Tambores
Una potterhead en el mundo cuántico
Capítulo 10: Tambores
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El cántico pavoroso al son del tambor, ambos provenientes del chamán, parecieron apagarse en los oídos de Ana y la Señora N, ambas, miraban con gestos de interrogación por las palabras que dijera Marco con respecto al humano que danzaba alrededor de la enorme fogata.
Regresaron tras sus pasos al temer que las preguntas atragantadas en sus gargantas, fueran expectoradas en una cacofonía fragorosa.
—No te entendí nada de nada. ¿Conoces al humano ese.
—Nunca lo vi en persona, pero recuerdo su expediente.
—¿A qué te refieres? Ni Ana ni yo escuchamos nada de un expediente.
—¿No se acuerdan? Me lo preguntaron, bueno, fuiste tú, Ana, me preguntaste acerca de la humana que estaba a mi cargo en mi periodo de prueba antes de graduarme como agente.
—Sí, ya recuerdo. Esa que dijiste que era más molesta que ser acariciado a contrapelo.
—¿Y esa que tiene que ver con todo esto?
—Lo mismo que las huellas digitales o una prueba de ADN, ningún ser humano tiene una firma de aura igual a otra persona. Recuerdo bien la foto del aura de Marvolus Lord, porque fue la última misión de Fantasma, mi superior.
»Cuando Fantasma atrapó a María, hizo un trato: la dejaría en libertad si a cambio lo ayudaba a atrapar a Marvolus, una misión complicada puesto que a diferencia de ella, el hombre de alguna forma viajó a tu Latinoamérica con sus poderes de hechicero intactos.
—Por lo que nos cuentas, el caso de tu superior no fue fácil, ¿cómo lograron capturarlo? —preguntó la Señora N que movía la cola de lado a lado por lo tensa que estaba.
—Con ayuda de otro isekeado y un plan nada ortodoxo que involucraba que María le tocase la cara, dos isekeados inversamente no pueden tocarse, uno o ambos tendrían que ir al cielo, pero eso no funcionará aquí —dijo Marco.
—Entonces, lo mejor es marcharnos —sugirió la gata cuántica—. Vamos, Marco, Ana, saben que esto no forma parte de nuestra liga.
—Soy un agente celestial, hasta que me reasignen a un nuevo departamento, sigo perteneciendo a la oficina de isekeados inversamente, sección policía transdimensional, subsección Busqueda y Destrucción. ¡No me puedo marchar así como así!
—¡Chist! Calla, no grites que nos van a oír —le pidió Ana, poniendo su dedo índice sobre los labios—. No sé, la Señora N, tiene razón, al menos Fantasma tenía apoyo y un plan bien elaborado. Nosotros ¿qué tenemos?, no hay tiempo para elaborar un plan.
—Pero hay que ayudar a Alcalina —dijo la gata de chocolate, recapacitando, incapaz de abandonar a un congénere cuántico.
—Cierto, la peludita, pobrecita, hay que ayudarla. A parte de ser una potterhead, soy miembro de grupos en defensa de los derechos animales.
—¿Se te ocurre alguna idea?
El gato celestial bajó la vista, frunció su ceño al saberse inútil, solo era un agente novato en espera de una reasignación, por lo que no contaba con todos los poderes de un ángel.
Rasgó el suelo plastificado, el cual apenas permitió que le dejaran una marca, no obstante, esa acción en apariencia infructuosa, parió una idea iluminada.
La danza de Marvolus Lord incrementaba su cadencia, el cielo se veía lejano y gélido, si el alcalde hubiera tenido cabello como un humano del mundo exterior, aquel se le hubiera erizado por el miedo. Alcalina, la gata, no despertaba.
Los sonidos del tambor se extinguieron, fue producto de una interrupción, por lo mismo, incluso O'Hara pudo sentir las oleadas de rabia proveniente del viajero de otro mundo.
—¿Una humana? ¿Quién eres y qué haces aquí? —preguntó el hechicero con una voz que a Ana le recordó a la de un villano de cine de terror.
—¡Te conozco! ¡Eres la humana que conocí en el asalto al banco! ¡Debiste ser tú la que mancilló mis primorosos cuadros!
—¡Cállate! Que no estoy interesado en nada de lo que a ti concierne.
—Pero..., yo me hice de la vista gorda con todo lo que hacías en este lugar. Solo quiero que respetes el trato que acordamos, ¡me lo debes!
El gordo gelatinoso trató de esconder su cabeza entre sus hombros al observar los ojos del humano que, como un halcón, lo miraba como si fuese una simple presa.
Cualquier discusión no se materializó al escuchar ambos el sonido de un revolver amartillándose. Era Ana que usaba su mod de transformar su varita de juguete en un arma letal.
—Les advierto que soy una pésima tiradora, así que ni piensen que voy a efectuar un tiro de advertencia que no les llegue a la cabeza. Así, bien, los quiero bien quietitos, nada de movimientos bruscos que me tiembla el dedo en el gatillo.
Ninguno alrededor de la fogata sabía que "el revolver" de Ana solo podía lanzar el hechizo mod de la maldición asesina, un conjuro en extremo lento si se comparaba con una bala, bala que bien podía salir del arma que llevaba el alcalde cerca de su oronda cintura. El objetivo de las advertencias de la potterhead era otra: Alcalina.
«Debo alejarlos del cuerpo de la peludita. Marco me dijo que Marvolus tiene una especie de radar que detecta la presencia de ángeles».
—Vamos a dar un paseo, levanten las manos, así, justo así. —Con aplomo logró que el par se alejara de la fogata y se internaron en el laberinto rocoso, lejos de los pictogramas.
—¿Qué planes tienes para con nosotros? Por favor, no hagas ninguna tontería, si te vas sin hacerme daño, te prometo que te daré una gran suma de dinero.
—No creo que el dinero cuántico me sirva en el mundo exterior, el mundo de arriba si lo prefiere, no soy tonta.
—Vamos, se razonable, tú y los gatos pueden pedirme lo que quieran si hacen de la vista gorda con todo...
—¡¿Gatos?! ¿La roja vino con gatos? —interrumpió Marvolus, su tono era venenoso.
—Este, sí, una gata cuántica y un agente del cielo, Marco, creo que se...
El seboso no pudo completar su oración, tampoco lo haría con cualquier otra. El "chamán" le lanzó un hechizo que dejó al orondo como un bagazo gelatinoso.
El espectáculo grotesco fue acompañado por el grito de Ana. Presa del pánico, lanzó varias maldiciones asesinas al homicida, pero aquel se valió del intrincado laberinto para no ser impactado por ninguno de los rayos verduzcos.
Aviso: nivel de magia en cero.
«¡Mierda, debo huir!».
Sus pensamientos, su instinto, fue acertado, escuchó con claridad como los pasos del hombre le seguían el rastro con preocupante cercanía, por suerte, esquivaba las maldiciones de la misma forma en que lo hizo Marvolus, perdiéndose entre las esquinas del laberinto de paredes altas.
—¡Por aquí! —gritó la Señora N.
No se hizo de rogar y sin mediar palabra alguna, siguió lo más rápido que pudo a su amiga felina, apenas viendo su cola que en más de una ocasión se perdía de vista tras una esquina.
Frenó de repente al notar que su amiga hizo lo mismo. Marco estaba justo al frente.
—¿Y esos dos? ¿Qué pasó?
Antes de contestar, Ana se dio la vuelta y afinó el oído, acción que le sirvió para cerciorarse que el hombre no estuviera detrás de ella y de paso calmar los latidos de su corazón y su respiración agitada.
—Él lo mató. Marvolus asesinó a O'hara, fue horrible. Me persiguió, pero le di el esquinazo, todo gracias a nuestra amiga.
—De nada. Estaba muy asustada, ¿Qué hacemos?
—Podría volar, pero algo aquí anula mi poder, al menos el de vuelo.
—¿Será la barrera? —preguntó la Señora N.
—No lo creo, al huir de la casa del alcalde pudimos subirnos a la escoba, tal vez sea que estamos en este sitio lleno de pictogramas malditos.
»Por favor, dime que tienes otra idea, solo que no sea como la última en la que tuve que alejar a esos dos. Por cierto, ¿Y Alcalina?
—La llevamos a un recodo seguro, sigue sin poder despertar, pero se le va a pasar. Y sí, tengo otra idea, ¿Cómo están tus niveles de magia?
—Muy bajos, no se va a recargar lo bastante rápido como para que salgamos volando y mi escoba es muy lenta, lo sabes.
—¡Pero tenemos que salir de aquí! No hay de otra —dijo la Señora N.
—No podemos retroceder o capaz que nos pille Marvolus, lo mejor es salir del valle por la entrada del laberinto —sugirió Ana.
—¿Qué hay de los de los pistoleros y los otros? —preguntó Marco.
—Solo necesitamos que los hombres de O'Hara se distraigan. Creo que se me ocurre algo, solo tengo que volar un trecho en vez de todo el valle —dijo Ana.
Los asesinos y traidores estaban divididos en dos grupos: por una parte, estaban los pistoleros; por la otra, los seguidores de Marvolus, letales con sus arcos y flechas. Ambos grupos estaban muy separados entre sí y decidieron formar cada uno su propia peña compacta.
Pese a saberse guerreros muy valientes, temblaron ante la horrorosa visión que iba volando hacia ellos.
Recordando el tótem en el centro de la aldea, que a Ana se le ocurrió una idea: montó en su escoba mágica y transformó aquella gracias a uno de sus mods, la treta debía funcionar, su energía mágica menguaba con celeridad.
—¡Es el gran verde! ¡Se enteró que asesinamos a los nuestros y vino a vengarles! ¡Huyamos! —gritaron ante la imagen de Shrek, el ogro.
«Funciona, funciona», pensaba, rogando para que su plan diese resultados.
Sus oraciones fueron escuchadas. Los hombres del alcalde, al ver a sus compinches en contubernio, correr como si les persiguiera el mismo diablo, no hicieron otra cosa que correr tras ellos para interceptarlos y exigir explicaciones por su comportamiento.
El vuelo del ogro era lento y para empeorar las cosas, la magia de Ana se agotó, cayendo el trio sobre la vegetación cuántica.
—¡Salgamos de aquí y avisemos a tus amigos! —gritó Ana y los gatos se pusieron por delante. Al llegar al laberinto rocoso, guiaron la marcha gracias a su olfato desarrollado.
Nunca creyó que ver la extensión del desierto le traería la paz. Para su desgracia, apenas salió del laberinto, una mano la sujetó con fuerza de su cabello.
Era Marvolus, parecía fuera de sí y su aspecto era lamentable, el trio no lo supo, pero su apariencia se debía a que tuvo que matar a los hombres de su grueso aliado, combate en la que sus hombres murieron, solo él salió con vida.
—¡Hijo de puta, suéltame! —gritó pero el loco no lo hizo, lo mismo que Ana, se quedó sin poder mágico y decidió que el empleo de una daga daría fin a la incordiante pelirroja.
Los gatos saltaron contra la cara del agresor, pero el infame hizo caso nulo al dolor ya sea de garras, colmillos o choques eléctricos. Con fuerza empujó lejos a los peluditos.
—Te mataré por haber interrumpido el ritual, no importa, solo necesito robar tu magia para volver a comenzar.
—Si la quieres, pues tómala, ¡cabrón! —Estiró su brazo hacia su pantalla isekai y tocó la pantalla con el objetivo de copiar sus poderes y dárselos a su atacante en un enlace compartido y automático.
»¡Señora N, anula tu restricción de superposición!
No entendía la petición de su amiga, pero obedeció.
Montón de Anas y Marvolus se materializaron en los alrededores, eso hizo que el hombre se distrajera y la daga con forma sinuosa de serpiente no se hundió en el pecho de la potterhead.
—Eres tan imbécil, que a la única casa que serías seleccionado, ¡sería a la casa del conserje! —gritó Ana, sonriendo de lado, contenta de sí misma por haber lanzado a Marvolus un insulto potterhead sin la necesidad de violar derechos de autor.
Su dedo índice pulsó un ícono, el mismo que la incomodase al poco tiempo de llegar al mundo cuántico.
De nuevo el mod de los pantalones de champion leggins, separon su hendidura natal y les dieron a sus nalgas una tersa figura. Lo mismo les pasó a sus otras variantes, es más, lo mismo le pasó a Marvolus y todas sus copias.
El hombre gritó por la sorpresa y el dolor. Trató de desprenderse de esa incómoda prenda. Con esa distracción, todas las Anas agarraron una roca suelta que estaba por allí y las estrellaron justo en la nuca del hechicero, la pelea terminó con el bien venciendo al mal.
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Varios agentes del cielo estaban en el valle evaluando la situación. Ajenos a las investigaciones, Marco, la señora N y Ana, tenían una conversación con Alcalina.
—No saben lo mucho que les agradezco que me hayan ayudado, de no haber sido por ustedes, habría muerto.
—No tienes nada que agradecer fue un placer —dijo Ana.
—¿No sabes cómo Marvolus logró manipularte a ti y a los demás? —preguntó la señora N.
—Ni idea, todos creímos que era un habitante más del mundo cuántico, solo el alcalde sabía su identidad, pero ya no podrá decirnos nada.
—Interrogarán a Marvolus en el cielo. Es aquí, cruzando el mar cuántico. —informó Marco.
—Eso sí que no lo vi venir, así que las oficinas del cielo están en este mundo. Con razón cuando peleamos, él no se desvaneció.
Los tres se despidieron de la gata calicó tricolor y fueron hacia las líneas del ferrocarril, donde un tren les esperaba para su último viaje en el mundo cuántico.
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Epílogo
Alcalina despidió a los agentes y retornó a las ruinas de la aldea, rezó por los muertos y un viento meció sus bigotes hasta hacerle curvar la comisura de sus labios.
En la zona de los pictogramas, el sonido ominoso del tambor volvió a sonar, como si fueran muchos los danzantes de pesadilla.
FIN
FIN
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Palabras finales del autor:
Espero que mi historia les haya gustado, ahora se viene un Omake, para los que no lo sepan, es una broma final del autor que no es parte del canon de la historia:
—No solo soy una potterhead, también soy cantante y te dedico esta canción.
—Que atenta eres, muchas gracias.
—Aquí va: "En un pueblo italiano, al pie de las montañas, vive nuestro amigo Marco, en una humilde morada. Se levanta, muy temprano, para ayudar ¡a su buena mamá!... ¡Auch!
—Retiro lo que dije, ¡tú también eres como si te acariciaran a contra pelo!
—Ara, ara, ara —dijo la Señora N, mientras sonreía con los ojos entrecerrados, viendo como Marco perseguía a Ana para electrocutarla.
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