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Una agradable charla de profesoras brujitas

W.O.A.: Witches scout of Averno

Capítulo 6: Una agradable charla de profesoras brujitas

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Estaba eximida de dar exámenes parciales o finales, lo mismo que presentar trabajos teóricos o prácticos de investigación entre otras cosas, sin embargo, la hora del almuerzo en el comedor común era una cita obligada para ella y sus amigas.

Desde el primer año siempre cumplió el ritual de la buena comida que daba la Academia Averno, desde siempre era la atención de las miradas, y desde siempre, las voces de sus compañeras eran de aprecio, respeto e incluso admiración. Esta vez no era el caso y junto a Britany y Candy, miraban de soslayo al resto del alumnado, sentían como les escocía los oídos y el rubor prendía en calor sus mejillas.

Transcurrieron dos pruebas para el ingreso al WOA, los tres grupos eran la comidilla de todas, circulando a velocidad respetable de labios a oídos lo que sucedió respecto a las pruebas que las nueve chicas tuvieron que afrontar en el mundo humano.

Todas se asustaron con lo que le pasó a la profesora Miller, sorprendiéndose también de cómo las cosas se complicaron para el grupo de la profesora García, pero hasta ahora, el grupo de Faith parecía gozar de una buena suerte que para estas alturas ya no parecía coincidencia.

—Mira con qué desvergüenza vienen a comer aquí como si nada —decían unas.

—Quien lo iba a pensar de esa Miller, tan perfecta que se veía —decían otras de Faith.

—A mí siempre me cayeron mal esas tres, tan arrogantes —decían las que hasta hace un par de semanas no hacían otra cosa que lanzarles flores cada vez que aparecían.

—¡Oigan!, ¡¿tenemos algo en la cara o qué?! —gritó Britany sin poder soportarlo más, la desagradable experiencia que soportaba era algo que nunca experimentó y por lo tanto no mostró estoicismo mental como lo hacían las chicas acostumbradas al bullying o maltrato escolar.

—Tranquila, no les prestes atención —decía Faith, mientras que con todo el autocontrol que podía, tomó con elegancia su taza de té negro y se lo llevó a los labios o al menos esa era la intención.

Se sorprendió con su mano izquierda, estaba temblando.

Estaba segura de estar en una calma indiferente ante las murmuraciones insidiosas que la rodeaban a ella y sus amigas, creyó que estaba en un perfecto estado de paz mental, no obstante, su cuerpo era más honesto que ella. Puso la taza sobre la mesa y decidió cambiar de mano para beber la dulce infusión, esperando que nadie se diera cuenta.

—Ya, Britany, no les hagas caso, son solo unas envidiosas —dijo Candy que evitó que su amiga se levantara de su asiento y confrontara a las brujas.

—Seguro la hija de perra de Proudmore ha hecho que la tuvieran regalado, no son más que unas ricachonas hijitas de papá —fue otro golpe verbal proferido de un lugar indeterminado.

Faith decidió mostrar valor frente a las acusaciones dichas por lo bajo, pero no pudo sino abrir mucho los ojos ante la imagen distorsionada que vio.

Aquellos rostros, todos muy agraciados debido al uso de la magia estética, ya no se veían dulces. Eran malignos con esos ojos rojos y sonrisas de oquedades carmesíes que a todas luces mostraban expresiones causticas de burla o del desprecio más visceral.

Se sintió sola, curioso, siempre le molestaba toda la atención servil que tenía, pero como nunca en su vida se sintió desamparada, sin la compañía de alguien a quien acudir para buscar consejo o amparo.

—Faith, ¿estás bien? —le preguntó Candy, que parecía que iba a tener un ataque de nervios.

—Sí. Vámonos, nos llevaremos la comida al cuarto. No le debemos explicaciones a nadie, ¿Britany?

—Ya voy —dijo enojada consigo misma, podía sentir como las lágrimas se asomaban por sus ojos.

Faith apretó sus mandíbulas, rogando que ninguna de sus amigas se diera cuenta del temblor de su mano izquierda, cosa difícil considerando que estaría a solas con ellas.

Sus temores no se hicieron realidad, tanto Candy como Britany, se dedicaron a despotricar contra las falsas e hipócritas de sus otrora fanáticas, de todas formas, decidió apurar la comida y excusándose de que las habladurías en el comedor le dieron dolor de estómago, aprovechó para acostarse en su cama. Se dio la vuelta para mirar a la pared, para que no la observaran y se sujetó la mano izquierda, sobándola para que dejara de temblar; su expresión, siempre de elegancia y seguridad, parecía la de una niña pequeña lejos de su mamá.

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Sin saber nada de la mala situación de sus favoritas, la vicedirectora Proudmore tenía una conversación con la directora.

—Entonces, ¿estos son los cartapacios de las pruebas para el WOA?

—Así es, Abigail, querida. Los modifiqué un poco en vista a lo que le pasó a la profesora Miller.

—¿Era eso necesario? Las pruebas ya estaban conformadas de antemano, casi desde el año pasado, para asegurar que no hubiera casos imprevistos con el tema de las posesiones demoniacas. No queríamos tener como objetivo a un ex poseído por error.

—Pero no tomamos en cuenta otros aspectos como los relativos a la seguridad de las evaluadoras, solo lo hicimos con respecto a las aspirantes. Ese fue mi error, un error que llevaré hasta que muera.

—Por favor, Gilliam, nadie podría haber sabido lo que le pasó a Miranda, ¡no tenía que haber pasado!

—Exacto, no tenía que haber pasado, algo que muy en claro me lo dijeron en la dirección de los caballeros negros.

—¿Siguen molestos? Pero si la profesora Smith hizo un prolijo trabajo de limpieza.

—Lo hizo, sí, pero Carla se saltó el protocolo. Todo trabajo de limpieza se deja a cargo de los caballeros negros, exceptuando claro, al que tengan que hacer las aspirantes en plena prueba, como el que hizo la señorita Riveiro.

—Ya que tocamos el tema: Las misiones que les tocó a las profesoras Miller y García resultaron complicarse cuando se supone que no debían hacerlo. La profesora Smith por otra parte, tuvo hasta el momento misiones que no solo estuvieron enmarcadas en lo que esperábamos, también resultaron muy fáciles, demasiado para ser pruebas para el WOA.

—¿Cuál es tu punto? —pregunto Clueca, mientras se limpiaba el monóculo con parsimonia.

—Directora Clueca. Quisiera ver los cartapacios asignados a los tres grupos.

—Eso no puede ser.

—¿Ni siquiera los de la tercera prueba? Ya están a la vuelta de la esquina.

—Menos los de la tercera prueba.

—¿Pero, por qué? Sabes Gilliam que yo no interferiría con... ¿Es eso? ¿Me acusas de favoritismo? ¿Después de todos estos años?

—Yo no soy quien te acusa.

—Ya veo. Son García y Smith.

—Nada de eso, tanto Estefanía como Carla me dieron su reporte y concuerdan que te desempeñaste de la manera más profesional, algo que no es novedad.

—¿Te dieron un reporte? Era yo quien estaba a cargo de redactar un reporte sobre ellas —dijo con tono venenoso.

—Por favor, Abigail, los reportes tuyos no son necesarios, tampoco los de Carla y Estefanía; ustedes tres, niñas, están cargando muchos fardos sobre la espalda de esta pobre vieja ya tan marchita por las vicisitudes de la vida. Y antes de que vayas a tener una agradable charla con tus colegas, permíteme recordarte que dijeron cosas muy positivas de ti, claro que también hicieron hincapié en tu paternalismo para con las señoritas Miller, Spencer y Cambell.

—Una actitud paternalista no tiene nada de malo.

—Si lo tiene, en especial cuando se muestra excesiva severidad con las demás.

La mujer del apretado rodete tragó saliva, pero sus ánimos retornaron renovados por causa de una queja que llevaba reprimida en su pecho desde hace incontables noches de patrulla.

—No es justo, ¡no lo es! Velar por la autoestima de las jóvenes que vienen a instruirse aquí no es apreciado.

—¿Sigues con eso? —dijo la anciana con tono de resignación, tanto que hasta sus cabellos tiesos de espantapájaros lucieron mustios.

—¡Claro que sigo con eso! Cuando se decidió no penar con estricta severidad el uso de la magia estética, fue un error.

—Yo no estuve allí cuando se decidió eso, fue mucho antes de mi tiempo, viene casi desde el principio. Solo haces un lio de un problema diríamos minúsculo.

—¿Minúsculo? ¿Dices minúsculo? ¡Es descomunal! —gritó, haciendo que Clueca entrelazara los dedos sobre el escritorio en clara muestra que estaba aburriéndose de tocar aquel tema.

»También desde siempre vienen los valores que se les inculca a las brujas respecto a la confianza, la autoestima y la humildad, pero ¿qué hemos estado haciendo en Averno? Si me preguntaras cuántas estudiantes podría nombrar que no usan magia estética, tendría que mencionar la charla que Dios tuvo con Abraham antes de que destruyera Sodoma y Gomorra.

—¿Tan pocas? ¿Ni siquiera la señorita Miller? —preguntó la anciana y Proudmore bajó la mirada.

»Abigail, sería un debate bizantino si nos pusiéramos a ver cosas como si es pertinente tanto uso de la magia estética, si porque todas la usan una también debe hacerlo, o cuánto una debe nadar a contracorriente de la presión social. Brujas mejores que nosotras ya han debatido eso y no hallaron respuesta satisfactoria, ¿no puedes dejarlo pasar?

—Tal vez fue mi familia, recibí una educación bastante tradicional, severa. Pero tengo plena fe en lo que me inculcaron, que es lo correcto.

—Cuidado, mi niña, es peligroso cuando uno cree que lo justo y correcto para una, debe ser por obligación correcto y justo para los demás. ¿Algo más?

—Yo, sí. Los cartapacios están en sobres cerrados, pido mezclarlos para...

—Ya lo hice. Como sabes, las solas puntaciones de las evaluadoras no son suficientes para el WOA; las notas sirven para la academia, son muy útiles, eso sí, pero otra cosa es la vida real, y más si se opta por una profesión tan peligrosa como lo es el combatir demonios. Entregaré los cartapacios a Carla que es la encargada de su custodia, junto con la copia de la llave del cuarto de los familiares, ya sabes que no puede haber mucho contacto de ellos con las brujas aspirantes.

—¿Puede de nuevo barajar los sobres delante de mí?

—Ya hablamos de esto y es un tema zanjado —dijo y agarró una pluma fuente que en vez de tinta parecía marcar con lava; con aquel rotuló los sobres, especificando a cuál profesora iría.

»Ten. Por favor, no seas niña y dale esto a Clara.

El rostro de Proudmore fue hierático, una máscara que no dejó entrever emoción alguna. Tomó los sobres y salió del despacho de la directora

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—¿A dónde vas? ya es casi hora de dormir —preguntó Candy al ver como Faith se disponía a abandonar la habitación.

—Hay algo que quiero preguntar a Clara.

—¿La profesora Smith? ¿Para qué quieres hablar con ella? La prueba es mañana, mejor duerme, necesitamos estar descansadas.

—Tú duerme. Estoy segura que, si no le pregunto esto, no podré conciliar el sueño.

—Está bien, pero ten cuidado con Proudmore —dijo y miró de soslayo a Britany, que solo clavaba su mirada ceñuda al techo.

—Esa puta no le va a decir nada, ¿no las escuchaste? La muy desgraciada nos adora —dijo Britany sin mirar a sus amigas.

Candy y Faith cruzaron miradas sin saber que decir y luego la lideresa salió de la habitación.

Pese a las afirmaciones amargas de Britany, caminó nerviosa mirando a los lados y agudizando el oído.

«Qué estúpida soy. Le tengo más miedo a un reporte de indisciplina que a lo que quiero preguntarle a la profesora Smith», pensó enojada consigo misma, cuando a lo lejos escuchó unos gritos.

«Me van a descubrir. ¡Mierda!», pensó alarmada al escuchar como pasos se acercaban dónde estaba ella.

No se dejó dominar por el pánico, era una aspirante al WOA, por consiguiente, con toda la calma del mundo movió su báculo para realizar un hechizo, incluso tuvo la suficiente sangre fría para darle un movimiento elegante que era innecesario. En un santiamén, la figura de la bruja fue reemplazada por arabescos góticos labrados sobre la pared basta.

Eran dos chicas, corriendo a toda prisa pasaron de largo. Le extrañó lo que escuchó de ellas.

«¿Proudmore no las castigó pese a que las descubrió usando magia estética? Eso no es para nada propio de ella, debe tener otra cosa en mente, una muy importante como para no haber castigado a esas dos», pensó intrigada.

Siguió avanzando y vio a Proudmore llevando unos sobres bajo el brazo, inflaba la nariz, claro signo de que estaba muy molesta.

«Es el sello de la dirección, tiene el sello de las pruebas para el WOA», pensó, pero lo que más la perturbó fue el hecho de que la bruja iba justo a la oficina de Clara.

«Que mala suerte, y justo que quería hablar con la profesora. Aunque pensándolo bien, fue un golpe de suerte que Proudmore se me hubiera adelantado, no hubiera querido que me pescara en la oficina de Smith y mucho menos estando tan furiosa como está».

Proudmore golpeó de manera educada pese a su furia interior, al poco tiempo le abrió la puerta Clara y, antes de que pudiera decir algo, la mujer del rodete le soltó algo que no esperaba:

—¿Por qué? ¿Por qué lo hiciste? Mataste a Miller y ¿quieres matarme a mí también?

CONTINUARÁ...

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