Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

El valle de los ninjas

El héroe sin harem

Capítulo 9: El valle de los ninjas

.

El cielo era irreal, un rojo que remplazaba al celeste, tenebroso espectáculo, más considerando que combinaba con los rojizos ojos de cuervos y grajos que, burlones, se posaban sobre los espantapájaros de esos campos de trigo mustios y ennegrecidos. La cacofonía de sus negros picos parecía advertir el peligro de adentrarse en esas tierras, pero un viajero sobre un burro hacía caso omiso a esos graznidos ominosos y omnipresentes.

—Qué lugar más extraño. No se ve a nadie por los alrededores, no es tierra baldía, aquí y allá veo signos de civilización, pero ¿dónde están todos? —preguntó Amador que se movía inquieto sobre su montura que iba con mansedumbre.

—Lunar es un condado que goza de un gobierno autónomo por parte del reino, es un lugar muy diferente a lo que puedes encontrar por el continente, de todas formas, los campesinos deberían estar cultivando sus tierras, es raro que eso no suceda —dijo Eros, sin poder dar una acertada respuesta a la interrogante. Sus largos bigotes se extendieron hacia adelante y empezó a otear a la distancia.

—¿Y bien?, ¿descubriste algo? Contéstame que ya me estoy poniendo nervioso en este tétrico camino.

—No huelo a sangre ni a madera quemada, así que no te preocupes, no hay bandidaje por los alrededores.

—Si los bandidos no han ahuyentado a los campesinos, ¿dónde diablos están? Y ¿por qué demonios el cielo es tan rojo? ¿Por qué hay tantos cuervos?, ya cansa el ruido que hacen los malditos pajarracos.

—El cielo se pone así en estas latitudes, es algo originado por las dos lunas cuando están en el cielo en esa posición, hacen que todo se ponga rojo.

—Qué efecto visual más pavoroso, ¿y los campesinos?

—Pronto pasará este color del cielo, solo dura un par de horas, pero se extiende por unos días; en cuanto a los campesinos, pues ni idea de dónde podrán estar.

Amador suspiró resignado y siguió sobre su manso burrito.

Lo que le dijera Eros fue verdad, la escasa arquitectura que veía junto al camino, le recordó a las estructuras de madera del lejano oriente en su mundo natal, extraño, considerando que se hallaba en un continente cuya cultura estilo Europa medioeval era hegemónica de costa a costa.

Las construcciones se hicieron más numerosas y enfrente de lo que parecía ser un castillo japonés, se apretujaban los curiosos que no podían entrar por orden de los daimyo.

—¡Déjenos entrar! ¡Queremos saber qué es lo que pasa! —reclamaron varios campesinos ante el guardia, el único que guardaba la puerta del castillo.

El guardia era de complexión atlética, rostro embozado por una especie de bufanda, contaba con un sombrero de mimbre de ala ancha que cubría sus ojos por lo que no se podía ver sus facciones y adivinar su edad, lo único que se sabía es que era alto, con toda seguridad era mucho más alto que los hombres iracundos de la entrada y el propio Amador.

Ante el silencio del portero adusto, una piedra, arrojada por alguien, impactó en el pecho. Un gemido salió de labios cubiertos por telas oscuras.

«¿Es una mujer?», pensó Amador. Más piedras y otros gemidos femeninos, le hicieron reaccionar.

—¡Alto! No sé qué sucede, pero no deberían apedrear a una mujer —gritó y sin bajarse del burro, fue hacia el guardia que de nuevo se puso firme ante el desconocido.

»¿Estás bien?

—No necesita preocuparse por mí, extranjero. Es mi deber cuidar de la puerta hasta que reciba la orden de mi capitán.

—Aplaudo que seas tan responsable, pero es peligroso con tanta gente que está impaciente por entrar, ¿acaso no tienes a nadie que te ayude?

El chasquido de una lengua le dio a entender a Amador que tocó un punto sensible.

Los campesinos dejaron de prestar atención al hombre y su burro, se dispusieron a arrodillarse para coger más piedras y a arrojarlas contra la mujer de elevada estatura, sin embargo, justo en eso las puertas se abrieron y se aproximaron más guardias, estos, a diferencia de la mujer, sí vestían con armadura ligera de estilo oriental, sus miradas infundían temor, por lo que los campesinos dejaron su belicismo, atentos para escuchar cualquier palabra de los guerreros.

—Demasiado alboroto, sabía que la baja tarea sería demasiado para ti, mujer sucia.

—Discúlpeme, capitán, le aseguro que todo estaba bajo control.

—¿Y este extranjero? ¿Qué asunto puede traer a un foráneo a las puertas de los daimyo?

«¿Foráneo?», pensó Amador con disgusto. Pese a que se sabía insultado, decidió no echar más leña al fuego, apaciguando su temperamento.

—Disculpen, aunque no sé muy bien qué es lo que pasa, no podía quedarme de brazos cruzados al ver como una multitud estaba a punto de lapidar a una mujer.

—Es el trabajo de la mujer sucia guardar la puerta, no te metas en lo que no te llaman, foráneo.

—No es mi intención meterme donde no me llaman, pero veo muy mal el hecho que no se otorgue ayuda a un guardia solitario. Cuidar de la entrada de este castillo ante una muchedumbre enojada, es mucho pedir para un solo hombre, mujer en este caso.

Los guardias desenvainaron sus katanas y Amador no supo de dónde sacó la suficiente sangre fría para no echarse a temblar en ese instante.

—Por favor, honorable extranjero, mida sus palabras. Capitán, no hay necesidad de derramar sangre, solo es un viajero que no conoce nuestras costumbres.

—Por lo mismo debería tener más cuidado. Tú, extranjero, ¿acaso eres un comerciante?

—Algo por el estilo, soy más como un cachivachero que hace trueques aquí y allá donde me lleva el viento.

—Pues tus pasos te llevaron al lugar equivocado, vete de la villa.

—Lo haré, cuando el viento así me lo diga.

El samurái frunció el ceño, cosa que también hicieron sus compañeros, por fortuna para el hombre del burro, un grueso ciudadano vestido con sedas impidió cualquier acto de violencia.

—¿Qué sucede aquí?

—Señor Pengin, solo un extranjero que aboga por la mujer sucia, la inútil no puede ni siquiera cuidar la puerta del castillo.

El hombre se adelantó; aunque su porte no inspiraba respeto, de todas formas, la muchedumbre bajó sus cabezas con mansedumbre, abandonando todo acto de belicismo.

—Lex, veo que estas diligente como de costumbre, ya puedes retornar a tus labores habituales, la reunión de los daimyos ha terminado.

Tanto la mujer como los campesinos ahogaron preguntas en sus pechos, interrogantes que deseaban obtener una pronta contestación.

—Escúchenme todos —dijo el suave de oronda cintura—, descubrimos la identidad del que ha estado masacrando el ganado y asesinó a uno de los daimyos. Resulta que es un oni el responsable de nuestro pesar.

—¡Un oni! ¡Es un oni! ¡Qué horror! —exclamaban los campesinos, intercambiando miradas de miedo, parecían corderos que se enteraban de la presencia del sanguinario lobo.

—¿Qué es eso de un oni? —murmuró Amador a Eros que volaba cerca de su hombro derecho.

—Es así como llaman a los demonios en este pueblo.

—Señor Penguin, ante la amenaza, ¿los daimyo pedirán refuerzos del reino? —preguntó el capitán de los guardias.

—Esa fue mi sugerencia, pero los otros daimyo consideraron que eso traería el deshonor a nuestra gente, después de todo, ¿acaso no son nuestros shinobis los mejores pagados por el reino y otros cuando se trata de eliminar amenazas como la que tenemos? Recuerden que hace trescientos años que varios daimyo huyeron en embarcaciones tratando de evitar la cólera del shogun, llegamos a este nuevo territorio y se nos dio autonomía a cambio de nuestros servicios, no sería conveniente pedir ayuda, el asunto del oni deberá ser resuelto por nosotros mismos. No teman, volved a vuestras casas y atended los campos, el consejo de los daimyo se ocupará.

Los campesinos no se atrevieron a más. solo intercambiaron breves rumores y se alejaron con la esperanza de que sus señores desterrasen para siempre la amenaza del demonio.

—Extranjero, disculpad la rudeza de los samuráis, no forma parte de su naturaleza debatir con sus inferiores —dijo y lanzó una mirada imposible de discernir si era de odio u otra cosa a la mujer que antes fue apedreada—. Lex, quiero que lleves al honorable extranjero a una posada respetable, también es mi deseo que le instruyas sobre nuestro pueblo, para que de esa forma no cometa más irreverencias que pueda lamentar después.

—Sí, señor Penguin —dijo Lex, inclinando su torso, así ocultaba la frustración en su rostro.

—Gracias, señor —dijo Amador, considerando que debía ser educado en tierra extranjera de habitantes que no se tomaban a la ligera actitudes irrespetuosas.

—Sígame, señor...

—Amador, solo llámeme así, sin honoríficos.

—Lo mismo digo, soy Lex. le guiaré a una buena posada y ahí podrá hacerme las preguntas que desee.

La mujer fue por delante y, más pronto que tarde, llegaron al poblado donde, luego de cobijar a su mansa montura en un establo, acompañó a la guardiana a la posada, lugar en el que se registró.

—Por favor, toma siento, yo invito los tragos.

—No sé si debería, Amador.

—Te llamas Lex, ¿cierto? Si lo que te preocupa es tomar estando de servicio, te recuerdo que ese señor tuyo, ese Penguin, dijo que me informarías mejor sobre este pueblo, preferiría que tomaras algún refresco, puede que incluso algo de comida, mira que también estoy hambriento.

Lex frunció el ceño como si quisiera contradecir, pero en eso sus tripas rugieron y no le quedó más remedio que aceptar la oferta.

—Bien, ¿qué quieres saber? Escuché que eres un cachivachero que hace trueques de pueblo en pueblo. ¿Qué te sucede?

Amador no le contestó, estaba atento con la mirada hacia ella, pero no era a la mujer a la que observaba, sino a su pantalla isekai, la cual era invisible para los demás, lo mismo que el gato volador.

Lex Otonashi.

Humana.

Profesión: kunoichi.

Habilidades: Técnica de oído súperdesarrollado.

Gustos: Gatos, fideos y puzles.

Taras: es menospreciada por ser mestiza.

Parientes: Botan (vivo).

—¿Estás escuchándome?

—Perdona, me distraje viendo tus ropas, ¿no crees que ya es hora de que muestres tu rostro?

Lex apretó los puños, no fue un tic producto del enojo, sino de la vergüenza, sus ojos miraron a los costados y un suspiro salió por la tela que cubría sus labios.

Si al principio la apariencia de Amador, trajo la atención de los parroquianos de la posada, era la joven mujer la que era la comidilla de las murmuraciones que iban y venían.

«Es rubia, es bonito su cabello, pero no creo que sea eso lo que atrae la atención de los demás», pensó Amador y recordó lo que vio en su pantalla isekai. «¿Mestiza? ¿Por eso tiene ese color de cabello? Sus ojos también son diferentes, son verdes».

—¿Te sorprende mi apariencia? No te culpo.

—Perdona, veo que aquí hay una historia, pero no te obligaré a contármela.

—Descuida, creo que es mejor que lo sepas. Mi nombre es muy inusual en este pueblo, eso es porque mi madre se enamoró de un extranjero y me tuvo, por eso no tengo apellido.

Amador miró con disimulo a su hombro izquierdo.

Otonashi quiere decir sin apellido —le contestó Eros.

—Ya veo.

Lex se acercó a Amador, lo suficiente para que el hombre se pusiera nervioso. A tan corta distancia pudo apreciar mejor el par de incisivos de la dentadura, eran más grandes que el resto.

—¿Con quién estás hablando? Noté que a veces miras sobre tu hombro y en la puerta del castillo escuché como le murmurabas a alguien.

«¡Su técnica ninja!», pensó Amador al recordar la información de su pantalla ingrávida.

—Aunque me ordenaron que respondiera a cualquier pregunta que me hagas, no me sentiría cómoda sabiendo que me estás ocultando algo.

Los demás parroquianos estaban ocupados cuchicheando porquerías con respecto a Lex, ignorantes del duelo de miradas entre el ex héroe de otro mundo y la kunoichi. Los dos serían la comidilla de los habitantes del valle.

CONTINUARÁ...

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro