Privilegios de la sirvienta a prueba
Corazón grande, corazón pequeño
Capítulo 14: Privilegios de la sirvienta a prueba
.
Era su mejor vestido, el que usaba para ir a la iglesia una vez a la semana, lo mismo que en su mundo natal. Pese a que no estaba en el exterior, sino dentro de su humilde casa, decidió mantener el sombrero sobre la cabeza, la razón: la ansiedad. Tenía miedo de que, debido al nerviosismo, se pusiera a estrujar el bonito sombrero que le compraron sus padres por lo que el objeto de sus inquietudes pasó a ser el pañuelo bordado que era retorcido entre sus dedos.
Sus padres también estaban vestidos como para ir a la iglesia, sin embargo, no era a la casa de los dioses donde debían ir, de hecho, no planeaban salir, estaban bien vestidos a la espera de alguien.
Un par de golpecitos hizo que Joselyn dejara de retorcer el pobre pañuelo. Los padres, por otra parte, se levantaron de los asientos y con un último movimiento de la palma de sus manos, trataron de limpiar los trajes.
Joselyn, la madre, fue a la puerta y abrió aquella mostrando una sonrisa:
—Buenos días, usted debe ser el señor Smith —le dijo a un hombre de cabello rubio cortado con prolijidad, vestía un terno gris, impecable, que no hacía juego con la sonrisa que era cálida—. Por favor, pase usted, es bienvenido a nuestra humilde casa. —Le invitó a pasar una vez el hombre asintiera, verificando así la identidad.
Hamilton también le saludó y sonrió con sinceridad al notar que el saludo de Smith no era frágil, los dedos apretaban con cortés fuerza.
—Usted debe ser la señorita Joselyn, ¿no es así? Es un placer. La veo lista para ir a la mansión del amo Karlsen.
—El placer es todo mío, señor Smith. Sí, ya estoy arreglada, lo estuve desde temprano. —Otra vez empezó a arrugar el pañuelo.
—Espero no haberles hecho esperar.
—¡Nada de eso, señor! Usted llegó a tiempo, solo que mis papás y yo quisimos alistarnos temprano solo por si acaso.
—Ya veo. Bueno, ¿está lista para partir?
—Sí, acá tengo a Garibay, es mi gatito —dijo y le mostró la cesta de mimbre donde estaba el gato de pelo corto color beige. Se lo veía tranquilo y ni maulló al ser alzado con brusquedad debido al nerviosismo de la hija de los Sackville.
—¿No se quedará a tomar siquiera una tacita de té?
—Se lo agradezco, señora, pero creo que lo mejor será no perder ni un momento. El mayordomo en jefe, el señor Riggs, es estricto en cuanto al tiempo.
—En ese caso, no le haremos perder más el tiempo, fue un placer. Joselyn, no te separes del señor Smith y obedece todas las instrucciones que te dé el señor Riggs —dijo el padre.
Así se lo prometió la hija. Sosteniendo el sombrero con una mano y la cesta de Garibay con la otra. Abrazó a sus padres y fue al lado de Smith, el guía que la llevaría al mundo de los gigantes y en especial, a la mansión de la familia Karlsen.
Fueron a la estación central y tomaron un tren reservado para los humanos que tenían que trabajar en el territorio de los gigantes. No es que hubiera una gran diferencia en tamaño como la de un hombre sosteniendo y pudiendo ocultar en la palma de la mano a una frágil hada, el humano promedio medía para un gigante, lo que una muñeca de medio codo para un humano. De todas maneras, esa diferencia bastó para que los ingenieros y arquitectos gigantes, diesen lo mejor para construir el mundo actual.
El gigantesco tren tenía varios pisos y se detuvo en varias paradas, siendo una de las últimas, la que correspondía a Smith y Joselyn.
Un coche a vapor, acondicionado para pasajeros humanos, esperaba a los pasajeros habituales, en aquel subieron los dos y bajaron al poco tiempo en una parada donde los estaba esperando un carruaje.
—Este es el último embarque, señorita Joselyn. El carruaje pertenece a la familia Karlsen —dijo Smith, la ayudó a cargar la cesta de Garibay—. Iremos por un camino paralelo, hasta la entrada posterior de la mansión, allí la estará esperando el señor Riggs.
—¿El mayordomo en jefe irá en persona a recibirme?
—Sí, es su trabajo. Entiendo, seguro se siente insegura, no se preocupe, debido a las muchas ocupaciones del señor Riggs, que seguro dejará su tutela a una de las sirvientas de más experiencia, no tiene de qué preocuparse.
Eso tranquilizó un poco a la joven y al mismo tiempo le hizo preguntarse respecto a quién le tocaría para que le enseñara todo lo que debería saber. Esperaba que fuera alguien paciente como las maestras de las clases prácticas y no una mujer estricta como la directora.
Cipreses gigantescos ocultaban el muro perimetral de la mansión. Un camino ascendente que circulaba por el lado izquierdo fue hacia un enrejado de tamaño para los humanos, se situaba cerca de la esquina derecha (viendo hacia el jardín del frontis) de la mansión.
Un mozo humano abrió la reja y les dejó pasar. Tras la reja un tanto descuidada a diferencia de la principal y mirando hacia la parte posterior de la mansión, estaba un camino con una pequeña arboleda por el lado derecho y un muro pedregoso que caía en vertical hacia las aguas del lago. El camino fue breve y llegaron a un claro donde estaba el señor Riggs, observaba un reloj de cadena, eso asustó un poco a la isekeada, pero el rostro del mayordomo no lucía severo, una sonrisa tenue de paz lucía detrás de los bigotes.
—Buen día, señorita Sackville, espero que no haya tenido problema alguno en llegar hasta la mansión Karlsen. Tomas, te agradezco que hayas tomado parte de tu tiempo libre en servir de guía a nuestra nueva sirvienta.
—De nada, señor Riggs, fue todo un placer. ¿Es ese el nuevo puesto que ocupará la señorita?
—Mejor dicho, sirvienta personal del señorito Karlsen, y estará en periodo de prueba.
—Buen día, señor Riggs, le doy las gracias de nuevo por la oportunidad, y descuide, no hubo ningún problema para llegar a la mansión, el señor Smith fue amable en todo momento.
—Me alegro escuchar eso. Bienvenida a la mansión Karlsen, le he asignado a la señorita Jones para que la guie antes de que comience el periodo de prueba, confío en que se familiarice con prontitud.
—Así será, señor Riggs, se lo prometo —dijo y el gigante le sonrió. Sin que mediara palabra alguna del mayordomo, una mujer humana, vestida con traje de sirvienta, se acercó a Joselyn, traía en sus manos un paquete forrado en papel madera.
—Buen día, me llamo Margaret Jones, seré tu guía e instructora en la mansión. Toma el paquete, es para ti, es el uniforme de las sirvientas de la casa Karlsen.
—¿Mi traje oficial? —Recibió el suave envoltorio con manos temblorosas, tanto, que temió soltar la canasta de Garibay.
—¿Es tu gatito? No sale de su cesta, se ve que es mansito, eso es muy bueno para pilotar el robot de servicio —dijo y Joselyn, luego de saludarla y agradecerle por el paquete, le pasó la cesta.
«Vaya, que traje más hermoso, es igual de largo que los que nos daban en la academia, pero este tiene muchas más volandas y el color azul marino se ve precioso. ¿También tendré que ponerme ese moño sobre el pecho?
Riggs consideró que el tiempo prudencial hubo transcurrido y se fue a atender otras obligaciones. Margaret invitó a Joselyn a seguirla al área de empleados humanos, la cual era una construcción adyacente a la pared occidental de la mansión.
—Dime, Joselyn, pasaste por todas las pruebas de la academia salvo el examen final, ¿cierto?
—Sí, no sé qué me pasó, supongo que me puse nerviosa.
—Suele pasar, por eso permiten que las mejores alumnas repitan el examen luego de un año, claro, que es difícil aprobarlo al no tener un robot de servicio propio.
—Eso mismo pensé, por eso que mi padre hizo que pilotara su robot, él es un minero de carbón.
—Escuché algo al respecto. Espero que me pongas al corriente, no pude preguntarle muchas cosas al señor Riggs para no pecar de entrometida. Corren muchos rumores por aquí, la mayoría muy locos y espero que sea la primera a la que le digas cómo pasaron las cosas, me muero de ganas por contárselo a las chicas.
—¿Hay más sirvientas humanas?
—Claro que las hay, la mansión es enorme. No solo mujeres, también hombres, ellos por lo general se ocupan de los jardines que, te diré, es la mitad de toda la mansión; las chicas nos ocupamos de las macetas interiores, son tantas, que hay un grupo entero dedicado solo a eso.
—Impresionante. ¿Es por aquí?
—Sí, bajando los escalones. La mansión se asienta en una montaña aplanada. Aquí lo tienes, el nivel superior mira a la entrada de servicio de los humanos. También hay sirvientes gigantes, pero son muy pocos, los cuentas con los dedos de una mano, por lo general somos nosotras, las que se encargan de todo, para eso tomamos el pasillo de la izquierda, es muy largo y atraviesa toda la mansión en un eje horizontal, así podemos ir a cualquier lugar con relativa rapidez con nuestros robots.
—¿Y qué modelos usan? En la academia teníamos nuestros propios modelos de práctica.
—¿Esos? Bastante obsoletos, seguro todavía usan los viejos modelos Tjener mk.15
—Exacto, ¿acaso egresaste de la academia Miss Shanon? ¿Conociste a la directora Hopkins?
—¿Esa solterona amargada? Claro que la conocí, trabaja allí desde hace décadas. Mi tía también egresó de Miss Shanon, seguro la conociste, es la profesora Taft.
—¡Taft es tu tía!
—También el abuelo de Clarence trabaja allí, es el mecánico en jefe. Perdón, te confundí, Clarence te trajo hasta la mansión —dijo y una sonrisa ensoñadora se dibujó en sus labios. Joselyn podría jurar que le vio por un segundo un rubor que compaginó con el cabello color ocre.
»Los modelos que usamos son del tipo Servitor mk. 9, modelos superiores, te lo garantizo, ¡ni botan humo apestoso por los escapes de la espalda!, los purificadores de aire de las islas de Yamato son lo último de la tecnología. Son equiparables a los modelos que usan los deportistas en la liga de gigantes, claro que esos no llevan purificadores y tienen una coraza extra. Se supone que debemos servir la cristalería, no romperla como un toro suelto en una.
»Bien, llegamos a tu habitación, ten la llave del postigo no la vayas a perder, el portalón interior se puede abrir solo desde dentro, pero no creo que necesites abrirlo, de todas maneras, siempre aceita los seguros para que no metan ruido en caso de tener que abrir.
El cuarto era de techo altísimo, se vía limpísimo y cómodo. Más que un catre, era una cama de madera robusta, en el espaldar estaba esculpido en bajo relieve el escudo de la familia Karlsen. Contaba con una mesita de noche, un ropero, una cómoda con espejo triple, todo el mobiliario era de madera oscura y compaginaba con el papel tapiz que hacía ver la ilusión de paredes de madera con alfombras persas de color verde, también contaba con una palangana.
—Incluso cuenta con un cuarto de servicio propio. La letrina es de cadena, iguales a las que se encuentran en nuestro mundo, allá en la ciudad.
—¿Todo se ve muy bonito? ¿Todos los cuartos de las sirvientas son así?
—Por supuesto que no, solo el Señor Riggs y mi persona, por ser la jefa de las sirvientas, tenemos un cuarto de servicio propio. Lo tuyo es una excepción porque serás, espero, la sirvienta particular del joven amo Karlsen.
Se sorprendió con esto, esperaba que alguien del rango de Margaret fuera una mujer con más edad y menos pulgas, pero Jones se veía amable y cercana.
Se vistió lo más rápido que pudo y al terminar, Margaret le dio el visto bueno. Salieron del anexo de los empleados y recorrieron un camino que bordeaba una fuente que colindaba con una de las esquinas del garaje como le llamaban las sirvientas.
Allí se encontraban los robots, estaban pintados de un negro y un blanco que trataba de emular el traje de un mayordomo de amplio tórax. Algunos hombres estaban puliendo las corazas, cosa que a Joselyn le pareció innecesario porque se veían muy lustrosas.
A invitación de Margaret subió a la cabina y vio la mayor diferencia. La consola no era de hierro, sino de madera blanca, pero lo más notorio fueron las palancas, eran ergonómicas, no tendría que estirarse y sufrir dolores en la baja espalda luego de una sesión de trabajo con los gigantes de acero.
CONTINUARÁ...
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro