Spiderman en el mundo de orines cuánticos
Una potterhead en el mundo cuántico
Capítulo 5: Spiderman en el mundo de orines cuánticos
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¿Puede presentarse el recorrer en la bóveda del mundo cuántico de un sol rubicundo y de una luna pálida? Ese no era el caso, pero el cielo tomaba formas y colores que hacían suponer aquello. Incluso en un nivel subatómico tan profundo, el caminar del padre tiempo, marcaba las horas del día con los amaneceres y las noches.
La luz entraba a la vieja comisaría y tres prisioneros parpadearon incómodos sobre el duro suelo de madera plastificada. Sintieron sus músculos duros por no haber dormido sobre colchones suaves.
—Buenos días —se saludaron entre los tres, acompañando la buena educación con un trío de bostezos y unos estiramientos, elegantes por parte de los felinos como solo los de su clase pueden hacerlo.
—No se estiren tanto, pareciera que se van a partir en dos —dijo Ana con una sonrisa nerviosa— ¿Acaso están hechos de gelatina como los que viven en este lugar?
—Tranquila que no nos pasa nada —dijo Marco y procedió a lavarse la cara con su patita derecha.
—Al menos pudimos dormir un poco —dijo la Señora N, que se tomaba otro tipo de baño, uno que hacía que Ana girase el rostro para otro lado para no ver cosas desagradables.
—Perdón por lo de la armónica y mi canción, pero en este ambiente me sentí inspirada. Siento que tengas como protegida a una molestia como yo —dijo luego de cerciorarse que no veía palangana alguna para el aseo dentro de su celda.
—No eres ninguna molestia —dijo Marco que interrumpió su baño matutino, dando un suspiro y mirando con atención a su protegida—. Eres una buena chica en comparación al humano que tuve en mi periodo de prueba antes de ser agente.
—¿En serio? ¿Pues cómo era?
—Fue justo antes de conocernos. También es una mujer, su nombre es María Mamani.
—Otra latinoamericana como yo.
—Te equivocas, cambió a ese nombre cuando llegó al mundo real.
—No te entiendo.
—Resulta que ella era una isekeada pero a la inversa. Vino de un lugar de fantasía al mundo real, tu mundo.
—Vaya, sí, también leí de ese tipo de historias isekai, aunque son la minoría.
—Pues a diferencia de esas historias japonesas, la humana era una viajera ilegal transdimensional. Se llamaba Morgana Mordred y fue capturada por Fantasma, mi superior.
—Creo que escuché algo cuando nos conocimos en el cielo, junto a neko kamisama.
—En efecto. ¿Quieres saber lo que pasó?
—Sí, por favor.
—A mí también me entró la curiosidad.
—Pues que Fantasma le ofreció un trato para no ser arrestada ni enjuiciada. Resulta que necesitó de su ayuda para atrapar a un fugitivo transdimensional, un isekeado inversamente, uno ilegal de nombre Marvolous Lord que de paso era un hechicero.
»Lo atraparon y le dieron a María una gran suma de dinero, el suficiente como para que nunca más en su vida tuviera que ir a trabajar, pero...
—¿Qué sucedió? —preguntó la Señora N.
—El periodo de prueba que tuve al ser el guardia de María fue un martirio. Cuidar de esa mujer fue como si te acariciaran a contrapelo —dijo Marco, lo que hizo que Ana se riera—. Le encantaba malgastar el dinero en cualquier excentricidad, algo que siempre le recriminaba. Me pregunto qué habrá sido de ella, espero que haya ahorrado algo.
—Qué historia más interesante —dijo la gata.
—Ya lo creo, quisiera saber más de ella, de Fantasma y cómo atraparon a ese tal Marvolus.
—Su expediente está en el cielo bajo el rótulo: La chica que cambió de nombre y de mundo. Supongo que cuando acabe nuestra misión de vista, te puedo entregar una copia para que la leas.
Los tres suspiraron y apoyaron sus espaldas contra la pared, viéndose las patas y en el caso de Ana, sus zapatos chinos de segunda mano traídos de contrabando.
Ensimismados en sus propios pensamientos, no repararon en la ausencia de sheriff y sus ayudantes, incluso el gato cuántico que le dio la armónica a Ana, salió a dar una vuelta.
