Hendidura natal
La mocosa no quiere criptomonedas
Capítulo 13: Hendidura natal
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En otra ocasión se hubiera reído, carcajeado de ver esos rostros congelados en rictus ridículos, pero su mente le advertía que no era momento para guasas ni chanzas, algo no cuadraba en el laboratorio de realidad virtual y el miedo e inseguridades por partes iguales la golpearon, no quedándole otra opción que pronunciarse:
—¿Qué es esto? —dijo al bajar la mirada, cuando sintió como sus dedos sostenían algo. Eran los pétalos blancos, los pistilos y estambres del lirio blanco que le entregara el ogro, el avatar del finado Kenichi Soda.
»¡Woa, qué es esto! ¡Quítenmela, quítenmela! —gritó, sacudiendo el brazo, sin darse cuenta que la flor y sus dedos no estaban unidos por ningún pegamento, que era su voluntad subconsciente lo único que le impedía soltar la delicada flor.
—No vaya a soltar esa flor, Mia Pechera —dijo Cormado Juanes con un calmo tono de autoridad. Sabiendo que era la sorpresa de la niña, ese fugaz sentimiento, lo único que impedía, por el momento, que la isekeada arrojase la flor y con ello, la oportunidad de estudiar tan curioso objeto. La posibilidad de que el lirio se desvaneciera era martirizante.
—¿Jefe? —dijo Mia, comprendiendo la instrucción del adulto, es más, se puso rígida al ver como los demás se le acercaban con sumo cuidado como si estuviera sujetando una granada de guerra.
—Eso, tranquilita, no te asustes. Increíble, no creí que se pudieran traer cosas del mundo virtual al real —dijo Mónica que preguntaba aquello a su amiga, pero sin apartar la vista de Mia, tratando de tranquilizarla al frotarle el brazo que no sostenía la flor.
—Y no se puede —le contestaba Andrea que adivinó la intención en las palabras de su amiga—. Hicimos pruebas a todos los isekeados, es imposible traer algo. Solo se pueden llevar ciertas cosas al mundo virtual, no viceversa.
—Es cierto, los jefes de la familia, soñaron con la posibilidad de aquello desde que descubrieron la existencia de los isekeados. Las posibilidades eran ilimitadas, pero laboratorio nos confirmó que era una vía muerta —dijo Juanes, pasando sus ojos de la flor al rostro de la niña—. ¿Ya te calmaste? ¿Sientes dolor o algo?
—No, jefe, no me pasa nada. ¿Qué hago con la cosa?
—Saca a tu gata. —Así lo hizo la niña.
Todos intercambiaron miradas, incluyendo el personal de laboratorio. La gata androide, se adelantó unos pasos una vez le explicaran la situación.
—¿Puedes escanear la cosa? —le preguntó Andrea.
La tutora felina de la niña no respondió, solo fijó su mirada en el imposible materializado. Los sensores estaban calibrados al máximo, pronto daría su respuesta.
—No es un holograma, tampoco algo material, imposible saber su composición química sin un análisis más detallado.
—¿No puedes decirnos algo más? ¿Es seguro tomarlo?
—No lo sé, jefe Juanes, pero sí le puedo informar una cosa: la flor parece estar compuesta por datos que exceden su capacidad de materializarse en el mundo real.
Cormado entrecerró los ojos, no comprendiendo del todo las palabras de la gata.
—¡Datos encriptados! ¡Esa cosa está formada por ceros y unos! —exclamó Andrea, acomodándose los lentes para ver mejor el portento de lo que parecía ser un simple lirio—. Es más, lo que a nuestros ojos es solo una flor, es un mensaje de Soda.
—¿Cómo lo extraemos? No sé si podemos tocarla siquiera —dijo Mónica—. Tal vez corrompamos los datos si intervenimos de manera física.
—Cabe dicha posibilidad, si tomamos en cuenta que Pechera es una isekeada y nosotros no. Tal vez solo ella puede sostener el mensaje —dijo Cormado, sopesando todos los escenarios.
—¿Quieren decir que me voy a quedar con la cosa para siempre? ¡No puede ser! Tienen que haber alguna solución.
—Tranquila, conectaré a Ana con la computadora central, así podremos copiar los datos de la flor y la guardaremos en el disco duro de respaldo de emergencia. Solo que...
—¿Solo que qué? —preguntó Mia, nerviosa ante las dudas que cruzaron el rostro de Andrea.
—No sé cuánto tiempo nos va a tomar, tal vez tengas que estar aquí por todo un día.
—¡Eso no! ¿Qué se supone que voy a comer? Solo puedo usar una mano.
