Las ballenas
La mocosa no quiere criptomonedas
Capítulo 3: Las ballenas
.
¿Se han puesto a pensar en el personal de limpieza de una discoteca? Ese lugar, donde todos van a divertirse y relajarse, debe de ser el infierno para aquellos que no pueden o, mejor dicho, no deben compaginar el ritmo de sus pasos con el de la música. Solo trabajar, cargar con una escoba, un mapo, varios trapos sucios y pasar desapercibidos, recibiendo uno que otro débil puñetazo en las espaldas de algún borracho que vio mellado su espacio personal.
Imagínense un hotel o un restaurante, los trabajadores que deben atender las quejas de clientes las veinticuatro horas del día; los cocineros y garzones, inmersos en una vorágine de pandemonio para preparar y llevar platos, el ruido, el incesante ruido, lejos de las mesas donde la calma y las suaves melodías reinan.
En el mundo actual, en la Latinoamérica recuperada y pujante luego del Evento Beetlejuice, hay otros ambientes donde algunos deben laburar, trabajo cansino, aburrido, rodeado de gente que solo quiere divertirse y pasar un rato agradable.
Tomando el puesto de Mia, un trabajador de la familia, suprimía los deseos de bostezar, trataba de estar atento ante cualquier eventualidad que debiera reportar luego, solo eso, a diferencia de la niña isekeada, él era una persona normal y no podía invocar ninguna pantalla isekai dentro del juego, no podría marcar a nadie con una pistola que disparaba localizadores de PJ para marcar a cualquier infractor, tratar de introducir algo así en el juego estaba prohibido, la inteligencia artificial de la realidad virtual, tendría buenas chances de detectarlo.
«Allí viene otro. Qué remedio», pensó, obligó a su cara a poner una buena testa y enderezaba su columna, toda una actuación con el fin de simular que era un simple personaje no jugador o PNJ como también se lo conocía.
—Bienvenido, aventurero —dijo cuándo el jugador, vestido a la usanza de un guerrero medieval, giró y se le acercó, no obstante, hubo algo raro. Lejos de las habituales órdenes para que se saltara los diálogos, solo estaba quieto, lo más que su avatar podría estar dentro del juego, con movimientos que emulaban la pose de descanso de personajes de peleas de un juego estilo Street Fighter.
»¿Desea, aventurero, algo que pueda venderle? —preguntó, no obstante, dicha interrogante no sería jamás contestada, el avatar del jugador desapareció como si se hubiera desconectado de la realidad virtual por una imperiosa necesidad.
«Qué raro, supongo que solo era un crio jugando cuando no debía hacerlo y fue descubierto por su padre. Seguro el hombre lo asfixia haciendo gala de brutalidad parental», pensó el empleado de la familia, ignorando que, en ese preciso momento, Mariano Bóveda estaba ahorcando con sus poderosos brazos al jugador que marcó Mia. Un asesinato más en la lista de la mafia norteamericana que, gracias al trabajo del maquillador, no figuraría ni en los periódicos ni en ningún expediente policial.
.
.
«Otro día, otro dólar o en este caso, otra criptomoneda», así pensaba Mia, tratando de no forzar el ejercicio mental de contar su paga, la frustraba el hecho que gran parte de sus ganancias fueran al pozo sin fondo que era el pago de su departamento, aquel, perteneciente a sus empleadores. Tampoco se animaba a realizar la suma de todas las facturas de agua, luz, gas, internet, canales de streamming y otros, monto que también se lo descontaba la mafia para la cual trabajaba.
«No quiero criptomonedas, estoy harta de ellas», pensó y se masajeó las sienes, acto que cortó pues ni siquiera tenía derecho a expresar emociones ajenas a lo que se supone debía tener su PNJ.
—Vamos, chica, recuerda lo que te dijeron, si haces un buen trabajo y si ganas mucho dinero para esos malos, considerarán pagarte con dinero de verdad —se dijo a ella misma en un recordatorio más quedo que el andar de un gato.
Dos jugadores, cada uno viniendo de una dirección contraria, coincidieron en el camino terroso, justo por delante de Mia. El hecho de por si no era en absoluto extraño, sucedía todo el tiempo, más considerando que el juego de realidad virtual en el que ella estaba, era uno de los más populares, solo bastaba que ambos girasen un poco el tronco y cada uno encaminase de nuevo su marcha, no obstante, algo raro pasaba.
