
Ni voz ni voto
La mocosa no quiere criptomonedas
Capítulo 4: Ni voz ni voto
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Apenas se mencionó la participación de un niño en el caso del asesinato de los avatares de los jugadores ballenas, que el ambiente cambió como por arte de magia, la tensión era palpable.
—¿Un niño? ¿Un niño es el responsable? ¿Cómo pueden estar tan seguros? —preguntó Quezada la encargada de la subsección a cargo del área informática.
—Fueron los de psicología los que me dieron el dato, informe demasiado escueto para mi gusto —contestó Juanes, con su voz monocorde que daba autoridad.
—Escueto. Supongo que aquí es donde entro, quieren que averigüe más cosas de ese niño, no hay problema.
—No es tan fácil —intervino Mónica—. El chico es listo, mucho para su edad, utiliza terminales paralelas que impiden su rastreo. Ni sabemos su nombre real, sexo o edad; psicología, con sus análisis, aunque breves, nos dan a entender que es un niño de la misma edad que Mia.
—¿Por eso me llamaron? ¿Porque me encargo del área educativa de primaria? —preguntó Kenichi Soda, su gesto de hastío y pereza regresó apenas la sorpresa de las ballenas dio paso a la identidad del player killer o PK.
—No quiero que dejen este caso a Soda —interrumpía Mia, frunciendo el ceño y señalando con el dedo al japonés—. Me basto yo solita para atrapar a ese niño.
—¿Tienes problemas con que me encargue de este chico? Me llamaron porque es justo mi área de trabajo. Soy profesor de primaria en el mundo virtual, el que auspicia la familia.
—¿Tienen esos mafiosos que meter la mano en todo? Yo sé a qué me he metido al aceptar trabajar para ellos, pero ¡dejen a los niños en paz!
—¡Mia! —exclamó Mónica con un gesto de miedo que a la latina isekeada le recordó mucho a la que tenía su tutora gata androide.
Andrea tragó saliva; Mariano, por su parte, presionó con más fuerza de sus gruesos labios el cigarrillo, negando con la cabeza y murmurando un "estúpida cojudita"; Nicanor, pareció no inmutarse, atento a mirarse el jopo gracias al espejito que agarraba.
Supo que la cagó, pudo sentir como su cuello giraba hacia Cormado Juanes con la misma facilidad que lo haría el cogote oxidado del hombre de hojalata del Mago de Oz.
Sucedió un milagro, Juanes no prestó atención a la niña, sino a Nicanor.
—Se lo voy a poner fácil, Hernández: sí, ya es un viejo, desde aquí puedo ver sus canas, así que guarde ese espejo de mujerzuela de una buena vez.
Nicanor hizo caso de inmediato, pero se notaba que le dolía más el hecho de la confirmación de su edad que el hecho que su jefe le riñera.
—Vidal —fue la lacónica intervención de Juanes, olvidando o, mejor dicho, prefiriendo no perder el tiempo con la desafortunada intervención de Mia.
—Sí, jefe. Como ya todos deben suponer, fueron llamados por sus habilidades, habilidades que serán de provecho para este caso.
Mía quiso decir algo, pero no era estúpida, solo impulsiva, prefiriendo hacerse pequeñita en su asiento, por fortuna, fue Andrea Quezada, la ingeniera en programación, la que formuló la interrogante por la niña:
—Disculpe, jefe Juanes, pero si el culpable es un niño, ¿qué hacen aquí, Bóveda y Hernández? Bueno, ellos, no son lo que yo llamaría simples cobradores de la familia, ¿me equivoco?
—También hacemos eso, rompemos piernas si es necesario —dijo Nicanor.
—Tienes razón, doctora, también despachamos al otro barrio a quien sea nos ordene la familia. Jefe, la mocosa dijo que no quería trabajar con Soda; pues bueno, yo no quiero trabajar con ella, una enana como ella no debe ir a un trabajo de adultos.
—¿A qué te refieres con eso? —preguntó Mía, olvidando el miedo de antes y volviendo a poner recta la columna para parecer más alta de lo que era.
—Mi amigo se refiere a que eres una salvaje, una primitiva de un mundo primitivo y subdesarrollado. Me importa una mierda que seas una isekeada, Mariano y yo no necesitamos apoyo de una niña.
—¡Eso, eso! Ser apoyados por una mocosa sería un insulto, no quiero ni imaginarme las burlas en el bar —El fortachón secundaba a su delgado pero atlético compañero.
Kenichi suprimía una risa, no demasiado, solo lo suficiente como para que Mia le escuchase.
—Bóveda, no es necesario que le recuerde que no debe comentar misiones encargadas por la familia en cualquier bar, de hecho, en ningún lugar.
—¡Sí, jefe! ¡Yo solo decía! ¡Se lo juro! ¡No soy ningún chismoso!
—Tarado —dijo Andrea, suprimiendo una risa al ver la cara de miedo del grandote con cabello estilo afro, incluso se le cayó el cigarrillo de los labios.
—Bien que comprenda. Lo mismo vale para usted, Hernández, y cualquiera en la reunión, sin importar la edad; saben que a la familia no le importan cosas como el género a la hora de darse a entender.
Todos entendieron la advertencia. Mía tragó saliva y podía haber jurado que la manzana de Adán de Soda se movió al imitarla.
—Chicos —dijo Mónica—, nosotros no tenemos ni voz ni voto en este asunto salvo el jefe. Una vez que recopilemos todos los datos, nos dirá qué y cómo vamos a proceder.
—Gracias, subcomandante, aprecio sus palabras, pero me tiene en mucha consideración. Yo tampoco tengo voz ni voto, son los jefes de la familia, quienes ordenan. Solo tengo encargada la misión de que no haya voces disconformes en cuanto a la misión, me comprenden, ¿cierto?
De nuevo, todos tragaron saliva. Cormado Juanes era como el verdugo de la familia, una llamada suya a los jefes de arriba y podrían considerarse muertos. No estaban en una democracia ni eran los buenos de la película con todo lo que ello conllevaba.
Una vez satisfecho Juanes con su advertencia, dio unas cuantas indicaciones más y salió del salón de exposiciones.
—Sé que solo tienes doce años, pero sé madura. Por interés mutuo de ambos, llevémonos bien —dijo Soda con rostro serio, algo que no acompañaban sus ojos.
Mia quiso contestarle una grosería, pero vio la figura de Mónica y decidió callar. El japonés se dio cuenta.
—¿La vas a sermonear?
—Sí, le voy a gritar.
Kenichi se dio por satisfecho y salió del salón con las manos en los bolsillos.
—Lo sabía, tengo canas, tengo unas putas canas —murmuraba Nicanor para sí mismo, sin prestar atención a nadie en particular.
—No nos vayas a estorbar, mocosa —fue la advertencia de Mariano, decidió no recoger el cigarrillo del suelo y se marchó.
Mia no se animaba a alzar la vista. Junto con Ana, su tutora gata androide, era la subcomandante de su sección, la otra persona a la que le tenía respeto.
—Mia...
Levantó la niña la mirada, lista para recibir unos gritos o incluso una bofetada.
—¡Tontita! ¡Casi me matas del susto! ¡No tienes que levantar la voz de esa forma ni referirte de esa forma a los jefes de arriba! —exclamó doblando las rodillas y abrazando a la niña que se sintió sofocada en medio de esos senos enormes y turgentes, disimulados por la estricta vestidura de la curvilínea rubia.
—¿No que le ibas a gritar? —dijo Andrea, con gesto de contrariedad pero la comisura de sus labios curvándose, la traicionaba.
—Es una dulce niña, solo necesita tener más cuidado con su temperamento.
—Ag, mujer, la mimas mucho, eso es contraproducente, pareces madre sobreprotectora. ¡Hazle caso a tu reloj biológico y vete al bar para buscar a un hombre que te joda bien!
—¡No la escuches! ¡Es solo una solterona loca! —exclamó, le tapaba los oídos a Mia, quien, por su puesto, escuchó todo.
Le molestaba que la tratase como una bebé, pero no iba a contradecirla por temor a recibir el regaño que no le dio Cormado.
—Miren quién habla. Me rindo, me espera mucho trabajo en este caso, así que mejor empiezo.
Una vez la mujer con bata blanca salió del salón de exposiciones, que Mónica se puso seria.
—Cielos, ¿por qué tuviste que decir todo eso? Voy a hablar con Ana, esa gata no te enseña cómo debería.
—¡No es su culpa! Lo que pasa es que soy tonta.
—No eres tonta, solo que no controlas tu lengua. ¿Acaso quieres que los de la familia ordenen que te la corten? Porque pueden hacerlo, seguro que tus poderes isekai, igual funcionarían sin tu lengua. Dime, ¿eso quieres?
—No, no quiero eso —dijo, sintiendo cómo las lágrimas se asomaban por sus ojos.
—Dime qué te molesta de Soda.
—No es Soda, solo que, no me parece justo que la familia se meta con niños tan pequeños.
—Lo sé, las clases de primaria son solo una excusa, lo que pretenden es adoctrinar a los niños para que en un futuro sean adictos al juego.
—¿Y eso te parece bien?
—Sabes que no se trata de eso. Bien se lo mencionó en la reunión, no tenemos ni voz ni voto.
—Lo sé, no somos las buenas, somos las malas.
—Hay que ganarse la vida de alguna forma, solo piensa en ello.
—Ana me dice que pienso mucho en eso —dijo y la mujerona no supo qué contestar, quedando las dos sumergidas en el silencio.
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Andrea hizo honor a su título universitario y logró obtener datos en menos tiempo del que supuso al principio. El salón de exposiciones de nuevo veía caras conocidas.
—Fue un evento especial del juego, aunque eso de especial es solo un decir, la típica misión de rescatar a la princesa cautiva de un grupo de orcos forajidos —dijo con sorna la mujer, burlándose de aquellos a quienes les interesaba ese tipo de temáticas y juegos. No era la única, todos los hombres, con excepción de Soda, mostraban sonrisas de lado ante lo patético que consideraban ese tipo de aficiones y lo mismo de sus fanáticos.
—¡Qué romántico! —dijo Mia, encantada con el concepto. Mónica le sonrió con dulzura.
—Pues no acabó en romance, no acabó nada, nada bonito —dijo con un tono que le hizo mostrar extrañeza a la isekeada. No prestó atención al rostro de Mia y mostró en la pantalla grande las escenas que pudo recuperar del juego.
Incluso tipos duros como Mariano y Nicanor, agriaron el gesto. Fruncieron el ceño, decidiendo mirar de frente el abismo de la locura.
«Mierda, y luego dicen que yo soy el enfermo», pensó Soda tragándose las ganas de escupir al suelo ante las escenas de violencia y agresión sexual de parte de los "salvadores" contra la vulnerable PNJ.
A diferencia de los hombres, Mónica giró el rostro, entrecerrando los ojos. Un golpe le vino a la mente y miró de frente a Andrea:
—¡Suficiente, córtala! —gritó al darse cuenta que Mia estaba entre los presentes, pero para su sorpresa, lo mismo que los hombres, la niña no decidió desviar la mirada, lo mismo que ellos, solo frunció el ceño, eso sí, apretó muchos los puños hasta que sus nudillos adquirieron un color blanco.
—Pasaré a otra escena, nada de gore. Aquí, el niño, mejor dicho, su avatar. Él no ganó la competición, por lo que solo podía observar, no podía intervenir de alguna forma.
Pese a no haber violencia, la escena resultó ser más cruda. El rostro del avatar, mudo, se desfiguraba en gestos de impotencia tan contritos, que conmoverían hasta al mismo diablo, el problema era que los jefes de la familia, no eran tan piadosos.
—Suficiente —intervino Cormano, considerando que la información dada era suficiente—. El código de la familia respecto a no matar niños es algo más que moral, se impuso por voto unánime, y por voto unánime que pueden darse excepciones. Los jefes de arriba han ordenado la..., neutralización del PK.
El conjunto de ceños fruncidos indicó que nadie estaba contento con la decisión, pero como bien se los dejó en claro Juanes, no tenían ni voz ni voto.
CONTINUARÁ...
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