Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

La sugerencia de Sexta

El velo del hiperespacio

Capítulo 34: La sugerencia de Sexta

.

Un par de segundos, por un breve y glorioso momento creyó estar de regreso en la Tierra, el canto de los pajarillos madrugadores que se emitían por los altoparlantes le hizo creer esa ilusión.

—¿Fabiola? —dijo al ver la silueta de Stephanie, la escasa luz a través de las cortinas le jugó esa broma cruel, se puso a llorar.

Simulando estar dormida, Stephanie se despertó con el brillo emitido por el holograma, estaba frustrada, la razón: si bien sabía que era una novicia, no supo cómo se comportaba con otras chicas en el convento. ¿Compartía celda con otras novicias? ¿Siquiera la palabra celda podría aplicarse?, tal vez tenía un cuarto amoblado y cómodo para ella sola.

Escuchó a Irene sollozar y su frustración se acrecentó, no tenía idea cierta de cómo reaccionar, no sabía si era valiente o cobarde.

Lo solucionó simulando que se despertaba, desperezándose con calma para darle a su compañera el tiempo necesario para que se calmara y secara las lágrimas.

—Buen día, Irene, siento la boca amarga, voy al baño —dijo y se levantó, haciendo como si estuviera medio dormida y limpiándose las lagañas.

A su regreso encontró a la rubia con el buen ánimo de costumbre, veía sonriente a Jacques que dormía en la cama donde antes estaban los muslos.

Empezaron a cambiarse e Irena no encontró gusto en la ropa que le trajeron, le parecía sin gusto estético y aburrida, no obstante, era mejor que el típico pijama a rayas que daban a los pacientes de la clínica.

—Vamos a la cafetería, despierta a Jacques.

—Pobrecito, se ve tan lindo dormidito, parece un ángel, ups.

—¿Qué pasa? Pusiste una cara rara.

—¡Nada, no fue nada! Vamos a la cafetería, de regreso le traemos algo.

—Mimas demasiado al gato este, ¿no se supone que es una especie de agente? ¿Qué dijiste? ¿Gato androide multipropósito?

—¡Las maravillas de la ciencia!

—Y ¿cómo funciona?

—No sé, ni idea.

—Pero...

—El hecho de que uno viaje en avión no significa que sepa cómo funciona esa cosa.

—Yo sí sé cómo funciona un... ¿Qué haces? —preguntó al ver que Irena manipulaba algo invisible en el aire, parecía que pulsaba un botón imaginario de forma repetida.

—Es un tic, sí, es eso, ¿vamos a comer?

—Que rara eres. En fin, dejemos al gato de vago, que para eso es bueno.

Fueron a la cafetería e Irena le confesó a Stephanie respecto a su curiosidad insatisfecha que venía desde que estaba en la Pasteur.

La curiosidad mató al gato, es lo que dicen —afirmó la novicia a la vez que le daba un sorbo a su taza de café con leche.

—No puedo evitarlo, todo fue tan raro. El doctor Víctor rehuyó el tema del alcalde de la Pasteur.

—¿Qué le hicieron?

—No sé, pero Jacques descubrió que quemaron una casa y la alcaldía.

—No sé cuántos pacientes por quemadura estarán en esta nave, habrá que ir a otras clínicas.

—Entonces, ¿me ayudarás?

—Cielos santo, desde el otro día que descubrí que soy curiosa. Sí, supongo, pero ¿no sería mejor que te concentraras en tu misión de ir a la nave del...?

—¡Muchas, muchas gracias! ¡Sabía que podía contar contigo!

—Deja de abrazarme, creo que no me gustan tanto estas muestras de afecto, debo de ser una de esas personas que valoran su espacio personal, aléjate —dijo, poniendo la palma de la mano sobre el rostro de la rubia pechugona y bronceada para poner la mayor distancia posible entre ellas.

»No debe de ser muy difícil ubicarle, si era el alcalde de una de las principales naves de la flota, seguro es un paciente importante.

—De nuevo te agradezco, no soy muy valiente que se diga. Jacques es todo un apoyo, pero al final solo es un gato.

—Sí, sí, sí, solo deja los abrazos a un lado, ¿de acuerdo?

—¡Sí, señora! —exclamó haciendo un saludo policial en toda regla.

«¿Una policía interestelar de otro universo que tiene miedo de hacer trabajo de campo sola?», pensó Stephanie y decidió concentrarse en el panecillo de leche.

Regresaron a la habitación y vieron que Jacques seguía durmiendo, esta vez panza arriba.

—Espera un poco, ¿Qué vas a hacer? —preguntó la novicia.

—Se ve tan adorable, quiero besarle la pancita y soplarle.

—No creo que sea una buena idea, mira cómo me dejó la cara el otro... , adelante. ¿Qué malo podría pasar?

La sonrisa maliciosa de la pelirroja se acrecentó cuando vio cómo Jacques, jalado por el instinto, rasguñó el rostro de la rubia.

.

.

La enfermera miró el rostro de Irena, tenía varias curitas que cubrían su faz.

—¿Se pelearon o algo? —preguntó porque Stephanie también tenía marcas de rasguños en el rostro de la vez en que el gato le saltó a la cara creyendo que era una especie de monstruo vegetal.

—Nos ofrecimos para bañar a los gatos de terapia —explicó Stephanie, forzando una sonrisa lo mismo que Irena, ambas alzando a Jacques. La enfermera las miró ceñuda.

—Déjenme ver —dijo y buscó en la base de datos del computador—. Lo siento, pero el alcalde de la Pasteur no se encuentra en esta clínica.

Las chicas insistieron, pero el resultado fue el mismo. Dieron las gracias a la enfermera de la recepción y salieron.

—¿Qué vamos a hacer? Esta es la última clínica para quemados en toda la nave. Si rezas un poco tal vez tengamos suerte.

—Ese doctor... Víctor como le llamas, cada vez se me hace más y sospechoso. Este gato tuyo descubrió que quemaron la alcaldía, pero eso no asegura que el alcalde haya sufrido quemaduras.

—¿Entonces qué? ¿Investigamos en las otras clínicas? Me duele la planta de los pies.

—Son muchas, si no sabemos el tipo de heridas que recibió el alcalde, nos va a tomar un montón de tiempo. A mí también me duelen los talones de tanto caminar.

—¿Qué tal si nos separamos?, entre los tres podremos cubrir más terreno. Ustedes pueden ir preguntando por allí en recepción, a la vez que yo interrogo a los otros animales de la nave, capaz que alguno haya visto o escuchado algo.

Las chicas miraron a Jacques, decidiendo que harían caso de su sugerencia, pero lo dejarían para mañana, tenían que volver a la clínica del doctor Hafez.

—Por cierto, creo que olvidé decirte una cosa, tengo una amiga que se llama Sexta, no es de la policía intergaláctica, la conocí aquí, en la flota y puedo comunicarme con ella.

—¿Cómo puedes hacer eso? Todas las comunicaciones entre las naves se cortaron.

—Tengo un aparato, lo obtuve cuando estaba en el Maverick.

—¿Qué tipo de aparato y dónde lo tienes?

—De eso también quería hablarte, tengo una especie de tecnología que me da algo parecido a un espacio interdimensional...

Lo mismo que en la farmacia la noche pasada, hubo un barullo fuera de las puertas, no obstante, la enfermera no estiró el cuello para ver qué pasaba, llamó a una practicante y pidió que la cubriera un momento.

Fue al baño y se encerró en una cabina, sacó un celular y marcó un número:

—Buen día, doctor... Le llamo porque vinieron unas personas queriendo averiguar el paradero del alcalde de la Pasteur... Sí, doctor... ¿Quiénes eran? No se identificaron... Una era una novicia pelirroja, bajita, de uno sesenta; la otra, rubia, alta, de uno noventa, tenía heterocromía.

.

.

Usando el transmisor/receptor con función de video de Óbolo, la novicia y la hacker pudieron conocerse. Irena le explicó a Sexta todo lo sucedido hasta la fecha.

—Eres increíble, no comprendo cómo te la ingenias.

—Gracias... —dijo Irena, orgullosa de sí misma.

—¡Me refiero a que no entiendo cómo diablos te metes en tantos problemas cada vez! Perdón, hermana.

—Descuide, solo llámeme Stephanie, todavía soy una novicia.

—Le pido que cuide de la tonta de mi amiga, no creo que su reserva de suerte sea ilimitada. Tú también, Jacques, mantén los ojos y las orejas atentas para con Irena —pidió y la novicia y el gato se lo aseguraron.

—Oigan, estoy aquí.

—Silencio, presta atención. Aunque me hubiera gustado que te concentraras en buscar al alcalde de la Edward Jenner, veo conveniente que resuelvas el misterio del alcalde de la Pasteur.

—¿También te dio curiosidad como a nosotras? —preguntó Irena que dejó de hacer puchero.

—Prefiero ser práctica, no creo que puedas ir a la oficina del alcalde de la Edward Jenner y pedirle sin más la llave pase que me de acceso al sistema Caronte. Es inaudito que el alcalde de la nave que provee un tercio de todos los alimentos a la flota no aparezca en los registros, aquí hay...

—Gato encerrado, puedes decirlo —dijo Jacques.

—¿Cuál es tu plan? —preguntó Stephanie.

—Descubrir el paradero del hombre. Si lo descubren, pueden pedirle al alcalde de la Edward Jenner la tarjeta llave a cambio de vuestro silencio.

—Tienes razón, no se me había ocurrido. ¿Cómo haces para que se te ocurran tantas cosas?

—Solo debes pensar con la cabeza fría, algo que tú deberías hacer, eres muy impulsiva y por eso te metes en tantos problemas.

—Perdón.

—Disculpa, ¿puedo pedir una cosa?

—¿De qué se trata?

—Como te expliqué, padezco de amnesia. Me gustaría poder ir a la Edith Cavell, la nave cementerio de la flota. Aquí no voy a lograr recuperar la memoria, tengo que regresar a mi nave.

El pedido de la novicia sorprendió tanto a Sexta como Irene. La mayor de las hermanas Dracma bajó la mirada como sopesando los pro y contras de dicha propuesta.

—Creo que no habría problema, después de todo, no se puede ir a la nave del almirante tomando una ruta directa, por eso mi plan de dar todo un rodeo y resulta que la mejor opción que tenemos es ir a la Edith Cavell y de allí, directo donde el almirante.

—¿Por qué la nave cementerio? —preguntó Irena.

—Porque de todas entre la flota, es la que cuenta con menor población permanente, ergo, el sistema Caronte es el menos encriptado.

—Que buena idea —dijo Jacques—. Irena puede usar esa cosa de Herman para ir por el túnel hiperespacial, pero no puede recorrer grandes distancias, necesitaríamos tomar una nave de transporte de pasajeros.

—Mejor una de carga de provisiones. Por lo que me dijeron, ese tal Herman es muy grande y solo en una de esas naves podría acomodarlo.

—Entonces, ¿puede acompañarnos? —preguntó Irena.

—No pongas esos ojitos de gato, eres una adulta. Sí, creo que sería mejor si los cuatro van a la Edith Cavell. A medida que nos acercamos a la nave del almirante el peligro se acrecienta, sería conveniente contar con Herman. Me gustaría darle un vistazo a ver si puedo introducirme en su sistema.

—Está escondido bajo un puente, ahí lo dejamos. Stephanie y yo le dijimos que no se moviera.

—No podré analizar sus sistemas bajo un puente, necesito un lugar con un toma corriente al menos.

—Me ocuparé de eso —se ofreció Stephanie—. Conozco mejor esta nave que Irena y Jacques. Además, hay otro misterio que me interesa descubrir: la comida de la nave.

La novicia les contó sus inquietudes respecto a las raciones que recibían los enfermos de la nave y como aquellas parecían ser ilimitadas.

—Entiendo, es muy extraño —dijo Sexta—. No comprendo el motivo de que los monstruos repongan las existencias de las máquinas expendedoras, es decir, son monstruos, tal vez lo hagan para mantener controlada a la población, pero si también reponen todos los suministros para los pacientes de las clínicas, eso indicaría un propósito ulterior que todavía no logro discernir.

Todos desenfocaron la miranda en un intento fútil de desenmarañar la mente del almirante de la flota.

—Sin duda alguna, es un misterio muy misterioso —dijo Irena.

Tanto Sexta como Stephanie y Jacques, miraron a la rubia y negaron con la cabeza, no pudieron evitar poner los ojos en blanco.

—¡¿Qué?! ¿Qué dije?

—Olvídalo, otra cosa, en cuanto a tu peinado...

—¿Verdad que es bonito y elegante?

Si bien criticó los "ojitos de gato" que Irena puso antes, no pudo hacer otra cosa que estar de acuerdo con su amiga al ver la expresión de felicidad. Los otros dos desviaron la mirada e hicieron lo mismo que Sexta a la vez que se aguantaban las ganas de ponerse a reír.

CONTINUARÁ...

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro