Fantasía oscura contra heavy metal
A falta de amor, gato
Capítulo 2: Fantasía oscura contra heavy metal
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El fuego chisporroteaba en sus ansias de devorarlo todo, el humo negro apestaba, pero no tanto como los sentimientos de odio que se exudaban por poros no humanos; en contraposición, era el olor a orín bañando entrepiernas lo que venía tras los muros de mármol y magia.
—¡Ay, que hacéis vosotros, magos de la corte! ¡Mostrad entereza al impedir que la chusma mancille el santo suelo de los Altos Elfos! —dijo un elfo de cuentos de hadas. La única diferencia radicaba en su vestidura, más propia a la decadente aristocracia francesa que a las suaves prendas que se decía vestían aquellas criaturas bendecidas con más gracias que el resto de seres con raciocinio.
Eran los caballeros elfos al frente los que cumplían con la estética preconcebida en la imaginación popular en lo que respectaba a esa raza privilegiada. Ponían todo su esfuerzo a base de formaciones similares a las falanges griegas para contrarrestar el embate de fuerzas enemigas.
No podía haber enemigos más diferentes a los elfos: Rojizos como si estuvieran despellejados en carne viva, cornudos, hediendo a mil diablos, y justo eran eso: demonios. Tenían los torsos desnudos, siendo sus vergüenzas cubiertas por mucho pelaje correspondiente a las piernas de un sátiro, y, en efecto, cada pierna terminaba en una pezuña.
Es en la imaginación popular que tales conflictos fantásticos son acompañados por el sonido de tambores pesados y cuernos de guerra, después de todo, era lo habitual en el mundo real en el Medievo, no obstante, junto con los gritos de resistencia, furia y dolor, que eran las arias de la guerra, se hacían escuchar con claridad arpegios y atonalidades fuera de tiempo y lugar que reverberaban en el campo de Marte.
Violines y clavecines, tocaban melodías barrocas; acompañando a los músicos, parejas de hombres y mujeres ejecutaban una danza afectada de pasos cortos con nulo cruce de toques por parte de los integrantes: el minué.
Ese conjunto de músicos y danzantes era la fuerza mágica de los elfos; parecía efectiva pese a su naturaleza extraña, los demonios reculaban, al menos hasta que pisadas poderosas retumbaron en el suelo como un tambor.
Era un dinosaurio, un saurópodo de cuello largo, vientre abultado y cola muy larga. La bestia era tan grande y pesada que reptaba, impulsándose con sus gruesas patas; lo más extraordinario o bizarro según se prefiera, era que en su lomo estaba un demonio de gran reciedumbre que estaba detrás de una batería.
El ente rojizo movió su lengua de forma lasciva y con las baquetas, sodomizaba los hi hats, los toms, las tarolas y platillos, siendo su pezuña la que sacaba notas de placer al bombo con el pedal.
—¡Qué es eso! ¡Qué horror! —gritó el alto elfo, asumiendo una pose afectada que indicaba a todas luces que se iba a desmayar. Tardó mucho en hacerlo, lo suficiente para asegurarse que varios lacayos fueran a auxiliarle e impedir que se diera un batacazo de espaldas contra el piso del muro almenado.
El minué es un baile muy estricto, exige perfección de sus pasos amanerados. La batería del demonio distrajo a los ejecutantes y la magia de los elfos cedió.
La marea roja profanó el mármol junto con los muros vivientes de plateada armadura y pelucas voluminosas de altura innecesaria.
La masacre no se dejó esperar, las mujeres fueron desnudadas y atadas de manos a postes que las suspendieron como si fueran la mera carne en un frigorífico. Las azotaban, haciendo que girasen al son de las carcajadas de los demonios; en cuanto a los hombres, o bien fueron decapitados y sus cabezas puestas en picas o bien fueron sodomizados luego de ser bañados con diversos lubricantes de todos los aromas y marcas.
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Puesto que mirarse como estúpidas no traía ninguna epifanía, fue Gabriela la que se pronunció:
—¿Y qué putas hacemos? No veo nada alrededor, ni un puto árbol al cual subirnos para ver si hay algo cerca como un pueblo de mierda o un camino.
—Ya basta —dijo Lola, nada feliz con las expresiones malsonantes de su amiga de la guitarra—. ¿No nos lo dijo?, me es difícil llamarle dios. ¿No nos dijo ese neko kamisama que nos iba a dar poderes isekai?
—Seguro nos mintió. Estamos condenadas, nos vamos a morir en este miserable lugar —dijo Tatiana con su característico pesimismo.
—No creo —intervino Alba—, pero tampoco dijo que nos iba a dar poderes fabulosos, solo lo básico, como si fuéramos las protas de un isekai clásico, no de uno moderno.
—¿Y si probamos desplegar nuestras pantallas isekai, digo, es solo una idea? No, no me hagan caso —dijo Basilia, bajando la mirada en el acto.
—Buena idea, ¿alguien sabe cómo se hace? —dijo Lola—. Creo que solo nos lo imaginamos o decimos algo en voz alta. A ver: ¿Desplegar pantalla?, digo, desplegar pantalla.
Para sorpresa de las chicas, justo delante de la vocalista se materializó una pantalla semitransparente de color verde claro.
—¿Qué es esto? Chicas, prueben ustedes para ver si les sale lo mismo, espero que así sea.
Las otras integrantes de la banda imitaron a su amiga de largo cabello negro. En efecto, delante de todas apareció una pantalla semitransparente.
—Miren, aquí hay un apartado: Inventario. A ver, ¡mis baquetas!, ¡tengo mis baquetas!
—¿Cómo lo hiciste? Espera, ¿cómo hago para sacar mi guitarra? ¿Es como cuando haces uso del celular? —se preguntó a sí misma la chica del bajo, exclamando de emoción al sacar su instrumento para abrazarlo después, acto que fue imitado por las demás integrantes de la banda.
—Bueno, creo que podemos guardarlos de la misma forma —dijo Lola—. Sí, traten ustedes chicas, es fácil, justo como en los isekai.
—No veo ningún mapa en esta... ¡Esperen, aquí hay uno! —exclamó Alba, sin dejar de tocar su pantalla isekai con sus baquetas, como si fuera un extraño platillo cuadrado.
—¿Puedes ver algo? Cualquier cosa nos vendría bien para ir a un refugio —dijo Basilia, mirando con aprensión los alrededores y lamentando de que su cabello teñido de rosado no fuera largo como el de Lola, al menos así podría jugar con aquel para ahuyentar el miedo.
—Nada, no hay mucho. Parece uno de esos mapas de juegos de estrategia en el que a medida que caminas, más despliega información. Olvídense de un mapa extenso a la primera, tendremos que ser nosotras las que incrementemos la extensión de esta cosa —dijo sin cerrar su pantalla isekai y continuó jugando con las baquetas.
»Esta cosa rara hace un sonido curioso.
—Ya deja eso, ¿no ves que estamos en serios apuros? —dijo Tatiana con el ceño fruncido. Su cabello teñido de café claro y de estética afro con volumen absurdo, no se meció con el viento que empezaba a soplar.
—¿Qué estamos esperando? Como no hay ninguna señal a donde ir, lo mejor es ponernos en marcha, yo digo que por ahí. Parece medio día en este mundo, así que no hay sombras, pero creo que el sol se pone por allá; sí, vamos al poniente —sugirió Gabriela sin esperar a las demás, se puso por delante y empezó a caminar.
—Espéranos, no camines tan rápido. Alba, ya cierra tu pantalla o te vas a tropezar; Basilia, no te quedes atrás; Tatiana, ¿qué pasa?
—Pasa que estamos perdidas, eso es lo que pasa, condenadas, acabadas, no duraremos ni un día. seguro nos atacará un monstruo o unos bandidos. Es lo que pasa en estas situaciones, ¿cierto?
—Ya calla —le ordenó Lola, mirando a un costado para ver a sus amigas, en efecto, sus temores se hicieron realidad, Basilia se puso pálida del susto—. No nos va a pasar nada —concluyó tropezándose y cayendo de cara.
—¿Dijiste algo con respecto a no tropezarse? —dijo la chica de la batería que sacaba sonidos a su pantalla isekai.
—Mejor ponte bien el cabello, no estamos en el escenario. Seguirás tropezándote si insistes en llevarlo delante de tu cara. ¡Andando hacia la aventura! —exclamó Gabriela.
—Pero llevar el cabello así es mi identidad.
—Usar mis baquetas es la mía.
—Ven, te ayudaré a no tropezar —dijo la buena de Basilia.
—Lo que hay que ver, ¿cómo la vas a ayudar siento tú tan bajita y ella tan alta? Parecerás su perro lazarillo —dijo Tatiana poniendo los brazos en jarra.
—Oye...
—Perdón, solo quise ser útil.
—De acuerdo, de acuerdo, perdón, haz lo que quieras. Mejor sigamos a Gabriela. ¿Quién le dijo que era la líderesa? Solo por tener el cabello picudo estilo mohicano, lo que hay que ver.
—En los ochentas y en los videojuegos, tener el cabello picudo es signo de liderazgo, eso me dijo Gabriela, que eso pasaba en Final Fantasy 7.
—Esa loca y su obsesión por los ochentas, ni que hubiera nacido en esa época. Esa es la época de sus padres, mejor dicho, la de sus abuelos.
—Leí algo similar, digo, eso del cabello picudo, creo que era un fanfic, sí, lo era: Un gato contra Final Fantasy 7. Decía lo mismo del cabello picudo, si tienes un cabello picudo, eres, eres el líder, perdón, eso fue lo que leí. —Basilia bajó la mirada ante el ceño fruncido de Tatiana.
Las chicas continuaron caminando, guiadas por el carácter asertivo de Gabriela.
Cuando se sintieron cansadas, con sed y hambre, dispuestas a ver si tenían algo en sus inventarios mágicos, sintieron el olor a carne asada.
—¿Qué es ese olor? ¡Vamos, es por allá! —ordenó Gabriela, que como de costumbre no se detenía para ver si las otras la seguían.
«Pero yo soy la líderesa de la banda», pensaba la pobre de Lola, apartándose su largo cabello de su rostro, era tan lacio y largo, que le daba la imagen de un personaje de terror de un filme japonés, más en específico: El Aro.
La esperanza se tornó pronto en temor al notar que el aroma inicial pasó a ser un hedor fétido, el típico de la carne calcinada. Ralentizando su marcha ante las columnas de humo negro que veían a la distancia, sus presentimientos no las traicionaron; tras una pendiente, el cuadro de la masacre yacía con tonos ocres en el suelo pisoteado por pezuñas y bestias.
—¿Pero qué diablos? ¿Qué pasó aquí? ¿Una batalla? —preguntó Lola a nadie en particular. Se llevó la mano a su boca, una reacción de sorpresa que servía también para cubrir su espanto e impedir de alguna forma que el hedor siguiera dañando sus fosas nasales, acto inútil, como lo era el de sus amigas que la imitaron.
—Acerquémonos para ver qué pasó.
—¿Acaso estás loca? —dijo la chica del teclado ante lo que escuchó de Gabriela—. Es obvio lo que pasó aquí, ¡unos bandidos asaltaron este lugar!
—Se ven muy grandes esas murallas para haber sido asaltadas por unos simples bandidos —dijo Alba, tan absorta en ver las ruinas, que se olvidó de tocar su pantalla con sus baquetas.
—No quiero ir, tengo miedo. Chicas, vámonos, no es bueno estar aquí —dijo Basilia, miraba asustada a los alrededores, incluso le temblaban las rodillas.
—Pero Gabriela tiene razón, no sabemos dónde estamos. Si queremos sobrevivir en este mundo y llevar a cabo nuestra misión, debemos averiguar todo lo que podamos.
Las chicas intercambiaron miradas, pero asintieron ante la propuesta de Lola.
—Insisto que es una locura, pero eres la líder de la banda...
—¡Oye! —Gabriela interrumpió a Tatiana.
—Ya acéptalo, mujer. Eres nuestra lideresa, te seguimos.
—Gracias. Lo mejor es que nos apuremos, mientras más rápido terminemos, más rápido saldremos.
Bajaron la pendiente, estaban tan nerviosas, que a todas les temblaban las rodillas. Lola avanzaba por delante, jugando con su largo cabello negro para ahuyentar el miedo; Gabriela y Basilia iban de la mano; lo mismo que Tatiana y Alba, la última, que decidió cerrar su pantalla isekai.
CONTINUARÁ...
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