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El retorno del mal

Una potterhead en el mundo cuántico

Capítulo 9: El retorno del mal

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El temor de ser inoportuna en una casa ajena la impelía a dar pasos cortos y pausados, sin embargo, la urgencia en su bajo vientre se alzó como ganadora en esa lucha de voluntades.

«Si no encuentro un baño pronto, creo que voy a tener que mear en una de las macetas», pensó, inclinando mucho el torso para contrarrestar la presión de su vejiga. No quería orinarse como si fuera una niña pequeña y menos en la mansión del alcalde.

Se dice que cuando uno busca algo no lo encuentra y, en cambio, se topa con cosas que no anticipa; en este caso, una conversación que se notaba a la legua ella no debía ser testigo.

—Mírelo bien, señor alcalde. ¿A que no es bonito el cuadro? —preguntó un sujeto gelatinoso con un traje café oscuro que no se veía muy pulcro, siendo la única prenda decente, la pañoleta roja debajo de su barbilla.

Ana giró sobre si misma lo más rápido que pudo, apoyando su espalda contra la pared y cubriéndose la boca con la palma de su mano para evitar emitir cualquier sonido. Curioso fue el efecto que la sorpresa y el miedo trajeron a sus urgencias de desaguar, alejando tales necesidades fisiológicas ante la premura de escuchar a escondidas algo que no debía.

—Claro que lo es, magnífico, todo en él. Por esa razón fue que pujé para obtenerlo, pero el condenado ese se encaprichó con el cuadro. Miren, la belleza estará en mi colección privada bajo siete llaves, como dicen los humanos.

Los integrantes de la banda de la pañoleta roja sonrieron ante la perspectiva de una generosa paga de parte del orondo mandamás del pueblo.

—Hablaremos del dinero después, lleven el cuadro al trastero, estará allí hasta que aliste un bonito lugar para él.

—Lo que diga, señor.

Le hubiera gustado dar saltitos de pánico, pero supo que eso no solucionaría nada, por tanto, se obligó a tener la mente fría y decidió irse lo más rápido posible y sin emitir ruido alguno.

«Maldita suerte», pensó al escuchar como varios pasos parecían seguirla sin importar la dirección que tomara.

«¡Un corredor sin salida!», pensó con toda la alarma de su corazón. Giró la cabeza a todos los lados buscando una salida y vio una puerta cerrada.

«¡Mierda, no se abre!». Un brilló de inspiración barrió el pánico en su mente. No tenía tiempo que perder, ni un segundo. Abrió su pantalla isekai y buscó con premura la salvación para su corta vida.

Encontró el mod. Uno que le permitía abrir las puertas cerradas sin necesidad de completar eventos previos del juego Hogwarts Legacy.

—¿Escuchaste eso?

—¿Escuchar qué?

—Me pareció oír algo —dijo uno de los asalta bancos y junto con sus otros compañeros, sacaron sus revólveres.

—Debiste imaginártelo.

—Tal vez, la casa del alcalde da miedo en la noche. En fin, ¿quién tiene la llave?

Tras una afirmación, el grupo entró a un recinto amplio, pero muy desordenado; las cajas, en su mayoría vacías, estaban colocadas en precarias columnas que amenazaban con desplomarse al menor empuje.

Tras poner el cuadro contra una pared, se retiraron. El silencio volvió a coronarse reina del trastero, pero algo se movía, un sombrero enorme de ala ancha, tan viejo y raído, que ninguno de los bandoleros le dio importancia.

«Uf, eso estuvo cerca», pensó y salió de la fortaleza improvisada de cajas que armó en un santiamén gracias a las prisas del pánico. «Eres el mejor sombrero de todos».

El viejo sombrero amplió la rasgadura en su base a modo de sonrisa. Ana estuvo tentada de ponérselo sobre la cabeza, pero ella era leal a la casa Hufflepuff y no vio necesidad en confirmar lo obvio.

Volvió a la puerta y pegó su oído contra aquella, al cerciorarse que no estaba alguien en los alrededores, la abrió; cuando estuvo a punto de traspasarla, giró su cabeza, una sonrisa gatuna se dibujó en su joven rostro lleno de pecas.

Los gatitos no se pusieron contentos cuando Ana los zarandeó para despertarlos, incluso le sisearon por instinto.

—¡Dejen de ser dormilones que tenemos problemas!

—¿Qué sucede?

—¿A qué viene la urgencia? ¿Es hora de comer?

—Tenemos que irnos de aquí —dijo y les relató lo que pasó la última media hora.

—¡Es terrible! ¿Qué vamos a hacer? —le preguntó la Señora N a su congénere peludito.

—Lo mejor es disimular. Mañana por la mañana nos despedimos del alcalde y al llegar al pueblo lo denunciamos.

—No lo sé. ¿Cómo sabemos que el sheriff no se encuentra en su nómina?

—Ella tiene razón, no tenemos tiempo. Hice algo al venir aquí y no lo puedo revertir.

—¿Pero qué...?

—¡No hay tiempo para explicaciones, síganme los dos con todo y pulgas!

Ante las prisas que metía Ana, no tuvieron más remedio que seguirla. Al llegar al pasillo principal, lo comprendieron todo.

Todos los hermosos cuadros, sus pinturas, desaparecieron, o, mejor dicho, los lienzos plasmaban la figura de un hombre semidesnudo que no cesaba de bailar de forma erótica, haciendo alarde de sus músculos torneados y lanzando sonrisas de suficiencia a los gatos. Sí, Ana cambió las pinturas por las imágenes de Ricardo Milos gracias a uno de los mods locos que le entregó neko kamisama.

—Estás pidiendo que te maten —dijo la Señora N con un gesto de consternación en el rostro.

Al salir al patio, unos perros doberman les cortaron el paso. Pese a ser gelatinosos, igual daban miedo, ni qué decir que los dos gatos arquearon el lomo y erizaron el pelaje de sus colas.

Antes de que los gatos emitieran un siseo o los perros se pusieran a ladrar, Ana usó un mod que consistía en una especie de maletín pasado de moda: abrió aquel y ambos perros fueron absorbidos al interior.

—Igualito que en Pokemon y listos para mi granja de animalitos en Hogwarts Legacy.

—Eso fue asombroso, bien hecho.

—No creo que mencionar una franquicia nipona merezca que te electrocute, de no ser el caso, igual no tenemos tiempo. ¿Qué haremos?

—Ir caminando nos tomará una eternidad. Mejor usemos mi escoba.

—¿Y la barrera invisible? No podemos cruzarla. Es de noche y no sabemos dónde está, no quiero chocar y caerme desde una gran altura, mejor usemos el coche.

—No podemos, el carro hace ruido, es mejor la escoba, aunque sea lenta, luego de asegurarnos que pasamos la barrera usare el mod del Ford Anglia. En cuanto a la barrera, se me ocurre una idea.

Los tres montaron en la escoba mágica y en una determinada distancia, Ana usó su mod que les permitía a las escobas pasar por las barreras invisibles que dictaminaba el juego.

—Estamos muy lejos, seguro ya pasamos la barrera, cambia tu escoba por el coche —sugirió la Señora N, pero Ana se movía inquieta sobre el mango de madera.

No pudo resistirlo más, la imperiosa necesidad de relajar los músculos del vientre bajo le vinieron con urgencia una vez su mente le indicó que dejó atrás el peligro.

—¡¿Qué haces, marrana?! ¡Te estás orinando encima en pleno vuelo!

—¡Basta, nos estás mojando el pelaje!

—¡Perdónenme, por favor!

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Su estadía en el pueblo fue breve, el suficiente tiempo para reabastecerse de consumibles y agua. Una sabia decisión pues al día siguiente vio las calles, las paredes de las casas, empapeladas con carteles de Se Buscan, cada uno con la imagen de Ana con pinta de criminal.

—¿Estás seguro que debemos ir allí? —preguntó la potterhead, todavía avergonzada por haber otorgado a sus dos amiguitos una "ducha nocturna" en plena huida de la casa del alcalde. Para su fortuna, tanto Marco como la Señora N, olvidaron el asunto.

—puesto que no pudimos preguntarle a O'Hara respecto a la barrera invisible, que el valle escondido es la única opción —dijo Marco, cuyos bigotitos se movían por el viento pese al lento vuelo de la escoba.

—¿Crees que podamos dar con el chamán? —preguntó la Señora N.

—Tenemos que. Pronto, Ana, vamos hacia el valle.

—Lo hubieras decidido más antes, estamos muy lejos, vamos a tardar un montón. Bueno, ni modo, ¡sujétense las colas que allá vamos! —exclamó y usó de su mod que transformaba su escoba en un jet.

La energía mágica se le agotó al instante, pero ahorraron bastante tiempo y llegaron caminando y sin fatigarse a la entrada de paredes rocosas del valle escondido.

—Activaron la barrera, no puedo pasar —les indicó la Señora N, haciendo fuerza con sus patitas delanteras sobre el muro invisible.

—Descansemos un poco, lo suficiente para invocar mi escoba y usar mi mod rompe barreras.

Así lo hicieron, la energía brujeril de Ana debió estar muy mermada porque apenas usó su mod, su pantalla isekai le indicó que su mana volvía a estar en cero.

—Esperemos que no pase nada para tener que usar de emergencia los mods. —Con esa esperanza, el trio se internó en las paredes rocosas que formaban un laberinto.

—Menos mal que dejaron su rastro o nos hubiéramos perdido en...

Los tres abrieron mucho los ojos y sintieron cómo sus mandíbulas les pesaban mucho, mostrando dientes o colmillos.

Columnas de fuego negras se elevaban ominosas. Aquí y allá en la pradera, se veían los cuerpos yacidos de los habitantes.

Al aproximarse, vieron que la matanza no se debió a una lucha interna. El rastro de balazos era muy obvio en esos cuerpos semejantes a gel de balística y justo ese fue el destino final de aquellos pobres diablos.

—Tengo miedo, deberíamos irnos —sugirió la gata.

—Mantén la calma, amiga. Dime, ¿qué te indica tu pantalla isekai?

—Estoy en números rojos.

—¿Qué hacemos?

—¿Qué dices?

Ana estaba tentada a seguir las sugerencias de la Señora N, pero entre los cadáveres estaban los cuerpecitos de los niños y su rostro adquirió una dureza que ella no se sabía que tenía.

—Sigamos, debemos averiguar al menos lo que pasó, se los debemos.

Los gatos cruzaron miradas y siguieron el caminar de su amiga pelirroja.

Resulta que no todos los habitantes murieron, algunos estaban vivos, el problema era que parecían estar en contubernio con los asesinos: la banda de la pañoleta roja.

La carroña humana hablaba acerca de la reunión que tenía el alcalde en la zona de los pictogramas y Ana y sus amigos supusieron que habían capturado al chamán.

—No hay de otra, tenemos que pasar entre esos malnacidos —les susurró la potterhead y usó su mod que le permitía cambiar de ropa, de esa forma, se disfrazó como uno de los miembros de la banda.

Pese al disfraz, tenía una silueta femenina, por lo que los gatos se introdujeron en su disfraz y con incomodidad, se arrastraron hasta donde estaban sus hombros, dándole así a su amiga una apariencia más varonil.

Gracias a que volvió a usar su mod del sombrero seleccionador y embozarse el rostro con la pañoleta roja, que nadie reparó en su presencia. El problema llegó cuando dos nativos del valle cruzaron sus lanzas para impedirle el paso.

Cuando Ana estuvo a punto de ceder al miedo, que los bufidos de los gatos hicieron de curiosa amenaza y los vigías le cedieron el paso creyendo que gruñía y tenía un mensaje importante para el alcalde.

Como la anterior vez, Ana sintió pavor al ver los pictogramas mágicos, pero apretó las mandíbulas y siguió adelante con los gatos fuera del disfraz, pero igual sobre sus hombros.

Siguieron el sonido ominoso del tambor y el cantico indígena. Los encontraron en medio de un claro en ese laberinto confuso.

El alcalde, el chamán que efectuaba una especie de ritual y Alcalina, la gata calicó tricolor cuántica, la pobre estaba inconsciente.

—Pobre peludita, no sé qué es lo que pasa, pero algo me dice que el alcalde la va a sacrificar —les dijo en un susurro.

—Marco, tenemos que ayudarla, es una gata cuántica como yo.

Por alguna razón el agente celestial no les respondió, estaba absorto viendo la danza del chamán alrededor de la enorme fogata.

El no participó en la última misión que tuvo María Mamani, la humana puesta bajo su cuidado en su periodo de prueba, pero leyó los documentos del folder respecto a la captura del fugitivo interdimensional por parte de Fantasma, su antiguo superior

—No puede ser, es imposible, reconozco esa firma de aura. Es Marvolus Lord.

CONTINUARÁ...

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