La banda isekeada
A falta de amor, gato
Capítulo 1: La banda isekeada
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Lo oscuro de la noche no se rompía con la poca luz de los focos sucísimos del local, sino con los azules y rojos de los coches patrulla de la policía y las ambulancias. El aullido de las alarmas cesó y en su lugar vino el murmullo y el estallido blanco de las irreverentes cámaras de los celulares. En camillas, cubiertas por frazadas sucias, sacaban los cuerpos yertos de cinco mujeres; nada de gritos, nada de llanto, solo era otra noticia más en los periódicos amarillistas de Latinoamérica.
De una oscuridad más densa que la hallada bajo un puente lleno de drogadictos, pasaron a ser envueltas en una luz cegadora que hería los ojos, no obstante, al abrir los párpados, vieron que estaban en un recinto que emulaba a la perfección a un tanatorio de estética neoclásica.
—¿Qué pasó? ¿Dónde estamos?
—Me duele la cabeza.
—¿Y este lugar? ¿No estábamos por ir al escenario?
—Mis baquetas, no las veo por ninguna parte.
—Por favor, no me digan que nos secuestró un cártel o algo.
Todas se asustaron con esas palabras, después de todo, estaban como Dios las trajo al mundo y se cubrieron sus vergüenzas con los brazos. Pegaron un salto cuando se abrieron las puertas, pensaron que entrarían maleantes a decirles que serían prostituidas o algo mucho peor, no obstante, lo que vieron fue tan irreal, que creyeron que las drogaron.
Chinchillas, conejos, ovejas y otros animales pequeños entraron, no podían ser reales; para comenzar, las criaturas eran enormes, una cabeza más alta que las jóvenes, estaban vestidas como si fueran humanos.
Permaneciendo erectas sobre sus patas traseras, procedieron a medirlas con las cintas que con seguridad llevaría un sastre.
—¡No! ¿Qué hacen? ¿Qué es esto? ¿Qué cosa son ustedes? —preguntaron. Aquellas y otras inquietudes no obtuvieron respuesta, las criaturas antropomorfizadas solo sonreían con gentileza.
Una vez terminadas de vestirlas con lo que era ropa casual, las invitaron a seguirlas, dándoles empujoncitos para que dejaran de estar pasmadas.
Miraron a todos lados por corredores y pasillos que recordaban la estética del Antiguo Egipto; el clasicismo de la antigua Grecia y Roma; lo ornamental, exquisito y elegante de la era victoriana; y la sencillez armónica de las construcciones japonesas clásicas.
Otros animales hicieron aparición; a diferencia de "los animales que nos visten", como eran conocidos en los textos escolares de primaria; vieron gatos por todas partes; no eran gigantes, sino de tamaño normal, radicando su característica exótica en que tales felinos iban vestidos, tenían alas o volaban sin necesidad de aquellas, sumadas otras cosas que, a todas luces, indicaban que no eran gatos comunes y corrientes, en especial por el hecho de que los peluditos tenían la capacidad de hablar.
Se abrieron puertas dobles de gran tamaño, altos estantes de madera oscura y pegadas a las paredes, eran el descanso de docenas de libros de lomos de colores vistosos. Delante de un gran ventanal cuya luz cegadora no dejaba apreciar el exterior, se encontraba un escritorio enorme de caoba fina y motivos rococó; sentado en un sillón de respaldar alto se encontraba nada más ni nada menos que un gato.
El felino no era un peludito que se podría encontrar en cualquier rinconcito donde daba el sol, era uno enorme, tan grande como un león, cuya característica principal era que tenía montón de colas, tantas, que era difícil contarlas. Una placa dorada estaba sobre el escritorio, cuyas letras rezaban: Neko Kamisama.
Desvió su atención de las altas pilas de documentos que tenía en ambos extremos del suntuoso mobiliario y vio directo a las mujeres.
—Bienvenidas sean, seguro tienen muchas preguntas, preguntas que serán respondidas lo más claro que me sea posible. Antes de comenzar, les pido que tomen asiento —dijo y un sofá enorme y largo se materializó tras las corvas de las chicas. El mueble que tenía las patas de madera con forma de garras, avanzó y las chicas no tuvieron otra opción que sentarse de golpe, mudas ante la impresión de todo que lo que veían y escuchaban.
»Ante todo, les pido que tomen lo que venga a decirles con mucha calma. Señoritas, se encuentran en el cielo.
Las chicas parpadearon un par de veces, lo hicieron con fuerza para luego estallar en una cacofonía de gritos.
—¡No puede ser! ¡Nos morimos!
—¡¿Qué diablos pasó?! ¡¿Cómo fue que vinimos aquí?!
—¡Esto no puede estar pasando! ¡No quiero estar aquí!
—¡Quiero regresar! ¡Haré lo que sea!
—¡Por favor, devuélvanme a casa! ¡Solo quiero regresar a casa!
Pese a no tener pulgares oponibles, el dios gato chasqueó los dedos y unos gatos golpearon a las mujeres con lo que eran una especie de martillos hechos de plástico, muy similares a los inflados con el soplo y que se vendían a los niños en las ferias.
Tras el rechinido de los martillos de juguete, las chicas parecieron tranquilizarse.
—No se preocupen, es un adminículo mágico que sirve para neutralizar estados de conciencia alterados como ser el pánico. Bien, veamos —dijo el dios gato y se puso a hojear unos papeles que tomó de una de las pilas acumuladas sobre su escritorio, se notaba que tenía mucho papeleo pendiente.
—Gabriela Pérez, guitarra principal; Basilia Rodríguez, bajo; Tatiana Martínez, teclado; Alba Hernández; batería; y Lola Gonzales, vocalista. ¿Estoy en lo correcto? —preguntó y las chicas cruzaron miradas, todavía estaban asustadas.
—Sí, señor, somos nosotras, ¿para qué somos buenas? —preguntó Lola, apretando los puños para evitar el temblor de manos y voz.
—No se asusten, permítanme presentarme, soy Neko Kamisama, a su servicio.
—¡Es Dios! ¡No puede ser! —exclamó Gabriela, cubriéndose la boca con las manos al creer que fue irrespetuosa.
—Disculpe —se excusaba Basilia en lugar de su amiga—, señor, dios, pero ¿nos puede decir cómo morimos?
—Un asunto muy triste, resulta que, al esperar ser el siguiente grupo en presentarse en el festival de rock de la ciudad, hubo una fuga de monóxido de carbono del cuarto de calderas que causó su muerte.
—No, no puede ser. Que patético, morir de esa forma —dijo Tatiana, queriendo jalarse los cabellos.
—¿Qué va a pasar con nosotras, señor dios? —preguntó Alba y todas miraron suplicantes a la entidad gatuna.
—El paraíso, como ustedes le llaman, varía en función a los deseos y creencias, no obstante, no es un lugar al que se acceda con facilidad; no se preocupen, no es lo que están pensando, déjenme decirles que sus pecados son tan nimios, que no amerita castigo alguno, no se asusten con cosas como el infierno.
—¿Iremos entonces a la cana, digo, el purgatorio? —preguntó Lola.
—Esa cosa no existe —dijo el gato con tono calmado, aunque frunció el ceño—. Un invento de la iglesia católica para recaudar fondos para erigir el Vaticano. Retomando el tema, debo admitir que la burocracia en el cielo es tan fastidiosa, que me es imposible mandarlas al paraíso de inmediato, me temo que tendrán que estar de pie y haciendo fila por al menos ciento veinticinco años antes de que su caso sea revisado. Otra opción es que sus fantasmas residan en el local donde murieron por el mismo lapso de tiempo.
—¿Tanto tiempo? ¿No hay otra opción? —preguntó Gabriela.
—Sí, admito que se ven castigos más suaves en el infierno en comparación a esperar tanto. Por fortuna, su presencia me viene de perlas; verán, ¿saben lo que son los isekai?
—Sí, son animes, mangas y novelas ligeras japonesas donde un protagonista viaja a otro mundo o a otro tiempo. También las hay coreanas —dijo Basilia, más tranquila.
—¿Nos mandará a otro mundo a cumplir una misión? —preguntó Tatiana—. Le prometo que haremos lo que sea para ingresar rápido al paraíso.
—Me alegra que hayan entendido. Hay un mundo al que quiero que vayan, pero antes, quiero que comprendan que, a diferencia de los isekai, no puedo darles poderes exorbitantes de naturaleza absurda, sin embargo, pese a aquello, puedo obsequiarles habilidades básicas como ser lenguaje y escritura universal, sus respectivas pantallas de estadísticas e inventario dimensional; lo necesitarán para no tener que estar cargando sus instrumentos musicales, les harán falta a donde van.
—¿Y adónde vamos a ir? No será un sitio peligroso, ¿verdad? —preguntó Alba—. Ninguna de nosotras somos heroínas, no podremos cargar con espadas y combatir a ningún rey demonio.
—Cierto, me dan miedo incluso los chihuahuas, no podría pelear contra conejos cornudos, slimes o simples goblins —dijo Basilia.
—Hay un mal que amenaza el mundo que me interesa; su misión será encontrar la forma musical para detener la amenaza que quiere engullir todo territorio.
Antes de que cualquiera de las chicas interviniera, un gato entró y depositó una nueva pila de papeles sobre el amplio escritorio pulido.
—Se acabó el tiempo, los dioses no son omnipotentes, en fin, ¿qué dicen? ¿Me ayudarían a salvar ese mundo? Si lo hacen, les prometo que ingresarán al paraíso cuando les toque retornar a este lugar, nada de filas y esperas.
Las chicas cruzaron miradas, luego de preguntarse qué hacer, lo cual fue breve, asintieron con fuerza. Querían realizar más preguntas respecto a su misión y al sitio al que irían, pero como se los dijo el dios gato, ya no tenían tiempo.
—Cat in absence of love... ¿A falta de amor, gato? Bien, supongo que es un buen nombre para su banda. Sus nombres artísticos también son peculiares: Anxiety, guitarra; Anguish, bajo; Rejected, teclado; Alone, batería; y Loveless, vocalista. Ay, pobrecitas, la vida no fue buena con ustedes, no se preocupen, les daré ayuda adicional para que su misión no se vea interrumpida con lo largo de las distancias. Buena suerte, confíen entre ustedes y, aunque suene cursi, sepan que la amistad es la fuerza que puede combatir cualquier mundo de fantasía oscura. ¡Ya es hora! ¡No olviden los géneros musicales que deben buscar para derrotar el mal!
No comprendieron el par de últimas cosas que dijo, antes de poder replicar, bajo sus pies brilló con tonos irreales un círculo mágico. Antes de darse cuenta, estaban dentro de un túnel cuya pared interna lucía colores psicodélicos, parecía que estaban en un agujero de gusano, dando vueltas como si fueran el Gato con Botas.
—¡Qué diablos es esto! ¡Hagan que pare o creo que voy a vomitar! ¡Sí, creo que voy a devolver todo en cualquier momento! —dijo Gabriela y se llevó las manos a la boca y se le inflaron las mejillas. El resto de las chicas estaban en similar situación.
Los colores mezclados y los giros con sus curvas desaparecieron. Pese a que dentro del túnel iban a gran velocidad, recién sintieron el frío y la fricción del aire contra sus rostros que fueron deformados al inflarse sus mejillas.
—¡Estamos cayendo y no traemos paracaídas! ¡Es nuestro fin, nos vamos a morir! ¡Otra vez! —gritó Basilia al ver cómo estaban por entre las nubes en caída libre hacia una planicie de tonalidades verduzcas que no cesaba de girar.
Gritaron y lloraron al no poder activar sus pantallas isekai a causa de la fuerza de la fricción con el aire. No veían cómo se iban a salvar, no obstante, fueron jaladas con fuerza hacia arriba, como si hubieran abierto paracaídas que salieron de mochilas invisibles. Al mirar hacia arriba, contemplaron a gatitos alados cuyos cuerpos estaban aplanados, tenían las patas en extremo largas, con aquellas les sujetaban los torsos. Con tal acción las depositaron en el suelo como si fueran suaves plumas.
—Buena suerte en su misión, humanas. Recuerden todo lo que les dijo neko kamisama —dijeron al ascender a lo alto, recuperando el volumen de sus cuerpecitos. Se despidieron con sus patitas que volvieron a su longitud normal.
—¡Esperen! ¡Dígannos más cosas! ¡No sabemos a dónde ir! ¡No se vayan! —gritó Tatiana, moviendo las manos para darles a entender con señas que bajasen, pero los gatos o bien no les hicieron caso o bien no las escucharon.
—Elfos..., enanos..., humanos..., cornudos..., demonios...
Se redujeron a puntos diminutos y luego los perdieron de vista.
Pese a saber que ya no podrían ver a los ángeles, siguieron oteando a las alturas, con las palmas de las manos puestas como viseras.
—Ni modo, ya se fueron, estamos solas —dijo Alba con lo que todas bajaron el brazo y giraron el rostro en todas direcciones, una pradera infinita se veía en los alrededores.
—Y ahora, ¿adónde iremos? No hay nada a la vista, estamos perdidas y sin un mapa para guiarnos —preguntó Lola
El viento meció la hierba y el cabello de las chicas, sin embargo, no fue lo bastante fuerte para llevarse consigo las preocupaciones acuciantes que golpeteaban sus pechos como las percusiones de la batería.
CONTINUARÁ...
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