Parecía el remedo de una estúpida danza, ambos jugadores muy juntos, sin respetar el espacio personal del otro, seguían caminando o esa parecía ser la intención, separados por una pared invisible de un milímetro de grosor, pared de la cual ninguno reparó, insistiendo en avanzar como si no hubiera barrera alguna y el girar a la derecha o izquierda no fuese en absoluto necesario.
«No me molesten, ¡esto no puede estar pasando! Estos dos tontos se quedaron dormidos en pleno juego. ¡Van a estar horas así justo delante de mi nariz!», pensó, irritada, sabiendo que durante todo el tiempo que le quedaba para cumplir su turno, no haría otra cosa que ver a esos dos estorbarle, impidiéndole interactuar con otros jugadores y de aquella manera, quitarse el aburrimiento.
«Cuatro horas más... Tres horas más... Dos horas más», contaba para sus adentros. Lo que más rabia le daba era que no podía exteriorizar su frustración, debía quedarse de pie, delante de los dos personajes jugadores, quieta, sin mover un músculo, sin farfullar, poner muecas o patear el suelo con sus pies descalzos. Reducida a una estatua de carne, carne formada por bites digitales en espera del fin de ese martirio.
Estuvo tan aburrida, que se durmió de pie, soñó que era una anciana con los cabellos pintados de color blanco. Cuando notó cómo sus rodillas cedían, que se despertó de golpe. Tal proceso se repitió por un par de ocasiones.
«Al menos yo me estoy quedando dormida de trabajar tanto, pero ustedes, ojalá se mueran pronto», pensó.
Con un nuevo ceder de sus rodillas, volvió a despabilarse y aprovechó para, con disimulo, verificar la hora.
«No puede ser, siguen durmiendo», pensó al ver a los dos jugadores en su ridículo intento de seguir su camino pese a que se estorbaban el paso.
«Creo que estos dos no juegan. ¡Activaron el botón de jugar de forma automática! Qué tontería, ¿para qué se meten en un juego que ni siquiera van a jugar?».
Miró a ambos lados y, esperando que no hubiera otros jugadores por los alrededores, se desconectó del juego.
—¡Voy a llegar tarde! ¡Estoy atrasada! —gritó apenas sus ojos giraron enfocando los interiores de su VR May.
Sin preocuparle desconectarse del todo de su sillón futurista que la introducía al mundo virtual, una manera más eficiente, diríase ilegal de conectarse al juego a diferencia de los simples lentes de realidad virtual, se apoyó en uno de los reposa brazos y tomando impulso, saltó hacia el exterior con la gracia de una gimnasta.
—¡Lo siento, se los dejo a ustedes, chicos! ¡Gracias por todo!
»¡El jefe me va a matar! —gritaba a los cuatro vientos, sin preocuparle en lo más mínimo quién estuviera escuchándola, lo único que importaba era dar prisa a esas piernas suyas que parecían pajillas.
—¡Oye! —dijo alguien vestido con una bata blanca, pero no supo quién era, no tenía ni un minuto que perder, siguió con su apresurada carrera.
«¡Llegué a tiempo!», pensó al ver la puerta de la sala de exposiciones, lugar donde se llevaba a cabo la reunión semanal de su subsección.
—Llegaste justo a tiempo, menos mal, no quisiera que te den otra reprimenda —dijo con tono maternal una rubia de ojos azules.
De cuerpo curvilíneo y rostro aniñado, Mónica Vidal, por ser de la región de Chile, tendía a pronunciarse con rapidez, logrando que en más de una ocasión le pidieran a la subcomandante de su sección, repetir las órdenes por el intercomunicador o cualquier otro medio, razón por la cual, forzaba a su voz a ser más pausada, logrando de aquella manera sonar como la típica milf de anime estilo ara, ara. Ni qué decir que era considerada la diosa de varios hombres, mujeres incluidas, de su subsección.
—Me salvé del jefe Juanes. Ya llegué, señor.
—Un minuto tarde, Pechera, valido para un sermón, no obstante, sería hipócrita de mi parte otorgárselo —dijo alguien justo detrás de la niña.
Cormado Juanes, era uno de esos mexicanos que engañaban a los demás debido a su suave apariencia. Su rostro de bebé, rubicundo, apenas era disimulado por una barba y bigote, pese a su apariencia, todos en la subsección de la rama de juegos virtuales sabían que era suicida antagonizarlo. El comandante tenía un tono de autoridad que le daba la ventaja de no tener que gritar para hacerse respetar.
—Entre de una vez y tome asiento. Mis disculpas, debido a una reunión con los jefes de la familia, que no pude ser el primero en llegar. Comencemos; Soda, no cambie de lugar que voy al grano.
Un sujeto de clara complexión asiática, dejó de intentar apartarse de Mia, la cual, se sentó al lado del hombre sin darse cuenta por las prisas que llevaba. Tanto la niña como el japonés, se mandaron miradas de odio que no se atrevieron a exteriorizar de otra manera por temor a encolerizar a Juanes.
—Tenemos una situación sui generis entre manos y la familia quiere que nos encarguemos con prontitud y eficacia. Resumo: un jugador anda "matando" a varios jugadores.
Algunos presentes intercambiaron miradas ante la escueta información de Juanes, pero solo una mujer se animó a alzar la mano.
—¿Por qué esto es tan importante? En los juegos en los que la familia mete la mano, se ven incontables casos de jugadores que matan a otros, no es necesario entrar a un área jugador contra jugador o PvP para que se den estos casos.
—Doctora Quezada; primero, déjeme recordarle que la familia no mete mano en ningún negocio, administramos las ganancias de nuestras operaciones legales, no éticas, pero legales; segundo, esto que mejor lo desglose la subcomandante.
—Jefe. Andrea, ejem, doctora Quezada, la situación es inusual, el que mata a los otros jugadores es alguien que cree haber desarrollado sentimientos hacia un personaje no jugador.
—¿Dices que alguien cree estar enamorado de un PNJ? ¿Acaso es eso posible? ¿No será una simple obsesión típica de los gorditos pajeros esos que todos llaman otakus o nerds? —preguntó Bóveda, tenía un cigarrillo en su boca, sin encenderlo, lo haría apenas Juanes saliera de la sala una vez terminada la reunión.
—Pues escuché que pasaba —dijo Hernández, el compañero del fortachón, se veía el copete de su frente con un espejo pequeño, de esos que usaban las mujeres en su billetera—. Simulan bodas y todo, hasta tienen credenciales membretadas y reconocidas por notarios de fe pública, sé que suena raro, pero son más de los que crees.
—Vaya cosas, serán unos locos, eso te lo digo yo, unos enfermos—dijo su compañero.
Kenichi Soda, frunció el ceño, mordiéndose la lengua.
—A mí no me parece tan raro. Yo no leo mucho, solo lo hago por orden de Ana, por suerte me deja elegir los libros y creo entender que alguien se enamore de alguien que no existe. ¿Qué tiene eso de malo? —dijo Mia viendo a todos lados para ver si alguien secundaba su opinión, pero todos tenían la mirada fija al frente, menos Hernández que se examinaba el copete.
—Lo malo, que los jugadores asesinados son del tipo ballenas.
Mia y Soda parecieron por un momento animales de caza, mirando muy fijo a lo dicho por Juanes.
Todo el mundo sabía qué eran las ballenas, ya sea en el mundo de los juegos de realidad virtual, los casinos en el mundo real o ambientes diversos: gente rica, tanto que daba asco, el tipo de gente que hacía girar el mundo a través de las mega producciones del entretenimiento y las redes sociales.
—Entiendo, a la familia no le gusta perder dinero, en este caso, clientes tan importantes. Lo sé, Nicanor y yo nos encargamos de un sujeto así en nuestra última misión —decía, desviando la mirada hacia Mia, que no se dio cuenta de que se refería al hombre que marcó en su última misión. Hernández, dejó de verse en el espejo y miró a la niña con mayor disimulo que su compañero.
—Vidal.
—Sí, jefe —dijo Mónica y luego carraspeó para seguir con su informe—. La situación es más complicada: psicología nos informa que el asesino de jugadores, el player killer o PK, es un niño.
Todos, incluido Hernández, prestaron completa atención a la subcomandante poniendo rígidas sus columnas. Era sabido que, pese a trabajar para la mafia, tenían códigos que respetar a menos que desearan morir: en este caso, no matar a un niño.
CONTINUARÁ...
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro