Nuevas oportunidades [16]
Ni siquiera se dió cuenta en qué momento se había sentado, apenas podía respirar y un terrible dolor palpitaba en su cabeza.
Miró a su alrededor para asegurarse de estar en casa.
A ese punto ya dudaba de su propia cordura.
Había amanecido y él sentía que no había descansado nada, al contrario, se sentía completamente agotado.
Se dejó caer a la cama muy a pesar del sudor que lo cubría por completo, se despegó el cabello de la frente e intentó recordar todo lo que había soñado.
¿Un sueño?
Pesadilla era una mejor palabra para describir aquello.
Solo por un momento... Un pequeño espacio de tiempo dentro de la pesadilla se había sentido como un sueño.
Tomando a Isla de la mano.
Entonces fue conciente de recordar todo a la perfección, lo cual era realmente extraño para tratarse de un sueño.
Eso lo asustó.
Tenía que parar toda aquella situación tenía que detenerse.
Ya no lo toleraba.
Se puso de pie cansado e incluso adolorido.
Fue directo a la ducha, talvez el agua tibia lo ayudaría a relajarse, a lo menos eso esperaba.
Salió de su habitación minutos más tarde, Carol tarareaba en la cocina y Fausto estaba sentado a la mesa con el teléfono en la mano aparentemente escribiendo un mensaje.
Trevor se sentó junto a su hermano, volteó a mirar a su mamá para asegurarse que no le estuviera prestando atención.
— Fausto — Susurró Trevor.
Fausto lo ignoró.
Trevor lo pateó por debajo de la mesa.
— ¡Auch! ¿Que traes?
— Niños no se peleen tan temprano — Escucharon a Carol desde la cocina.
— Escúchame un momento — Pidió Trevor aún en voz baja.
— ¿Ahora que?
— Me pasó algo anoche... Tuve el sueño más realista que puedas imaginar.
— ¿Cómo así?
— ¿Recuerdas el laberinto de puertas?
Fausto asintió.
— Estuve ahí... Con Isla.
Fausto rodó los ojos.
— Ya entendí... Por favor enano, solo acepta que te gusta la chica y estoy seguro que tu subconsciente te dejará en paz.
— La conozco desde hace solo unos días... Es ridículo pensar que ella...
— Te gusta — Interrumpió Fausto — No digo que la ames ni que estés enamorado pero si te gusta y te gusta mucho, no tendría nada de extraño es linda y es obvio que tienen química, entiendo que te frena lo del novio muerto pero... Así nos juega la suerte.
— Fue tan real...
— Seguro lo fue porque no la sacas de tu cabeza y debes estar extrañandola... Y sabes que otra cosa es real... Este mensaje que intento escribirle a Félix... ¿Será que me lo permites?
Trevor asintió.
— Lamento molestarte tanto con el mismo tema... Pero es que no le confío estas cosas a nadie más.
Fausto se sintió como un tonto, levantó la mirada y se encontró con su cabizbajo hermanito mirando el suelo, ojeroso y pálido.
— Enano te ves horrible... Mamá pensará que estás enfermo.
— Creo que lo estoy... Todo esto me está desgastando mucho.
— ¿Tienes algún plan para hoy? Creo que deberías quedarte en casa e intentar descansar un poco.
— Saldré a buscar trabajo...
— ¿Que? — Preguntó Carol — ¿Que dices hijo? Tú ya tienes trabajo.
Trevor negó.
— Ya no más... Fue demasiada presión, no pude con todo el drama paranormal — Mintió él.
Carol miró a su hijo casi demacrado.
— Hijo te ves terrible, te has desgastado mucho en un par de días.
— Bueno, es que anoche no dormí muy bien la verdad, me preocupa estar sin trabajo otra vez...
— Tranquilo hijo, si te enfermas es peor... Eres un chico responsable y muy dedicado, seguro encontrarás algo.
— Gracias mamá... Aunque ahora lo que quiero es beber un par de tazas de café y volver a salir a buscar trabajo.
— Llévate a tu hermano que cree que el trabajo vendrá a tocarle la puerta — Dijo Carol mirando a Fausto.
— De hecho — Dijo Fausto mientras se le ensanchaba la sonrisa — Creo que acabo de conseguir algo, sería solo medio tiempo pero algo es algo.
— ¡Es genial! — Dijo Trevor palmeando el hombro de Fausto — ¿Dónde vas a trabajar?
— Félix... Él... Bueno...
Trevor vió sonreír a su hermano de esa manera tan particular cuando se siente especial alegría al hablar de alguien.
El problema era que se estaba delatando y Trevor sabía su hermano aún no estaba listo para hablarlo con Carol.
— ¿Lo del entrenador personal? — Preguntó Trevor.
— No... Es el centro geriátrico de actividades dónde Félix lleva a su abuela en las mañanas, en el tablero de anuncios estaban solicitando un instructor para ejercicios acuáticos, según me comentó serían tres clases, a las siete, nueve y once.
— Suena muy bien mi amor — Dijo Carol haciéndole un cariño a su hijo.
— Si... Así que tengo una entrevista con los encargados del centro, Félix vendrá por mi para llevarme, no conozco muy bien ese sector.
— Me cae muy bien ese muchacho — Dijo Carol — Parece ser muy buen amigo.
— Lo es — Confirmó Trevor.
Un rato más tarde Trevor salió a buscar trabajo y Fausto se fue con Félix cruzando los dedos para que el día les fuera productivo a ambos.
— Aún me cuesta un poco creer todo lo que me estás contando — Aceptó Demarco.
Isla se encogió de hombros.
— Lo sé... A mi también me parece insólito pero es lo que pasó, yo estaba ahí.
— ¿No crees que pudo fingirlo?
Isla pensó en la posibilidad de que Trevor fuera un impostor y que todo lo que había sucedido hasta ese momento fuera solo actuación.
— Talvez ha fingido todo el tiempo... Tienes fans muy raros y talvez él sea uno de los más raros... De esos que averiguan tu vida y llegan a niveles de psicópata con tal de acercarse a ti.
Isla lo descartó enseguida.
Confiaba en Trevor.
— No... Él es transparente, y no pudo fundir el sistema eléctrico de la casa mientras convulsionaba en mi cama, hasta se reventó la bombilla de mí lámpara justo frenta a mi... Esto está pasando.
Para Demarco era complicado y se resistía a aceptar que su hermano mayor hubiera decidido usar a Trevor como medio de comunicación.
¿Por qué no a él?
¿Por qué a un desconocido?
— ¿Por qué Trevor? — Hizo la pregunta en voz alta.
— Trevor dice que es porque la "cosa" que nos acecha en casa no está familiarizada con él... Aunque también creo que el propio Jermaine no quería experimentar con ninguno de nosotros por si algo salía mal... Y salió mal... Fue horrible.
Demarco suspiró intentando interiorizar todo lo que Isla le estaba contando.
La había invitado a desayunar a un bonito restaurante cerca de los valles donde ellos vivían.
El local comercial contaba con un jardín terraza y las mesas exteriores estaba decoradas con parasoles de colores.
La mañana estaba fresca y no especialmente soleada, por lo que a Demarco le llamaba la atención que Isla llevara gafas oscuras.
— Tengo que preguntar... ¿Por qué las gafas?
Ella se quedó en silencio un rato.
— Tuve un mal sueño anoche, no dormí bien y amanecí con unas ojeras de espanto.
— ¿Soñaste con Jermaine?
— No directamente, pero ya sabes, sueño que lo busco.
Claro que ella evitó mencionar que lo buscaba en la casa de las mil puertas y que Trevor había estado con ella intentando impedirselo.
— Lo siento — Dijo Demarco.
— Está bien, no es realmente importante — Dijo ella restándole importancia.
Cuando lo cierto era que había sido justo lo contrario, esa mañana despertó llorando, asustada y exahusta... Preguntándose si Trevor estaría bien.
Le tomó unos minutos convencerse que había sido un sueño... Todo parecía tan real, podía recordar cada detalle a la perfección... La manera en que Trevor había acariciado un mechón de su cabello fue...
Isla se estremeció.
— ¿Estás bien? — Preguntó Demarco al notarla ausente.
— Si, ya te digo que solo un poco cansada... Supongo que está noche dormiré temprano.
— Bien... Entonces ¿Cuál es la conclusión?
— Aún no lo sé... Trevor renunció pero ahora tengo la certeza de que Jermaine está en la casa aparentemente conviviendo con otra cosa... No lo sé... Sinceramente no lo sé.
— Talvez debamos dejar que esa situación se enfríe un poco... Solo para estar seguros que en realidad no hay peligro... Yo no pondría las manos al fuego por lo que diga Trevor, no lo conocemos tanto para confiar ciegamente en él.
— ¿Que hacemos con el canal?
— Seguimos adelante... Sacamos los equipos de la casa y buscamos otra locación.
— ¿Otra locación?
— Por un tiempo, hasta saber que hacer con la casa Darkness.
Isla suspiró sin poder evitar el dejo de tristeza.
Pensó en Jermaine atrapado ahí... Solo.
Luego asintió.
No lo abandonaría, eso era seguro pero en ese momento su presencia en la casa probablemente solo complicaría las cosas.
Y si se trataba de su novio quería ir a la segura.
— Bien — Aceptó ella — ¿Tenemos algún caso para el fin de semana? Estoy súper perdida con la agenda.
— Si, tranquila... Todo está bien, aún tenemos dos vídeos pendientes para la siguiente quincena.
— Gracias Demarco — Dijo ella tomando la mano de su amigo sobre la mesa.
— Hace un rato cuando te fui a buscar, tu mamá me dijo que no quieres hacer nada en tu cumpleaños.
— No tengo ganas de festejos.
— Anímate un poco... Si no tienes ganas de una fiesta familiar con todas tus tías juzgadoras podemos hacer otra cosa... Podríamos venir a cenar aquí con el resto del grupo, me gusta este lugar y por la noche está muy bien, ves toda la ciudad iluminada de fondo.
— Talvez — Dijo ella — Aún quedan algunos días, ya veremos si mejora mi ánimo.
Félix era todo sonrisas mientras le comentaba a Fausto lo genial que era el centro geriátrico.
— En serio espero que consigas el empleo... Los abuelitos son adorables, solo tienes que ver a las amigas de mi abuelita con sus vestidos floreados y sus cabecitas de algodón... ¡Adorables!
Fausto sonrió... Félix era realmente muy dulce.
Al detenerse en un semáforo, Félix se giró para mirar a Fausto.
Estaba muy emocionado ante la perspectiva de poder ayudarlo y eso se notaba en su feliz semblante.
Fausto se estiró un poco y acunó el rostro de Félix para darle un beso suave.
— ¿Y eso? — Preguntó Félix.
Fausto encogió un hombro.
— Me gustas... Es obvio.
Félix se perdía muy agusto en la mirada de Fausto, se estaba sintiendo realmente feliz... Hasta que él auto de atrás empezó a amenazarlo a bocinazos.
— ¡Bien que no estoy sordo! — Dijo Félix arrancando la van.
Fausto se limitó a reír.
— ¿Cómo está Trevor? ¿Aún no quiere volver al equipo?
— Nop... Y honestamente creo que es lo mejor para mi hermano.
— No lo sé, es un buen trabajo y él se estaba acoplando bastante bien.
— ¿Viste lo que le hizo Isla?
— Lo sé, fue impactante y lo entiendo es tu hermano y te asustaste... Pero ya pasó y él está bien, no puedes culpar a Isla.
— Si que puedo y lo haré... Ella tiene la culpa.
Félix torció la boca.
Quería mucho a Isla, era una de sus mejores amigas, además de que trabajaban juntos e indudablemente ella era una de las mejores personas que él conocía, era cierto que no estaba pasando por su mejor momento pero aún así no era justo que Fausto la estuviera juzgando tan mal... Podría dejarlo así, era cierto, pero él no era el tipo de amigo que se queda callado y no sale en defensa de alguien que le importaba tanto.
— Lo siento Fausto... No quiero enemistarme contigo pero te estás equivocando... Yo estaba ahí cuando Trevor apareció diciendo que quería volver a la casa Darkness... Isla ya había aceptado la negativa de tu hermano y fue él quien decidió ayudarla... No puedes culparla por algo en que ambos estuvieron de acuerdo en hacer.
— Ha estado manipulando a mi hermano desde el principio, se que es tu amiga pero no le conviene a Trevor.
— Dale más crédito, es muy dulce pero no es tonto... Además Isla vale mucho la pena y no depende de ti, depende enteramente de él y si la quiera a ella en su vida o no.
— Anoche volvió a perder el sentido... Lo encontré inconciente al pie de la puerta de su cuarto.
— ¿Que cosa? ¿Que pasó?
— El novio muerto de tu amiguita está acosando a mi hermano... Esa mujer es un problema y no cambiaré de opinión.
— ¿Jermaine habló con Trevor otra vez?
Fausto asintió.
— ¿Que le dijo? ¿Isla lo sabe?
— No... Y Trevor no quiere hablar con ella... Respeta la decisión de mi hermano.
— Pero es importante, Isla tiene derecho de saber...
— Por favor... Estoy confiando en ti.
Félix suspiró.
— Bien... No me gusta pero no diré nada.
— Está mal... Tiene pesadillas y no duerme bien... Se ve terrible, demacrado y más pálido de lo normal, todo después de conocer a Isla... ¿A lo menos entiendes porque no me agrada?
Félix asintió.
Amaba a Isla pero ciertamente no podía juzgar a Fausto.
— Lo siento y lamento que estés preocupado... Pero por favor no vayamos a dejar que esto nos afecte a nosotros dos.
— No, claro que no — Aseguró Fausto.
Minutos después llegaron al centro geriátrico.
Bajaron del auto y en un descuido Fausto tomó la mano de Félix, se acercó a él y lo arrinconó junto a la van.
Terminó por cerrar el espacio y lo besó.
— No estoy enojado contigo — Le dijo en un susurro antes de volver a besarlo.
— Te estaba extrañando — Confesó Félix.
— Nos escribimos todo el día — Dijo Fausto sonriendo.
— Esto me gusta mucho más.
Ambos muchachos sonrieron antes de dejar atrás la van y ponerse en camino al geriátrico esperando que todo saliera lo mejor posible.
Trevor volvió a casa con la caída del sol.
Carol no estaba y Fausto no había vuelto.
Sonrió.
Esperaba que estuviera divirtiéndose con Félix.
— Mi cuñado Félix — Dijo Trevor canturreando alegremente.
También esperaba que Fausto hubiera conseguido el trabajo.
Una sombra llamó su atención y borró sus sonrisa.
Enseguida soltó el aire cuando se dió cuenta que era solo el cesto con un montón de ropa proyectando esa sombra.
— Bájale a tu paranoia — Se dijo a si mismo — Todo está bien... Está noche será tranquila, vas a cenar y vas a dormir todo en paz, armonía y mucha mucha tranquilidad.
Moría de hambre y quién sabe a qué hora volvería su mamá.
Se sintió un poco culpable por ese pensamiento... Cómo si su madre no se cansara también.
Se preparó un sándwich y se sentó a comerlo frente al televisor.
Encontró El día que la tierra se detuvo y aunque la había visto cien veces la dejó ahí para hacerle compañía durante un rato.
Terminó su cena, lavó los platos, apagó el televisor y se retiró a su habitación.
Ahí estaba la blusita de Isla sobre la cama.
— He estado todo el día intentando no pensar en ti... Es difícil.
Ya había pasado gran parte del día y hasta el momento no había aparecido ninguna inesperada tarjeta venida del más allá.
Eso era nuevo pero estaba bien.
Entonces tuvo una idea... Una un tanto arriesgada... Sobre todo tratándose de Isla y sus amadas tarjetas.
Lo entendía, aquella cajita de tarjetas había sido un regalo del amor de su vida, un regalo que sin duda le tomó un tiempo a Jermaine, recopilar esas frases, diseñar las tarjetas impresas todas sobre la fotografía de Isla...
Él no tenía ese tipo de talentos, ni era exactamente bueno con las cosas que requerían cierto gusto estético.
Pero...
Talvez y solo talvez él podría poner su granito de arena para ayudarla a dar un paso adelante y dejar el pasado atrás.
Recordó que su madre tenía guardadas algunas cosas de papelería que usaba de vez en cuando para escribirle cartas por correo regular a unos parientes que se reusavan a entender que el correo electrónico era más rápido.
En fin, las tías de su madre aún vivían en el siglo pasado.
No le costó encontrar la caja de papelería y tomó algunas hojas que le parecieron bonitas.
Daba igual, él no tenía la menor idea de nada referente al papel.
Volvió a su habitación y aunque tampoco tenía mucha idea de frases, ni poesía ni nada parecido.
Pensó leer un rato y cuando algo le gustara y le recordara a ella lo escribiría.
No sería elaborado ni tan bonito como lo que había hecho Jermaine pero lo haría igual y se las haría llegar para su cumpleaños.
Ella seguramente se burlaría de él pero talvez le dejaría clavada una espinita que la haría pensar en seguir adelante.
Ojalá...
Después de un rato escribió su primera tarjeta.
"Y aunque no éramos nada, fuimos poesía de vez en cuando... Fer Dichter."
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