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Una galaxia muy pequeña

Máquinas danzantes de Nueva Polonia

Capítulo 19: Una galaxia muy pequeña

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Parecía una bola de cristal puesta sobre una tela negra, si uno forzaba la vista, podía ver que la esfera no era perfecta, justo en el centro se hallaba una imperfección, un grano de arroz chamuscado. Era La Catedral, rodeada del mar artificial, esperando fagocitar la nave espacial que se acercaba.

De aquella nave salió un transporte que penetró el mortal orbe líquido. Una silueta oscura como el vacío del espacio nadó trazando patrones en forma de rizos alrededor de la potencial presa, aun así, la nave no avanzó más rápido, imposible hacerlo en ese mar que restringía altas velocidades, tampoco la bestia, Pececito, se tragó a los hombres.

Tanto tripulantes y prisioneros respiraron tranquilos una vez el transporte llegó al asteroide minado y pudieron entrar.

Hedía a culo y eso que recién era el vestíbulo de entrada de nuevos reos. Unas puertas dobles y masivas se abrieron, hundiéndose en las gruesas paredes, por allí entró un grupo escoltado por unos guardias, ansiosos de salir de aquel lugar de pesadilla y volver al cobijo de la oscuridad perpetua que era el espacio exterior, lejos de la prisión.

—¿Tuvieron buen viaje? —preguntó con sorna un guardia de la prisión a los escoltas de los nuevos prisioneros—. Registro, por favor. Veamos a qué payasos tenemos... Lisa B., Cat F., Lazo B, Vill D. y Shizuro N.

Los Danzantes, el doctor Villanía y la chica gato, pusieron los mejores rostros de póquer que tenían, comprobarían enseguida que tan buenas eran las identidades falsas que les dio Boguslav.

Tanto Katrin y Shizuro no eran humanas, así que podrían enviarlas a otro sector de la prisión, por fortuna, la mujer furro era indistinguible de un ser humano, a menos que le hicieran un diagnóstico de ADN, cosa que Boguslav le aseguró no hacían en la prisión; en cuanto a Shizuro, como toda chica gato, tenía un poder mágico que le permitía esconder la cola y orejas de gato, la raza de Shizuro para nada era furro, no tenía vello corporal o facial ni ojos de gato.

—Todo en orden. Nos encargaremos desde aquí —dijo el guardia de prisión y los otros no ocultaron el alivio de poder marcharse—. ¿No quieren algo de comer? ¿Unos tragos quizá? La cerveza la hacemos aquí, ¿no tienen sed después del largo viaje? —preguntó y se carcajeó al ver como los escoltas prefirieron marcharse. La risa no duró demasiado, las enormes puertas volvieron a cerrarse.

»Escuchen, escoria, esta no es una prisión privada como la que tienen los de la Unión Planetaria, tampoco es una cárcel pública de Nueva Polonia, se encuentran en un ergástulo militar, porque, en efecto, son solo esclavos. Pisan La Catedral, sigan las reglas y no habrá problemas.

—¿Cuáles son las reglas? —preguntó Lazor, fue un error.

Sin que mediara orden alguna, uno de los guardias de la prisión le dio un culatazo en la boca del estómago. Alguien de la corpulencia del guapo rubio hubiera permanecido incólume, y en efecto, fue así, por lo que le hicieron doblar las rodillas a base de porrazos en las corvas. El resto del grupo entendió mejor la situación y decidieron permanecer callados, sin moverse.

—Las reglas son simples: obedecer a los guardias y, eso es todo. Estamos aquí para impedir que haya un plante, si no entienden lo que significa, quiere decir, que no permitimos motines. No estamos para impedir que se maten entre ustedes; el orden entre prisioneros queda a cargo de los reos, cualquier actividad económica o la que fuere no nos interesa ni mediamos de alguna manera. ¿Entendieron todos?, perfecto. Bienvenidos a lo que será su nuevo hogar y cementerio: La Catedral.

Los condujeron por un largo corredor hasta otras puertas macizas, una vez se abrieron, recién el olor a catinga, a sudor humano, y otras pestes les llegaron de pleno. Liset tuvo que poner mucho de su parte para que la vasca, las ganas de vomitar, no le ganaran la partida; Lazor maldijo su nuevo sentido del olfato, comprendía que la nariz no solo podía sentir el olor de las rosas, también podía respirar la bascosidad más nauseabunda; por otra parte, y sorprendiendo a los otros, tanto Katrin y Shizuro, solo arrugaron el ceño pese a que ambas tenían mejor afinado el sentido del olfato que sus compañeros; en cuanto a Villanía, lo mismo: incólume.

—Vayan allá, pronto vendrá un inútil que hará de guía —. Así lo hicieron, tratando de verse duros y sin hacer contacto visual con ningún prisionero en la planta de abajo.

—No entiendo, ustedes pueden caminar sin taparse la boca, a mí me dan ganas de vomitar —dijo Liset, algo que también compartía Lazor.

—Antes era bioquímica, me acostumbré a respirar sustancias nauseabundas.

—Yo era soldado en Kathia, ni quieren saber las cosas que tuve que respirar.

—Lo mismo que la mujer, soy un científico, no hago ascos a cualquier emanación.

—No nos queda otra opción que acostumbrarnos, solo espero que sea rápido —le dijo Lazor a Liset, quien también se tapaba la boca y la nariz.

Esperaron un poco y no venía nadie.

—¿Qué hacemos? Quizá fue una broma de los guardias —le preguntó Liset a Shizuro, porque como acordaron con Boguslav en Nueva Polonia, la chica gato sería la lideresa en la misión de rescatar a Lapislázuli y huir de la prisión.

—Esperemos unos minutos más, no nos convendría vagar por aquí sin saber a dónde ir. Con toda seguridad La Catedral, con lo inmensa que es, se encuentra dividida en varios sectores, todos regidos por una banda, no queremos problemas por no tener un pase de circulación, por lo mismo, no hagan la estupidez esa de buscar pelea con el más fiero para hacerse respetar.

Okey, Mickey —dijo Liset—. Nada de buscar bronca con el más perrón...

»Pero, ¡tú, reverendo gordo de mierda! —gritó la boliviana al mismo tiempo que señaló con el dedo y el brazo extendido a un hombre que iba subiendo las gradas hacia ellos.

¡Aja! ¡Miren que pequeña es la galaxia! El karma es una perra que muerde con colmillos de ironía. ¡Escuchen todos! ¡Estos de aquí arriba son unos...!

La chica gato no sabía quién diablos era el gordo, lo único que comprendía era que debía cerrarle la boca y rápido.

Aprovechando la velocidad felina (obvio, siendo una chica gato y esas cosas se mueven rapidísimo), agarró al gordo y le tapó la boca. Sin que nadie más lo viera, le mostró al orondo la boca, los colmillos le crecieron como si se tratase de un vampiro.

Los otros miembros del grupo se acercaron.

—Tenías que ser tú, gordo —dijo Katrin—. Cielos, Liset, no llames la atención.

—Perdón, no quise. Este gordo me tomó por sorpresa, prometo que no volverá a pasar.

»Gordo, mejor te quedas callado y si sabes lo que te conviene ni pienses en gritar que somos cazarrecompensas —dijo Liset. Lazor hizo crujir los nudillos de ambas manos.

El seboso vio los músculos del rubio y asintió con ojos llorosos. Shizuro lo soltó.

—¿Conocido suyo?, Espero que sea de esos que no se les suelte la lengua.

—Podemos considerarnos condenados —dijo el Doctor Villanía—. El plan se fue por el excusado con este sujeto, ¡pero a mí no me involucrarán con ustedes!, no soy ningún cazarrecompensas.

—¿Crees que eso les importará a estos sujetos? Entramos todos juntos, lo que sea nos pase a nosotros, te va pasar lo mismo —dijo Katrin y el petiso se tomó la cabeza con las manos y chilló como un puerco.

—Cantaría la canción de Pedro Navajas en esta situación, pero no estamos para chistes, gordo —le dijo Liset al seboso, por supuesto, no entendió la referencia, de hecho, nadie del grupo lo hizo—. Sabes muy bien que te puedo joder, así que mejor calladito y sé nuestro guía.

—Eres una maldita de la Unión...

—No soy de la Unión —dijo señalándose el cabello.

—Bueno, no importa, aquí, en La Catedral, todos somos unos miserables. Eso sí, como toda prisión, se encuentra dividida en sectores según la raza u otro; este es el que pertenece a los que vienen de la Confederación, los puedo guiar por aquí o si prefieren, podemos ir donde se halla el sector de los de la Unión. No hay mucha diferencia si me preguntan, claro que hay mejores lugares como la de los furros u otras razas como los micótidos, pero se los dije, hay separación por razas y si desean vivir allí, tendrán que pagar un alquiler muy caro a los jefes de los reos, esa es la regla.

—¿Y tú a cuál sección fuiste? —preguntó Lazor—. No podrías ir ni al sector de la Confederación ni a la de la Unión, eras un espía doble.

—¡Chist! No tan fuerte, ¿sabes lo que les hacen a los espías en este lugar? No es algo muy diferente a lo que reciben los policías, detectives o, en su caso, cazarrecompensas —dijo el gordo y no pudo evitar un estremecimiento.

—Nos dijeron que los guardias no hacen ni una mierda. ¿Alguna política contra las violaciones? —preguntó Katrin.

—Seas hombre o mujer, no importa aquí, un hueco es un hueco, pero tranquila, solo baja la cabeza ante tipos más altos y fornidos y todo irá bien. En tu caso, rubio gigantón, baja la cabeza al menos una semana, a nadie le gustan los recién llegados que se creen los más perrones.

—Tranquilo, no buscaré problemas con nadie —dijo Lazor—. Y sí...

—No busques problemas —le dijo Shizuro señalándole con el dedo. La chica gato se veía más joven que Liset y Katrin, pero todos sabían de lo que era capaz y el rubio no quiso antagonizarla.

—Dinos..., gordo... —dijo Shizuro.

—Tengo nombre, sabes, me llamo...

—No jodas, gordo —interrumpió Liset—. Sigue, Shizuro.

—¿Cómo ganas dinero en este lugar? No pensamos quedarnos mucho tiempo, pero es bueno tener opciones en caso de un plan BE.

—Las mujeres lo tienen fácil, solo es cuestión de abrir las piernas o las nalgas. Pero nosotros, los hombres, no estamos tan dispuestos para eso; en cuanto a ti, enano, estás bien jodido, a menos que sepas sintetizar droga, los de tu tipo solo sirven como otomanas de sujetos bien gordos.

De nuevo el Doctor Villanía emitió el chillido de un puerco, pero nadie le hizo caso, excepto un obeso de raza inidentificable, sentado sobre un pobre diablo. Miro a Villanía y lo señaló para luego señalarse el culo.

—Ya cállate, deja de chillar, que hombre más miedoso —se quejó Shizuro.

—Oigan, sé que no debo decir nada de que son cazarrecompensas, pero ¿qué hay para mí? Favor con favor se paga y no me vengas a amenazar como lo hiciste la otra vez.

—Buscamos a alguien, llego hace poco. No se trata de un prisionero ni de un guardia —informó Shizuro.

—¿Algún VIP? Solo faltaría que Zygmut llegara aquí, pero eso no puede ser, el coronel se encuentra muy por lo alto de nosotros, jamás de los jamases vendría. Este sitio es solo para lacayos y si alguna vez le llegara información de aquí, sería luego de mucho tiempo.

—Tienes razón, el coronel no tiene ni idea de que estamos aquí, entramos con identidades falsas —dijo Liset.

—Buscamos a una niña, una que no enviaron aquí, al área de los prisioneros —dijo Katrin.

—Sí, tremenda porquería, incluso envían a niños aquí. Por lo general son los hijos de terroristas o de prisioneros políticos de gobiernos corruptos de la Unión Planetaria, nada nuevo con lo que hubo en los tiempos de la Confederación Roja. Ni la guerra contra Kathia o la venida de las sombras cambió algo en este agujero. No sé de ninguna niña, pero despreocupen, lo averiguaré, soy bueno para eso, ¿recuerdan?, lo de obtener información, pero claro, cobro caro, pero en su caso, les daré una tarifa única: sacarme de aquí.

»¡Por favor, sáquenme de este infierno! ¿Saben lo que me hicieron en este lugar? ¡Y todo por su culpa! No merecía estar aquí.

—Que llorón —dijo Liset—. Salvo el hedor, este sitio parece el Hilton a comparación de las cárceles de Latam.

—No sé qué diablos es ese Hilton o Latam, pero te aseguro que La Catedral no es un chiste.

—No te necesitamos. Puede que Villanía no se vea la gran cosa..., sin ofender, doc —se disculpó Liset—, pero diseñó un plan para salir de aquí a prueba de tontos, es decir: tú.

La boliviana, con pose orgullosa, invocó la pantalla isekai, todos del grupo salvo el gordo, pudieron verla. Cuando quiso ver el listado de poderes que le permitía invocar felinos del folclor boliviano, le apareció el siguiente mensaje:

Los poderes otorgados por Neko Kamisama se encuentran invalidados.

El sitio donde se encuentra, si bien alberga formas de vida superiores, no tiene la masa ni la energía mágica para activar poder alguno.

Todos, salvo el gordo, que no podía ver la pantalla, miraron a Liset.

CONTINUARÁ...

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