La ira pasajera
Máquinas danzantes de Nueva Polonia
Capítulo 21: La ira pasajera
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En Nueva Polonia, en la sede central de los Danzantes, un hombre pequeño bebía agua carbonatada para pasar unas pastillas en pos de aliviar el estrés. Boguslav no dejaba de cavilar varias cosas; meditabundo, posó la vista en la avenida, sus temores fueron infundados, ningún espía de la milicia vino a comprobar el paradero de los empleados que fueron a infiltrarse en la prisión espacial.
«¿Qué estoy haciendo? Dije que hacía esto por las ventajas económicas que puede representar tener bajo la nómina a una autentica inteligencia artificial, pero... ¿A quién quiero engañar? Le tomé cariño a esa mocosa, lo mismo que a mis empleados, tengo que admitirlo, la misión no justifica erogar toda una fortuna», pensaba. El rostro a veces fruncía el ceño como si por dentro librara una lucha interna. «Admítelo, Boguslav, te estás volviendo viejo para seguir portando la careta de CEO duro y prepotente».
Un par de golpecitos a la puerta le quitó el ensimismamiento, decidió sentarse y simular que se encontraba revisando diversos informes membretados.
—Pase —fue la lacónica orden. A la oficina ingresaron Natsu y Kamba.
—Buen día, jefe —dijo el niño, la canguro también gesticuló algo incomprensible, no hubo necesidad de traducir.
—Buenos días. ¿Qué sucede? Lo siento, pero no tengo noticias de los chicos, Antoni no me reportó nada.
—Ya veo, lamento molestarle tan temprano —dijo el niño, cariacontecido. Kamba le tocó el hombro para animarle.
Al ver tan tierna escena, no pudo evitar dar un suspiro y dejar de simular que trabajaba desde temprano, decidiendo elaborar su respuesta.
—No teman, con los poderes de Liset, todo será... ¿Cómo dice ella?
Kamba dijo algo ante la duda de Boguslav.
—Kamba dice: "Todo será coser y cantar" —tradujo Natsu.
—Sí, justo eso —dijo y se levantó del asiento, fue hacia un costado del impoluto escritorio de cristal de tono verde claro e hizo algo que sorprendió a los dos Danzantes y al mismo Boguslav: ofreció sus brazos.
El rostro de Natsu se iluminó y fue hacia Boguslav.
La escena era cómica para alguien cínico: Natsu, pese a su joven edad, resaltaba más la falta de altura del hombre, no obstante, Boguslav no tuvo ningún reparo, abrazó al niño como si fuera su padre.
«Pobrecito, está falto de cariño. Toda su vida anterior careció de amor fraternal y el personal del hospital era de trato frío».
La canguro pareció feliz con la interacción de los humanos, fue lo bastante gentil para no interrumpirlos por varios segundos, no obstante, una duda la carcomía.
—Kamba dice: "¿Y Mimic y Antoni?".
—Descuida, ambos tienen las suficientes provisiones para esperar la señal de los chicos. Repito: no tienen por qué tener miedo.
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Miedo, esa era la sensación que recorría los ambientes de La Catedral.
No era ninguna novedad que hubiera asesinatos entre los reos, después de todo, las disputas por zonas de control para las drogas, prostitución, apuestas o cualquier otro, era de lo más frecuente, no obstante, era la primera vez que se encontraba prisioneros muertos dentro de sus celdas o casuchas improvisadas, cerradas desde dentro bajo siete llaves. A nadie le gustaba un misterio sin resolver, solo los guardias de la prisión se desentendían de los temores supersticiosos de la población penitenciaria.
El rubio se rascó la nuca, no supo con certeza cuál sentimiento humano debía expresar su perfecto rostro bronceado de ojos azules y mandíbula de fisiculturista de Malibú.
—Gracias por la computadora... ¿Tiene un disco para iniciar el sistema?
—Aquí lo tengo, solo déjame limpiarlo de sangre. No se preocupen, no es mía.
—¿En serio? Gracias por decírnoslo —le dijo Liset a Shizuro con tono de sarcasmo.
—¿Qué hay de ti, doc? ¿Lo tienes todo? —preguntó Katrin.
—Sí, todo completo, con esto podré controlar a Pececito.
—¿Qué hay de ti, gordo? —preguntó la boliviana.
—Bueno, pues sí —trató de no mirar a la chica gato—. Averigüé donde tienen a la niña. No fue difícil, no todos los días traen desde Nueva Polonia instrumentos y equipos médicos para ciborgs.
—Excelente. Shizuro, confío en que nos saques de aquí —dijo Liset.
—Con esto de que no podemos contar con tus poderes, tuvimos que elaborar un nuevo plan, tú plan. Sigue de líder del grupo, no hagas caso a lo que dijo tu jefe para esta misión.
Sabía que no quería ser la lideresa, pero lo aceptó, muy en el fondo supo que tenía que aceptar las consecuencias; en este caso, la muerte de personas, no importaba que fueran delincuentes que merecían morir.
—De acuerdo, a menos que no se pueda evitar, trata de no matar más gente. Si se puede, solo déjalos lisiados de por vida como hizo Arnold Swarzenegger en Terminator 2.
—Creo saber a qué te refieres. Nada de muertos, debiste decírmelo antes.
—Lo sé, soy una estúpida, prometo no correrme de mis responsabilidades. ¿Aceptarán a esta boliviana como su lideresa?
—Hablo por todos, chica y puedes estar segura de ello, solo no seas una abusadora —dijo Katrin.
—Gracias. Danzantes, eso les incluye: Shizuro, doc, gordo; a rescatar a Lapis como en la canción On Your Mark de Hayao Miyazaki.
No les importó no saber a qué diablos se refería la boliviana loca de mirada de psicótica peligrosa, llegó el momento de ponerse en acción.
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Las pantallas de los monitores revelaron a los guardias cómo los puntos de caos en la prisión se esparcían como el cáncer. Aunque era su política no interferir, las peleas daban la señal que todo podía salirse de control.
Se encendieron las alarmas y pasos presurosos al ritmo de voces broncas y órdenes que escupían saliva o restos de comida, fueron por los corredores en una muestra de caos organizado.
Una vez acallada la presencia humana, quedando solo el toque incesante de la alarma que en un par de segundos dejó de sonar, que una placa de metal del suelo se elevó tímida. De la oquedad se vislumbraron ojos, aquellos parpadearon y parecieron sonreír.
El grupo de Danzantes subió al corredor.
—Vuelve a poner la placa en su lugar, gordo —le dijo Katrin—. Estamos dentro, dinos por dónde.
—Es a la vuelta de la esquina, solo espero que tu amigo, el rubio, haya hackeado las cámaras de seguridad.
—No te preocupes por Lazor, él cumplirá lo suyo —le aseguró la mujer furro que, junto con Shizuro y el Doctor Villanía, fueron a rescatar a Lapislázuli.
—Me hubiera gustado quedarme atrás como la otra —se quejó Villanía, no importándole mostrar cobardía.
—¿Vas a seguir emperrado? Liset no sabe pelear y Lazor necesita quedarse con la computadora en el acceso a la terminal de la prisión —le dijo Katrin.
—Te necesitamos para rescatar a la niña, no sabemos con qué artilugios tecnológicos nos topemos —le explicó Shizuro—. Concéntrate en tu parte. Katrin y yo nos ocuparemos de los guardias que encontremos.
—No necesitas repetírmelo. ¿Seguro, gordo, que no necesitamos más viales de gas? —preguntó Villanía.
—No se preocupe, conozco la forma de operar de los guardias, la mayor parte fue a sofocar las peleas. En serio que dan miedo, ese gas que creaste con la mujer tiene un efecto pavoroso —dijo pasando la vista de Villanía a Katrin.
—Debo admitirlo, todo gracias a una asistente muy capaz. Tu empeño en bioquímica no fue en vano.
—Gracias, doc, no lo hubiera logrado sin su guía tan precisa.
—Silencio, escucho a los guardias tras la esquina —dijo la chica gato.
—Son los que guardan la entrada al laboratorio. Llegó mi parte —dijo y tragó saliva.
Los guardias escucharon pasos a la izquierda y vieron al gordo aproximarse con timidez.
—¡Alto allí! ¡Identifíquese!
—¡Perdón! No quise importunar —dijo levantando los brazos y temblándole los cachetes abultados—. Me enviaron para recoger máscaras de contención biológica para los guardias.
—¿Por qué no enviaron a otro guardia?
—Deben de ser recién llegados, ningún personal de la prisión hace eso, más ahora que parece haber estallado un motín, por lo general soy yo quien lleva las cosas de un lugar a otro.
—Que laxo es todo aquí. Deberemos informar a la comandancia cuando retornemos a Nueva Polonia.
—Olvida eso, ¿me dices que hay un motín?
—Sí, señor. Parece obra de un gas nervioso que altera a los prisioneros, tal vez solo se trate de una broma, pero el payaso lo va a pagar caro. Este, aquí está mi identificación para entrar.
Los soldados bajaron la guardia para ver mejor la identificación falsa: craso error.
Veloces como solo ellas podían serlo, la furro y la chica gato corrieron hacia los guardias. Empleando la agilidad y fuerza sobrehumana de sus respectivas razas, lograron neutralizar a los soldados, dejándoles inconscientes.
—Buen trabajo, gordo —le felicitó Katrin que no tuvo tiempo de ver al gordo caer de rodillas por el miedo—. Lazor, llegamos: te toca.
Lejos de las chicas y conectado a la terminal auxiliar, que el guapo rubio pulsaba con maestría el teclado.
—Listo, pueden entrar, también desactivé los seguros de donde se encuentra Lapis, suerte.
En los ductos, un par esperaba noticias.
—Todo va bien —dijo Liset—. Apenas nos confirmen que tienen a Lapis, envía la señal a Antoni.
Ambos amigos volvieron a acomodarse en el estrecho ducto. Quien más doblado estaba era Lazor, pero mostraba estoicismo ante la incomodidad; Liset, rezaba a todos los santos que se sabía para que las cosas resultaran bien.
En el área médica, refaccionada para albergar al personal y al equipo que investigaba a Lapislazúli, no hubo signo alguno de motín en la prisión. Los pocos científicos que estaban presentes no se percataron de cómo alguien arrojaba un tubo de ensayo desde la puerta entreabierta.
Lo mismo que en las áreas de los prisioneros, los científicos se vieron bajo el impulso de buscar pelea. Distraídos, ninguno tuvo la oportunidad de presionar cualquier botón de alarma o pedir ayuda a algún guardia al ver ingresar desconocidos portando máscaras de contención biológica.
Fueron puestos fuera de combate y el grupo se acercó a ver a Lapislázuli.
—De forma que esta es la IA creada por los de la Confederación —dijo Villanía—. Que revolucionario concepto, cómo me gustaría intercambiar ideas con el que fue responsable de esto. Sé que sueno contradictorio dada mi repulsión a las inteligencias artificiales, pero no menoscaba el intelecto reconocer la sapiencia de un ser afín a uno.
—Olvídalo, lo más probable es que haya muerto en las purgas —dijo Katrin mirando atenta a Lapislázuli.
—¿Puedes sacarla? —preguntó Shizuro al ver a la niña flotar en un tanque similar al de la central de los Danzantes.
—Claro que puedo, es solo un modelo más actualizado que los viejos usados en mis tiempos cuando servía a la Confederación. —Se puso manos a la obra. Una tapa como una plancha de acero se corrió a un lado y la chica gato se introdujo al tanque para sacar a Lapislázuli.
—Lazor, la tenemos. Manda la señal —dijo Katrin.
La esfera inmensa de agua que rodeaba La Catedral se veía incólume, al menos en un principio, sin previo aviso, ondas imperceptibles recorrieron desde su centro hasta la superficie exterior, como si la prisión fuera una campana que repiqueteaba anunciando algo.
—¡Vamos! —dijeron al mismo tiempo Antoni y Mimic. Se pusieron a correr hacia el hangar encubierto.
La nave de transporte, luego de parir su carga que fue pronta hacia la esfera, partió lejos hacia uno de los planetas de la Unión Planetaria.
«Vayan con Dios», pensó el capitán, acariciando la barba para luego acomodar el gorro de capitán. Hubo cumplido su parte del trato.
En la prisión, los guardias no sabían que diantres pasó. Los enfurecidos prisioneros volvieron a calmarse como por obra de magia; a los Danzantes, el tiempo se les terminaba.
CONTINUARÁ...
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