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Más al norte

Los elfos deben morir

Capítulo 15: Más al norte

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El rechinido del metal se proyectó por los largos pasillos y corredores de Moradon. Dejaron de ser oquedades gracias al aporte estético de Ofid'Salae; lámparas de aceite, no muy primorosas debido a la poca pericia, reemplazaron a las toscas antorchas; reflejaron tapices y mobiliario humilde, pero que constataban una mejora a la cruda carencia existente antes de la llegada de las elfas oscuras.

Apretó los dientes y frunció el ceño, hubiera preferido que la mejora en la iluminación no se hubiera dado nunca, pues ella, Betor'Salae, estaba encadenada en sufrir la vergüenza de no poder caminar por sus propias fuerzas.

Teddy, el sirviente de Tega'Salae, empujaba la silla de ruedas donde la elfa mascullaba su derrota. Luego de escuchar un poco más ese condenado rechinido de metal contra metal proveniente de las ruedas, llegaron donde estaba su hermana menor.

—¿Cómo te fue en tus ejercicios? ¿Tus piernas se encuentran mejor?

—Mucho mejor, me molesta tener que permanecer sentada en esta cosa. Me veo patética, que vergüenza, hubiera preferido...

—No lo digas, agradece que estés viva. En cuanto a tus piernas, ya oíste lo que dijeron, no debes forzarlas, debes permanecer sentada hasta la nueva revisión.

—Ni hay buenos sanadores en este lugar.

—Cierto, pero hay lo que hay. Aguanta, en una semana más ya podrás despedirte de los cuidados de mi sirviente.

—Tienes razón, por cierto, ¿Sinta averiguó más cosas del enemigo?

La elfa le arrojó un objeto que la otra atrapó en el aire, un cachivache a simple vista, parecía un desperdicio de alguna clase. Teddy empezó a olisquear el aire.

—¿Qué es esta cosa?

—Eso, mi querida Betor, es lo que los humanos llaman lata de conservas, la clave del éxito reciente de los humanos, bueno, una de las claves.

»Antes, la carne y otros se pudrían en las largas marchas de los humanos, pero con estas cosas, la comida se conserva por semanas, eso les da muchas ventajas al enemigo.

—No quise preguntar antes debido a la rabia, pero sería una estúpida si no reconozco que los humanos nos patearon el trasero. Dime todo lo que sepas.

Tega'Salae adoptó el mismo gesto que hace un rato tuvo Betor'Salae, comprendiendo que su hermana menor compartía la vergüenza de saberse derrotada.

—La nueva formación de los humanos, esa que llaman línea, por más contradictorio que suene, es muy poderosa debido a su fragilidad. Incluso ante armas humanas, piénsalo, si un cañón impacta contra una masa de hombres, destruye todo lo que encuentra a su paso, fila tras fila, columna tras columna, pero esta nueva formación solo sacrifica a los hombres de la vanguardia, mientras que la bala de cañón continúa mordiendo ya no carne, sino el polvo. Ya te imaginarás lo efectiva que es esa estrategia ante armas de efecto de torsión como las flechas o catapultas que tenemos, no hay forma de detener ese avance.

—¿Acaso no es muy difícil marchar con una formación en fila?

—En teoría lo es, pero en la práctica resulta eficiente, más considerando que no es una fila muy larga en extensión: Cuatro divisiones centrales de fusileros que pueden rotar rápido a los flancos para efectos de fuego cruzado y negar así cobertura al enemigo; flancos de escaramuzadores o granaderos, igual, pueden con facilidad cambiar de posición en esas malditas filas.

»Ya hemos perdido un buen número de batallas importantes. La formación en fila no solo es útil para el llano. Cuando el terreno está roto, la formación cambia a una de cuadro, similar a eso que los humanos llaman tercios, pero invertido, con los fusileros por delante, pero también pueden las bayonetas formar una barrera infranqueable.

—Pero ¿y la caballería demoniaca? ¿No me dirás que los fusiles con bayoneta tienen más alcance que lanzas largas y alabardas? Ridículo, los carros de combate tendrían que ser más que suficientes para romper esos cuadros y filas.

—Ya te lo dije, en teoría tienes razón, pero el enemigo ha adoptado una nueva estrategia para los fusileros ya sea en fila o en cuadro: concentrar el fuego en el enemigo más fuerte. Así es, nos cazan uno por uno, por eso caíste, te reconocieron como la amenaza más fuerte, da gracias a los dioses del inframundo de que sigas viva.

»Como ves, tenemos muchos problemas. Lo que te dije no es todo, cosas como el incremento en la cadencia de los pasos de marcha, la estrategia de saqueo de los recursos próximos entre otros, les han dado la ventaja a los humanos.

—Increíble. ¿Qué ha dicho Ofid de todo esto?

—Siras no está muy contento con nosotras.

—Supongo que hay un límite en lo que puede hacer nuestra hermana en la cama.

—Ofid está planeando algo, no sé qué es, pero seguro será muy artero. No importa, necesitamos detener a los humanos, por fortuna el invierno se adelantó, uno tan fuerte, que dicen que no se vio algo así en un siglo al menos, por eso la táctica de saqueo del enemigo no funcionó, debido a su marcha rápida no pudieron llevar mucha protección para el frío y cuando se les acabó las latas de conserva... Gracias, gracias, nunca creí que algún día agradecería a esta cosa del invierno.

—En el subsuelo, en nuestro mundo, jamás se nos hubiera ocurrido utilizar las estrategias que me contaste, el terreno no es apto para ello. Sea lo que sea que esté planeando Ofid, espero que se dé prisa.

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A diferencia de lo que pensaban los humanos, la vasta región boreal del planeta no era todo dominio del Rey Demonio, ni siquiera Moradon con todo su bruto poder podía controlar la totalidad de esos gigantescos eriales.

Sería imposible albergar existencia alguna en tan árido lugar, donde la única opción posible era malvivir a base de beber nieve y roer piedras, sin embargo, la vida siempre se da maneras.

Una liebre albina corría rápida, usando sus amplias patas como raquetas para la nieve para no hundirse. Una sombra blanca le siguió el paso, se detuvo y, pronto, el silbar de una flecha besó aquel pelaje abultado para soportar las inclemencias del tiempo.

No fue un tiro limpio, la criatura herida tuvo tiempo de hallar la entrada a un túnel y sus largas orejas desaparecieron de la vista.

—¡Ve! —fue la lacónica orden y otra sombra blanca, una más pequeña, salió corriendo al lugar donde se sumergió la liebre.

Un lince cuyo lomo estaba cubierto de nieve se acercó, olisqueó aquí y allá, saltando un par de veces para caer justo sobre su presa. Al lepórido se le acabó la suerte y fue alcanzado por el felino, quien llevó la presa ya inerte hacia el cazador.

Debajo de las prendas que no necesitaban camuflaje alguno debido a la cobertura de la nieve caída, se reveló el rostro agraciado de una joven mujer. El lince, como un labrador, le entregó la presa y luego saltó a los brazos de la joven para juego restregar su cabeza al son de ronroneos.

—Basta, me haces cosquillas —dijo y se rió usando una extraña onomatopeya para una carcajada: "Nya, ja, ja, ja".

El lince de un salto volvió al suelo nevado y la cazadora se levantó la capucha. A diferencia de sus cejas que estaban con escarcha, sus esbeltas orejas de gato estaban secas y rotaron en todas direcciones. Luego de comprobar que no había una amenaza cerca, procedió a acariciar su larga cola gatuna, tratando de darle calor a la punta con la palma de sus manos y su vaho cálido.

Ocultó sus cola y orejas, regresando con el lince al poblado donde moraba.

Los iglúes se perfilaban en un campo yermo. Sin la protección que podría ofrecer la sima de un valle o una quebrada a los vientos cortantes, pero no había otra alternativa considerando que una avalancha era un peligro mayor que cualquier molesta ventisca.

—Abuelo, mira lo que encon... —se quedó tiesa con su brazo en alto sosteniendo a la liebre, conservando el gesto alegre ante la visión de tres desconocidos.

Uno era un demonio pequeño en comparación a sus pares del sur, un ser con cabeza de oso rojo, mordisqueaba un pez congelado y salado; los otros, féminas cuya apariencia le sorprendió. Nunca había visto un humano, aunque aquellas mujeres no se parecían a las historias que escuchaba de niña.

—Pinfa, que bueno que hayas llegado. Siéntate, tenemos invitadas, te las presentaré: La señora de Moradon, Ofid'Salae; su hermana menor, Sinta'Salae y, por supuesto, su sirviente, Teddy.

—¡Un placer! Me llamo Pinfa —exclamó la chica gato, moviendo su cola de un lado al otro por el nerviosismo.

—La primera dama de Moradon ha venido a nuestro pueblo y nos ha ofrecido su inestimable ayuda a cambio de que nosotros, simples nómadas del hielo, la ayudemos con un problema que tiene.

—¿Un problema?

—Humanos —dijo Sinta, sin añadir más, ocupada en pegarse a Teddy para que le transmita algo de calor en ese purgatorio.

—Disculpad a mi hermana menor, señorita Pinfa. Somos elfas oscuras, pertenecientes a la noble casa Salae, que, por azares del destino, bien tenemos a servir a Siras, el actual Rey Demonio de Moradon.

—No hay nada que disculpar, por favor, levante la mirada —dijo la joven chica gato mientras ella misma realizaba una reverencia doblando un poco su tronco.

—La dama Ofid'Salae vino con la meta de formar una alianza con nuestra gente, el objetivo de su propuesta es el frenar a los humanos, enemigos a los cuales enfrenta en una guerra.

—Humanos —fue la expresión lacónica de Pinfa, quien, a diferencia de la menor de las elfas, no se vio débil, sino que los pelos de su nuca se encresparon lo mismo que su cola.

Ofid'Salae conservó una expresión neutral, se enteró por el anciano como hace eones, cuando el mundo era joven, en una época donde moraban diversas razas como elfos, enanos, hadas y demás; los humanos, incrementaron su número y llevaron a la extinción a civilizaciones enteras. Las chicas gato, criaturas inocentes y hermosas, fueron obligadas a marchar al norte y malvivir.

—Señorita Pinfa, su sabio y noble abuelo me dijo que este y otros poblados estarían dispuestos a ayudarnos siempre y cuando se lleve a cabo el ritual para este tipo de alianzas.

—Comprendo, no tengo ninguna objeción, señora Ofid'Salae. Supongo que ya han hablado acerca de lo que anhelamos desde siempre.

—Así es, le prometo a usted y a su valerosa gente, tierras fértiles y cálidas en el Imperio Lis.

Pinfa cruzó miradas con su abuelo y este asintió con una sonrisa.

—No diga más, señora Ofid'Salae, estoy más que dispuesta. ¿Abuelo?

—Me alegro, mi niña. Dama Ofid'Salae, señorita Sinta'Salae, salgamos.

Tras la venia de la elfa oscura, salieron a la intemperie, a diferencia de antes, el desolado pueblo rebosaba de vida con la presencia de chicas y chicos gato, multitud de felinos como linces y similares, así como monturas exóticas como osos polares y morsas entre otros.

Caminaron un buen trecho hasta llegar a una amplia formación rocosa en forma de herradura, allí la mayoría se sentó. Rodeando ese semicírculo, se erigía un límite interior que lo conformaba en apariencia estalagmitas de hielo que fungían como un cerco de lanzas afiladísimas y mortales que no apuntaban al cielo, sino al centro de lo que era un círculo de combate.

Al medio de ese ring, con sus cuatro largas y gruesas trenzas azotadas por el viento, estaba Betor'Salae ya repuesta de su caída.

CONTINUARÁ...

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