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Basura maravillosa

Corazón grande, corazón pequeño

Capítulo 15: Basura maravillosa

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El sol no asomaba la cara por el horizonte, de todas maneras, el brillo del nuevo día le precedía, esa luz fría que no traía alegría, como cuando el astro rey se ve cubierto por las nubes que pronostican lluvia. Solo las aves se entregaban al canto, el trinar era ruidoso y más se asemejaba a una cacofonía, así era aquel despertador natural. El personal de la mansión Karlsen se despertaba y alistaba para una nueva jornada laboral.

Se levantó igual que las otras sirvientas, sorprendida con el canto de las numerosas aves, allá, en la ciudad, vivían pocas y más se escuchaba el ladrido de los perros, tozudos frente a los bastonazos de los viejos madrugadores.

«Tranquila, chica, es tu primer día y Margaret dijo que te enseñaría cómo pilotar los nuevos modelos. Parece buena gente, así que no te pongas nerviosa, concéntrate y todo va a salir bien». Se despegó de las sábanas y fue a la palangana a asearse lo más rápido que pudo, se puso el vestido de sirvienta, se miró una última vez en el espejo y fue hacia la entrada del anexo de los sirvientes, no sin antes tomar al pobre de Garibay y ponerlo en la cesta para después cargar aquella.

Bajando los pisos se encontró con algunas mujeres (que también cargaban a sus gatos) y hombres e intercambió breves saludos, todos iban al patio frontal del anexo. Aquel no era muy amplio, así que la servidumbre humana se formaba junto a la pared posterior del hangar de los robots o el garaje, como también era conocido, porque en aquel lugar también se encontraban los carruajes humanos y el coche de estilo steampunk de Ole Karlsen, listos para ser usados en cualquier momento. Los hombres, a diferencia de las mujeres, no formaron detrás del muro, pasaron de largo y fueron a la entrada del hangar, seguro allí les esperaba el mecánico en jefe.

—¡Buen día, señorita Jones! —saludaron las chicas al unísono, Joselyn por poco se dejó sorprender, pero saludó con la misma energía que sus compañeras.

—Buen día, chicas. El señor Riggs les manda sus saludos y espera que hoy se desempeñen con la eficiencia que siempre las caracteriza. Ayer conocieron a la señorita Sackville y saben los motivos de su presencia, por lo mismo, en este par de días me verán un tanto ausente por tener que darle clases aceleradas para que se familiarice con lo que serán sus quehaceres diarios; les pido, por favor, sean diligentes con sus obligaciones y solo vengan para consultarme si la ocasión lo amerita. Cualquier otra cosa, pueden ir con la señorita Thompson. Miranda, te confío a las chicas, que no rompan la vajilla fina, por favor.

Las sirvientas se rieron de la broma y una de ellas, Miranda, sacó pecho, orgullosa, asintiendo a las felicitaciones que las más cercanas le mandaban sin romper la fila.

—¡A trabajar! Recuerden: la sonrisa forma parte del uniforme —concluyó Margaret. La sirvienta de nombre Miranda, repartía unos cuantos horarios a algunas que se le acercaron.

Joselyn fue hacia Margaret y juntas fueron a la entrada del hangar. Varias sirvientas se les adelantaron, una que otra alzaba la tapa de la cesta para ver al gatito.

—¿Qué hacen? ¿Calistenia? —preguntó Joselyn al ver a los hombres que realizaban unos cuantos ejercicios de estiramiento, al tiempo que un par corría por el alrededor del hangar.

—Es una rutina que el jefe de mecánicos impone a los muchachos. ¡Clarence! ¡¿Qué estás haciendo?!

—Mcmahon, cree que estaré oxidado después de mi día libre, uf —Pasó de largo, no tenía tiempo para detenerse.

—Ese anciano, debe estar senil.

—Lo único senil son las costuras de tu traje, Jones.

—¿Eso qué quiere decir? Olvídelo, jefe. Ya conoce a la señorita Sackville. ¿Están listos los chicos? —dijo Margaret, algo que hizo que el jefe de mecánicos gesticulara parecido a un borracho al que le negaran más alcohol en la barra.

—Los Servitor mk.9 son chicas, igual que los barcos.

—¿En serio, anciano? ¿Vas a seguir con lo mismo?

—¡No estoy viejo!

—Se les llama mk porque son chicos. Se los pinta igual si fueran hombres, hasta pajarita llevan.

—Esa es solo la nomenclatura militar, a los robots siempre se las llama como chicas...

Joselyn elevó las cejas, como si le divirtiera la discusión de Margaret con Mcmahon, para nada se veía como un anciano. Tras el traje de mezclilla se veía a un hombre casi tan recio como su padre, de nariz bulbosa y una mandíbula que se notaba se la rompió de joven porque sobresalía más que los demás.

Por el rabillo del ojo vieron a los mecánicos terminar los ejercicios y decidieron entrar al hangar.

Mcmahon les mostró el lugar; las chicas y los gatos, llevaban las piedras de corazón de rubí, las más rápidas estaban dentro de las cabinas, incluyendo a Miranda.

Uno de los mecánicos se acercó con una caja y le pasó al par de mujeres las gemas que se asemejaban mucho a los rubíes.

—Tu gato se encuentra en la cabina —dijo Mcmahon queriendo escupir al suelo.

—Pobrecito, le gusta dormir aquí —le dijo a Joselyn, ignorando de manera olímpica al hombre.

Una vez se colgó la gema roja y le pusiera el collar a Garibay con la piedrecita engarzada, ambas mujeres fueron hacia sus respectivos robots. Los mecánicos encargados de palear el carbón les dieron el pulgar arriba, indicándoles de esa manera que todo estaba en orden y que los gigantes de hierro serían autónomos por varias horas.

Joselyn se maravilló con lo fácil que era controlar a los robots, los controles ergonómicos eran muy cómodos, todo se encontraba al alcance de la mano sin necesidad de estirarse como en la academia, hasta el asiento del copiloto animal se veía más seguro.

Al igual que las otras sirvientas, fueron hacia la casa anexa como era conocida la construcción en la pared derecha (viendo hacia la entrada principal) de la mansión. En paralelo a las graderías para los sirvientes, se erigió una muy larga que recorría el anexo en un eje vertical desde el pequeño patio frontal hasta el nivel donde estaba la entrada de servicio del personal humano, era por donde iban y venían los robots.

—Animo, mi amor —se despidió Margaret al ver a Clarence daba vueltas al hangar. A diferencia de los robots de la academia, la cabina de los modelos Servitor tenía una amplia vista con un domo de cristales unidos por un enrejado que parecía una filigrana gótica.

—Señorita Jones, parece que usted y el señor Mcmahon tienen una historia —dijo, al tiempo que subían las enormes graderías.

—Puedes llamarme Margaret cuando estemos a solas o no estemos en servicio. Sí, el jefe es un curioso personaje, le estimo, es el mejor mecánico que he conocido en mi vida, es mejor que el abuelo de Clarence, pero no se lo digas, ¿de acuerdo? Es obvio, el amo Karlsen no se conformaría en tener al segundo mejor.

Así se lo aseguró Joselyn, no sabiendo si se refería a Smith o al hombre de la mandíbula pronunciada. Llegaron al nivel donde estaba el corredor principal de los robots y fueron por allí.

«Cielos, no mentían cuando dijeron que recorría toda la mansión de extremo a extremo», pensó al comprobar lo largo que era. Aquí y allá, se veía lo que al principio le pareció hornacinas, pero eran escalones que iban hacia otros niveles de la mansión.

Joselyn pensó que irían hasta el extremo del corredor y bajarían pasando por las dependencias interiores de la mansión, sin embargo, al llegar a la última "hornacina", bajaron por lo que era un atajo a la planta baja y que conectaba directo a un descampado estrecho que estaba detrás del jardín posterior anexo al invernadero.

¡Tan, tan, tan! —exclamó Margaret, haciendo que el robot estirara el brazo para mostrarle todo lo que hubo preparado para la novata en periodo de prueba.

Puesto en un rincón, sobre una pila no muy ordenada, se podían ver mobiliarios de gigantes, eran mesas, sillas, sillones, butacas, tumbonas, y no solo eso, también veía jarrones, vasos, y utensilios, lo mismo que un gran mantel que parecía cubrir un cuadro o mural por lo inmensa que era la superficie.

—¿Qué te parece? Cuando el señor Riggs me contó de tu pronto arribo, que me puse diligente para conseguirte todo esto. Espero que te sirva de mucho.

—No entiendo, ¿qué se supone que voy a hacer con todo esto? ¿De dónde salieron tantas cosas? —preguntó Joselyn, mordiéndose la lengua para evitar así decir la palabra basura, y es que todo lo que miraba pasó por mejores tiempos, de eso no cabía la menor duda, el polvo, las telarañas y las cagarrutas de ratón lo cubrían todo.

—Verás, al enterarme que reprobaste el examen final y las medidas desesperadas que tomaste para subirte a un robot para conservar la práctica, que pedí que trajeran todas estas cosas para que practiques para tu prueba, ya sabes, para que no pierdas "el filo" —dijo haciendo que el robot hiciera con los dedos el signo de las comillas.

—¡Es maravilloso! Margaret, no sé cómo agradecértelo. Muchas, ¡muchísimas gracias! Sí, todo esto me va a ser muy útil para la prueba del próximo año, pero ¿de dónde sacaste todo esto? ¿Es del señor Karlsen? ¿De los otros trabajadores gigantes de la mansión?

—Claro que no es del amo Karlsen, son muebles toscos, lo mismo que todo lo demás. Es de los empleados gigantes, pero no de los que trabajan aquí, sino en la casa de campo cruzando el lago.

—No sabía que el señor Karlsen tenía una cabaña cruzando el lago. ¿Tendré que ir allá?

—Para nada, solo estarás en la mansión, a menos claro, que el joven amo Karlsen tenga deseos de ir hasta allá. Todo lo que ves viene de la casa del lago porque en ese lugar trabajan varios gigantes a diferencia de aquí. ¡Deberías ver el lugar!, de cabaña solo tiene el nombre, ¡es toda una mansión!, más grande que esta. Por lo que sé, la familia Karlsen quería tener un rinconcito apartado para relajarse, pero con los años construyeron tantas cosas, que junto con la cabaña hay todo un pequeño pueblo, es para no creer.

—Increíble, ¿qué es lo que cubre el mantel?

—Ya lo verás. Ayúdame a quitarlo —dijo y los robots se acercaron al gigantesco mantel percudido, manchado y lleno de polvo.

Tomaron aquel y a la cuenta de tres, lo jalaron, descubriendo así lo que ocultaba.

—Pero, esto es increíble.

—Tuvo mejores épocas, de todas maneras, se ve impresionante.

Era un ventanal enorme, los cristales policromados estaban muy deslucidos y con rajaduras, pero imponían respeto.

—Lo mismo que las otras cosas, te servirán de práctica. Al principio quería montar un marco de papel de la manera que lo hacen en la academia, pero recordé esta cosa y le pedí permiso al señor Riggs para que la pudiese mandar aquí. Seguro el amo Karlsen no tuvo objeción alguna y helos aquí.

Joselyn se acercó al ventanal sucísimo, a sus ojos le parecía la cosa más bonita y útil que vio, tanto que sintió cómo las lágrimas se le asomaban por los ojos.

—Mejor que practicar con esas hojas y los cascabeles, ¿verdad? Puedes romperlos y no pasará nada, es solo basura.

—Yo creo que es maravilloso, todo lo que trajiste, muchas gracias.

El robot de la jefa de las sirvientas se rascó la nuca y miró al otro lado, se escuchaba por el megáfono a Joselyn llorar de felicidad.

—Este, que bueno que sea de tu agrado. ¡No solo servirá para tu examen el próximo año!, también será muy útil para las clases que planeo darte, imagínate si al servirle el té al joven amo Karlsen, le derramas toda la infusión quemante en el regazo ¡Sería una tragedia!

—Tienes razón. Yo, Joselyn Sackvile, estoy a tu cuidado —dijo, haciendo que el robot de apariencia masculina, diese una reverencia como si fuera una sirvienta que se levantaba un poco la falda.

Las dos miraron una vez más a la pila de basura y fueron hacia aquella, prestas para la tarea.

CONTINUARÁ...

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