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El ventanal roto

El héroe sin harem

Capítulo 1: El ventanal roto

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El olor característico de un Banco es a lavandina, vana resulta la afirmación que tales lugares huelen a dinero y sudor, sudor de la ansiedad por la autorización de un crédito o las excusas ante operadores bancarios y garantes. Lavandina, penetraba la ropa, las mascarillas N-95, todo, hasta el cerebro; apretó los puños, sin saber si debía o no forzar una sonrisa.

—Señor Amador Caballero, su crédito ha sido aprobado.

—Que bien, ¿dónde firmo?

Sonrió sabiendo que lo hacía sin apuro, toda la tensión y la preocupación se esfumaban a medida que tomaba el papel de textura cara entre las manos y los dedos ejercían presión sobre el frío bolígrafo de tinta azul.

Era feliz, ya contaba con el dinero para comprar el departamento; al dirigirse donde la inmobiliaria le sobrevino un sentimiento que no creyó posible en ese momento: tristeza.

Apenas hace una semana fue a la boda de su amigo, con el casamiento, era justo él, Amador, el único que permanecía soltero del grupo de amigos del Poderoso San Francisco, como solía llamar a su colegio. Siempre dijo que buscaría pareja una vez tuviera una casa propia, pero la vida dura en Latinoamérica le impuso el pensar en la seguridad económica antes que el romance.

«Trabajé como un esclavo y estos son los frutos de mi esfuerzo», pensó cuando a tan solo una esquina de la inmobiliaria, lo que pareció el estallido de luz proveniente de un transformador en un poste de luz, llamó la atención de los transeúntes, fue extraño como al medio día, la luz del sol se viera opacada por el latigazo blanquecino que se fue tan pronto como vino. De Amador Caballero, solo quedó la huella negruzca de las plantas de sus zapatos.

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Las calles de la capital imperial de Soldat, la ciudad Marcial, rebosaban de actividad como de costumbre. Atrás quedaron los días donde un ejército de despatriados fundó un reino en lo que era el delta del rio Granduar, lugar poco favorecido para vivir debido a lo pantanoso del suelo, pero el Gran Terremoto transformó el paisaje. El Granduar creció gracias al aporte de tributarios desviados de su cauce natural, el infesto lugar plagado de mosquitos y malaria no sufrió tanto como los arrogantes terruños de señores y reyes vecinos. Quinientos años después, Marcial era una ciudad cosmopolita, con gentes de diversas razas llevando sus días como siempre lo hacían, sin embargo, la sutil diferencia era inadvertida a ojos de los forasteros.

En el territorio Trol, un caudillo salvaje se alzó entre los demás, uniendo a bestias semihumanas sedientas de sangre. Su amenaza era menor a la que una vez personificó Vrantax, el dragón del caos o F'Gortar, el rey demonio, pero el temor surgió en la generación presente, para empeorar las cosas, se rumoraba que el caudillo ogro era un chamán de un poder extraño y visceral, cuya magia derretía armaduras con sus soldados dentro, nada podía interponérsele. Las personas de la capital hacían sus compras en el mercado, sabiendo que la guerra pronto asomaría su fea cara por el horizonte, cada noche, el insomnio y el forzar sonrisas ante los infantes, se volvía la norma.

«¿Qué tipo de hombre será el héroe de otro mundo?», pensó lo que a contraluz parecía la figura de una gárgola o un Cupido, dependiendo del ángulo en que un casual observador, sentado al lado de uno de los espigones del palacio real, viera la linterna que coronaba la bóveda del salón del trono.

La en apariencia pétrea figura se movió con el soplar del viento y extendió sus alas, una negra como el carbón y la otra blanca, imitando a la nieve.

Un gato, un gato alado de patrón atigrado, voló hasta una nubecilla tímida destinada a desaparecer por el rasgar del viento, pero el felino fantástico desapareció en medio de ese algodón de azúcar flotante.

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Amador se encontraba en conmoción, un momento caminaba sobre el pavimento de la calle y al siguiente, estaba en un lugar desconocido, siendo desnudado por animales gigantes, del tamaño de un hombre; eran ardillas, vizcachas, conejos y otros que le vistieron con prendas que reconoció como similares a las que tuvo que vestir cuando interpretó a Robin Hood en el teatro de su colegio, hacía ya décadas.

—Pero, ¿qué cosas son ustedes? —No logró respuesta alguna, los "animales que nos visten", como recordaba citaban los textos escolares a las criaturas antropomorfas que le rodeaban, solo le sonrieron y a base de empujoncitos, le llevaron hasta una oficina de aspecto severo, aunque elegante, la decoración le recordaba mucho al estilo victoriano en su mundo.

Tras un escritorio y sentado sobre un asiento mullido de alto respaldar estaba un gato, no era común y corriente, era enorme, tan grande como se dice que son los tigres blancos de Siberia, dicho ser contaba con varias colas, eran tantas, que Amador no pudo contarlas.

—Bienvenido, señor. Aquí dice que usted es Amador Caballero de la región conocida como latam entre los suyos.

—Sí, señor, perdón, ¿qué es este lugar?

—Es el cielo. Me temo, señor Caballero, que usted acaba de fallecer.

—¿Qué? no, no puede ser, ¡no puede ser! ¡Apenas conseguí el dinero suficiente para comprar un departamento y resulta que estoy muerto! ¡Estoy morido! —exclamó para luego a jalarse de los cabellos y reír como un poseso.

—El correctivo, el pobre lo necesita.

Ante la orden de su señor, uno de los animales antropomorfos golpeó en la cabeza del pobre con lo que parecía ser un martillo de esos que forma un payaso con globos en las fiestas infantiles. Después del rechinido, Amador recobró la compostura.

—¿Qué fue lo que me pasó?

—No pasa nada, fue solo un instrumento mágico que regula emociones desbordantes.

—No, señor, yo, yo, ¿quién es usted?

—Soy el dios gato.

—¿Dios? ¿Es usted Dios?

—Un dios. Ustedes los humanos hace tiempo que desecharon eso del politeísmo, mala idea.

Como que Amador estaba por tener otra crisis, el dios gato intervino dándole un resumen de lo que le sucedió.

—Usted tenía que ser secuestrado por una banda de ladrones al enterarse que iba a recoger dinero del banco. Lo iban a torturar, arrojar a un bote de basura y prenderle fuego, una muerte horrible, por tanto, para evitarle tanto dolor y sufrimiento, solo hice que su cuerpo material viniera al cielo.

—¡Es terrible! Le agradezco lo que hizo por mí, pero ¿qué me va a pasar?

—Creo que eso mejor lo explica el recién llegado —dijo al ver como un gato alado entraba a la oficina.

»Eros, que impaciente, mira que justo acabo de encontrar a la persona que buscas.

Neko Kamisama, le pido disculpas, pero en el mundo humano la cosa es apremiante. ¿Este es el humano?

—Sí, toma su expediente.

Amador se quedó mudo por la sorpresa, el gato parlante tenía un par de alas que contrastaban en color, portaba un carcaj dorado y flechas que hacían juego.

—Sí, es justo lo que estaba esperando. ¿Qué poderes planea darle, mi señor? ¿Le cambiará su apariencia y edad?

Apenas dijo eso y un círculo mágico apareció bajo los pies del hombre.

—¡¿Qué pasa?!

—¡No, no puede ser justo ahora!

Tanto humano y gato, desaparecieron en un parpadeo. Los animales que vistieron a Amador, miraron confundidos al dios gato.

—Estos humanos, tan impacientes, ¿no ven que en el cielo estamos muy ocupados? —Uno de los animales le trajo al dios un montón de papeles, documentos a los que tuvo que imprimir su rúbrica y sello tras un suspiro.

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Como si descendiera por un caleidoscopio de brillos chillones, así se encontraba Amador que no dejaba de gritar.

—¡Tranquilízate, por favor! —le pidió Eros, el gato alado.

—¡¿Qué sucede?!

—Los humanos han adelantado la invocación. Pronto vas a ser invocado a otro mundo.

—No entiendo nada de lo que dices. ¿Invocación? ¿Otro mundo?

—Ya lo entenderás, solo no pierdas la calma.

Apenas dicho aquello, hombre y felino aterrizaron suave sobre un piso de mármol o mejor sería decir que solo se materializaron sobre aquel.

Ver tantas películas clásicas le hizo reconocer los alrededores, estaba en lo que se llamaba el salón del trono, las figuras clichés de un rey y una reina, coronaban la escalinata corta de ese rectángulo de columnas corintias, filas de nobles y guardias reales.

Por suerte la temperatura era agradable, el frío no detonaría cualquier temblor producto de su inesperada situación.

—Bienvenido, héroe de otro mundo —dijo el rey, se levantó de su asiento, extendiendo sus brazos hacia Amador, escuchó los primeros ruidos sordos que iban entre los asistentes.

Siendo un adulto, creyó que sería infantil no controlar sus emociones. Sintió como sus uñas se enterraban en la palma de sus manos y dejó que el monarca se explayara en su disertación.

—¿Cuál es vuestro nombre?

Miró a ambos lados y el gato alado le dio un empujoncito.

—Me llamo Caballero, Amador Caballero —dijo con aplomo, aunque notó un leve temblor en sus manos.

—¡Un caballero, lo sabía, la invocación no se equivocó!

—Oye, ¿qué es lo que pasa?, como quiera que te llames —le preguntó en un susurro.

—No alces la voz ni gires hacia mí, se supone que soy invisible para los humanos, solo tú puedes verme y oírme. Pasa que fuiste invocado para ayudar a este reino contra las hordas salvajes del territorio trol.

—¡¿Qué cosa?!

—Oísteis bien, héroe de otro mundo —dijo el monarca, creyendo que Amador se dirigía a él—. No os preocupéis, se os entregará los mayores tesoros mágicos de la tesorería real.

—¿Mágicos? No entiendo nada. ¿Quiénes son estos trols de los que habla? ¿Soy una especie de mercenario contra un grupo que se le opone, Su Majestad? Supongo eso pues habló acerca de tesoros y una tesorería.

—Disculpad, sagrado héroe, puesto que vinisteis de un lugar muy remoto, seguro no sabes de la naturaleza brutal de los que habitan el territorio trol. Veréis, es en ese laberinto inconmensurable de quebradas y cañones, el lugar donde malviven terribles monstruos y bestias, todas ellas en guerra unas contra otras o al menos eso era hace cinco inviernos. Un chamán ogro apodado el Borrachón Culto, por su manía de degustar sesos de hombres sabios, vino a crear una especie de liga con la cochambre allí existente.

—Estimado héroe —intervino la reina que juntó sus manos a modo de plegaria—, simples hordas del territorio trol, jamás supusieron una amenaza para el reino de Soldat, pero el chamán reunió números absurdos y pese a su falta de pericia en la guerra, son sus multitudinarias fuerzas la baza que utiliza para representar una seria amenaza para ciudad Marcial. ¡Ayudadnos!, hemos estado proveyendo comida, dinero y seguridad a nuestros súbditos, pero me temo que no podremos seguir apoyándonos en discursos optimistas.

—Creo entender su petición, pero ¿yo contra esos monstruos? Solo soy un hombre.

—No vislumbréis pesar, que el héroe de otro mundo es imbuido de poderes fabulosos mediante el empleo de armas mágicas, instrumentos legados de otro tiempo que por sí mismos reconocen cualquier peligro ominoso al reino.

—A ver si comprendo, ¿me dice que tiene cosas que saben que el reino se encuentra en peligro y me pueden dar poderes?

—En efecto, no temáis. Traed las sagradas armas y armaduras del héroe.

A la orden del monarca, varios, en apariencia sacerdotes, salieron del salón.

El rey y la reina pidieron más datos de dónde provenía Amador. Se encontraban desconcertados por las cosas que escucharon, pero no pudieron reflexionar mucho aquello puesto que trajeron lo habido en la tesorería.

Todo brillaba y hasta el más ingenuo podría haber atestiguado el poder mágico. El aura de grandeza imbuido en cada centímetro cuadrado de los portentos que miraba tenía luz propia.

—Esposo mío, mirad.

—No entiendo, ¿qué sucede?

Las armas, armaduras, báculos y demás objetos mágicos de la tesorería dejaron de brillar. Los rumores acrecentaron y tensos minutos donde nadie sabía qué diantres estaba pasando transcurrieron en un parpadeo, por si eso fuera poco, el rugir del viento, como queriendo emular el bramido del poderoso tigre, se estrelló contra los ventanales, causando que uno estallara y provocara el pánico entre los asistentes.

CONTINUARÁ...

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