La Criatura del doctor Frankenstein
El velo del hiperespacio
Capítulo 27: La Criatura del doctor Frankenstein
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Tan acostumbrada estaba al incesante sonido de la calefacción en el Roosevelt, que maldijo el laboratorio y su silencio de muerte. Recordó la vez que vio a Sexta por primera vez, frente a la puerta del camerino de Óbolo, no atreviéndose a tomar la manija y entrar.
—¿Qué sucede? Entra de una vez.
—Lo sé, ya voy, no me atosigues.
Fue inútil, su mano se acercó a tomar la manija, pero no se apresuró a tomarla; quiso, deseó que los segundos fueran más largos.
—Permítame. —Una mano de dedos gordinflones abrieron la puerta.
—¡¿Qué hace usted aquí?! —exclamó Irene con un aspaviento. Jacques arqueó el lomo y erizó la cola.
—Creo que esa pregunta me corresponde formularla, pequeña señorita.
Aquello de pequeña señorita fue muy apropiado dada la situación y la forma en que la mujer reaccionó.
—Tranquila, no es necesario que baje la mirada y se mire los zapatos. No le preguntaré respecto a la curiosa indumentaria que lleva, eso sí, me gusta su nuevo peinado, muy elegante, me recuerda al que tenía mi tía. Pase, por favor, hay ciertos asuntos que de seguro la intrigan mucho, trataré de esclarecer todas sus dudas.
No dijo nada por la vergüenza, solo asintió, animándose a abrir los labios al ver que la invitación solo se extendía a su persona:
—¿Qué hace?
—Prefiero tener esta conversación en privado, lejos de oídos..., angelicales.
—Irena...
—Tranquilo, estaré bien, confío en él.
Se dio la vuelta y pudo ver todo un entramado tecnológico de naturaleza incierta y propósito desconocido.
En vez del enorme tanque que tenía el doctor Browning, estaba una gran mesa de laboratorio, sobre aquella, un cuerpo humano enorme, al menos eso suponía porque estaba cubierto por una sábana blanca.
—¿Es cierto lo que dicen estos papeles?
—¿Qué tanto sabe acerca de la composición de esta flota?
—Lo suficiente, creo que es un buen diseño ese de separar ambientes, cada uno en su propia nave, me dijeron que era cuestión de psicología.
—Eso es correcto, uno de los aspectos que se relacionan con aquello es la ubicación de la población tomando en cuenta relaciones consanguíneas y aptitudes laborales.
—No le entiendo.
—Me explico: muchas de las personas del Roosevelt y el Pasteur son familiares.
—Sí, Jacques me contó una conversación que escuchó fuera del laboratorio, pensé que era solo una familia, pero usted me dice que lo mismo debe pasar con todos en esta nave.
—La mayoría, sí.
—También escuchó una cosa con respecto a que saben que usted está tratando de hacer algo para llevar comida a la Roosevelt. ¿Qué puede hacer usted? Sabe que vengo de esa nave, en ese lugar pueden construir de todo, si hubiera habido una forma de ir entre naves sin la ayuda del sistema Caronte, ya lo hubieran hecho. Apenas pude llegar aquí, casi no la cuento.
—Ingenieros, ¡bah! Todos con mente de engranajes, no comprenden que la inteligencia se debe a un fin superior. No basta con construir cosas, se debe pensar fuera de la caja.
—Y usted, ¿hizo aquello?, pensar fuera de la caja.
—En efecto, pequeña señorita. Permítame enseñarle... Por favor, tenga la amabilidad de ayudarme, tome el otro extremo de la sábana... Así, eso es, ahora jale lo mismo que yo.
No se equivocó en su suposición, debajo de aquella parodia de velo mortuorio, estaba la recia figura de un hombre de una musculatura impresionante. No solo era su altura, su tórax era masivo, imposible que un hombre alcanzase tanto volumen, ni siquiera alguien dedicado al fisiculturismo.
—¿Qué es esta cosa? Digo cosa, porque esto no puede ser un hombre.
—No le puse nombre, solo le llamo La Criatura. Hermoso, ¿no es así? Modestia aparte, es mi mejor trabajo.
No le pareció hermoso, aquí y allá pudo ver que la figura humanoide estaba zurcida de manera chapucera. Quizá el doctor Víctor Shelley se coronase con la genialidad en su campo, pero no podía alardear en el campo de la humilde costura.
—¿Y qué pretende hacer con esta... Criatura?
—En el Roosevelt tomaron el enfoque erróneo, salvo las naves militares o las principales de la flota de colonización, ninguna otra puede soportar el estrés que implica viajar por el túnel hiperespacial, a menos, claro está, de estar encapsulada aquella en el Sistema Caronte.
—Pero el sistema es controlado por el almirante. Yo pude ir de nave en nave, pero a un gran riesgo, la última vez destruyeron a disparos el Caronte que conducía al Pasteur.
—Ningún sistema podría descubrir a La Criatura. Si bien no puede viajar de forma indefinida, solo me basta que complete un recorrido, debo llegar al Edward Jenner.
—¿La nave hospital de la flota? ¿Por qué querría ir allí? ¿Acaso no prometió a la gente de aquí que iría a la Roosevelt?
—Campesinos ignorantes, son solo la bahorrina de la sociedad, la chusma infecta de idiotez supina, ¿por qué haría algo por ellos?
—Pero cuentan con su ayuda para que envíe comida a la Roosevelt —dijo indignada al pensar en Timmy, Morgan y las demás personas desnutridas de la nave fábrica.
—De todas maneras, no se puede hacer nada, La Criatura no abastecería para tal empresa. Sí, es fuerte, lo bastante para soportar las fuerzas destructivas del túnel hiperespacial, pero solo podría llevar lo que cargasen sus brazos.
—No es justo.
—¿Justo? Usted me habla de justicia —dijo el hombre y por vez primera Irene se arrepintió de dejar detrás de la puerta a Jacques. El tono del amable doctor se ensombreció—. La gente del Pasteur no sabe lo que es eso.
Retrocedió mucho terreno, hasta que chocó sus espaldas con la puerta cerrada, su mano buscó instintivamente la perilla de la puerta, pero no pudo abrirla.
—No necesita temer, pequeña señorita. Nunca le haría el menor daño, usted, a diferencia de los brutos de aquí, es inocente, vino de los mismos cielos.
No le gustó la forma en que lo dijo, se dio la vuelta y abrió la puerta: nada, ni un rastro de su amigo.
—¿Jacques?
—Puede que sea un ángel, pero no puede ir en contra de su naturaleza felina, se distrae con suma facilidad o tal vez este comiendo, quizá duerme la siesta.
—No, no creo...
«¡Vamos Irena, mujer, gana algo de tiempo!».
—Y dígame, ¿cómo fue que hizo que La Criatura pudiese soportar ir de aquí para allá sin el Sistema Caronte?
—Fue sencillo, si el metal no podía soportar el estrés, lo haría la materia biológica, solo había que hallar el modo. Usted no sabe, pero le aseguro que la vida puede adaptarse a vivir en los más duros ambientes, el túnel solo debía evaluarse como otro bioma más, uno extremo, como extrema debía ser la naturaleza animal que lo soportase.
—¿Una planta? Su Criatura tiene un saludable tono verde, me dice que es una planta.
—Un espécimen vegetal no hubiera bastado, necesitaba muestras animales, logré grandes progresos, pero necesitaba seres superiores, aunque fueran solo la chusma de los granjeros.
—Los cadáveres que vi. ¿Sabe la gente que profanó el cementerio de la nave?
—Una gran suerte, los granjeros son supersticiosos. A diferencia de la gente de otras naves, no admiten que los entierros se hagan en la nave cementerio de la flota, los que mueren aquí, deben enterrarse aquí.
—¿Lo saben?
—No y no creo que deba compartírselos.
—Pues yo creo que sí debió decírselos —dijo Jacques que saltó desde una viga en el techo—. La chusma que tanto detesta viene hacia aquí y no se ven muy contentos que digamos. Apuesto que alguien, quizá los niños traviesos, cansados de tanto encierro, salieron en la noche a jugar en el cementerio y le vieron profanar los cuerpos.
— Gott, ¡sie werden denken, dass ich dasselbe getan habe wie mein Sohn!
Nunca vio al doctor con esa expresión, se veía tan asustado y vulnerable. Pese al miedo inicial, Irena quiso reconfortarlo:
—Tranquilícese. Sé que esto se ve mal, pero todo tiene solución, les explica que La Criatura irá a la Roosevelt y le aseguro que comprenderán, hablando se entiende la gente.
—Esto no se solucionará hablando. Deprisa, no me queda tiempo, ¿quiere ayudar? Necesito que opere una cosa por mí.
—Pero doctor...
—¡Solo es una palanca! ¡Solo debe bajarla!
Los gritos de la muchedumbre iracunda podían escucharse con claridad.
—Confíe en mí, pequeña señorita. Le aseguro que La Criatura es más que un cadáver que intento reanimar, es el medio que me llevará al Edward Jenner.
—¿Qué? No le entiendo...
—Van a entrar —dijo el gato erizando la cola—. No estoy muy seguro de lo que pasa aquí, pero creo que el doctor tiene razón, no creo que escuchen razones.
—Pequeña señorita, ¿acaso no salvé su vida? Puede confiar en mí.
El sonido de los gritos pidiendo la sangre del doctor reverberaban en el exterior.
—Carajo, sé que me voy a arrepentir de esto.
Manipulando los botones de su consola, el doctor Shelley dio la orden para que Irena bajara la palanca.
—¡Ahora! —gritó a la mujer. La rubia bajó la palanca y desde el interior de La Criatura, el sonido de una CPU iniciándose dio comienzo.
Solo el griterío del exterior marcó los segundos que se hicieron eternos al ver el doctor que no hubo resultados.
—No entiendo, debería haber funcionado —se acercó a la amplia mesa donde estaba el corpachón.
Aquel abrió los ojos y el júbilo se reflejó en los ojos de Víctor Shelley.
—¡Vive! ¡Está vivo!
Un manotazo arrojó lejos al doctor, el costalazo subsecuente produjo el horrible sonido de huesos rompiéndose.
—¡Víctor! —gritaron chica y gato, corriendo hacia el malherido.
—Disculpe, agente Jacques, entenderá mi resentimiento al no dejarle pasar.
—No hable, conserve fuerzas.
—Me gustaría analizar la situación y descubrir en qué me equivoqué, pero ya es tarde, mejor así, un último misterio irresoluble.
—¡Por favor, resista!
—Pequeña señorita... Es como un power armor, pero sin armas...
—¿Qué? ¡No! ¡No se muera!
Las lágrimas corrieron por las mejillas de Irene. El siseo de Jacques le hizo notar que una sombra la cubría, era La Criatura.
—¡Las palabras! ¡Di el comando! —gritó Jacques, pero el cerebro de la rubia se desconectó a causa del miedo, el monstruo que parecía estar formado por varios cadáveres humanos estaba muy cerca.
La misma mano que mató al doctor, fue gentil al secar el rostro de lágrimas.
—¿Qué está haciendo esta cosa?
—Creo, creo que me reconoce como suya, esto es una locura, me mira como si fuera su novia.
En efecto, el ente alzó a Irena, justo en el momento en que la muchedumbre entraba al interior del laboratorio.
—¡Qué horror! Es uno de los monstruos enviados por el almirante.
—¡Es enorme!
—¡Miren, capturó a una mujer!
Empezaron a arrojarle cosas. Irena gritó para que se detuvieran, pero nadie oía a nadie entre tantos gritos broncos.
Sin soltar a Irena, La Criatura salió corriendo con los campesinos arrojándole antorchas. Jacques saltó y estaba aferrado en el hombro del ser que dejaba atrás a su creador.
En medio de la carrera pudo dar un vistazo atrás, el laboratorio estaba siendo consumido por el fuego. Lejos quedaron los campesinos, incapaces de dar alcance a la criatura parricida.
—¡Irena, esta cosa no se detiene!
—¡Para maldito seas!
—¡Debe de haber alguna forma de detenerlo!
—¡No entendí las palabras del doctor! ¡Creo que dijo algo de power armor!
La mole se detuvo de inmediato, de no ser porque estaba sujeta por los poderosos brazos, que hubiera caído hacia adelante. La fuerza de la inercia mandó a Jacques al suelo, pero como el felino que es, se posó con elegancia sobre el suelo con sus cuatro patas.
—Baja, ¡deprisa!
Así lo hizo Irena, lista para decir la primera palabra que transformaría a su amigo en una pantera.
No hubo necesidad, La Criatura abrió los brazos. Al principio creyó que era un intento para abrazarla, pero no fue tal; los pectorales se abrieron para revelar el interior de una maquinaria.
—¡A eso se refería Víctor al decir que era un power armor, pero sin armas!
—¿Me dices que esto es una especie de traje?
—Sí, uno consciente, supongo que quería ir a la nave Edward Jenner con esta cosa.
—Si quería hacer un traje, ¿para qué crear uno con conciencia? ¿Es un traje o un ser?
—Creo que ambas cosas. Era un hombre complicado.
—Como complicada la situación en esta nave, no pudimos descubrir gran cosa de lo que sucedió aquí. ¿Qué hacemos?
—Supongo que subirnos a esta cosa. ¿Tienes miedo?
—Solo hay sitio para uno y se ve estrecho.
—Habrá que intentarlo, escucho que la gente se acerca y, sin saber lo que pasa aquí, lo mejor es salir de la nave.
—Espero que el doc no haya cometido más errores.
El holograma de la enorme cúpula que encapsulaba la nave, mostró un magnífico amanecer. Aunque artificial, significó la luz de la esperanza para el par en deseos de completar la misión.
CONTINUARÁ...
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