Haciendo de yogui
El héroe sin harem
Capítulo 21: Haciendo de yogui
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Muchos bocadillos y el interés en las chicas por parte del héroe, hizo que Eros aceptara ir a las alcantarillas. Lo malo: tendría que respirar por la nariz, debía concentrarse en un respectivo aroma.
—¿Seguro que es una buena idea el ir solo?
—No quiero que ningún guardia la vea. Quiero darle el beneficio de la duda, si tiene alguna explicación, deseo escucharla.
—¿Tan preocupado estás por ella? ¿Acaso sientes algo por la chica?
—Es bonita, me encuentro algo confundido, primera vez que me pasa que piense tanto en dos chicas al mismo tiempo.
Eros sonrió y siguió sobre el hombro izquierdo del hombre, no se sentía con ganas de volar por esos túneles malolientes.
La linterna mágica bañaba todo de azul, al principio no le importó, dicha tonalidad no era muy marcada cuando pidió que el vendedor le mostrara como usarla, pero en el laberinto subterráneo, el azul era muy marcado.
«Soy un idiota, me engañaron, desventajas de ser de otro mundo».
—Gira a la izquierda. Sí, es justo por aquí.
—No veo una salida, ¿seguro?
—Lo estoy, ahora depende de ti.
Amador se acercó a la pared y trató de encontrar cualquier señal que le indicara una puerta falsa.
Un gato sobre el hombro puede verse como algo divertido, pero es molesto, en especial cuando el campo de visión se encuentra restringido. Amador le pidió a su amigo que volara; una vez su lado izquierdo estuvo libre, pudo ver una especie de pestillo, estaba muy bien disimulado.
—Veamos, tal vez si la jalo de esta forma.
Como la vez en que estuvo con Rex y las chicas, la pared se movió a un costado. La diferencia fue que el cuarto estaba iluminado.
—Esto es enorme, mira cuantas cosas —dijo el gato al ver las filas y filas de golems enanos.
Caminó varios metros hasta que una voz conocida le detuvo.
—¿Cómo encontraste este lugar?
—Chica, en serio que te gusta trabajar cuando te lo propones, nadie creería que eres una nerd.
—No divagues.
—Tú no usas perfume, te ves muy bonita y todo, pero en el fondo eres una empollona.
—Es mi decisión usar o no perfume, pero ¿eso que tiene que ver?
—La vez que fuimos de compras. Solo Tina usaba perfume, pero cuando salimos de la tienda de lencería, tú olías a perfume, al que tenía Rex. Seguí el perfume hasta aquí.
—Ese idiota, siempre queriendo impresionar a lo que sea que tenga faldas.
—Se acabó. Por donde sea se mire esto se ve muy mal, por favor, dime que tienes una buena explicación para lo que veo.
—Así que eres el espía de mi tía, pasaste de héroe de otro mundo a un perro más de la corona, como tal, hasta tienes un buen hocico para haber llegado hasta aquí.
—Tanya no me pidió espiarte a ti o a Rex, solo se preocupa por Tina, es más, se preocupa por ti, ¡incluso por Rex!
—¡Por favor! Ella no se preocupa por mí, solo le preocupada ser una reina digna, trata de guardar las apariencias y decidió no arriesgarse, ¡con nada!
—¡Vamos, chica! Cualquiera que viera estas cosas pensaría que planeas un golpe de estado.
—¿Y a ti qué te importa? No eres más que un extranjero.
—¡No seas egoísta! ¡Piensa en Tina, piensa en las personas de la capital! ¿En serio crees que lo que sea que busques no traerá consecuencias?
—No pasará nada, y si sucediera, todo será por culpa de mi tía. Si ella me hubiera dado más dinero para mis golems, nada de esto hubiera pasado.
—Tú lo dijiste, soy un extranjero, no sé muy bien qué pasa en este reino, pero confío en Tanya, y si decidió no apoyarte, confío en su decisión. No sé qué es lo que quieres hacer, pero te pido que no cometas ninguna tontería.
—¿Pues qué crees que voy a hacer? Dime.
—Sé que eres muy lista, fue muy fácil que sir Altus nos hubiera descubierto, seguro le enviaste pistas, así él descubriría tus golems de antes y así no sospecharía de los que tienes aquí.
—No te ves muy listo, pero es justo como dices, me sorprendes.
—No insultes, mira que te extiendo mi mano.
—Soy yo la que te la extiende. Vamos, será divertido.
—Algo me dice que tu idea de diversión es retorcida, en serio, ¿qué planeas hacer? ¿Quién te apoyó para esconder todas estas cosas? Dices que la reina no te dio dinero, no creo que hayas construido a todos estos golems y los hayas ocultado aquí con el dinero de tu chanchito.
—¿No me vas a apoyar?
—Ni me dices qué diablos es lo que planeas hacer, pero no, no pienso hacerlo.
—No voy a causar un desastre, solo quiero demostrarle a mi tía que su tan estimadísima guardia real y sus soldados ya son obsoletos. El reino requiere de nuevas medidas que aseguren su paz y prosperidad, muchos vecinos nos envidian, ¿sabes? Tarde o temprano la guerra vendrá al reino.
—A ver si entiendo, ¿planeas mandar a tus enanos a destruirlo todo?
—No les llames así, son mis golems de batalla.
—¡Es tu ego, de eso se trata todo! No me mientas diciendo que haces esto para la seguridad del reino, lo que pasa es que Tanya no te cumplió tu capricho, y tú, como una niña, te pones de berrinchuda. ¡Ya tienes diecisiete años, no me vengas con tremenda mierda!
—No tienes derecho a decirme nada, eres un entremetido. Al principio pensé que eras genial por ser el héroe de otro mundo, pero veo que no eres más que un viejo feo y aburrido.
—No hagas esto, esto no es un juego, si mandas a estas cosas la gente va a morir, no solo los soldados. La pobre gente de la ciudad ya ha sufrido mucho por culpa de los Farm, no se merecen que les patees en las bolas como si fueras una perra, ¡por favor, para con esto! ¡Te lo pido como amigo!
No sabía que decir, estaba tan acostumbrada a cumplir sus caprichos, todos ellos, pero Amador, como la voz de la razón, le tocó una fibra sensible. No quería lastimar a nadie, pero su infantilismo, terco, le gritaba necedades a la mente.
No tuvo que decidirse, varias sombras surgieron desde atrás de los golems, una de ellas fue reconocida por Amador.
—Te dije que no lo convencerías. Te crees mucho, prima, no todos los hombres se dejan manipular por tus encantos.
—Y entre esos hombres seguro estás tú —le dijo a Rex, mirándolo ceñudo—. Es más, creo que Alpecia es la manipulada.
—¿Pues qué piensas?
—Pienso que le diste el apoyo de los Farm para montar todo esto a escondidas, diciéndole que así la reina tomará en serio su sugerencia con los golems como parte del ejército, pero planeas un golpe de estado, seguro las cosas no van a fallar, ¿cierto?
Le sonrió de manera irreverente, no le respondió, pero aplaudió de forma sonora y pausada.
—¿Rex? ¿Qué haces? ¿Por qué aplaudes así?
—Lo siento, primita, fue divertido, pero ya me estaba cansado de tu carne. Prefiero la de Tina.
—¿Qué? Pero, ¿acaso te acostaste con ella? —preguntó Amador, sintiendo que se le desgarraba el corazón.
—Claro que no, pero una vez en el trono, a Tanya no le quedará más remedio que ordenar a su hija rebelde a que se case conmigo. Ambas son lindas, pero prefiero a una chica más sumisa a mi lado.
—¿Sumisa? Me parece que Tina no es lo que se dice sumisa. Lo que tú quieres es no tener problemas con la familia Winther, la familia gobernante de la reina Tanya. Pobre Alpecia, pobre Tina, las engañaste, estarán defraudadas, incluso tu tía; no te ve con los mejores ojos, pero estoy seguro que jamás pensó que caerías tan bajo.
—Me gustaría hacerte tragar tus palabras, pero hay un ejército de golems que debo movilizar —dijo y chasqueó los dedos.
Un par de sus hombres sujetaron a Alpecia que se puso a despotricar. Otros, rodearon a Amador en un cerco imposible de romper, al menos para él.
—No te resistas, sé muy bien que, al no tener los poderes de un héroe, no vales mucho como peleador.
—Sí, tienes razón, ¡cómo me gustaría tener un par de alas y salir de aquí! ¡Sí, me gustaría ir directo hacia sir Altus y contarle todo esto!
—Ya te entendí, no es necesario que grites, no soy estúpido —le siseó Eros y salió volando.
—Eres un subnormal y feo —le dijo Rex.
—Que no soy feo, solo que la vida me trató duro.
—Atenlo al pilar junto con Alpecia, ¿Y podría alguien amordazarla?, ya me tienen harto sus improperios.
Amador no opuso resistencia, entregó todas sus armas, pero de todas formas registraron toda su ropa y bolsillos. Escuchó como los gritos de Alpecia se acallaron tras un trapo sucio. Como una mansa ovejita, se dejó atar contra una de las columnas, al lado de la pelirroja.
—Oye, ¿me haces un favor al menos?
—¿Quieres que no mate a mi adorada Alpecia? Te confundes, hombre, no soy ningún salvaje. Ni ella o tú tienen que morir, así que no es necesario que actúes como un noble caballero precautelando la seguridad de su damisela en peligro —dijo y Alpecia se retorció en el pilar, incapaz de liberarse de las sogas.
—No es eso, sé que no eres un maldito bastardo, solo un bastardo ambicioso.
—Gracias por ello, ex héroe de otro mundo. Dime qué quieres, no tengo mucho tiempo.
—¿Me sacas las botas? ¡Por favor! Estuve caminando en aguas de alcantarilla y le tengo fobia a los hongos o cualquier enfermedad de la piel, ¡te lo suplico!, en serio que esas cosas me dan asco. También las medias, solo eso te pido.
Rex miró ceñudo al latinoamericano. No dijo nada, pero con un movimiento de su cabeza ordenó a uno de sus subalternos que le sacara las botas y las medias.
—Gracias. —Rex no le respondió, él y sus numerosos seguidores, se subieron a las espaldas de los golems, sujetaron con fuerza unos arneses especiales y condujeron a las moles pétreas por un corredor.
Alpecia intenta maldecir, retorciéndose con fuerza. Amador no le hizo caso, solo se concentró e invocó su pantalla isekai.
«Carajo, muy cerca».
—Aléjate, alejar pantalla, ¡vamos, ponte más lejos! —Alpecia dejó de retorcerse y giró el rostro para ver qué diablos pasaba, pero no pudo ver nada.
»Esto va a doler —dijo y trató de doblarse lo más que pudo.
Gimió y transpiró por su frente, pero de alguna manera lo consiguió, sin ser un yogui hindú, con los pulgares de sus pies pudo tocar la pantalla invisible a ojos de la mujer.
—¡Lo logré! —exclamó al ver materializada de la nada un vial de vidrio con una tapa de corcho.
Alpecia gimió algo incomprensible.
—Escúchame. ¿Puedes patearme esa cosa? La ves a tu lado. —Así lo hizo la chica y Amador trató de agarrarla con las manos a su espalda, pero fallo.
—No otra vez —dijo dando un suspiro y repitió la operación de hace un momento.
Tras muchos intentos, logró por fin agarrar el vial, sin poder ver, quitó la tapa de corcho y con sus dedos vertió el contenido en las sogas que sostenían sus muñecas.
—¡Hijo de la gran puta! ¡La puta que te parió! ¡Cabrón, cabrón de mierda, te voy a matar! —gritó para de alguna forma mitigar el dolor.
El tormento del ácido era lacerante, pero logró liberar sus brazos.
—Dime por lo que más quieras que sabes magia de sanación. —Alpecia negó con la cabeza y con los ojos muy abiertos.
—Qué remedio —dijo y buscó algo útil en el inventario que se desplegaba en su pantalla isekai.
Se aplicó unos ungüentos mágicos que le quitaron el dolor.
«Mierda, se ven feas, pero al menos no perdí las manos», pensó al ver las oscuras cicatrices y luego fue a quitar la mordaza a la joven.
—¡¿Qué fue eso?! ¡Rápido, sácame de aquí!
—No, vas a estar más segura en este lugar, es muy profundo, a salvo de todo el caos que Rex traiga.
—¡Quiero ir con él! ¡No puede salirse con la suya! ¡Esos golems son míos! ¿Me escuchaste? ¡Son míos!
Amador volvió a amordazarla.
—Calladita te vez más bonita. —Alpecia intentó gritarle y volvió a retorcerse en un vano intento de liberarse.
«Que cabrón, el hijo de puta se llevó las botas y mis medias. Supongo que por aquí tardaré menos en salir».
—Lo siento, pero yo las necesito más —dijo y le quitó las botas a la pelirroja que echaba chispas por los ojos.
—Que desperdició —se dijo a sí mismo al verle las bonitas pecas, maldiciendo el hecho de que las mujeres tuvieran plantas del pie más angostas que los hombres, pero concluyó que la incomodidad era soportable a tener que correr con la planta de los pies desnudas.
Localizó su linterna mágica y fue tras los pasos de Rex. La luz azul se perdió en el túnel oscuro y maloliente, similar a las entrañas de una serpiente con la boca abierta.
CONTINUARÁ...
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