
Entre chistes y duchas
Máquinas danzantes de Nueva Polonia
Capítulo 5: Entre chistes y duchas
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Le fue fácil sacarse los guantes de boxeo, en vez de cordones, el par tenía una agarradera de velcro. Una vez las patas libres, se quitó la chaqueta roja con capucha, el poderoso hombro derecho sangraba.
—¡Perdóname! Por mi culpa te distrajiste y te dispararon, ¡lo siento tanto, debí hacerte caso! —sollozaba Natsu, que salió a toda prisa de la bolsa marsupial de Kamba y trataba de ver la herida.
La canguro giró la cabeza para ver la herida, la olfateó un poco y miró al niño, tranquilizándole con sonidos guturales que solo el japonés comprendía.
—¿Solo una herida? ¿Estás segura? —preguntó, forzando a su cuerpo a dejar el hipido del llanto. Kamba le tocó la cabeza y la acarició para darse a entender mejor.
Nuevos sonidos salieron de la poderosa garganta, las patas delanteras dibujaron el borde de una superficie rectangular.
—¡Mi pantalla isekai! Claro, perdona, me olvidé, en seguida te curo —dijo y materializó el rectángulo imposible.
A diferencia de la pantalla de Liset, que tenía un marco muy decorado de datos en los márgenes izquierdo, derecho e inferior; la superficie que levitaba era de pantalla completa; otra diferencia consistía en la forma en que el niño buscaba el ícono de curación: desplazaba la yema de su dedo índice, igual a como lo haría con un celular; en cambio, la boliviana, debía manipular un ratón de computadora imaginario.
La palabra curación se desplegó en katakanas y pulsó sobre aquella, casi de inmediato, un círculo mágico surgió a los pies del enorme y muscular marsupial, logrando restañar la sangre.
Un gracias en su idioma natal surgió de la boca de Kamba y procedió a abrazar a Natsu para luego estirar el cuello y lamerse la herida que al cabo de un par de segundos desapareció por completo.
Ambos se encontraban felices, contentos por haber completado su parte de la misión, lucían como la madre y su cachorro, no obstante, Kamba paró las enormes orejas y el poderoso cuello giró para ver lo que se aproximaba en las sombras. Olisqueó hacia la oquedad y el rostro se relajó.
Siendo que vino de un mundo feral, que su antigua manada temía a muchos predadores, en especial, los terribles tigres dientes de sable, por tal motivo que se encontraba incómoda con todas las criaturas que la latinoamericana invocaba con su poder, incluso los felinos más pequeños. Un resoplido exteriorizó su alivio al ver al gato Titi transformado en mujer.
La canguro agradeció en su interior el tacto de la latinoamericana, enviando a la gentil dama andina para su tranquilidad y la del niño luego de la misión en la que resultó herida.
—¿Se encuentran bien? ¿Cómo estás de tu herida? La conexión mental que tengo con Liset me informó que hubo un accidente.
Sabía de antemano que no le comprendería, pero no hubo problema, Natsu hizo de traductor.
—Ya se encuentra bien. Me asusté y no la curé de inmediato, pero no hay nada de qué preocuparse. Este, ¿qué hacemos con estos sujetos?
Tanto el niño como el Titi transformado en mujer miraron a Kamba. La canguro emitió sonidos guturales para darse a entender.
—¿Seguro que debemos dejarlos ir?... —dijo Natsu—. Entiendo, no podemos arrestarlos porque se supone que no debemos llamar la atención de la policía... Es una misión que nos encargó el ejército y quieren mantener la privacidad... Sí, recuerdo que Liset mencionó a un coronel.
—¿Vamos? —preguntó la dama gentil y Kamba agarró su chaqueta. Con la ayuda del niño y de la criatura invocada, logró vestir la prenda de color de rojo; el Titi, aprovechando que tenía las manos de un humano, se ofreció a llevar los guantes de boxeo.
No tardaron mucho en llegar al punto de reunión, el otro grupo, el de la furro y el imitador llegaron antes.
La boliviana cruzó miradas con Katrin, suspiró y se rascó la nuca. El rostro mostro dureza, se notaba que acumulaba fuerza de voluntad para ir hacia ellos.
—¿Todo bien? —preguntó sin intercambiar miradas con el niño, centrando la concentración en la dama gentil que volvió a asumir la forma gatuna y fue donde Liset.
—Sí —contestó Natsu—, hirieron a Kamba por mi culpa, pero la curé con mi magia de sanación. —La marsupial sujetó los hombros del niño para darle ánimos, emitiendo sonidos que solo el japonés comprendía.
—Bueno, solo ten cuidado para la próxima vez. Nos vamos todos —concluyó, se dio la vuelta sin mirar al pobre chico y encabezó la breve marcha hacia a un bus que era conducido por uno de los hombres de Boguslav.
El interior del vehículo estaba remodelado para que los Danzantes pudieran sentarse a sus anchas, las ventanas tenían vidrios polarizados.
La calefacción daba comodidad, nadie encendió la radio para alejar el ruido de la lluvia en el exterior. De todas maneras, no hubieran puesto atención, solo querían ir a la central y tomar un merecido descanso, aunque no hubieran hecho la gran cosa que era el caso de Natsu y Liset, pero las mentes estaban estresadas.
Salieron del área industrial y las miradas se centraron en las calles de pavimento oscurecido por la lluvia.
Al lograr independizarse del régimen autoritario de la Confederación Roja, caracterizada entre otras cosas por una arquitectura que nada tenía que envidiar al brutalismo o al deconstructivismo ruso del mundo de Liset y Natsu, que Nueva Polonia experimentaba una etapa de contracultura en muchas cosas, siendo aquello más visible en la arquitectura.
Todas las casas y edificios tenían fachadas muy coloridas con carteles de neón o todo el exterior fue erigido para alejarse lo más posible del eclecticismo para asumir frontis más propios a lo que uno vería en los puestos de una feria. Era una vista fascinante para cualquier turista, pero el grupo, acostumbrado, no se sentía interesado, menos en ese clima lluvioso.
Lazor no estaba estresado, el rostro se iluminó y fue hacia Liset.
—Liset, Liset, oye.
—¿Qué sucede? No me vayas a decir que olvidaste algo en la acería, más te vale que sea una fruslería, no pienso ordenarle al chofer que de media vuelta.
—No es eso. Estuve meditando toda la noche acerca de lo que me dijiste, eso de que un chiste no debe ser lógico para ser gracioso. Luego de pensar mucho, se me ocurrió uno. —Se notaba que se moría de ganas de contarle el chiste que hubo creado.
—De acuerdo, no tengo nada mejor que hacer. Venga, sorpréndeme con tu ocurrencia, quizá hasta le recomiende al jefe que te de otro trabajo.
—Sí, escucha... Un montañés sale en plena tormenta de nieve para cruzar el camino... Es una variación del chiste de por qué la gallina cruzó el camino... El montañés fue a comprar víveres y no llegó... y no llegó —dijo girando el rostro y mirando a sus compañeros—, y no llegó...
—¿Por qué no llegó? —preguntó Katrin, apiadándose del guapo rubio.
—Gracias. Porque el muy tonto iba silbando y provocó una avalancha que lo mató, ¡tan, tan!
El silencio fue notorio.
—¿Entiendes? Estaba nevando mucho y el montañés no debió silbar, eso provocó una avalancha, ¡es gracioso porque el hombre hizo una acción nada lógica!
La boliviana cerró los ojos para no perder el control, luego forzó una sonrisa, miró al rostro de ángel de Lazor y se pronunció:
—Querido, no es gracioso si tienes que explicar el chiste. Pero vas mejorando, vas mejorando. Otro consejo: no menciones en medio del chiste que te basas en otro, no es buena idea.
—¿No te gustó?
—Seguro a alguno le gustará, el humor es algo subjetivo y...
El insectoide empezó a carcajearse, luego, pareció que le dio un ataque de risa. Lejos de verse gracioso daba miedo con la gabardina moviéndose en olas a causa de que el exoesqueleto con forma de maniquí hermoso, apenas podía contener el interior que se revolucionaba en espasmos de risas.
—Bien que lo dijiste, amiga, siempre hay fanáticos de los chistes malos, ¡ups!, lo siento, cariño.
Lazor no supo que cara poner ante las disculpas de Katrin, así que lo solucionó mandándole un pulgar arriba y enseñando una gran sonrisa.
Llegaron a la central, vieron que junto al portero de la entrada se situaba un enorme gorila con traje de policía y boina. Era una visión común que sorprendió a los tres isekeados del equipo cuando llegaron a la galaxia. Se acostumbraba que las personas tuvieran animales modificados ejerciendo de guardaespaldas o trabajos similares, por tal motivo que Kamba no llamaba la atención, al menos en sitios civilizados como Nueva Polonia, siendo que lo vio difícil de llevar en otros sistemas estelares, más tomando en cuenta que nadie la entendía, fue una suerte que el destino uniera los caminos de la marsupial y el niño japonés para llegar hasta el presente.
El bus los condujo al aparcamiento subterráneo y de allí fueron al piso que les interesaba: dependencias que podrían usar en caso de tener que permanecer en la central por tiempo indefinido.
Las chicas fueron a las duchas, agradeciendo al agua caliente en la parte posterior del cuello que alejaba toda la tensión acumulada, pasados esos segundos relajantes, la boliviana no pudo evitar mirar de reojo a Katrin, tenía el cuerpo de una modelo de tallaje, un cuerpo muy curvilíneo.
Como le dijo a Mister Mimic, aunque era una furro, no se asemejaba a sus otros primos en los sistemas estelares de las esferas de expansión de la desaparecida Kathia. Podía pasar como una humana común y corriente salvo por el hecho que a lo largo de la columna podían observarse las típicas manchas de un leopardo de las nieves, sumado a aquello, se notaba un rasgo racial que la mujer prefirió no contarle al insectoide en la acería abandonada.
Giró el rostro, no hubo de otra considerando que Liset parecía doblarse en dos debido a la risa. Katrin se llevó las manos a las nalgas tratando de ocultar algo.
—Que madura eres, me quito el sombrero —dijo frunciendo el ceño—. ¡Deja de mirarme! ¡No te rías!
—Perdón, no puedo evitarlo, no me puedo acostumbrar, tu culo, que gracioso, ¡la marca de tus nalgas!
Negó con la cabeza, no podía culparla, junto con el rasgo racial que corría por el largo de la columna, estaba el hecho de que otro patrón marcaba los glúteos, no uno cualquiera, aquel tenía la forma perfecta de un corazón.
Enojada, estiró el brazo y cerró el grifo del agua caliente. Liset, sintió que agujas le penetraban la piel e hizo lo mismo con la ducha de la amiga. Ambas chillaban debido al frío en ese juego de adolescentes.
Retomaron la ducha caliente y Katrin le preguntó algo que la carcomía por dentro:
—¿Todavía no puedes acostúmbrate a Natsu? Es raro considerando que ambos vienen del mismo planeta.
—Puede que así sea, pero somos tan diferentes. Japón y Bolivia, toda mi región: Latinoamérica, son tan diferentes. Al principio me encantó encontrarme con alguien de mi planeta, pero no tenemos nada en común, es más, ambos fuimos isekeados en periodos de tiempos diferentes, yo en el año dos mil y él en los dos mil veintes, ni un punto en común para charlar.
—Qué pena escuchar eso, ¿en serio no hay nada de lo que puedan conversar?
—Ni un puto tema. Por ejemplo, a mí me gustaba mucho los dibujos animados de Japón; Natsu me dijo que a eso le llaman anime, ¡anime!, en mis tiempos esa palabra no existía, solo le llamábamos animación japonesa, nada más. Traté de hablar de los trabajos de Estudio Ghibli, como ser Nausica del Valle del viento o Porco Rosso, pero él nunca los vio. ¡Estoy tan frustrada!, antes de morir vi el tráiler de la película La momia 2, ¡se veía maravillosa con esos hombres chacal corriendo en el desierto!, pero me tuve que morir y claro, el chico no vio esa película.
—Qué lástima, en fin, no te me deprimas, hay cosas que hacer en la noche —dijo y ambas giraron el rostro al ver a Kamba.
Pusieron cara de desconcierto al ver al marsupial enorme; del grupo, era con la mayor altura exceptuando a Mister Mimic en forma de insecto antropófago. No daban crédito a sus ojos al ver tremenda musculatura de la canguro; si ella era la enclenque de la manada como tradujo Natsu, no querían conocer al resto.
CONTINUARÁ...
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