—No te preocupes, yo te voy a ayudar. Te alimentaré con todo gusto —dijo Mónica, imaginándose que le cortaba la carne del plato para luego ofrecérsela a la niña, como si fuera su hija pequeña.
—¡No! ¡Todo menos eso! —gritó y fue corriendo para esconderse detrás del VR May.
—Considerando la situación —intervenía el jefe de la subsección para cortar la ridícula escena—, creo que lo mejor es que le traigan un par de hamburguesas, eso bastará y podrá alimentarse ella sola sin ayuda de nadie.
Ni que decir que tanto la curvilínea como la gata pusieron caras de disconformidad. Una por no poder ver realizada su fantasía maternal; la otra, por ver comprometida la dieta nutricionista que prohibía toda clase de comida chatarra.
Salió de su escondite, poniendo un rostro de felicidad, mirando con adoración al hombre.
—¡Muchas, muchísimas gracias! Sabe, jefe Juanes, usted sí puede ser mi papá, le doy permiso para adoptarme.
Una especie de tic hizo que Mónica doblara un poco el tronco. Cormado miró severo a la niña, pero las comisuras de sus labios temblaron.
—Que alguien le pase una bolsa antiestática. Pechera, quiero que metas la mano en ella para no soltar la flor; luego, te envolverán la muñeca con cinta adhesiva, te la quitarán cuando la doctora Quezada termine de calibrar los sensores de tu tutora y proceda a copiar la información encriptada —dijo y giró para ver a la mujer con bata de laboratorio, pero ella se encontraba distraída consolando a su amiga.
—Cielos, mujer, eso debió sentirse como un puntapié directo a los ovarios.
—¿Me escuchó, doctora?
—¡Si, señor! No se preocupe, cualquier cosa le aviso.
—Escuché eso antes, mejor no cometa errores. Los jefes no son tan tolerantes como yo. Vidal, acompáñeme.
—Sí, señor —dijo con rostro cariacontecido y mostrando un poco la joroba, esforzándose para no arrastrar los pies.
Siquiera antes de que ambos cruzaran la puerta, Andrea consideró que no tenía tiempo que perder en sentir pena por la rubia y mandó a sus ayudantes a ponerse a trabajar.
—Te saliste con la tuya —la recriminaba la gata—. Vas a comer esas cosas tan cochinas, ¿no ves que te hacen mal a la salud?
—Exageras, son solo un par de hamburguesas. ¡Se me olvidaba!, las quiero con papas fritas, aceitosas, porfis. ¡Vamos, Andrea! ¡¿Dónde están esas hamburguesas?! La isekeada quiere comer ya, recuerda que soy un..., valioso activo de la familia.
—Cómpratelos tú, princesita, que estoy muy ocupada —dijo y le mostró el dedo del medio, pero eso no pareció importarle a Mia que insistió, cada vez alzando más la voz.
»Que alguien le compre las malditas hamburguesas, antes que me vuelva loca. Tú, el nuevo, sal y tráelas rápido.
El hombre salió corriendo del laboratorio y Mia sonrió victoriosa.
—Sabes una cosa, malcriada, tu gata tiene razón —dijo y manipuló los dispositivos internos de Ana que estaba en modo hibernación—. Vienes de un mundo paralelo salvaje, estabas desnutrida cuando te encontramos.
—Mi mundo no era salvaje.
—¿No lo era? Obviemos eso, centrémonos en tu desnutrición. ¿Crees que podrás alcanzar todo tu potencial? ¡Claro que no! Ya estás jodida y no hay nada que puedas hacer. Nunca vas a ser alta ni tener una capacidad intelectual como el resto de las personas por mucho que te esfuerces, ni hablemos de otros atributos. Sí, creo que el pervertido de Soda tuvo razón al soltarte toda la mierda que te dijo antes.
La niña se quedó de piedra. Cuando regresó el ayudante de laboratorio, no comprendió porqué la niña comía sus hamburguesas aderezándolas con la sal de sus lágrimas.
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Era muy tarde en la noche, todos se encontraban fastidiados, en especial Quezada que no se atrevía a mirar a Mia a la cara.
—Lo siento, lo que dije antes. Esto, este trabajo, lo que hago, es muy estresante.
—No importa, ¿ya vas a terminar? Quiero irme a casa, antes, quiero ir al baño.
—Sí, ya terminamos. Veamos si puedes soltar esa cosa, trata de ponerla aquí... A cruzar los dedos, haz conejitos —dijo forzando una sonrisa, pero la borró al ver el rostro de enojo contenido de Mia.
Cuando soltó la flor sobre el contenedor electromagnético, aquella desapareció.
—Mierda, era demasiado bueno para ser verdad. Abre tu pantalla isekai, muéstrame tus compartimientos de almacenamiento.
—Ta'bien —dijo con desgano y obedeció a la mujer.
—Ni modo, los jefes de arriba estarán desilusionados, en definitiva, no se pueden traer cosas del mundo virtual al real.
—Eso sería grandioso, pueden crear oro virtual y yo lo podría traer aquí. No habría necesidad de convertir a los niños en ludópatas y de paso, seguro me ganaría mucho dinero, dinero de verdad por cada viaje, odio las criptomonedas de este mundo, no quiero que me sigan pagando con criptomonedas de ningún valor.
—¿La mocosa no quiere criptomonedas?
—Otra vez estás siendo mala conmigo.
—Te estoy educando que es otra cosa. ¿Crees que los jefes de la familia dejarían de lavar el cerebro a los niños? ¡Claro que no! Por eso odio a los niñatos; lo mismo que Soda, no pueden ver el panorama completo.
Cansada, se despidió de la niña, le aseguró que Ana estaría a punto en un par de minutos.
—Que bien, que me espere a la salida del edificio, voy antes al baño.
—Se lo diré. ¿Por qué caminas así?
—Me estoy haciendo caca, no aguanto más.
—¡Apúrate entonces! No quiero que te cagues en el laboratorio —dijo y Mia salió lo más rápido que pudo, metía mucho el culo a medida que avanzaba.
»Chicos, gracias por su trabajo, fueron horas extra que no se les va a reconocer, así que vayan a sus casas, yo me encargo del resto.
—Gracias, doctora —dijeron aliviados y salieron uno por uno.
—¿Qué? Descuida, no tengo hambre, nos vemos mañana temprano —se despidió y miró a una esquina, donde estaba empotrada una de las cámaras de seguridad.
«Carajo, soy una estúpida, no debí decirle eso a Mia; lo del regaño y lo de la angurria de los jefes».
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El jefe Cormado leía el informe de Andrea, un suspiro antecedió sus pensamientos hechos palabras:
—Ni modo, todos sabíamos que era una vía muerta, los jefes tendrán que conformarse con los negocios actuales.
—Pero queda el asunto de cómo Mia trajo la flor al mundo real. Lo mismo que a los demás, le hicimos todas las pruebas psicológicas para cerciorarnos que no estaba mintiendo respecto a sus poderes isekai —dijo Vidal con el ceño fruncido al saber que fue burlada por Kenichi desde Dios sabe cuánto tiempo.
—Tal vez Soda no estaba consiente de esa capacidad suya, averiguándola recién luego de las pruebas y se lo quedó callado. Sugiero que redacte un nuevo protocolo para los isekeados.
—Sí, jefe. Lo primero serán nuevas pruebas psicológicas, cada cierto tiempo para saber si descubrieron nuevos poderes.
—No importa que sean pruebas intrusivas, si hay que conectarlos a una máquina de la verdad como el polígrafo como los que tiene la policía, pues ni modo —concluyó y se estiró en su asiento, sin importarle lo que pensara su mano derecha, es más, incluso Mónica se frotaba el hombro, fue una jornada bastante larga.
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Al llegar a la casa, Ana le preguntó a Mia el motivo de su cara de preocupación y le contó respecto lo que le dijo Andrea.
—Esa tonta. No te preocupes, en este mundo las ciencias médicas están más avanzadas, tu desnutrición no hará mella en ti, pero eso sí, tienes que poner de tu parte. ¿Por qué sigues caminando así?, pensé que fuiste al baño.
—Falsa alarma, espero esta vez ir al baño.
—Es por culpa de las hamburguesas, no se les llama por nada comida chatarra, las papas fritas te estriñeron. ¿Quieres que te escanee? Todas las noches lo hago.
—No estoy de ganas.
—De acuerdo, por hoy no. Estas hamburguesas te salieron caras, me refiero a lo que te dijo la doctora. No te preocupes, confía en mis palabras.
—Lo sé, gracias —dijo y fue a su cuarto.
Entró al baño, se bajó los pantalones y luego los calzoncillos de niño. Entre sus nalgas, estaba la flor de Kenichi.
«Estúpidos, tal vez no tenga pechos, pero si tengo nalgas. Sí, mi mundo era salvaje; lo importante: sacar dinero con la flor, estoy lejos de las cámaras de seguridad de esos mafiosos».
Espero un tiempo prudencial, presionó el botón del inodoro y escondió la flor en un sitio que la gata no escanearía ni limpiaría.
CONTINUARÁ...
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