Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Eficiencia estructural

El velo del hiperespacio

Capítulo 26: Eficiencia estructural

.

Sin animales domésticos con quien hablar, no le quedó otra al pobre Jacques que espiar desde los rincones en espera de alguna conversación que diera luces respecto a lo que le pasó al alcalde.

«Estoy aburrido, pero no tengo opción, lo única novedad que me dijeron los animales de granja fue que los humanos los meten temprano en sus cercas por miedo a los monstruos. Condenados zombis, nos siguen buscando, menos mal que no saben con exactitud a quien buscar», pensó suprimiendo un estremecimiento.

Al cabo de unas horas de hacer lo mismo, decidió cambiar de estrategia. Si la gente era parca para hablar en las calles, tal vez sí podría escuchar algo de interés dentro de las casas, el problema era elegir una.

Caminó y caminó por todas partes hasta dar con lo que buscaba: una ventana rota en una casa que estaba habitada.

«No hay garantía de que hablen del alcalde, será como jugar a la lotería, pero no tengo opción, no quiero usar la carta de revelar mi naturaleza parlante ante un niño», pensó y se introdujo por aquel sitio.

Era una familia de esposos con dos hijos pequeños, un niño y una niña.

Como era de esperarse, los infantes expresaban sus quejas con respecto a los vegetales como ser los brócolis.

—Hagan caso a su madre, no deben escoger la comida. Si no comen todo lo del plato, no van a crecer.

Vanas fueron las palabras del padre, los niños, berrinchudos, se negaban siquiera a tocar el plato. La madre estaba desesperándose.

—Qué remedio, deja que te ayude —suspiró el esposo—. A ver, aquí viene el teleférico del Caronte, abra la boquita.

—¡No, no!

—¿Y por el tío? El pobre no puede comer lo que nosotros comemos. Hazlo por el tío, para que le llegue rica comida.

Los niños sintieron pena por el susodicho pariente y comieron los vegetales, eso sí, el pobre hombre tuvo que dejar de comer para repetir la operación de mandar comida al tío hasta que ambos platos estuvieron limpios.

Los pequeños dieron las gracias, pidieron ir a jugar a la calle, pero la madre fue clara y no les dio permiso. Resignados, fueron a sus cuartos donde podrían jugar.

—Deberías dejarlos salir, solo al jardincito.

—No. Dame tu plato, te calentaré la comida.

—Gracias —dijo y al poco tiempo la esposa le entregó el sano sustento.

»¿Estás bien?

—El truco de comer por el tío, recordé a mi hermano —dijo y se puso a llorar.

Otra vez dejó el plato de comida y reconfortó a su esposa:

—No llores, los niños te van a escuchar. Seguro tu hermano se encuentra bien.

—¿Y la comida? Sabes que en el Roosevelt dependen de naves como la nuestra.

—Tal vez no estén aislados como nosotros, tal vez el sistema Caronte no se haya interrumpido en el Roosevelt con las otras naves. Yo creo que solo es nuestra nave —dijo para quitar el pesar en el corazón de su mujer, pero ni él mismo se creía lo que decía, así que tuvo que recurrir a un tema que prometió no tocar—. El doctor Shelley está trabajando en ello, dice que creará una especie de nave de transporte biológica que pueda aguantar el túnel del hiperespacio.

—¿Seguro? No sé si podrá hacerlo.

—El doctor es un genio, solo él puede lograrlo.

—¿Lo hará después de lo que sucedió con el alcalde?

Chist, no hables de eso, no sabemos quién podría estar escuchando. Diablos, me olvidé ir a la tienda para comprar un vidrio para la ventana de atrás.

«¡Patitas para qué las quiero!», pensó Jacques al ver al hombre ir en su dirección.

Salió lo más rápido que pudo de la casa; al alejarse, pudo ver al hombre tapando la ventana con un par de tablones, la esposa tendría que calentarle otra vez el plato de comida.

«Debo ir donde Irena y contarle todo. Esto es muy preocupante».

.

.

«Esto es muy chistoso», pensó Jacques al ver el nuevo peinado de Irena.

Siguiendo la sugerencia de Sexta, modificó su peinado, el problema era que parecía tener una colmena sobre el cráneo, una colmena dorada con dos anchos mechones de pelo verde a los costados.

—¿Sucede algo? Pusiste una cara rara.

—No sé de lo que estás hablando.

—Tú dices que los gatos no son buenos para reconocer las expresiones humanas, pero nosotros decimos lo mismo de ustedes. Esta vez sí puedo decir que tu cara se ve diferente.

—Me duele un poco la panza.

—No debes comer ratones del campo.

—No hay nada de esas cosas, ni campañoles o pajarillos, nada. Los únicos que hay son los animales de granja.

—¿Averiguaste algo de ellos?

—Lo de costumbre: nada. Pero mi diaria patrulla por las casas rindió frutos, eso sí, tuve que entrar en una.

—Eso es peligroso, capaz que no puedas salir.

—Tranquila, entré por una ventana rota; lo mejor, escuché algo interesante...

El gato dejó las ganas de carcajearse e Irena meditó respecto a lo que le informó su amigo.

—Lo que me contaste es muy raro.

—¿Qué piensas de todo esto?

—Que fue una buena idea no insistirle a Víctor respecto al tema del alcalde, hay algo que todos ocultan y no quiero presionarlo, no debo cometer el mismo error de la otra vez con el doctor Browning en la Bahamas.

—¿Tienes algún plan o algo?

—Lo mismo que la otra vez, tratemos de ingresar al laboratorio privado. No desconfío de Víctor, no quiero, pero debemos saber en qué está trabajando, capaz que podamos ayudarnos.

—No lo sé, si ese fuera el caso, nos habría comentado qué es lo que hace tantas horas encerrado.

—No nos queda otra opción. Me siento inútil teniendo que estar todo el tiempo en la cama, tengo que hacer algo y creo que ya no podrás averiguar nada más.

Asintió ante las palabras de su amiga, lo que escuchó hace un momento en la ciudad de granjeros fue un golpe de suerte, no se iba a repetir tal cosa. Tendrían que entrar a un sitio vedado a personal no autorizado, el peligro era preocupante; levantó la mirada y vio a Irena que estaba muy seria.

—Ya dime qué pasa, ¿te estas riendo?

—Te dije que me duele la panza. Dime, ¿qué te dijo Sexta al verte?, me refiero a tu nuevo peinado.

—¿Te gusta? Quise imitar el estilo de Marge Simpson. Sexta no dijo nada porque recién acabo de peinarme así, la sorprenderé mañana.

—De eso puedes estar segura... ¡Tengo que ir a la caja de arena! —gritó y se fue corriendo, no quería que su amiga lo viera partirse de la risa debido a la desacertada elección de peinado.

.

.

Otra noche que, gracias a la luna holográfica, dibujaba fantasmas traviesos en el suelo a medida que Irena y Jacques se acercaban al laboratorio.

«Lo mismo que la otra vez. Los que diseñaron la flota copiaron muchas cosas de nave a nave, supongo que así lograron apresurar los tiempos de construcción», pensó luego de caminar un trecho por el descampado y llegar al laboratorio privado del doctor Víctor Shelley.

—Mira, aquí también se debe usar un pase especial. ¿Crees que habrá una ventana abierta como la vez pasada?

—Esperemos que sí o tendremos que improvisar, ¿por qué te pusiste de nuevo tu catsuit?

—Es el mejor traje para pasar desapercibida entre las sombras —dijo a medida que avanzaban. Como la otra vez, perdió el equilibrio y cayó sobre el pobre gato, ocultándolo sin querer entre sus senos.

—Si al menos el traje subiera tus puntos de equilibrio y agilidad, ¡pero no!, es mucho pedir —dijo y salió estremeciéndose de entre los senos de la rubia, una sensación que le desagradaba mucho.

A diferencia de la otra vez no vieron ninguna ventana abierta.

—¿Habrá que tirar una piedra?

—No lo hagas, causará mucho ruido. ¿Tienes la sierra plana que traje de la tienda de abarrotes?

—Sí, está en mi espacio interdimensional.

—No hay de otra, tendrás que subirte a la cornisa y meter esa cosa por el resquicio de las ventanas, tal vez puedas abrir una.

—Está muy alto, no quiero. Arrojemos una piedra y entras por ahí.

—Te dije que va a causar mucho ruido.

—Me voy a matar.

—No lo harás porque tengo un plan: me transformas en pantera, te subes a mi lomo, salto a la cornisa y me aferro con mis garras, mientras, tu tratas de abrir alguna ventana. No te vas a caer, estarás montada en mi lomo.

Quiso replicar a su amigo, pero no tuvo con qué:

«Si al menos estuviera ensillado como un caballo, como la pantera de Skeletor o el tigre de He-man».

—De acuerdo... Moya Sestra.

Sora Sora.

De un gatito manchado como un guepardo, pasó a convertirse en una enorme pantera. Irena suspiró y de mala gana se subió a su lomo.

—¿Preparada?

—No.

—¿Ya estás lista?

—Que no.

—Pues ni modo, ¡sujétate! —Corrió hacia la pared. Cuando Irena creyó que se estrellarían, las patas del gran felino trataron de subir en vertical. Cuando la gravedad hizo efecto, puso empeño en sus cuartos traseros y dio un salto hacia la cornisa.

Lo consiguió con sus patas delanteras, se aferró firme a la cornisa.

—Date prisa, esta posición es incómoda —dijo y con sus patas traseras, trató de subir un poco para darle a Irena una superficie horizontal en la que apoyarse.

—¡Lo siento, ya voy! —exclamó e invocó su pantalla isekai, extrayendo la sierra plana.

Puso empeño en abrir la ventana y menos mal que tuvo éxito, no estaba dispuesta a volver a intentarlo.

Sintió que las fuerzas de la pantera flaqueaban y saltó hacia el interior del laboratorio. Se dio media vuelta y fue al alfeizar, miró al suelo, Jacques aterrizó en sus cuatro patas.

Vio a su derecha un ventanal que solo podía abrirse desde dentro y lo abrió para que entrara su amigo.

—Te dije que sería fácil —le susurró temiendo llamar la atención.

—¿Vas a seguir en esa forma? —le preguntó con otro susurro.

—No sería conveniente, mejor retorno a mi forma original.

Volvieron a decir las palabras en búlgaro y rumano y se aventuraron a bajar para explorar el laboratorio. Hablar en susurros se convirtió en una constante a partir de aquel momento.

—Espero que no nos encontremos con otra puerta cerrada, no quisiera tener se saltar al conducto de ventilación y deslizarme por ahí.

—Tranquilo, por lo que veo, muchas partes de la flota se parecen entre sí. Lo mismo que en el laboratorio de Browning, no nos toparemos con otras entradas que requieran claves o tarjetas de acceso.

—Pues esperemos que no hallemos nada espantoso como la otra vez.

Los deseos de Jacques no se hicieron realidad. En una de las habitaciones, no encontraron enormes bañeras con restos humanos, lo que hallaron fue mesas de disección con cadáveres en aquellas.

Tal vez fuera que ya vivieron una situación similar, quizá fue el hecho de que no los sorprendió ver restos humanos reflotar a la superficie como la anterior vez, sea como fuere, controlaron el miedo, pero el asco, eso no pudieron dominarlo por completo, desearon no haber comido antes de aventurarse al laboratorio.

—Si la disposición de este laboratorio es igual al anterior... —Tragó con fuerza al sentir que el contenido del estómago le subía por la garganta—. Perdón, seguro los estudios del doctor Víctor están en ese escritorio —dijo Irena agriando el rostro y poniendo ojos llorosos.

No se equivocó, agradeció a los ingenieros estructurales su manía de copiar interiores en aras de completar la construcción de la flota lo más pronto posible.

—¿Qué dice? No creo que sea el mismo caso de Browning, pero dudo que sea bonito —dijo el gato estirando el cuello para ver el bloque de papeles.

—No te equivocas, no es nada agradable, el asunto es que los granjeros tampoco estaban equivocados. El doctor Víctor no quiere cubrir su trasero, su intención sí es lograr crear algo que pueda sortear el túnel por el hiperespacio.

—Me dices que esto, lo de los muertos en las mesas, ¿lo saben las personas de la nave?

—Eso lo vamos a averiguar en un momento.

Vieron hacia la puerta. ¿Estaría el doctor Víctor obrando de buena fe con la venia de los habitantes de la Pasteur?

CONTINUARÁ...

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro