Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Máscara contra cabellera

Corazón grande, corazón pequeño

Capítulo 22: Máscara contra cabellera

.

Se levantó más temprano que de costumbre y debido al frío que antecedía la nueva jornada laboral se puso un chal sobre los hombros. Estuvo concentrada en zurcir algo y apenas tocó el reloj despertador, que sonrió contenta, sosteniendo aquello que fue objeto de las atenciones de la aguja y el hilo, lo levantó para mirarlo con más detenimiento.

Se cambió rápido, fue junto con Garibay al hangar y se subió al robot, de allí fue hacia la habitación de Sinem, lo mismo que todos los días, la rutina de esperar a que terminara de lavarse y vestirse no tuvo cambio alguno salvo el hecho que Joselyn tocó la puerta para pedir permiso.

—¿Qué sucede? Te ves muy contenta, como si planearas algo —dijo al ver a su amiga dentro de la cabina del robot, tenía el vidrio desplegado hacia atrás.

—¿Qué yo planeé algo? Planeamos querrás decir —corrigió y Sinem tragó saliva. Luego de que el abuelo le negara el permiso para jugar un partido de balón mano-once, que Joselyn le prometió que tendría un plan, uno mejor que involucrar mandar al gato a nadar en busca de ayuda—. Me costó mucho trabajo meter tanta tela en mi cuarto, pero tenía miedo de que, si la pusiera en otro lugar, alguien la descubriría y no quería preguntas de las chicas.

—¿Tela? ¿Qué has estado haciendo? ¿Esto tiene que ver con el plan ese que me comentaste que tendrías?

—Claro, oye, espero que no te estés acobardando, recuerda que todo lo estoy haciendo por ti.

—Gracias, descuida, no me voy a echar para atrás, pero me quieres decir qué cosa hiciste.

—Para eso quiero que tomes un bolsón y me acompañes a mi cuarto.

—¿Dónde tú duermes? ¡No puedo hacerlo!, no sería correcto ir a la habitación de una chica.

—No seas niño, te doy permiso. ¿Qué te pasa? Se supone que los chicos de tu edad buscan una y mil excusas para meterse en el cuarto de las chicas.

—¡No digas eso! Bueno, iré, déjame buscar un bolso, ¿qué tan grande debe ser?

—No mucho, ese de allí estará perfecto... Te ves bien, vamos antes de que los pasillos hormigueen de robots, las chicas son tan curiosas.

Elevó un poco las cejas y sonrió con lo que dijera su amiga, sin perder tiempo, fue con ella, en efecto, se empezaban a escuchar los rumores del personal de la mansión, pero todavía no hubo un robot a la vista. Al llegar a la puerta, tuvo dudas.

—No es hora de ponerse tímido, pasa antes de que alguien nos vea—le dijo y abrió el postigo, luego recorrió los cerrojos que abrían el portalón interior, fue una suerte que siempre recordó echarles aceite para que no chirriaran en caso de abrir.

Miró hacia todos lados, tratando de no mirar a Joselyn directo a los ojos, no fuera que el nerviosismo le traicionara.

—¿Y bien? ¿Qué te parece? ¿Primera vez en el cuarto de una de las sirvientas, digo, de una chica?

—No, yo estuve antes en el cuarto de mi tía, a veces suelo estudiar allí, me prepara a veces galletitas.

—Mette no cuenta —dijo tratando de no reírse—, es tu tía, me refiero: ¿es tu primera vez? Digo, ¿entraste antes en el cuarto de una mujer?

—No, nunca, yo...

—Basta de bromas, solo te estoy pinchando. Mira hacia el rincón, no son sábanas.

—Ya veo, ¿por qué los cuartos de las sirvientas son de techo tan alto?

—Solo es mi cuarto, el de las chicas se ve normal. Seguro antes pertenecía a un gigante, por eso es tan grande. Agregaron un baño privado, ese es de mi tamaño. Bueno, no perdamos el tiempo, coge esas cosas y dime qué te parecen.

Así lo hizo y se sorprendió con el diseño que tenía entre las manos, jamás vio algo así en la vida.

—Pero ¿qué son estas cosas? Parecen una especie de máscaras de un baile de disfraces, pero nunca vi este tipo de diseño.

—No son para un baile de gala en un palacio, son máscaras de lucha libre.

—¿Lucha libre? ¿Qué es eso? ¿Te refieres al boxeo?

—No es boxeo, es..., complicado, de todas maneras ¿qué te parecen?

—Se ven curiosas, son tres, ¿para qué son? ¿Quieres que me los ponga? ¿Con qué objeto?

—Creo que me obsesioné y cosí más de la cuenta. En fin, les llamo: El Santo, Blue Demon y Mil Máscaras.

—¿De dónde sacas tanta imaginación? —preguntó, arrugando el rostro—. Deberías escribir obras teatrales como Antón Chéjov, te iría bien.

—Póntelos, quiero ver si te quedan.

—Pero ¿para qué?

—Son para el partido que vamos a tener en la mina. Solo piénsalo, ¿en verdad crees que el equipo de gigantes va a permitir que el heredero de las minas Karlsen juegue el último partido? Nada de eso, y aunque así fuera, ninguno querría taclearte. ¿Dijiste que querías participar en un partido de verdad?, pues ahí lo tienes, es la única forma en que se te cumpla tu deseo.

—Tienes razón, las sirvientas o mecánicos no jugarían en serio conmigo. Me los imagino desmayándose o tropezando para dejarme pasar con el balón y anotar.

—Patético ¿no es así? Con estás máscaras nadie se contendrá contigo. Los únicos que sabrán de tu identidad serán los chicos de los Estercoleros. Hablé con ellos y están felices de que por fin se haya completado la cuota de jugadores para el último partido.

—¿Saben que mi abuelo no me dio permiso para jugar?

—Se los diremos luego, también a tu abuelo: "Ojos que no ven, corazón que no siente".

El gigante asintió y Joselyn le metió prisas para que metiera las máscaras en el bolsón.

Para que no se viera sospechoso, la humana decidió abrir el postigo antes que el portalón. Ahogó un grito al ver que justo por delante pasaban Margaret, Miranda y el señor Riggs. Hablaban algo respecto a la negativa de Ole Karlsen de dejar jugar al nieto.

«Que suerte loca, pasaron de largo sin ver mi puerta entreabierta», pensó aliviada, abrió un poco más la entrada para cerciorarse que nadie estaba en los alrededores.

«Seré tonta», se recriminó a sí misma, no necesitaba afinar el oído. Invocó la pantalla isekai y verificó que nadie estuviera por los alrededores.

—Gracias por no maullar, gatito — le dijo a Garibay y llamó a Sinem, juntos tomaron un atajo y fueron al jardín posterior.

Como no tenía tarea por estar de vacaciones, no se desviaron de la rutina de ir a la mina. Hacía un par de veces que iban por su cuenta, sin la supervisión de ningún adulto.

Trataron de poner la mejor cara de póquer y se despidieron de Riggs, quien les deseó buena suerte y Joselyn condujo el coche gigantesco a vapor por el camino principal hasta perderse.

Uf, eso me puso nervioso. Por poco creí que Riggs sospecharía algo o se ofreciese a llevarnos hasta la mina; peor: ir con nosotros hasta la cancha.

—No creo, recuerda que debe atender a tu abuelo. Menos mal que aprender a conducir el coche formó parte del plan, creí que me tomaría trabajo hacerlo con el robot, pero es de lo más sencillo.

—¿Podrías dejarme conducir un momento?

—¡Ni lo pienses! Te di muchas consideraciones, he tenido que conceder en varias cosas, pero esta es la excepción, no atraigas la mala suerte, imagina que tengamos un accidente y que por eso no podamos ir al partido. Decepcionaríamos al equipo, lo mejor es tranquilizarnos para no tener un percance.

—Tienes razón, veré las máscaras que confeccionaste y elegiré una. Por los dioses, ¿cómo hiciste para coser algo tan grande?

—Me enseñaron uno que otro truco en la academia. Ahora que lo pienso, fui muy dura con la directora Hopkins, lo mismo con el jefe de mecánicos; en la cancha no puedo delegar a otro que palee el carbón por mí, gracias a ellos que puedo hacerlo todo bien en el mundo real. Lo mismo va para Margaret, me dio mucha confianza en mí misma —dijo y rio al ver desde el retrovisor como Sinem lucía una de las máscaras.

Llegaron a la cancha y todos les vitorearon por cumplir con la promesa de asistir al partido.

—¿Y esa máscara? —preguntó Damon. Sinem eligió la de El Santo, el enmascarado de plata.

—Es para que los del equipo rival no se contengan y jueguen en serio —les explicaba Joselyn.

—¿No nos convendría que no jugaran en serio? Haría las cosas más fáciles para nosotros —dijo Mabel.

—Oye, no digas esas cosas —le contradijo Mack—. Este es el último partido, quiero que sea en serio, se lo debemos a mamá Olga y a nosotros mismos.

—Pues estamos completos, el problema serás tú, señorito Karlsen, digo, Sinem. Serás el miembro más pequeño del equipo, recuerda que todos pilotamos los robots y por lo mismo tenemos la misma altura.

—Yo no le veo el problema, los rivales son de diferente tamaño y constitución; pero no sé, seguro que ustedes, chicos, ¿están de acuerdo? —preguntaba Mabella, intentando desviar la mirada de Sinem—. Quiero decir, tú no tienes problemas, Joselyn, pero el señorito, bueno, es tan flaco.

Aunque fuera un punto sensible, todos sabían que tenía razón, el joven gigante parecía enclenque a comparación de los jugadores rivales.

—Te olvidas que sus reacciones son más rápidas que las que tenemos nosotros y debido al poco peso, podrá correr más rápido —le señaló Joselyn, sacando cara por su amigo.

—Prometo que no les defraudaré, daré todo lo mejor de mí, ténganme confianza.

El equipo cruzó miradas y fue Odell el que habló por todos:

—Bueno, pues no nos queda otra que ser nosotros quienes protejan a Sinem cuando le pasemos el balón, no podemos permitir que lo tacleen.

—¿Crees que podrás jugar los dos tiempos? —preguntó Aaren, un tanto nervioso.

—Claro que los podrá jugar, idiota, ¿no es así? —intervino Aaron.

—Necesito jugar los dos tiempos porque conmigo llenamos el cupo de jugadores, pero creo que solo en la segunda mitad podré dar todo de mi —dijo Sinem a modo de disculpa, pero tratando de verse digno.

—Y eso es todo lo que necesitaremos, no pensamos pedirte más —dijo Joselyn, frotando el brazo de su amigo.

Todos asintieron y abrazaron al gigante para darle ánimos ante el partido que pronto se realizaría. El sonido de los espectadores, humanos y gigantes, empezaba a escucharse a la distancia.

—Mejor nos alistamos —dijo Sinem y todos fueron a prepararse y a poner a punto a los animalitos que les ayudarían.

.

.

En la oficina de Ole Karlsen, parecía que alguien hacía uso de una máquina de telégrafo, pero no era así, era el anciano, tamborileaba la afiladísima punta de la pluma fuente contra la superficie del escritorio.

—Amo Karlsen, hará mella en el escritorio de caoba y doblará los gavilanes —le aconsejó Riggs con educación.

El anciano pareció desconcertado por un par de segundos, luego su mente volvió al presente y trató de concentrarse en los documentos que tenía por delante, no obstante, no hubo caso, los informes de la mina le recordaban la vez que negó a su nieto jugar en la cancha, la única vez que no cedió ante una súplica del gigante de quince años.

—¿Le preocupa algo, amo Karlsen?

—No, no es nada, solo que no logro tener la mente donde se debe.

—Me permite sugerir que tal vez le ayude estirar un poco las piernas. Un breve paseo puede obrar maravillas para reponer energías.

—¿Tomar aire puro? Mi buen Riggs, vivimos a la orilla del lago, salvo pocas excepciones cuando la niebla serpentea hasta acá que no veo la necesidad de descuidar mis obligaciones matutinas.

—No obstante, a veces mente y cuerpo desean relajarse, aunque eso suponga ir a sitios no tan privilegiados como este en cuestión de respirar a consciencia la dulce brisa lacustre.

El anciano sonrió de lado ante el motivo detrás de la sugerencia del mayordomo de espalda envarada. Sí, tal vez fuera buena idea acompañar a su nieto a ver el partido, después de todo, le dolía que le hubiera negado la oportunidad de participar en el último encuentro.

—Que preparen mi coche, voy a disculparme con Sinem..., y con la señorita Sackville, tiende a ser un tanto entrometida, pero es una buena sirvienta, jamás haría algo que pusiera en riesgo la salud de mi adorado nieto.

CONTINUARÁ...

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro