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Alfeñique

Duro de matar, el isekai

Capítulo 1: Alfeñique

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El canto de los ruiseñores no compaginaba en lo más mínimo con las sombras erectas alrededor de una pira cuyo centro lo constituía un pilar ennegrecido que hasta hace un momento sostenía la figura humana conformada de convulsiones y alaridos.

Las sombras caminaron en círculos y se reveló que tales apariciones eran sectarios; entonaban salmos proscritos, seguros de nunca ser punibles debido a sus riquezas e influencias. Esa confianza resultó vana al escuchar el ruido de las armaduras y el relincho de los caballos de guerra.

Pasos veloces y órdenes que exigían rodear y matar, nadie en armadura sugirió tomar prisioneros.

Acostumbrados de atormentar solo al desvalido, su resistencia fue infantil ante los soldados del rey que los lancearon como si fueran simples jabalíes.

Luego vino la laboriosidad de los burócratas y similares, catalogando todo y por ello mismo: mobiliario, pieles, vestimentas y cuerpos humanos, se amontonaron fuera de la mansión estilo victoriano y de allí se los catalogó y separó.

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Ajeno al mundo de fantasía, un alfeñique laburaba en una peletería, maldiciendo ser explotado en la región conocida como Latinoamérica, un puto más en el engranaje del sistema. Anhelaba, deseaba ser algo más, pero su pésima constitución le privó de ser uno de esos machos alfa que tanto se ven en las pantallas de cine.

Vino el fin de mes y recibió su magra paga; contento, consideró darse un lujo y comprar una tortita, aprovechando los bajos precios debido al Día del Padre. Él no era ningún padre de familia y nunca conoció al suyo, pero en esa vida tan miserable, cualquier descuento era bien recibido.

Vio el escaparate de una tienda: los maniquíes de novias se veían primorosos. Se imaginó en el altar, vana fantasía, ni novia tenía con la pobreza de sus bolsillos; mejor satisfacer el estómago que el corazón, pero en ese momento, la soledad mordió.

—¡Ayuda, me roban! —fue el grito desesperado de una jovencita de buena presencia, forcejeaba contra un cretino que quería sustraerle el celular.

«¡Es Celeste!», pensó al reconocer a su interés romántico, su crush, que era la chica del puesto de telefonía móvil.

Sus deseos de ser algo más de lo que era y el impulso del azúcar del pastelito, hicieron surgir en el alfeñique valentía y arrojo. Fue pronto a ayudar a la chica.

El peletero recibió una paliza en medio de un corro de curiosos.

—Puto eres, ¿pa qué te metes? ¡Burro, burro! Enano flacucho de mierda —dijo y luego rompió el cerco de indiferentes a base de empujones y codazos. Tuvo el derrotado que incorporarse solo, ni la Celeste vino en su ayuda.

Regresó a su casa y supo recién al día siguiente, que la chica por la que sentía algo, fue asesinada, de seguro por el mismo ladrón que barrió el piso con él.

Gracias a las declaraciones del alfeñique, se arrestó al feminicida, pero como es costumbre en estos casos, la mafia de jueces y fiscales, liberaron al asesino y aquel planeó venganza contra el que declaró en contra suya.

«Ya te vi, enano cojudo», pensó al ver a su objetivo y pisó el acelerador. El camión aplastó al pobre peletero contra una pared.

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La sensación era extraña, no sentía calor o frío, incluso su cuerpo le pareció inmaterial y por más que quiso, sus ojos no pudieron enfocar nada más que un resplandor blanquecino que todo lo envolvía, sin embargo, tal luminosidad omnipresente no hería a los ojos.

Por fin sintió su espalda, estaba sobre un piso frío de mármol. Se levantó preguntándose dónde estaba, pero una puerta se abrió en esa especie de morgue alba y de estilo minimalista.

—Ya está aquí, vengan todos —dijo nada más ni nada menos que un gato gigante, de la misma altura que el hombre. Otros animales vinieron, todos los que te enseñan en el colegio con respecto a su uso de pieles o lana y su utilidad como vestimenta humana.

«Animales que nos visten», pensó en las clases del colegio y sonrió, en efecto, esas criaturas que caminaban con los cuartos traseros, procedieron a vestirlo.

La ropa era de estilo antiguo, como la de un campesino de la edad media de Europa.

—La tela es buena, se alarga dependiendo la categoría que vas a elegir.

—¿Cómo? ¿Qué dices? ¿Quiénes son ustedes y dónde estoy?

No le hicieron caso, solo le sonrieron y, a base de empujoncitos, le llevaron por corredores de estilo oriental, clásico, egipcio y victoriano, hasta llegar a una gran oficina cuyo punto focal principal lo constituía un enorme escritorio en cuya silla de respaldar alto, se hallaba un gato enorme, mucho más que el resto y que de paso, tenía montón de colas.

Aunque limpio, el conjunto se veía desmejorado por la pila de documentos y otros elementos de un oficinista muy ocupado. Un cartelito dorado rezaba la leyenda: "Neko Kamisama".

—Perdón, ¿quién es usted y qué sitio es este?

—Por fin llegó usted, se suponía que vendría el año pasado. Soy el dios gato y este es el cielo.

—¿El cielo? ¡¿Significa que estoy muerto?! —dijo asustado y empezó a angustiarse, por consiguiente, a una señal suya, un gato le dio en la cabeza con una cachiporra que parecía formada por globos de esos que hace uso un payaso en fiestas infantiles.

El rechinido le volvió a la calma y preguntó más cosas. Todas las interrogantes le fueron contestadas.

—Así que debido a mi fuerza de voluntad en seguir con mi vida, pude seguir viviendo.

—En efecto, debo decir que eres una persona muy fuerte, nya.

—¡Pero solo extendí mi vida un miserable año! En cuanto a eso de ser fuerte, ¡mírame! Dime, si eres dios, ¿por qué dejas que nos pasen cosas tan malas?

—Tontos humanos, eso de una deidad omnipresente, omnipotente y omnisciente, son solo paparruchas. Además, los humanos han reducido a Dios a Harry Potter, ¡le piden cosas como si fuera un mago! Dios y el cielo no funcionan de esa forma, nyo.

—Entonces, ¿qué va ser de mi?

—Como has sido una buena persona y amante de los animales, serás isekeado. En cuanto a tus estadísticas...

—¡¿Voy a viajar a otro mundo?! ¡Qué bien!

—Sí, elige tus estadísticas, por favor.

—Ya me he decidido. Durante toda mi vida fui un petiso debilucho, quiero ser grande y fuerte para proteger a las personas, no me interesa nada más.

—Pero de esa forma tu personaje va a estar desbalanceado.

—No me importa, pon todos mis puntos en mi tamaño y fuerza.

—Creo que no entiendes...

—Por favor, estoy cansado de ser un alfeñique, ni siquiera pude proteger a la chica que amé —dijo y se puso a llorar con un llanto que conmovería a las mismas piedras.

—De acuerdo, luego no te quejes, pero siendo tan bueno como eres, te daré una bendición que vaya acorde a tus deseos. ¡En hora buena, humano! Prepárate para tu nueva vida en mundo de fantasía, que te sea propicia, al menos más que en tu mundo natal, nya.

Un círculo mágico apareció a los pies del hombre y en un par de segundos, desapareció todo vestigio del alfeñique.

—Espero haber hecho lo correcto, en fin, después de todo: El cliente siempre tiene la razón —les dijo a sus subalternos gatunos y de nuevo se puso a revisar documentos y estampar su sello y firma en ellos, la labor de un dios nunca acaba en el más allá que es tan burocrático.

CONTINUARÁ...

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