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Viaje por teleférico espacial

El velo del hiperespacio

Capítulo 5: Viaje por teleférico espacial

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La sensación era extraña, podía sentir una especie de electricidad estática rodeándolo todo, lo más curioso: como una niña, deseaba y al mismo tiempo tenía miedo de sumergirse en la corriente de emociones que emanaba de todas las personas que se encontraban en las bahías de viaje. El motivo: pronto el sistema Caronte se reactivaría y los habitantes de la ciudad podrían ir al Maverick, la nave que fungía de casino y parque de diversiones entre otras cosas, gentileza del almirante de la flota.

Todos sabían que algo macabro sucedía en la nave del almirante, después de todo, de ahí venían los zombis que patrullaban en las noches la ciudad espacial, no obstante, pasar tanto tiempo enclaustrados, borró tales temores y la gente se concentró en lo que podría encontrar en la Maverick.

—Con los zombis, no creí que tanta gente iba a salir —confesó Irena, un tanto incómoda por estar rodeada de tanta gente que no se preocupaba de respetar el espacio personal de los demás, causando que todos estuvieran apretados como sardinas de lata—. No puedo activar mi pantalla isekai con tanta gente.

—No te preocupes, al fin y al cabo, están tan expectantes del viaje, que no te van a prestar atención —le dijo Jacques que estaba sentado sobre su hombro derecho.

—No es eso, no puedo mover mucho los brazos. Creo que tendremos que esperar a llegar a la Maverick para recién poder buscar pistas.

No tuvieron que esperar mucho. El campo de fuerza que restringía al oxígeno escaparse hacia el vacío del espacio se hizo visible, su brillo azulado, más fuerte en las partes donde hacía contacto con las paredes de la bahía de viaje, era similar a la pantalla isekai de Irena.

Algunas alarmas resonaron sus pitidos y diversas cabinas indistinguibles de las que podía hallarse en un sistema de teleférico, avanzaron una detrás de otra. A diferencia de estar ancladas a un grueso cable, estaban fijas a una especie de rayo láser de color dorado que, por maravillas o imposibles de la física, daba giros.

Hubo un temor de que las cosas se descontrolaran, pero aparecieron algunos zombis que hicieron de horrenda parodia de personal de seguridad y sin que nadie diera una orden, todos se pusieron en fila sin estorbarse.

Chica y gato entraron a una cabina y aquella salió de la nave ciudad. No solo era el cable dorado el que mantenía a los pasajeros en su sitio, una especie de túnel circular formado de algún tipo de energía, hacía de vía por la que el cable dorado y las cabinas de pasajeros se desplazaban, era el afamado sistema Caronte.

—Increíble, mira qué bonito, es como el túnel iridiscente por el cual vinimos a este lugar —susurró al oído del gato.

—Se ve lindo, pero es mortal, estamos atrapados en el viaje por el hiperespacio, de no ser por el sistema Caronte, ya nos hubiéramos desintegrado —le susurró Jacques.

Ensimismados en ver las incontables varillas de luz que conformaban el espacio que encapsulaba a toda la flota, que recién se dieron cuenta de su proximidad con la Maverick cuando los otros pasajeros incrementaron sus rumores y se movieron ansiosos en los asientos.

La nave se asemejaba a un crucero gigantesco, de esos que cruzaban el Atlántico a principios del siglo XX. Las luces multicolores invitaban a que los pasajeros ingresaran, dejando atrás toda preocupación y se entregaran a las más variadas entretenciones.

Una por una las cabinas de aquel curioso teleférico llegaron a la bahía de desembarco, y la gente, guardando el orden, fue a explorar el interior del Maverick, ansiosas por desestresarse con la miríada de espectáculos y demás que tenía la nave para ofrecer.

Lo mismo que varios pasajeros, veía embobada los alrededores, tanto, que recibió una bofetada de Jacques.

—Concéntrate, no vinimos para divertirnos. Recuerda la información que recibimos en el bar, tenemos que encontrar a esa mujer llamada Sexta.

—Tienes razón —dijo, sobándose la mejilla, aunque la pata del gato no le hizo el menor daño—, pero hay montón de gente, ¿cómo le haremos para encontrarla?

—¿Ya te olvidaste? Usa tu pantalla isekai.

—¡Cierto!, lo olvidé —dijo poniendo una cara divertida, cosa que duró un segundo porque miró alrededor y decidió ir a un lugar que le daba más privacidad—. Bien, listo, ahora a hacer click en buscar pistas.

Giró la cabeza a ambos lados, pero no pudo ver ninguna señal.

—¿Qué pasa? No me digas que esta cosa ya se descompuso, si es así, estamos fritos.

—No creo que haya desperfecto, lo que pasa es que hay que poner de nuestra parte. Lo mismo que con la función de suprimir la incredulidad, te tienes que esforzar un poco, no lo vas a obtener todo regalado.

—Ni modo, supongo que no nos queda de otra que ir por los alrededores y ver si encontramos a esa Sexta, pero solo tenemos un día.

—No desesperes, recuerda lo que nos dijeron en el bar: Sexta está muy preocupada por su hermana, parece que trabaja como actriz de teatro. Hay que ir al teatro, seguro la vamos a encontrar en ese sitio.

Animada con las palabras del gato, que fue hacia el teatro; lo mismo que en todos los lugares, el sitio estaba abarrotado, pero confiaba que esta vez la función de hallar pistas la condujera por el camino correcto.

En efecto, una farola brilló con un color azul y a partir de allí, fue paso a paso hasta ingresar al teatro.

No era la parte destinada a los espectadores, sino a la de los actores, músicos y demás personal que daba vida a la enorme estructura cuya arquitectura recordaba la gloria del teatro hace más de dos siglos atrás.

¡Cuántas prisas! Las idas y venidas eran constantes, acompañadas de rumores elevados hasta cacareos atiplados que sumaban a toda esa cacofonía que amenazaba con dejar de ser un caos organizado.

Con timidez y pidiendo perdón a cada dos pasos, Irena avanzaba en ese laberinto de ninfas, príncipes y otros personajes medio maquillados. Imposible hablar con alguien para pedir indicaciones; si no fuera por su función de encontrar pistas, jamás habría localizado a la mujer que estaba buscando.

La primera impresión que dio fue que era una actriz, así se veía Sexta Dracma, de porte orgulloso como el granito y con un rostro bello como el mármol.

Pese al porte digno que mostraba, el brillo de sus ojos temblaba con la duda. Miraba fijo la puerta cerrada que tenía al frente, su brazo se estiró hacia el picaporte, pero su mano se crispó por la duda.

Sabiendo que el almirante de la flota solo les dio un día de gracia para que se divirtieran, que Irena frunció el ceño y al mismo tiempo que tragaba saliva, también deglutió el miedo, acercándose a la desconocida.

—Perdone, ¿es usted la señorita Sexta? ¿Sexta Dracma? —preguntó sabiendo la respuesta de antemano.

—Sí, soy yo, ¿quién es usted? ¿Qué desea? —dijo, sus ojos se veían entre molestos y aliviados por la interrupción.

«¡¿Y ahora qué hago?! Estaba tan concentrada en hallarla, que no pensé en qué le diría una vez la encontrara», pensó con alarma. Invocó su pantalla isekai y buscó frenética el ícono de anular incredulidad pese a que sabía que de nada serviría a menos que elaborase una historia creíble.

Su rostro estricto mostró desconcierto al ver a la rubia bronceada gesticular algo, ver al vacío y mover las manos de forma frenética sobre algo que era invisible a todas luces.

Creyendo que estaba frente a una subnormal, que estuvo lista para excusarse diciendo que no tenía tiempo que perder, su mano agarró con fuerza el picaporte. Una silueta femenina salvó a Irena de dar con su misión al traste.

—¡Hermana! Qué bueno que viniste —dijo una mujer con el mismo porte y rostro que Sexta, de no ser por el par de años de diferencia, uno podría haber jurado que eran gemelas.

—¡Óbolo, querida hermanita de mi corazón! ¡Estaba tan angustiada de no saber nada de ti!

Ignorando a Irena, ambas mujeres entraron al camerino, resulta que Óbolo era una cantante, no una cualquiera, sino que era la artista principal del teatro.

Debido a las prisas que dejaron la puerta entreabierta y tanto la rubia bronceada como el gato con manchas escucharon como el tierno encuentro transmutó en una escena de drama.

—Por favor, Óbolo, deja de ser terca. Toma tus cosas y vamos a la ciudad antes de que termine el plazo de gracia que nos dio el almirante.

—No puedo hacer eso, menos luego de tanto esfuerzo que puse de por medio. La anterior cantante tuvo un ataque de nervios con todo lo que está pasando en la flota y su voz se resintió. El señor Buttler tuvo la gran amabilidad de pedirme que sea la nueva prima donna para el papel principal. ¡No puedo irme, así como así!

—Pero la función es muy tarde, capaz que no tengamos tiempo de regresar a la ciudad. ¡Escúchame!, en la nave podremos vivir con comodidad y no sé qué tan mal están las cosas aquí.

—No están tan mal, la gente no sale de sus departamentos por miedo a los monstruos, pero aparte de eso, todo está bien.

—¿Y las comunicaciones? Toda la red de la flota no funciona, es imposible comunicarse con quien sea de las otras naves. ¿Acaso no piensas en lo angustiada que estoy por no saber de ti? Y a todo esto, ¿quién es ese tal Buttler?

—Es el dueño del teatro, Erick Buttler, en la Tierra fue un productor famoso. Nunca creí que alguien de su fama me hubiera pedido ser la cantante principal. Comprende, no puedo dejar pasar esta oportunidad.

—Ya caigo en la cuenta de quién es Buttler, es un genio que incorporó la inteligencia artificial al teatro. Pero..., ¿y cómo sabré de ti? Me volvería loca si de nuevo pierdo el contacto contigo.

—De eso no te preocupes. El señor Buttler me tiene en alta estima y me reveló algo: tiene un procesador que fabricó gracias a la inteligencia artificial, con aquel puede lograr que una persona se comunique con quien sea en la flota, solo se necesita de un transmisor y un receptor, por desgracia solo pudo fabricar esos dos, ya sabes que el Maverick no es el Roosevelt.

Detrás de la puerta entreabierta, Irena sintió que Jacques la empujaba con su patita.

—Eso es, tenemos que hacernos con ese transmisor y el receptor. ¿No lo ves? Tu poder no solo te condujo a Sexta, esas dos cosas nos van a venir de perlas.

—Tienes razón, pero ¿cómo las convenzo de que nos ayuden con lo del sistema Caronte y lo otro? No creo que quiera separarse de esas cosas si lo que desea es estar en contacto con su hermana. ¿No se te ocurre algo? Yo estoy en blanco en este preciso momento.

—Déjame pensar... ¡Ya sé! Diles que...

Irena se acercó mucho al gato y puso una cara de sorpresa al mismo tiempo que decía un "!Oh!" de forma muy clara. La misma expresión, más remarcada, surcó su expresión al ver como abrían la puerta de improviso, seguro porque la escucharon.

—¿Quién es usted? ¿Acaso es una admiradora? —dijo Óbolo, ruborizándose y llevando una palma de la mano a su pecho, mientras que la otra la llevaba a su mejilla, encantada con el prospecto de tener fanáticas que apreciaran su talento—. Pero es muy pronto, apenas esta va a ser mi primera presentación...

—¡Usted! ¡¿Acaso estaba espiando una conversación ajena?! —exclamó Sexta por su parte, indignada de ver que escucharon la conversación privada con su hermana.

En otra ocasión la escena hubiera resultado cómica, más considerando que la pobre de Irena se golpeó la cara contra el suelo luego de que se abriera la puerta; no obstante, la situación era seria. ¿Podría convencer a las hermanas de prestarle ayuda en su misión de descubrir el misterio de la flota atrapada en el viaje por el hiperespacio?

CONTINUARÁ...

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