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Fausto y Félix [31]


Fausto se había quedado más preocupado por Trevor...

Todo aquello de Isla y viajes extra corpóreos sonaba a chiste y sin embargo él mismo había visto a su hermano entrar en ese estado de trance así de la nada.

Casi se muere del susto aquella vez que no pudieron despertarlo.

Apretó el puño, la frustración estaba creciendo a pasos agigantados, estaba molesto y preocupado.

Deseó que su hermano nunca hubiera conocido a Isla, que no hubiera nunca aceptado ese trabajo y mucho menos que se hubiera enamorado de ella.

Entonces se fijó en Félix a su lado...

Si Trevor no fuera un completo idiota entonces él no habría conocido a Félix... Y Félix le gustaba mucho.

No es como si él fuera el más enamoradiso de los sujetos, de hecho era algo que a él simplemente no le pasaba.

Y menos con otro hombre...

Se había sentido atraído por un par de chicas en el pasado, nada serio, nada que lo impulsara a buscar un acercamiento más íntimo.

Había perdido su virginidad una noche en una fiesta con un par de tragos encima, con una chica que básicamente se lo había pedido.

Ya era grande, todos sus amigos lo habían hecho, incluso su hermano menor lo había hecho y pues...

Además la chica en cuestión era atractiva, simpática y parecía saber exactamente lo que estaba buscando y lo que hacía.

Simplemente cedió el control, su corazón no participó de esa experiencia y aprendió que el cuerpo responde aunque lo que te hace persona esté en otra parte.

Repitió un par de veces con la misma chica hasta que ella se dió cuenta que él no estaba realmente interesado.

Se sintió extraño, inadecuado y algo estúpido... Ella era muy linda y le agradaba bastante, pero solo se ponía a tono con la situación si ella lo buscaba, él nunca sintió un deseo real de tocarla o buscarla.

Aún así nunca consideró que talvez era que no le gustaban las mujeres.

Sus hermanos mayores tenían esposas y su hermano menor una novia... Era lo que era.

Había visto a sus padres ser los más felices y su papá siempre les habló de encontrar a la "mujer" de sus vidas... Era lo que su papá quería, que se enamorarán y fueran buenos esposos, justo como lo había sido él.

¿Aprobaría su papá a Félix? ¿Por lo menos lo entendería?

Lo extraño era que tampoco se había sentido atraído hacia otro hombre... Nunca le había pasado y sin embargo... Bastaron unos minutos con Félix y ahora su mundo estaba de cabeza.

Lo miró sentado a su lado.

El chico movía la cabeza mientras tarareaba y buscaba algo que lo convenciera en el catálogo de Netflix, le había prestado la van a Trevor para que siguiera arruinando su vida persiguiendo a Isla... En fin...

Su madre había salido, le tocaba visita a los nietos.

Lo que Fausto agradecía, amaba a sus sobrinos, pero casi nunca estaba de ánimos para correr tras una jauría de mocosos revoltosos.

Félix sintió los ojos de Fausto sobre él, le devolvió la mirada y luego sonrió para él.

—¿Tienes alguna sugerencia? Todo lo que hay, o ya lo ví o no me apetece.

Fausto sonrió también.

—¿Que te apetece exactamente?

—Por eso pedí sugerencias...

Se miraron por un momento hasta que Félix se sonrojó y agachó la mirada.

Fausto comenzó a hacer ebullición... Y es que ese gesto le pareció adorable... En otro hombre... Adorable... Le encantaba Félix y no entendía porque diablos seguía perdiendo el tiempo y no empezaba a aprovechar el tiempo a solas .

Antes de que Trevor volviera con alguna cosa nueva y más paranormal que nunca, antes de que Isla apareciera con su cara de asesina serial, antes de que alguien más volviera de la muerte e intentara arruinarlo todo.

Después de Isla y su isla de fantasmas el tiempo era una cosa de perspectiva.

—Ven aquí y te muestro lo que me apetece a mi...

Félix se sonrojó.

Y ahí estaba otra vez alcanzando nuevos niveles de adorabilidad.

Carajo...

¿Acaso eso se iba a convertir en amor?

¿Era eso lo que sentía?

¿Así se sentía enamorarse?

No tenía idea... Solo sabía que un deseo intenso crecía en su interior y lo estaba quemando por dentro.

Y sabía perfectamente que Félix no lo apagaría... Él solo lo haría arder más y eso era exactamente lo que quería, quemarse y arder en ese sentimiento.

Félix se acercó lento y a Fausto le gustaba esa anticipación tardía, quería caerle encima pero al mismo tiempo le gustaba que Félix se hiciera esperar.

Cuando estuvo muy cerca, le acarició el abdomen por sobre la ropa y Fausto se estremeció... Le encantaba que Félix lo tocara, aunque le costará admitirlo en voz alta era obvio en el reaccionar de su cuerpo y en el latir de su desbocado corazón.

Félix acomodó la cabeza en el cuello de Fausto y siguió con sus caricias suaves, lo tocó entre las piernas y Fausto jadeó de gusto, echó la cabeza hacia atrás y apretó los puños.

Se endureció enseguida y Félix lo recorrió con sus caricias, lo apretó un poco por sobre la ropa al tiempo que comenzaba a dejarle besos y pequeños mordiscos en el cuello.

—Mi boca... Besa mi boca —casi suplicó Fausto.

Félix levantó el rostro, se miraron a los ojos y lo besó.

Fausto lo deboró con toda la boca, sosteniendolo de la nuca para que no pudiera alejarse de él.

Pero es que quería tenerlo por completo, quería el sabor de su boca en la suya, quería su lengua probándolo y sintiéndolo, quería que fuera solo suyo.

Félix deslizó su mano dentro del pantalón y siguió con su íntima caricia.

El beso tuvo que parar porque Fausto no podía respirar pero Félix se quedó ahí, frente con frente, bebiéndose cada gemido que Fausto compartía con él.

Fausto acarició el rostro de Félix y abrió sus ojos, quería mirarlo cuando el orgasmo se le llevara media vida.

Entonces él hizo lo mismo, inseguro y con timidez deslizó su mano hasta la erección de Félix.

No lo había tocado... No así.

Habían dormido juntos, pero eran solo abrazos, besos y caricias que insinúan y bueno... Félix si que se había atrevido un poco más... Pero él...

No se había atrevido, aunque en ese momento lo que más deseaba era llenarse la mano de él.

Félix jadeó fuerte cuando sintió la caricia de Fausto.

Cerró sus ojos y tragó fuerte.

Su cuerpo entero se contrajo de puro placer.

Volvieron a besarse y a compartir la respiración, juntos, muy cerca el uno del otro, jadeandose el uno al otro entre besos y caricias que anhelaban cercanía.

Se quedaron acurrucados, Félix en el pecho de Fausto.

Félix incapaz de ocultar la sonrisa y Fausto incapaz de poner distancia.

—Oye...

—No, déjalo, no digas nada....

—¿Te asusta lo que pueda decir? —preguntó Fausto.

—Sé que tienes dudas... Y no sé si lo entiendo... Entiendo que es difícil para muchos, no lo es para mi.

—Si...

—Solo déjame soñar despierto un poquito más... Luego volvemos a bajar a la realidad... A las dudas y al no estar seguro.

—Le dijiste a mi hermano que éramos novios.

—Digo muchas cosas, me gusta jugar... Y tú no lo negaste.

—No...

Félix suspiró y se abrazó un poco más fuerte a Fausto.

—¿Te gusta el Mario kart? —preguntó Fausto.

—¡Si! Y para sorpresa de nadie mi pista de carreras favorita es la del arcoiris.

Eso hizo reír a Fausto.

—¿Jugamos?

—Claro, será divertido destruirte... Soy muy bueno al volante y siempre soy Yoshi...

Fausto se acercó y le plantó un beso en toda la boca.

—Ven, la consola está en la habitación de Trevor, ayúdame a buscarla.

Entraron a la habitación de Trevor y enseguida Fausto abrió los cajones buscando el juego mientras Félix curioseaba.

—¡Uhhh! Yo no sabía que Trevor tenía el libro de Isla...

—Yo no sabía que Isla tenía un libro...

Fausto se acercó a ver el ejemplar, parecía bastante nuevo.

—¿Ella escribe?

—No, es una compilación de casos que investigamos... El flaquito que lo escribió era un bocadillo delicioso, divino de la muerte.

—Ya...

—¿Celos? ¿Donde?

—No lo sé... Pregúntale al flaquito divino de la muerte...

—Fue muy simpático, estaba un poco demente, pero era lindo, hizo un buen trabajo... Lo malo es que también era extremadamente hetero... Ni esperanzas de hacerlo dudar...

Fausto sonrió.

Le dió la espalda a Félix para volver a buscar el juego.

Volvió al cajón a medio abrir y se encontró con una de las tarjetas que Trevor había hecho para Isla.

"Temer al amor es temer a la vida y los que temen a la vida ya están medio muertos... Bertrand Russell."

Lo leyó en silencio y pensó en si mismo, pensó en Félix y cuánta verdad había en esas palabras.

Sobre todo cuando era imposible de negar que Félix lo estaba haciendo sentir más vivo que nunca.

Dejó la tarjeta dónde estaba, no la tomó, no la movió, cerró el cajón y fue directo hacia Félix.

El chico estaba mirando los demás libros en la estantería cuando sintió que Fausto lo tomaba por las caderas, lo giraba y le estampaba los labios en un beso ansioso.

—No te asustes... Pero creo que me estás gustando mucho... En serio...

Félix sonrió.

Iba a volver a besarlo...

El timbre de la casa comenzó a sonar a lo bestia, como si afuera se estuviera dando el apocalipsis y la persona que se había prendido del timbre estuviera a punto de morir.

Fausto lo supo.

Algo iba mal y su hermano estaba en peligro...

Soltó a Félix y fue directo a la puerta, tras la reja se encontró con una Brenda bañada en lágrimas.

Talvez era peor de lo que imaginaba.

—¿¡Que va mal!? —preguntó Félix adelantando a Fausto para reunirse con la chica.

Abrió la reja y enseguida se abrazaron.

—No llores cariño ¿Que pasó?

—Está mañana salí con mamá y papá... Volví antes porque ellos tenían una reunión con unos amigos de mi papá y cuando entré en la casa...

La chica volvió a romper en llanto.

—¡Que! ¡Que! —exigió Fausto.

Félix le lanzó una mirada acusadora, gritarle a Brenda solo la alteraría más.

—Mis hermanas... Mis hermanas... Y Trevor... Están los tres... No lo sé... Estoy asustada...

Félix la abrazó con fuerza y Fausto se temió lo peor.

—Mi hermano...

—¡No sé que pasó! Isla y Kitty estaban en el baño de visitas, encerradas, abrazadas la una a la otra... No reaccionan, no reaccionan y yo no sé que hacer...

—Mi hermano...

—En el suelo... No lo sé... No pude despertarlo...

—Vamos allá —dijo Fausto.

Lo sabía.

Él ya lo sabía.

Solo hubiera deseado que el periodo de calma antes de la tormenta le hubiera dejado más besos y más momentos con Félix.

Ahora talvez eso ya no pasaría.

Ahora talvez era momento de enfrentarse a cosas que no conocía.

Ahora talvez tendría que traer a Trevor de vuelta de la muerte.




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