W.O.A.: Witches scout of Averno
Capítulo 19: Brujitas y un papá cariñoso
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El monte Hayes, en Alaska, era uno de los sitios más inaccesibles para el ser humano. Un glaciar que se asemejaba mucho a una meseta, fue la parada en la que se materializaron varias figuras vestidas con trajes formales de tonalidad oscura, pero no eran los únicos, junto a ellos, siluetas féminas temblaron apenas llegaron a esa desolación blanca.
—Tranquilas, mis niñas, les enseñaré un hechizo para situaciones como esta —dijo Clueca a las nueve brujitas, que no sabían si abrazarse los brazos o cubrirse los ojos con la palma de las manos. La meseta de nieve reflejaba de forma dolorosa la luz del sol.
—No hable con las imputadas—dijo el líder de los caballeros negros; él, lo mismo que sus hombres, parecían inmunes al frío, y gracias a sus enormes anteojos negros, conservaron sus posturas hieráticas a toda prueba.
—¿Perdón? Que yo sepa, ninguna de mis estudiantes aquí presentes, ha sido acusada de manera formal, ni por la sede de los caballeros negros ni por la directiva del WOA.; son solo sospechosas, menores de edad y todavía no graduadas de la Academia Averno. Perdón, niñas, muevan sus báculos así, ¿ven? Incluso en el mundo humano que no tiene mucho maná mágico, pueden hacer esto para no morir de frío en los climas más duros.
El hombre de negro, lejos de perturbar las facciones de su rostro, solo levantó el brazo, como emulando una cortesía para que anciana y jovencitas, siguieran avanzando.
—Woa, que útil hechizo, ya no siento frío —decía Anna y miró a todas direcciones, cubriendo sus ojos con la sombra de la palma de su mano—. Directora, ¿por qué no nos teletransportamos directo a la sede de los caballeros negros?
—No hable —dijo uno de los hombres y la bruja tuvo que callar, seguir la marcha hasta que llegó a una cueva que no tenía nada de particular.
«Supongo que, si una quiere teletransportarse directo al interior de la montaña, los caballeros negros te atrapan y puede que hasta te maten. Pero estamos siendo escoltadas, supongo que es por protocolo», pensó y lo mismo que sus amigas, abrió la boca cuando una pared de escombros se desvaneció para dar paso a un corredor subterráneo libre de tierra o polvo.
El interior era extenso, una rara mezcla de piedra basta, como lo que veían en Averno, con paredes sacadas de una película de ciencia ficción. Varios muebles como sillas o cosas similares, parecían estar hechos de materias translúcidas, como luces opacas y que levitaban a unos centímetros del suelo. Nada parecía estar fijo a las paredes o al suelo.
—¡Que fue eso! —gritó Jimena al escuchar un terrible grito, era obvio que estaban torturando a alguien en algún lugar.
—Interrogación —fue la lacónica respuesta del hombre. Las chicas no estaban seguras si el sujeto torció la comisura de sus labios.
—¿Llegamos? ¿Qué es este sitio? —preguntó Eva.
—Salas de interrogación.
Esta vez sí estaban seguras que el hombre sonreía con perversidad.
—Tranquilas, niñas, no se asusten, yo estoy con ustedes.
—¡Ea! ¡¿A dónde nos llevan?! —exclamó Olivia cuando las separaron e intentaron llevarlas a sitios diferentes.
—Tranquilas, niñas, solo las llevaran a las celdas para luego ser interrogadas una por una. No se preocupen, estaré presente en sus interrogatorios.
—Los familiares se quedan con usted, directora.
—No insistan, esta gente es tozuda —dijo Flandes a los otros gatos, cuando quisieron protestar.
Las celdas parecían ser un entramado de ramas color blanco, muy brillantes todas. Apenas las puertas se cerraron, supieron que toda magia estaba nulificada.
—Candy, Faith, quien sea, ¿alguien me oye? —preguntó Britany, pero no recibió respuesta alguna. Sus dedos soltaron la entrada de la celda con ese extraño patrón y miró el par de sillas blancas; lo mismo que el mobiliario, estaban hechas de luz solidificada.
«¿Los familiares también serían afectados por estas celdas?», pensaba Eva, que comparaba el aula albo con el sitio en el que estaba, al menos, el entramado de ramas, dejaba ver el exterior, uno que no era blanquecino, eso le trajo algo de calma.
Así, sentadas y con poses de derrota, esperaron a ser interrogadas por los caballeros negros, les daba miedo, en especial, al recordar las palabras de Proudmore cuando les dijo que ella era suave en comparación.
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La sala de interrogatorios parecía la imagen cliché de su par en una sede policial, salvo que el lugar era inmenso. Ningún mobiliario, salvo una silla color gris, formada con la misma substancia del resto del mobiliario que vio antes, era lo único presente en el amplio recinto. En el marco superior del típico espejo falso estaban empotradas luces incandescentes, no hacían otra cosa que herir los ojos. El reflejo de la bruja se acentuaba en las paredes que tenían el mismo sistema de seguridad antimagia que las celdas.
—¿Cuántas veces más quiere que se lo repita? —decía Rebeca por enésima vez—. Apenas nos teletransportamos al mundo humano, vimos que estábamos todas juntas, las nueve.
—Sí, ya se los dije, fue la directora la que nos dijo que solo tres clasificaríamos —dijo Candy cuando le llegó su turno.
—¿No me entiende? No había ninguna monitora, solo estaba el sobre de la prueba, la abrimos y la imagen de Proudmore nos dio las instrucciones —dijo Anna.
—Sí, yo abrí el sobre. ¡No! ¡No lo manipulé! ¿Eso qué tiene que ver? ¡Pregúntele a Proudmore!
—¿Qué? Sí, yo fui quien les dijo que pensemos más respecto a la prueba. ¿Mi prueba anterior? ¿Qué no seguí los protocolos? ¿Que por qué la directora no nos descalificó? Por favor, no meta a Candy y a Britany en todo esto, fui yo la de la idea de no atrapar al demonio y dejarlo expuesto a las televisoras. No, ¡no soy una traidora!
—¡SUFICIENTE! —fue el grito que hizo que Faith diera un salto de su silla. En la entrada del amplio salón de interrogatorios, acababa de entrar un hombre de finas, elegantes y anticuadas prendas de color gris. Estaba bien peinado, pero se notaba algo de calvicie; su bigote dorado, por lo general muy bien cuidado, se veía enmarañado en ese momento.
—¡Papi!
El hombre no dijo nada, solo se acercó al lado de su hija; no la abrazó, pero miró directo al espejo. Las luces molestas no hicieron que desviara la vista ni un milímetro.
—Apáguenlas —dijo una voz detrás del espejo.
—Padre, ¿cómo...?
—Tu directora me avisó. Tranquila, salgamos de aquí.
—Mis amigas...
—Ambas están bien, te están esperando.
—¿Y mis otras amigas?
—¿Todas ellas son tus amigas? Vaya, vaya, esto es una inesperada y agradable sorpresa. Tendrás que contarme más, pero no ahora, ven, sígueme.
Creyendo que nunca sintió tanto alivio como ahora, siguió a su padre, quien la tomaba de la mano como si todavía fuera una niña pequeña, tras una puerta, sus amigas la estaban esperando.
—¡Chicas! —fue lo único que dijo y fue directo a los brazos de Candy y Britany.
—Oye, que nosotras también estamos aquí —dijo Olivia con su clásica pose de chica dura.
—Faith, no nos dijiste que tu padre era...
—¡Tramposa! Dijiste que tu padre era un obseso del trabajo, ¡no el director del WOA! —exclamó Anna, interrumpiendo a Paula.
—¿Obseso del trabajo?
—¡Yo no dije eso, papi! ¡Fue Olivia, te lo juro! —dijo y todas las chicas se rieron de Faith, junto con su padre.
—Señor, gracias por sacarnos de este aprieto —dijo Candy.
—Yo les debo dar las gracias por cuidar de mi pequeñita, por ser sus amigas, me refiero a todas ustedes, muchas gracias por ser sus amigas, mi calabacita no es buena para hacer amistades.
—Papi, por favor, no sigas —dijo y tanto Eva como Jimena se rieron de Faith, que se puso roja como un tomate.
El breve momento de alivio fue interrumpido por Clueca que entraba junto con los gatos.
—Directora Clueca.
—Llámame Gilliam, dadas las circunstancias. Es bueno verte de nuevo, William, umm, sí que estás gordo. —El hombre por instinto se llevó una mano al abdomen y bajó la vista para verse mejor. Faith se rio un poco y comprendió que era una broma de la anciana.
—Por Merlín, siempre con ese carácter suyo. ¿Qué le pasó, Gilliam?, Por lo que veo, no estaría presentable como para ir a la cena de gala del WOA.
—Ay, William, mi niño. Fue una cosa de locos: los caballeros negros tuvieron que hacer un trabajo de limpieza a todas prisas; yo misma tuve que ayudar; mientras buscaba a las niñas, me acerqué mucho al fuego y quedé, así como me ves. Menos mal que esta vieja chocha, recordó que en Averno contaba con un familiar, si lo hubiera recordado antes, habría encontrado a tu hija y a las demás muchas horas antes.
—De todas maneras, no se hubiera evitado esto de los caballeros negros.
—¿Qué te dijeron, William?
—Ya los conoces, son unos paranoicos, y sus dudas e inquietudes, mejor quedárnoslas para nosotros.
—¿Qué pasa, papá?
—Mejor hablar de esto en la Academia Averno. ¿Guilliam?
—Adelántese, joven William. Me temo que tengo que hacer papeleo con los caballeros negros. Niñas, no quiero que se queden hasta tarde, vayan a sus cuartos y duerman, mañana hablaremos.
Tanto la anciana como su gato, retornaron por donde vinieron. El hombre, las jovencitas y sus familiares, tomaron otro rumbo, hacia un cuarto donde les esperaba uno de los caballeros negros.
—¿Algo más? —dijo el padre de Faith con todo el tono de autoridad que podía entonar.
Como quien calla otorga, y, sin pedir permiso, el señor Miller les indicó a todas que se situaran sobre el círculo mágico. Dijo con toda claridad el nombre de la academia y todos, incluyendo a los gatos, fueron teletransportados.
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Parpadearon los ojos con el cambio de luz, de una artificial a una natural.
—Clueca nos dijo que fuéramos a dormir, pero ya es de día —dijo Anna, mirando los alrededores, agradecida en sumo de ver las conocidas paredes de Averno.
—Miren, son las profesoras —dijo Jimena.
En efecto, tanto las monitoras como otras docentes, iban a toda carrera hacia el prado donde se teletransportaron las brujas; no solo ellas, también otras alumnas, que curiosas, se acercaban para ver qué era lo que sucedió.
—¡Niñas, que bueno que ya llegaron! —dijo la profesora Smith.
—No quisimos preocuparla, a nadie, pero la prueba se complicó demasiado. Hicimos lo que pudimos, pero...
—¿Eh? ¿No se los dijeron? —dijo la mujer y cruzó miradas con su amiga.
—¿Qué es lo que tenían que decirnos? —dijo Anna.
—Chicas —decía la profesora García—, no pasaron por la quinta prueba, digo, no se realizó. Alguien saboteó la teletransportación y las mandó a otro lugar.
—Pero ¿quién haría eso? Esperen, ¿fue Proudmore? —preguntó Eva.
—Mejor vayan a dormir, más tarde se lo van a explicar sus profesoras.
—Padre, por favor, queremos saber qué pasa.
—Umm, ya se acabó eso de papi, que dolor.
—Papá, por favor.
—De acuerdo, supongo que ninguna de ustedes se irá a dormir hasta que no les cuente todo este lio. Bueno, que remedio.
—No se preocupe, señor Miller, nosotras nos ocuparemos de los familiares —dijo Smith, con lo que el hombre ingresó a la academia en busca de un salón que les diera algo de privacidad.
—Creo que este lugar servirá —dijo el hombre y se sentó para tomar un poco de aire—. Los caballeros negros creen que fue la profesora Proudmore quien saboteó la quinta prueba; no solo ustedes, también sus monitoras aparecieron en otro lugar. No se ven muy sorprendidas.
—Eh, la actitud de Proudmore era muy rara estos días de las pruebas —dijo Olivia para disimular.
—Con toda seguridad —dijo y se inclinó hacia las jovencitas—. Niñas, que esto no salga de este salón, pero los caballeros negros llegaron a la conclusión que la vicedirectora suya se volvió loca con la muerte de la profesora Miller. Ambas eran, bueno, compañeras. Sus monitoras amenazaron con despedirla una vez Clueca se jubilara, eso hizo que perdiera la cabeza y las enviase a ustedes a un lugar tan peligroso; lo mismo pasó con sus monitoras. La mujer reculó en sus intenciones, las que fueran, y decidió darse a la fuga.
Faith, Anna y Olivia se dieron codazos disimulados para disimular y poner cara de sorpresa, no estaban seguras si debían contarle todo lo que ellas sabían. Rogando, que su mutismo no fuera contraproducente.
CONTINUARÁ...
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