01
No recuerdo casi nada de mi vida antes de aparecer en este espacio negro y vacío, solo recuerdo que morí a los treinta años de edad, en un país llamado México y que morí salvando a una adolescente muy guapa de ser atropellada mientras huía de un asaltante. Durante varios minutos todo lo que veía era un túnel de un blanco impoluto más allá de cualquier imaginación, un momento después me vi en medio de una habitación muy lujosa; de seguro perteneciente a un príncipe, noble o próspero empresario; llamo mucho mi atención que el techo sobre mi cabeza además de estar decorado de forma muy compleja y con candelabros hechos de diamante, simulaba el cielo nocturno más hermoso que yo vi jamás, pero entonces una voz interrumpió.
—A los amos les regocijará saber lo mucho que las visitas gozan contemplando su obra. La voz provino de algún lado pero por más que busqué con la vista no pude encontrar su origen, fue entonces que volví a escuchar la voz.
—Estoy aquí arriba. Giré mi cabeza hacia arriba por puro instinto y ahí estaba una apertura rectangular perfectamente hecha en medio del cielo estrellado del techo y en medio de ella vi un hombre parado que me observa serio. Por su atuendo deduje que era sino el señor de la mansión donde vine a dar por lo menos un mensajero o vocero del mencionado
—¡Al fin otra persona! ¿Podrías decirme dónde estoy? Exclamé y pregunté con toda la educación y buenos modales que pude.
—Vaya, hasta que apareció uno que sabe modales— respondió el hombre y me habló con toda la amabilidad del mundo—, ¡Usted se encuentra en la ciudad de los dioses! Me presentaría a usted pero no tengo un nombre como tal, puede llamarme como desee. Sus modales me sorprendieron y eso solo alimento mi deseo de llamarlo por un nombre, no recordaba mucho de mi vida anterior pero había un nombre en mi memoria y decidí que a falta de mejor opción, me referiré con ese nombre al amable sirviente desde ahora.
—En ese caso, lo llamaré Roy si no le molesta. Él solo me dió una suave sonrisa como respuesta y paso al siguiente tema.
Al parecer y sin que yo me diera cuenta, cuando llegué a ese lujoso castillo lo hice desnudo, y por lo que Roy me dió a entender en breve los señores del lugar harían acto de presencia. No sé mucho de etiqueta pero hasta yo sé que no puedes llegar a la casa de alguien desnudo. Le pregunté a Roy con la mirada si podía hacer algo al respecto y este solo estiró su mano dentro de la extraña habitación de cuya entrada jamás se movió durante nuestra conversación y de algún lado saco un atuendo parecido al suyo y me lo dió. Me tarde unos minutos en vestirme con esas prendas pero quedé algo más presentable y el hombre por fin salió de esa rara habitación, camino hasta unas enormes puertas con adornos de oro, ebano y marfil y las abrió de par en par.
Paso un minuto —quizás dos— y por las enormes puertas entraron las dos mujeres más hermosas que jamás ví, la primera mujer es de piel blanca como la porcelana y de apariencia muy tersa, sus bellos ojos rasgados de pupilas café están delineados con delicadeza con delineador, excepto eso su divino rostro no lleva una gota de maquillaje, en cuanto a su vestuario es de estilo japonés, la cuál consiste en un kimono de seda fina blanquísima con los bordes decorados en rojo carmesí, el eri o cuello también es blanco; en cuanto al obi esta hecho de hilo de oro, mientras que el obiage y obijime son color púrpura real así como el obidome decorativo y a modo de abrigo una tela de colores rojo y dorado envuelve sus brazos. La segunda mujer es un poco más alta que la primera y tiene la piel color canela, sus ojos estan ligeramente rasgados y su iris es color negro; lo más destacable de la mujer es su despampanante belleza y su hermosa sonrisa, su vestuario consiste en una hermosa cueitl, trozo largo de tela de fino algodón enrollada alrededor del cuerpo la cuál está bellamente decorado con bordados e hilo de oro, además de un huepilli sin mangas hecho también de fino algodón y también ricamente decorado con elaborados bordados, aunque la prenda está enrollada hasta la altura de sus pechos dejando al descubierto su plano abdomen, sus delicados brazos están adornados con múltiples pulseras y accesorios hechos de oro sólido y su cabeza está adornada con un hermoso tocado de plumas de quetzal de todos los colores del arcoíris, ambas mujeres tienen un hermoso, largo, lacio y sedoso cabello más negro que la oscuridad.
Las dos mujeres caminaron con tal gracia y elegancia que hasta una reina sentiría envidia, para sentarse en unas hermosas sillas con aire solemne, la mujer de kimono tomo la palabra a la vez que saca un abanico de la manga de su kimono, lo abre y cubre la mitad inferior de su rostro con él
—Bienvenido mortal a la morada de los dioses— ¡Hasta su voz es hermosa! No lo puedo creer —, permíteme ir directo al grano— yo solo asentí en señal de estar de acuerdo —, tu muerte no estaba planeada que sucediera en esta fecha ni de ese modo, por lo que a manera de disculpa reencarnaras en otro mundo y como recompensa por salvar a esa muchacha podrás obtener ciertas ventajas que tú escogerás. La bella mujer nunca apartó el abanico de su boca y en cuanto la mujer de kimono calló, la otra mujer tomo la palabra.
—Este privilegio solo se le ha otorgado a muy pocos mortales y la gran ventaja para ti es poder tener habilidades o cosas que te permitirán vivir con comodidad.
—Aunque el asunto es que aún no nos decidimos a qué mundo enviarte. Dijo la japonesa.
—Oye solecito otra vez olvidaste presentarnos. Le susurró la diosa bonita a la de kimono, y está respondió solo con un ademán con su cabeza.
—Olvide presentarme, yo soy Amaterasu diosa del sol y la joven a mi lado es la diosa de las flores, la belleza, la castidad...
—Mucho gusto soy Xochiquetzal, pero puedes decirme Xochitl o Flor. Interrumpió Flor a Amaterasu cosa que la hizo enojar bastante.
—Oye solecito, ¿Y si lo enviamos al mundo de los dioses del Inframundo?
—Podría ser buena idea, hace siglos nos pidieron un campeón para solucionar un problema.
—¿No fue su mundo donde tú enviaste por error a aquel predicador..?
—¡Mejor cállate que tú y tu grupito han hecho cosas peores! ¿O debo recordarte el mundo narcisista que crearon? Pese a su ira Amaterasu jamás perdió su porte elegante ni plego su abanico así como Flor no perdió su sonrisa. Iban a empezar una pelea pero un carraspeó de parte de Roy les recordó donde estaban y Amaterasu dijo una última frase con solemnidad.
—Entonces te enviaremos con ellos y acordarán los detalles juntos. Tras esas palabras ambas chasquearon sus dedos y yo desaparecí del lugar.
Volví a aparecer en un lugar que no solo es mucho más lujoso que el palacio de antes; lo supera de tal modo que en comparación el palacio de las diosas queda como una humilde choza; mis pensamientos fueron interrumpidos de repente por una voz que repentinamente apareció.
—Bienvenido al inframundo mortal, soy Perséfone una de las diosas que gobiernan aquí. Ubiqué el origen de la voz en una muchacha pelirroja muy guapa con pecas, en ese momento recordé vagamente que en mi vida pasada escuché en algún momento ese nombre; de verdad tenía algo que ver con el inframundo.
Recordaba puntos al azar e inconexos de esa vida, uno de esos puntos era la historia de amor entre Perséfone y Hades, deje de pensar tanto y respondí al saludo de la diosa
—Gracias su alteza. Conteste con toda la educación y buenos modales que pude, a la deidad pareció gustarle mi respuesta y empezó a hacerme plática, o mejor dicho me uso como pañuelo de lágrimas reclamando que las pretenciosas diosas de la belleza suelen burlarse del resto de diosas por no ser tan "perfectas" como ellas y ahí fue donde volvió a aparecer mi información al azar.
—Si me permite majestad, en mi mundo natal existe algo para realzar la belleza femenina llamado maquillaje, las primeras deidades con las que hable me aseguraron que me darían toda la ayuda que yo pidiera; una de ellas podría ser permitirme invocar maquillaje de mi mundo en este nuevo y ofrecer un poco como ofrenda para usted. La diosa pareció sorprendida y lo pensó un momento
—¿Me permites consultar con las otras diosas? Yo acepte sin más, Perséfone realizó un agudo chiflido y muchas mujeres la rodearon, cuchichearon entre si largo rato y logré escuchar partes de su reunión, las deidades dijeron cosas como "al fin callaremos a esas muñecas engreídas" entre otras peores. Por fin tras un largo debate terminó su reunión y una de las deidades —la cuál tiene un curioso aspecto pues la mitad de su cuerpo parece un cadáver— me dijo el veredicto
—¡Yo Hela, declaró que tu ofrenda es bienvenida, te haz ganado nuestra simpatía y eso pesará a tu favor en el juicio! Otra tomo la palabra en el momento que la primera diosa calló, está viste un elaborado vestido de novia, pinta su rostro de niña de forma que simula un cráneo y posee el cabello más negro que vi jamás
—Pero antes mortal, algunas tienen peticiones personales que hacerte.
—Merci Brigitte, bueno empiezo yo Izanami; solo te pido joven algo que realce la blancura de mi piel y la suavice. Yo sólo asentí.
—Sigo yo, Perséfone; algo que cubra mis pecas por favor. Y así recibí casi quinientas solicitudes que prometí enviar como ofrendas en cuanto empezará a vender el producto.
Gracias a la lluvia de peticiones no sentí el paso del tiempo y, mientras anoto las peticiones en una libreta de cuero adornado con gran maestría y belleza Perséfone y la antes mencionada Brigitte me explican que antes de reencarnar todos los dioses de la muerte deben evaluarme para ver si merezco el favor y dones que me conceden. Ya había terminado de anotar la última petición cuando un espíritu me llamo por medio de señas, al parecer mi evaluación iba a comenzar; detrás de mi venían todas las diosas que me pidieron algun tipo de ofrenda cosmética. Y entonces comenzó la farsa, cada dios se presentó a si mismo y estos conforme lo hicieron se sentaron en una mesa semicircular en cuyo centro yo estoy parado; estaban Hades, Ah Puch, Mictlantecuhtli, Hela, Enma, Baron Samedi y un larguísimo etcétera.
-¿Sabes por qué estás aquí mortal? Pregunta Mictlantecuhtli con su macabra y gruesa voz pero su tono es serio y yo solo asiento como respuesta.
—Entonces podemos avanzar más rápido. Agrega Samedi con su gutural voz ebria al tiempo que abraza a Brigitte quien se acurrucó a su lado. Fue entonces que un pequeño espectro se acercó a la mesa por el lado izquierdo y le dio al dios sentado en ese lado una gran pila de papeles, este los hojeo con rapidez, tomo un montón de hojas engrapadas y le pasó los documentos a la divinidad a su derecha, se repitió el proceso hasta llegar al otro extremo de la enorme mesa y tomo la palabra Yanluowang.
—Nuestras fuentes indican que tú naciste en el mundo original de los dioses en territorio de Mictlán, los tuyos lo conocen como México ¿Es correcto?
Yo asentí pues de las pocas cosas que recuerdo de mi vida anterior una de ellas es el país donde nací, recuerdo también las reuniones con mi familia en día de muertos en especial el pan y chocolate que mi abuela compraba con días de anticipación. Mi respuesta pareció agradar a las divinidades, en especial a Mictlántecuhtli, su esposa, Ah Puch, sus señores de la noche y los demás dioses de las varias civilizaciones de mi país.
Ese pequeño detalle pareció envalentonar a dichos dioses pues el matrimonio Mictlántecuhtli y Mictecacíhuatl tomo la palabra y la mujer habló.
—Cierto es mortal que nosotros como dioses de la muerte estamos muy contentos con la cultura de tu país, en especial por el día de los muertos...- la diosa empezaba a recordar pero los recuerdos son abruptamente cortados por Brigitte
—Me encanta pasear por sus cementerios esos días, se vuelven tan coloridos y tan llenos de gente...- Mictlántecuhtli le interrumpe para recuperar la palabra.
—A lo que mi esposa quiere llegar es que nos place que para variar, hay un lugar en el mundo dónde la muerte sea conmemorada con alegría en vez de ser el más temido de los tabúes...
—...Nos encantaban las ofrendas hace quinientos años y nos encantan las ofrendas actuales. Explicaron ambos esposos tratando de complementarse mutuamente.
—¿Estamos todos de acuerdo en que este mortal puede ser una inesperada bendición? Dijo Supay solemne pero Hades interrumpe.
—Se olvidan de lo más importante amigos míos, dinos mortal ¿Estás conforme con renacer en nuestro universo? Por única vez decidí hablar.
—Si soy completamente honesto conmigo mismo, realmente lo estoy señores; me honra que tengan en tan alta estima mi país natal y siendo sincero yo también adoro el día de muertos, del mismo modo creo ustedes son los unicos dioses que realmente se preocupan por la humanidad... Mientras hablaba ví que Perséfone me mira con una cálida sonrisa, para después acercarse a su esposo y decirle algo.
—Acaba de decir más o menos lo que yo te dije después de pasar mi primera temporada aquí.
—...Además señores antes de estar ante su presencia adquirí un compromiso con las señoras de la muerte y estoy decidido a cumplirlo.
—¿De que está hablando señoras? Pregunta Anubis intrigado y su hermosa esposa Isis contesta.
—Solo una forma de cerrarles sus boquitas de serpiente a Afrodita y su séquito de bellezas.
—No entiendo porque no dejan que mi hija Nexoxcho, su esposo Ixpuxtequi o mi hijo Xoaltentli las visiten; les aseguro que no volverán a molestar. Habló Mictlántecuhtli ufano y despreocupado.
—Pues la razón es simple, si esos tres las visitan las asustarán tanto que no querrán cumplir sus escasas obligaciones. Explicó Perséfone pero después instó a volver al asunto.
—Si el principal interesado está conforme pasemos a lo principal, en nuestra tierra todos los seres nacen con una clase u oficio, por lo general este se da al azar pero en tu particular caso dejaremos que tu elijas entre las clases elite.
Apenas terminó Perséfone de hablar Isis chasqueo sus finos y elegantes dedos y apareció a un par de metros de mi un grupo de extrañas vitrinas de cristal con armas dentro, ví juegos de espadas de todos los tamaños y formas habidos y por haber, también hay espadas y escudos aunque igual ví armas más discretas y más difíciles de manejar como nunchakus, juegos de sai gemelos, manrikigusari, kusarigama, y un larguísimo etcétera.
Por extraño que pueda parecer en el momento que aparecieron las vitrinas de cristal sentí en mi cabeza que una extraña voz me llama, diciendo cosas como "me agradas mortal, me gustó tu discurso de hace rato", comencé a ver una por una las vitrinas y me sentí fascinado pues había un equipo de samurai completo con armadura, katana y toda la indumentaria, un traje de guerrero jaguar con sus armas pareció sonreírme cuando mis ojos se pasaron en él, en especial las hojas de obsidiana del macuahuitl parecían brillar con especial alegría cada que las veía. Tras revisar cientos de armas y conjuntos al fin llegué al final, la última vitrina ni siquiera podía llamarse a si misma como tal, cinco de las seis caras de la misma son de madera tan vieja y podrida que es un milagro que mantenga su forma de caja, en su interior, protegido por una endeble puerta doble de cristal, yacen un par de guadañas de mango corto, una máscara de hueso sin abertura para la boca, un par de guantes con huesos sobre la piel simulando los falanges y garras de acero en la punta de los dedos y una especie de manta cubierta por unos pedazos de metal con adornos de cráneos y huesos simulando una pobre armadura y botas y como cereza una pistola Colt 1851 Navy.
En ese momento admirando el endeble empaque de tan magnífico equipo note que de esas armas y equipo proviene la voz que me ha llamado desde hace algunos minutos, se lo hice notar a Hades, Perséfone y los demás dioses quienes se sorprendieron por ese detalle
—Por este nuevo detalle, podemos decir que en vez de elegir tú tu clase, está te eligió a ti muchacho. Comentó sorprendido Ah Puch.
—Esas armas no habían elegido a nadie desde su primer usuario hace milenios. Añadió ofuscado Anubis pero Osiris añadió algo más.
—¡Son temperamentales y lo sabes bien perro sucio! Estaban por enfrascarse ambos dioses en una pelea pero Samedi los detiene y añade.
—¡Cálmense ustedes dos! Recuerden que su único usuario hasta ahora fue nuestro invencible campeón por décadas, de seguro este es igual.
—Sin mencionar querido esposo que gracias a él nuestro culto fue universal, quizás este joven logre algo similar. Señaló Brigitte sonriente.
—Y podría deshacerse de una buena vez del culto a ese absurdo carpintero barbón. Murmura Hades para si mismo y entonces todos declaran en voz alta.
—¡Es unanime, reencarnarás en nuestro noble universo; en nuestra excelente Tierra Media! Y golpearon cada uno la mesa con un pequeño mazo. En ese momento todo a mi alrededor brillo con intensidad.
—¡Solo dos detalles querido, no olvides nuestro acuerdo y mientras duermes te entrenaremos para que domines tus poderes! Oí la voz de Persefone como en un sueño, pero también escuché la dulce e infantil voz de Brigitte.
—¡Otro detalle, tus armas y outfit se te unirán dentro de diez años más o menos!
Nunca creí aquellas historias sobre que al morir y nacer ves un túnel rodeado de una intensa luz blanca, aunque justo ahora eso veía. La luz me cegó por varios minutos hasta que de repente desapareció y escuché un fuerte llanto y el grito lleno de júbilo de un hombre a lo lejos, mientras una vieja me veía muy de cerca por unos momentos y grito.
—¡Es un varón!
—¡Felicidades! Gritaron a lo lejos y comprendí que había vuelto a nacer.
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