Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

En el bar de plástico

Máquinas danzantes de Nueva Polonia

Capítulo 17: En el bar de plástico

.

La mala suerte y el destino suelen golpear directo al rostro, dejando alelado a la víctima. Así se sentía Boguslav Bystrón en su propia oficina en la sede central de los Danzantes.

—Buen día, señor Bystrón, tome asiento.

¡Que desfachatez! Invitarle a tomar asiento en su propia sala del trono, trono ocupado por otra persona si lo anterior no fuera suficiente afrenta. El hombre de escasa estatura reaccionó ante tal atrevimiento, cerró los puños, pero solo lo hizo por un segundo, disimuló el enojo con firme caminar hacia el sofá.

—Coronel Zygmunt, ¿a qué debo su grata presencia? —preguntó cuidando el tono de voz, no quería que se notara sarcasmo alguno, no obstante, el militar no se dejó engañar, no importaba, no vino para socializar.

—Me trae una labor para con la patria, por lo mismo, en este preciso momento, el ejército se encuentra afanado en tomar las presentes instalaciones civiles.

En efecto, tanquetas y tanques junto con personal militar cercaba la torre e ingresaban al edificio. Piso por piso, las botas y los gritos autoritarios suplantaban la autoridad de la ley.

—No sabía que era tan vital para nuestra amada Nueva Polonia, hasta pareciera que retrocedí en el tiempo cuando el apellido de mi familia se hacía respetar.

—Su familia y su persona no me son relevantes en este momento. Solo vine porque es mi obligación hacerle notar una situación bastante desagradable.

—¿Y esa situación es...? —preguntó, sabiendo que vendría el golpe, no tenía la certeza plena si podría esquivarlo, aunque lo más certero era que no.

—La Confederación Roja muestra un preocupante interés en su persona, mejor dicho, en cierto activo que se encuentra en su posesión y que ellos consideran valioso.

«¡Lapislázuli, lo saben! ¡Saben que se encuentra en la torre! ¡¿Cómo diablos se enteraron?!», pensó con preocupación, pero se esforzó para poner la mejor cara de póker que tenía.

—Manejo varios negocios, si enojé a las personas incorrectas no quiere decir que tal enojo sea fundamentado. Sé cuidarme solo, coronel, ¿no podría ser menos paternalista en este caso? Alguien de su rango no necesita preocupaciones nimias; quedemos en una cita para charlar el presente caso y otros si es tan amable.

—¿Sabe Bystrón, que un coronel es el ápice de la carrera militar? El ascender a general es solo formalismo burocrático e inclusive, en planetas más laxos, implica corrupción por parte del congreso habido. Mi rango y mi deber me obligan a no cerrar los ojos ante lo que usted esconde en este lugar.

—Coronel Zygmunt, le aseguro que ninguna de mis acciones va en contra de Nueva Polonia.

—No es usted quien debe juzgar eso. El ejército tomará el control de la torre, requisando lo que hubiere que requisar y resguardando en un lugar seguro aquello que bien pueda servir a los intereses de la patria.

—Por favor, Zygmunt, es solo una niña —dijo dejando de lado los formalismos del lenguaje.

El coronel agrió el rostro, puede que dijera que era el ápice de la carrera militar, pero se suponía que no debía hablar de la inteligencia artificial ante cualquier contingencia que podría acarrearle problemas en caso de un juicio por vía militar.

—Ordene a sus empleados a no presentar resistencia, no es necesario que le diga qué haremos en caso de encontrar elementos poco dispuestos a cooperar —finalizó. Se levantó del asiento y sin despedirse o darse la vuelta, salió de la oficina. Tanto el celular y el teléfono fijo de la oficina sonaron, pidiendo pronta atención.

.

.

Se sintió más pequeño de lo que era, quiso encogerse más tras el ventanal al ver a un niño pequeño correr tras los soldados que escoltaban a una niña cubierta con un sacón largo. Una mujer de cabello negro fue tras el pequeño y le alcanzó, impidiéndole avanzar.

—¡Déjame, se están llevando a Lapis! ¡Suéltame!

—No hagas estupideces, ¿qué podrías hacer contra esos brutos? Ir directo hacia ellos para que te maten, así no lograrás nada, no podrás hacer nada por ella.

—Pero debo hacer algo, tú y los otros no van a hacer nada, ¡nada! —gritó y se rindió. Maldijo su situación, ¿de qué servía tener un nuevo cuerpo lozano si de todas maneras era inútil para proteger a su amiga?

Liset lo abrazó, enclavijó los dientes para no ponerse a llorar: no lo consiguió.

El quiebre de la mujer no se debió a causa de la pena de escuchar los gemidos del niño, sino a algo acaecido justo a sus espaldas, era como si el mundo del revés hubiera remplazado al normal: Lazor sostenía a Antoni, que se entregó a sus sentimientos humanos y, como Natsu, quería ir a confrontar a los soldados.

—¡Suéltame, suéltame, imbécil! ¡Se la van a llevar!

—¡No, no vayas! —gritaba a su vez el rubio musculoso, por el rostro perfecto y bronceado, las lágrimas recorrían como el plomo fundido, así le supieron, como la vez en que murió Mette.

Saliendo del edificio, Kamba dio un gemido de pena, avanzó a saltitos hasta acercarse donde la latinoamericana y el japonés, ayudándoles a levantarse y entrar al edificio. Katrin hizo lo propio y ayudó a los dos hombres a guarecerse en las sombras del hormigón, cosa que también hizo Mister Mimic, imposibilitado de ayudar en alguna forma.

Las botas, las orugas militares, todos los pasos de los soldados se hicieron quedos a medida que se alejaban, solo vino el sonido de los pasos de los curiosos que, una vez vieron que podían circular, caminaron por la calle y las aceras como si nada hubiera pasado.

.

.

Era uno de esos bares donde valía más la tarjeta de crédito que la cantidad de beodos, típica imagen cliché de un establecimiento caro en el sótano de una casa particular, también lo era el barman, impecable en el traje impoluto y limpiando un vaso, ajeno y atento al mismo tiempo al único cliente apoyado en la barra, el cual, se notaba que estaba un poco pasado de copas pues el lustroso peinado estaba desarreglado.

Una rubia abrió la puerta y se acercó a la barra, no le importó que el cliente fuera un ebrio, de todas maneras, se sentó al lado.

—¿Un día malo?

—Una semana mala, linda. Oye, no te vi por estos alrededores, ¿quieres que te invite un trago? Solo elige cual plástico te gusta más, tengo varios —dijo y mostró como si fuera un mazo de naipes las tarjetas de crédito.

Donde tengas la olla no metas la polla —dijo la falsa rubia que lo miró con seriedad, quitándose las gafas, lo que al principio fueron ojos azules por efecto del nanocristal, se revelaron como cafés—. Leí ese dicho en una revista barcelonesa, allá en mi mundo.

—Liset, mujer, ¿cómo me encontraste?

—No deberías usar una colonia importada de la unión. Mimic te localizó con sus receptores químicos.

—Maldita sea, déjame en paz. No estoy de humor para nada.

—Qué lindo debe de sentirse ser el jefe, solo te vas y te das vacaciones cuando te da la gana, al carajo la responsabilidad para con tus empleados, ¿sabes que vivimos de lo bien que puedas administrar tus negocios?

—Deja de molestar, no eres mi madre. Puedo hacer lo que me da la gana, tú lo dijiste bien: recordé que era el jefe y decidí...

—¿Y qué hay del apellido de tu familia? ¿También decidiste enviar eso al diablo? Ese no es el jefe Bystrón que conozco.

Le dio justo en el clavo, Boguslav suspiró y frotó la mano sobre el cabello a modo de alejar el sopor producto del alcohol.

La isekeada solo dobló el codo y estiró un poco el brazo hacia el espejo de la barra. Sin que mediara orden alguna, el barman le entregó un peine.

—Ven, déjame arreglarte —dijo y peinó a su jefe quien se dejó acicalar por la mujer de torva mirada—. Cielos, que buen servicio el de este bar, beber una noche aquí debe de costar un mes de sueldo —evaluó luego de terminar de peinar al hombre y poner el peine en el mesón de la barra para que luego aquel fuera tomado por el barman con todo profesionalismo.

—A ver, ¿qué quieres que haga? Sabes bien que no puedo interferir con el gobierno, no pienso antagonizar a Zygmunt.

—Lo sé, todos lo saben. Te tenemos aprecio, creo que te lo dije en la fiesta, la vez que estaba borracha, pero hoy te lo puedo decir de frente y bien. Sabemos cuál es tu sueño, que tu familia vuelva a los tiempos de gloria, te apoyamos, solo queremos que nos apoyes con lo de lapislázuli sin que metas tus manos al fuego por nosotros. Una vez escuché en una película en mi mundo natal: "Siempre hay un plan, solo es cuestión de pensarlo".

Con una sonrisa agradeció las palabras y los sentimientos de sus empleados.

—No será fácil, pero algo se me ocurrirá. Perdón por ausentarme, es que hay mucha mierda con la que tengo que lidiar.

—Ser CEO no es fácil. Oye, Boguslav, ¿y si buscas otro sueño?

—¿Otro sueño? ¿A qué otro sueño podría aspirar?

—No lo sé, te ves tan estresado con esto de la responsabilidad hacia tu familia. No te lo tomes a mal, pero, bueno, esos tiempos pasaron. ¿No sería mejor aspirar a solo ser feliz?

—A qué te refieres.

—Mira mi caso, me interesa el dinero, por algo te cedí a mi Mascha, para lo del negocio de los hongos, pero quiero algo más, algo básico, deseo encontrar un buen hombre y casarme, ser una ama de casa tradicional casada con un hombre tradicional. Llevar una vida sencilla y feliz también tiene mérito.

Se miró las manos, eran de un hombre alto y robusto, cosa que no era, sonrió y miró a la empleada:

—Siempre he estado solo —dijo y del puño se irguió el dedo índice—. ¿Casarme? —Se escondió el índice y enderezó el anular—. Con este tamaño solo se me acercan por mi dinero. —El dedo anular se escondió y sacó el meñique que se estiró insolente—. ¡Las muy putas! —Fue el dedo del medio el que pareció ser un obelisco en ese puño cerrado—. Estoy bien de soltero —concluyó, enseñando solo el pulgar hacia arriba.

Un suspiro y decidió que ordenaría algo al barman, después de todo, Boguslav pagaría.

.

.

La tensión era palpable en la oficina de Bystrón, el hombre daba su informe a los Danzantes respecto al paradero de Lapislázuli.

—Se encuentra en ese asteroide minado rodeado de éter líquido no medicinal, tan extenso como un mar, en un sector que regenta Nueva Polonia, se usa como prisión, de la era de la Confederación. Le llaman La Catedral porque se suponía que allá expiaban las culpas los prisioneros políticos; hoy en día, la lacra de la galaxia se pudre allá en las profundidades de ese mar artificial en medio del vacío del espacio. Si bien en teoría la Unión Planetaria debería estar a cargo, la prisión tiene autonomía de los de la Unión, ni siquiera el gobierno de Nueva Polonia puede interferir, en conclusión: Zygmunt es el reyezuelo de ese reino.

—¿Cómo entramos? —preguntó Katrin—. Hasta a los planetas de las esferas de expansión Kathia llegaron noticias de esa prisión, lo de que es inexpugnable.

—No se puede entrar, te tienen que meter. En otras palabras, deberán renunciar y cometer un crimen bien grande como para que los envíen allá y no a otra prisión.

—Entiendo, no te preocupes, jefe, no queremos comprometerte —le aseguró la mujer furro.

—¿Cómo saldremos una vez recuperemos a Lapislázuli? —preguntó Antoni.

—¿Pasa algo, jefe? —preguntó Lazor al ver que Boguslav contrajo el rostro por un segundo.

, esta es la parte difícil. Seguro no les va a gustar, pero como dice Liset: "Al mal trago darle prisa" y "Hay que tragarse sapos" o "Hacer de tripas corazón", no estoy seguro de cómo se dice.

La canguro gesticuló algo. Antes de que Natsu lo tradujera, alguien tocó la puerta y entró: era el Doctor Villanía.

CONTINUARÁ...

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro