como él una cañería de aguas negras tapada.
El primero en usar las Gazas fue William quien se las apoderó de inmediato alegando que él las merecías más que ninguno.
La botella de brandy la resguardé en el bolsillo de mi chaleco.
La carta tenía un sello de un lobo en cera naranja al igual que el cofre. Se la entregué a Dayane para que fuese ella quien hiciese los honores. La abrió y comenzó a leer para todos.
Mantuvimos silencio, nadie mencionó nada, dentro de mí un fuego crecía y crecía, un fuego que solo puedo comparar con el que tuvo Leonidas, un fuego alimentado por el repentino deseo de ganar este juego.
Si alguien va a reclamar algún premio, SEREMOS NOSOTROS.
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