—¿Dónde está todo el mundo? ¿Y qué es ese ruido? —preguntó la señora N.
Como nadie podía darles la respuesta, Ana se encaramó al ventanuco que daba a la pared izquierda de la celda.
—¿Qué sucede? ¿Qué ves? —preguntó Marco.
Ana solo se soltó de los barrotes del ventanuco y giró con lentitud hacia los gatos, tenía un rostro inquietante, carente de todo color.
—¿Qué sucede, linda? Tienes un mal aspecto.
—El gato, el gato del sheriff tenía razón, estamos condenados.
—¿A qué te refieres?
—¡Están construyendo un patíbulo para nosotros! ¡Seguro nos van a colgar en frente de todo el pueblo! ¡Vamos a morir ahorcados! ¡Nos van a hacer la morición! —gritó y se jaló los cabellos rojizos y revueltos como si fuera la protagonista de la película Valiente de Disney o Hermione de los libros de Harry Potter.
—Imposible, no puede ser —dijo Marco, indignado y, junto con la otra gata, saltaron al ventanuco para cerciorarse.
—¿Y bien? ¿Ya se convencieron?
—No, no puede ser, ¡esto tiene que ser algún error!
—Marco, ¡¿no puedes urdir alguna cosa?!
—No se me ocurre nada, ¿qué hay de ti, amiga?
—Nada, nada de nada —dijo la gata que jugó con su cola para sacarse el miedo.
—¡Debemos pensar en algo y pronto! —exclamó Ana, empezando a caminar en círculos.
—No puedo atravesar el espacio amplio entre los barrotes. El poder del gato del comisario sigue activado —le informaba la Señora N a Marco, luego de intentar colar su cabeza por entre las barras de metal.
—Lo mismo pasa por el ventanuco que da al patíbulo. ¿Qué hay del otro ventanuco?
—Iré a ver —dijo Ana y se encaramó a las barras de metal de la ventana que daba al patio trasero de la comisaría.
»¡Puedo sacar el brazo!
—¡Qué bien! —dijo la señora N, mirando aliviada a su compañero gatuno. Marco no se veía contento, miraba al suelo con el ceño fruncido y habló luego de un par de segundos:
—Señora N, amiga, escapa por el ventanuco. Yo me quedaré con Ana hasta el final.
Los tres se miraron, parecía imposible encontrar una solución que los liberara a los tres de morir en la horca.
—Esperen un momento, creo que se me ocurre algo —dijo Ana y abrió su pantalla isekai.
De pronto, en menos tiempo que un parpadeo, la vestidura de bruja de la latinoamericana cambió al del superhéroe Spiderman.
—¿Qué planeas hacer? —le preguntó Marco, pero la joven no le contestó, solo se desvistió allí mismo, quedando semidesnuda.
—Supongo que podría usar mi traje de bruja, pero la tela no es muy resistente, en cambio, esto no se va a romper ni rasgar —les dijo a los gatos que ladearon la cabeza al no comprender el razonamiento de su amiga.
—¿Para qué te sacaste ese disfraz? —preguntó la Señora N.
—Este traje viene de mi mod que usa el traje de Spiderman en Hogwarts Legacy. Planeo usarlo para doblar los barrotes del ventanuco y poder salir.
»Rápido, quiero que los dos se meen en la ropa, yo también voy a orinar sobre el disfraz de Spiderman.
—¡¿Qué?! —exclamaron los dos gatos.
—Lo vi en una película de Jackie Chan. Confíen en mí, ¡ya no tenemos tiempo!
Tragándose sus vergüenzas, tanto gatos y humana se pusieron a la labor de mojar el pobre traje de superhéroe.
Una vez terminada la extraña tarea, Ana hizo uso de un nuevo mod, uno que convertía su varita de juguete de bruja en el báculo de Loki, el hermano de Thor.
«Qué asco, fúchila», pensaba Ana, agarró el traje y lo puso alrededor de los barrotes del ventanuco, acto seguido, usó el báculo del súper villano para trenzar una especie de torniquete, el cual giró a un lado haciendo uso de todas sus fuerzas, después de todo, era la única que podía usar de esa forma la prenda.
—¡Está funcionando! ¡Solo un poco más!
—¡Vamos, amiga. ¡Tú puedes!
Se mordió los labios o sacaba la lengua entre cortas respiraciones. Creyó que se le dislocarían los hombros y la sensación de dolor la alejó del asco de sentir como el orín se escurría entre sus dedos y antebrazos hasta sus codos.
—Creo que ya está. Rápido, salgan. —Así lo hicieron los gatos que saltaron al marco del ventanuco y luego al suelo del patio trasero de la comisaría, parecía por el ruido que ya estaban por terminar de erigir el patíbulo.
—¡Tardas mucho! ¿Qué pasa? ¿Por qué no sales? —preguntó Marco que se puso de a dos patitas para ver mejor.
—Uf, no cabo por entre los barrotes.
—Se dice no quepo —le corrigió Marco.
—Pues no cabo mi quepo —le contestó con sorna.
»¡Ya sé! Qué tonta soy.
Por entre los barrotes cortos se asomó el rostro de una elfa de los libros de Harry Potter. Así pudo pasar Ana al otro lado, logrando obtener la libertad.
No tuvo tiempo de desactivar su mod porque escucharon el clamor de la gente al terminarse de erigir el patíbulo para los tres, así que corrieron lo más rápido que pudieron con esas patitas cortas que tenían.
«¡Qué horror! ¿Qué vamos a hacer?», pensaban los tres, más cuando escucharon como los vaqueros disparaban al aire y el clamor de gritos se acrecentaba, seguro descubrieron su huida.
—El pueblo no es muy grande y afuera el desierto no ofrece ninguna cubierta, ¿qué hacemos? —preguntó Marco.
—La estación del ferrocarril queda un poco más allá, podríamos subirnos como polizones al tren —sugirió la Señora N y todos fueron a la dichosa estación.
Para no perder tiempo, el sheriff, sus ayudantes y demás vaqueros, cabalgaban en sus pintorescas monturas mezcla de equinos y gelatinas multicolores. La búsqueda de los tres los condujo a la estación del tren. No se veía a nadie.
—No creo que hayan venido aquí, después de todo, faltan muchas horas para el siguiente tren.
—No lo sé, Billy Bo —dijo el sheriff—. Confiaba en que los gatos enteleridos no supieran el horario del tren y los pescáramos aquí.
—Pues qué raro, Sheriff. Allí viene el tren.
En efecto, una locomotora se acercaba, sin embargo, hubo algo raro, la máquina de vapor del conductor no arrastraba a ningún otro vagón ya sea de carga o de pasajeros.
Iba muy lento, era de un azul claro y, lo más raro: su frente tenía esculpida la cara redonda de alguien, un rostro sonriente.
Vaqueros e incluso caballos, clavaron sus miradas ceñudas en la curiosa máquina de vapor que se acercaba con lentitud hacia ellos.
Los segundos parecieron eternos y poco a poco el vagón del conductor, que no se molestó en detenerse, se alejó hasta perderse de vista. Así fue como escaparon Ana y compañía, usando el mod de Tomas el tren.
—¿Qué hacemos, sheriff? No hay rastro de esos tres.
—Qué pena, y pensar que construimos ese bonito escenario para pedirles disculpas por lo del arresto y ver si nos contaban novedades y chismes del cielo y del mundo exterior.
—Tal vez creyeron que los íbamos a ahorcar.
—¡Que tonterías dices, Billy Bo! Qué clase de pánfilos confundirían un escenario con un patíbulo. De ser así, tal ingenuidad haría que me preocupara, el desierto se traga a los menos iluminados en la sesera, eso lo sabe todo el mundo.
Los vaqueros regresaron tras sus pasos, alicaídos porque las festividades del día tuvieron que suspenderse. Toda una diferencia con los tres "fugitivos" que seguían con la cabeza gacha solo por si acaso.
—Les dije que mi mod de Tomas el tren, funcionaría —dijo Ana que sonreía de oreja a oreja—. Les aseguro que todo será coser y cantar, después de todo, ¿qué otra cosa mala nos puede pasar? Ya nada nos puede malir sal.
El rostro de la locomotora sonreía a lo alto, al círculo de buitres gelatinosos, que soñadores, anhelaban merendarse a dos gatos y a una pelirroja latinoamericana en la tarde calurosa del desierto plastificado del mundo cuántico.
CONTINUARÁ...
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